ENTREVISTA A
EDGAR MÉNDEZ
TRAZOS QUE NO SE OLVIDAN
Se llama Edgar Méndez.
Hombre que dejó sus huellas en la ciudad.
Su trabajo es una de esas profesiones de las que ya no se ven o han sido relegadas por la llegada y el desarrollo de la tecnología: letrista. Una rama de la pintura que expone su arte las 24 horas del día a cualquier transeúnte que recorra la ciudad. Este trabajo consiste en plasmar la pintura de letras (que conforman palabras) sobre distintas superficies que van desde el vidrio de algún local comercial, el mural de alguna pared que está descubierta, la chapa de los automóviles o la que se muestra en las distintas arterías y caminos de la ciudad, entre tantas otras.
Toda su vida ha sido escrita con esa mano artística que lo llevó a realizar trabajos hasta en Buenos Aires, Córdoba, Jujuy y San Luis. Las letras, esos signos que combinamos de manera estratégica para formar palabras y construir sentidos, han estado siempre en la vida de nuestro entrevistado de hoy. Las palabras lo acompañan y no se quedan inertes en alguna vidriera, tienen vida, porque Edgar sabe pintarlas pero también utilizarlas, es un recitador, un hombre que prologa con esa gran voz la venida de la música. Desde hace un tiempo fue citado por la Orquesta Municipal de Música Ciudadana para recitar poemas y canciones y para presentar a la misma.
Esos son los motivos que nos impulsan a charlar con él en una tarde donde el calor se recuesta en la ciudad y no se levantará hasta que comience a oscurecer.
Nació en Etruria pero terminó sus estudios primarios en Villa María. Luego cursó el primer año en la Escuela de Comercio y finalmente abandonó sus estudios para dedicarse al trabajo.
Recuerda con emoción convertirse en aprendiz del gran pintor local Emilio Beltrando. Comenzó con el lijado de carteles, pasando el antióxido a las superficies y repasando las letras. Luego ya pintaría las letras que su maestro le marcaba. Durante cinco años, y de a poco, este joven de unos 16 años comenzaba a delinear el camino de su vida, una vida de colores que irían trazando su destino.
Muchos de los trabajos que Edgar realizó ya no están a la vista de nuestros ojos, pero seguramente recordará hace dos décadas atrás, cuando se inauguró el Paseo de la Villa, algunas de las vidrieras de los locales comerciales que ofrecían allí sus productos y servicios. Fue él el encargado de pintar todas las vidrieras de ese espacio. Una tarea artesanal, de paciencia y precisión, que le ha dado a nuestro entrevistado muchas satisfacciones.
Hace poco tiempo una legendaria cigarrería de la ciudad hizo algunas refacciones en su local y renovó su vidriera, allí se encontraba otro de los trabajos de Edgar. Nos cuenta con orgullo que ese letrero fue el segundo de los encargos que realizó cuando comenzó a trabajar por su cuenta y que precisa el año: 1958. Cuando uno piensa que son 50 años de permanencia en la vidriera de un local comercial, algo se nos mueve dentro. Pensar todo lo que pasó en medio siglo, cuántos cambios, cuánto desarrollo, cuánta gente y cuánto agua ha corrido bajo el puente. El tiempo pasó y las letras estaban allí, con ese color característico del oro en la que Edgar se especializó.
LOS COMIENZOS
Luego de esos cinco primeros años iniciales Edgar había dejado de trabajar en relación de dependencia y se lanzó solo. Recuerda que Acosta y Zanetti le dieron sus primeros trabajos. A partir de allí comenzaría despaciosamente a trabajar en distintos locales del casco céntrico de la ciudad. Como dijimos, se especializó en letras de oro y fueron muchos locales que mostraron con orgullo sus producciones, algunos de ellos fueron el Hotel República y la Cigarrería Alonso.
Gracias a la calidad de sus trabajos le habían encargado algún trabajo en Buenos Aires.
Nos cuenta la anécdota: “A Buenos Aires fui con Omar Manet que era locutor y Rubén Vanzetti que tocaba el bandoneón. Ellos querían registrar un tango y me invitaron a ir con ellos por dos o tres días. En Helena Rubinstein (cosméticos) me estaban esperando, me dijeron que desde hacia un mes. Conseguí trabajo y me quedé por ocho años. Después se vendió el paquete más grande de acciones, hicieron renunciar algunos, dieron licencia a otros, yo me quedé; pero no tenía ganas de quedarme porque sabía que con unos más me iban a echar. Así que me pagaron todo, me indemnizaron y volví a Villa María. Y había que empezar de nuevo, fue difícil, porque ya no tenía más clientes, entonces fui a visitar a los viejos clientes, Angelone por ejemplo, que enseguida me dio trabajo y otros más. De a poquito.” En esa época, quienes se dedicaban a este trabajo eran muchos.
