EL RÍO
En
la voz de nuestros poetas
El río es una de las marcas
distintivas de la ciudad. Dos ciudades se asentaron a la vera del Ctalamochita
y forjaron desde allí sus pujantes presentes.
El río es el lugar de encuentro, de
esparcimiento, del amor y la nostalgia… el río ha sido por siempre la musa
inspiradora de aquellos que escriben su vida y la de los otros, en versos que
se publican en el papel o se cantan a viva voz.
Hoy nuestro suplemento cumple 400
ediciones junto a usted y queremos festejarlo ofreciendo los poemas de aquellos
que desde los inicios de nuestra literatura han inmortalizado su palabra
evocando el cauce de este río.
Muchas gracias por seguirnos, domingo
a domingo.
Darío
Falconi
eldiariocultura@gmail.com
[POEMA]
Geremías
P. Monti.
Cinco
ríos cruzan Córdoba
que
son como cinco arterias,
por
donde corre la sangre
perfumada
de la sierra.
El
Tercero presuntuoso
quizás
por marinas ansias,
que
enjoya a Villa María
como
una bincha de plata.
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EMBELESO JUNTO AL RÍO
Primo
Miguel Beletti, del libro “¿Dónde hay silencio?...”.
Pelambre
lacio y pendulante de los sauzales
sobre
la arruga de la epidermis de la tierra
y
el peine del agua murmullante
que
corre por su cauce
en
setiembre le imprime lustre
a
sus mechones capilares.
En
el brillo de un espejo itinerante
se
zambullen cual anfibio
las
esmeraldas repetidas por millares
de
las horas diminutas que eclosionan
al
conjuro de cien flautas animadas
y
las alas de mi ensueño desplegadas
se
baten sobre el oasis que allí me abriga.
El
suave mecedor de la corriente
a
mi vera sobre el muelle enarenado
musicaliza
con las coplas de su andanza
la
evasión que por fisuras de mi alma
arrobada,
goteando el zumo amargo
drenan
la aspereza que me atrapa
en
un navío que boga errante
con
las velas hinchadas de mis ansias.
En
la alcoba iluminada de mi seno
para
ese huésped que deambula vacilante
no
hay puertas a su retorno
no
hay sitio habitable
que
no vuelva!
que
sucumba!
que
naufrague!
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Armando
H. Fabre.
Mi
viejo río, ya no guardas
en
tu raleado sauzal,
el
silbo de aquel zorzal
que
en las mañanas de estío,
te
saludaba viejo río
con
tu canto sin igual.
Mi
viejo río, ya no ofreces
en
tu cauce, el torrente
de
esas clásicas crecientes
que
traías en otrora,
con
la fuerza arrobadora
de
tu belleza imponente.
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TE CANTO, VILLA MARÍA
Moisés
Cabañeros , del libro “Canto y rebeldía”.
Te
cantaron los poetas que en tu cielo se inspiraron
volcando
en sus sabias rimas el fruto de tu trabajo.
Te
canta el niño que juega, el joven con su alegría,
te
brinda su algarabía que es poema y también canto.
Te
cantan los estudiantes que de tarde o de mañana
se
encaminan jubilosos a cumplir con su jornada.
Te
canta el hombre maduro, aquel del rostro acerado,
con
la canción del martillo o en el surco con su arado.
Te
canta el ave canora con sus trinos celestiales,
las
flores son como un canto de perfumes virginales.
Vibra
el cielo generoso con sus diarias bendiciones,
también
te canta la madre en el hijo de sus amores.
Te
canta el barrio Sarmiento, las jovencitas del centro,
las
del barrio Rivadavia, y también las de Palermo,
por
San Martín, hasta el fin, cruzando por Buenos Aires,
y
por el barrio Ameghino alegre cantan sus calles.
Lamadrid,
San Justo, Belgrano, te cantan con sus labores,
General
Paz, Pellegrini, Güemes a tus pies te rinde honores
Avellaneda,
Santa Ana, Sáenz Peña, Moreno y Almirante Brown
te
ofrecen con su progreso el brindis de una canción.
Desde
el barrio de Las Playas hasta el nuevo Trinitarios
acrisolan,
hermanados su mensaje veinte barrios,
con
su río silencioso, fiel testigo de la historia
que
es dolor o es alegría reflejando tu memoria.
Ciudad
de mi humilde cuna, ciudad de noches serenas,
porque
eres patria argentina, porque eres honrada y buena,
yo
también quiero cantarte y rendirte mis honores
en
la labor cotidiana, Villa María de mis amores.
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[POEMA]
Horacio
E. Roqué
Acodado,
en suspenso
sobre
la baranda
del
puente, oigo
el
ritmo del agua.
Luminosa,
sobre
las curvas claras
de
brillantes hojuelas,
cabrillea
el alba.
Un
desgarrar de ondas
se
multiplica y se agranda.
En
la pura emoción
el
río me acompaña.
mi
verso al igual se ondula
en
la corriente mansa
o
en oleajes
de
espuma bravas.
Está
dentro de mí
la
vibración del agua.
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RÍO
Horacio
Bianciotto (1984).
Broto
de tus dedos de barro
como
un poema con hebras de musgo.
Zamba
trastocada que canta.
Vendimia
de girasoles.
Río.
Abierta tu boca a lavanderas.
Se
quiebra tu espejo de amaneceres precipitados
quiero
ver tu enigma y llegar a tus manos
y
desterrar tus soles deshilachados del ocaso.
Mis
pies mis manos mi piel toda
te
buscan como raíz huérfana.
Quiero
adentrarme en tu latido marrón
Y
en las abejas zumbonas de la corriente.
Llevas
en tus venas una acuarela de hombre que sueña.
Tu
agua sacia el silencio cuando es preciso.
Talamochita.
Nombre legüero
bombo
retumba tiembla tumba
lengua
de enero isla emergente
vino
guitarra luna a destiempo.
Río
del cielo sideral cósmico
dame
tu estampa de estatua caída
dame
tu garganta de aguaceros.
Voy
a volar como la garza
rozando
apenas besando agujas
para
que mi memoria haga tu perfil
y
el olvido se escurra tras las sombras.
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[POEMA]
Bruno
Ceballos.
Riberas
del viejo río
que
levantaba bravío
su
murmullo colosal;
poco
a poco desoladas
fuiste
quedando enterradas
bajo
el reseco arenal.
Viejas
queridas riberas
también
sois como taperas.
En
donde el paso llora;
en
las visiones de un triste,
ante
aquello que no existe
y
eternamente lo añora.
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PASO DE FERREIRA
Letra:
Armando Fabre y Andrés Acheral
Música:
Andrés Acheral
Recitado:
Viejo
Talamochita del aborigen nómade,
junto
a tu margen se levantó
la
posta e avanzada de los Ferreira Abad;
te
vadearon las carretas y las diligencias
-asombro
de progreso en la pampa-
te
cruzaron los hijos de esta tierra arisca
en
un chapoteo de lunas y estrellas;
te
recorrió el Deán Funes
en
su fantástico proyecto de hacerte navegable.
Una
y otra vez se desbordaron tus aguas,
hasta
que los diques le pusieron riendas
a
tus ímpetus borradores de huellas…
Canto:
Sobre
la herida huella pampeana
sangran
los sueños del pajonal,
silban
los vientos de la llanura
la
sinfonía de algún zorzal.
Como
un refugio sobre el paisaje
donde
dormita la soledad,
se
alza una posta, como esperanza
de
los que cruzan la inmensidad.
Un
monte y un río que corta la senda,
un
vado que lleva por el arenal
rumor
de carreteras cruzando el desierto
rumbeando
camino a la eternidad.
II
Cantaba
el río su cantor eterno
con
voz antigua junto al sauzal
que
despeinaba su cabellera
en
el espejo de su caudal.
Alborozada
cantaba el ave
sobre
el añoso algarrobal,
mientras
el puma se agazapaba
entre
las sombras del matorral.
Un
monte y un río que corta la senda,
un
vado que lleva por el arenal
rumor
de carretas cruzando el desierto
rumbeando
camino a la eternidad.
*
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RÍO CTALAMOCHITA
Ilda
Mistraletti Mignola
Llegas
a Villa María con cadereo acuoso,
clara
vorágine de peces.
En
señal de bienvenida los sauces te rozan con sus ramas.
Asombrado
por tanta belleza, desbrozas tréboles. Coronando tu testa.
¡Río
napoleónico!
Raíces
de eucaliptos que engrosa la barranca, quieren atraparte…
Sigues
entre playas doradas donde juegan los niños traviesos.
Cuando
cae la tarde, con tibieza de estío, tu cuerpo adormece.
Tus
costas se ennovian con pescadores expectantes en tensar la caña justo a tiempo
para atrapar su presa.
Los
enamorados intercambian caricias de aguadulce.
Un
picor frío aprieta tu cuerpo
Lágrimas
de cielo llegan a ti arrastrando
Dolores
terrenales que ahogarás presuroso
al
primer beso de luna que trae la noche.
*
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EN EL ESPEJO DEL RÍO
No
quiero ser…
Como
ese sauce
Que
por verse reflejado
En
el espejo del río
Llora
allí su condena
Por
el tiempo pasado
A
la vera de aquel río…
Pensó
tanto en él,
Que
solo, triste y encorvado
Con
sus mismos recuerdos
Sigue
su pena llorando…
Por
eso todos dicen
Cuando
hablan de él
Que
a la orilla de aquel río
Hay
un sauce llorón
Que
se mira eternamente
En
el espejo del río.
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