LA TECNOLOGÍA
Mientras nuestra charla se desarrolla, Edgar despliega ante nosotros algunos álbumes de fotos donde están plasmados parte de sus trabajos. Dice sentir nostalgia, porque ya no se pueden hacer esas cosas. La tecnología reinante en la actualidad ha desplazado el arte de lo manual por las máquinas.
Nos cuenta que algunos pudieron comprarse la computadora y el plotter, pero que tampoco eso asegura nada, porque se puede tener millones de tipografías, pero hay que tener una visión del cartel que se quiere hacer y eso no te lo da la computadora.
Dice el letrista, “el que empieza en esta tarea hace cosas rara, arranca por lo mas difícil; en mi caso, siempre me fui fijando en las marcas lideres como Coca-Cola, Ford, Pepsi… y todas tienen su tipo de letra característico, letras que se pueden comprender rápidamente.”
En la actualidad quedan muy pocos trabajos en la ciudad del tipo manual de su autoría, son los que ha hecho muchos años atrás. Sólo algún nostálgico le ha pedido que pinte en letras de oro. Cuando es así Edgar practica unos días antes, porque todo es un ejercicio, la mano tiene que estar entrenada para poder lograr un buen trabajo.
SADE
Recientemente Edgar Méndez se ha integrado a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) con los que ha participado en diversas actividades que la filial local ha realizado.
Recuerda cuando Susana Zazzetti lo encontró en el Centro Cultural y lo invitó a un café literario para que hiciera algunos recitados.
Luego conocería al actual presidente de la SADE, Eduardo Belloccio quien lo invitó a un evento magnífico que se llamó “El canto de las uvas” y le dio un poema para que recitara. Edgar, no convencido con dicho texto, sugirió un tango llamado “Entre curdas” que recitó a teatro completo y recibió la ovación del público. Luego participaría en varias reuniones y se asoció a la entidad que nuclea a gran parte de los escritores.
TANGUERO DE LEY
Como hemos anticipado más arriba, Edgar Méndez está en la Orquesta Municipal de Música Ciudadana. Tanguero de ley, de esos que se juntan los viernes a comer el asado con los muchachos y luego recita y, a veces, canta alguna canción. “Oscar Bravín toca el bandoneón, me llamó y me preguntó si me animaba a recitar ‘La Cumparsita’ en el (Teatro) Verdi. Le dije que me probara. A la semana lo hice y salió bien, desde ese momento quedé en la Orquesta y Alberto Bacci me dijo que debía presentar la Orquesta. Estaba (Héctor) Cavagliato le decía. Insistió muchas veces y una vez fuimos a un pueblo vecino y me hizo presentar la Orquesta. Atrás del escenario practiqué un poco y lo dije y después.”
Edgar nos comenta que dice glosas antes de cada tema, recitados… y que la experiencia la ha ido adquiriendo en base a las distintas presentaciones que ha hecho, “estoy un poco más fogueado”, dice.
En ese aprendizaje Edgar se encontró con Javier González a quién le consulto quien podría enseñarle a perfeccionar los recitados y fue el mismo director de teatro que trabajó junto a él para mejorar sus presentaciones.
En cuanto al género del dos por cuatro nuestro interlocutor, manifiesta su gusto por Roberto Goyeneche, Julio Sosa, Edmundo Rivero… “me gusta más bien de la década del ’40 y ’50. Época de las grandes orquestas”. Reconoce que le gusta ciertas cosas de Piazzolla.
“Entre mis temas tengo ‘Chiquilín de Bachín’, ‘Balada para mí muerte’, ‘Fábula para Gardel’ que son de Ferrer y Piazzolla. A todos ellos los estudio en voz alta, en el taller practico casi todos los días, voy diciendo los versos de siete u ocho temas. Los estudio de memoria.”
Y resaltando esa meticulosidad que lo caracteriza, se nos va diluyendo la charla, como esta tarde que ya comienza a despedirse. Edgar agradece a la pintura lo que es, una actividad que lo llevó a conocer mucha gente. En su casa de calle Recife compartimos este encuentro rodeado de cuadros que ha pintado con su mano de artista, creaciones originales o reproducciones como el puerto de Quinquela Martín que cuelga detrás de él.
Decíamos que Edgar dejó sus huellas en la ciudad, y a pesar de que el progreso quiera devorarlo todo con sus enormes fauces, su trazo seguirá intacto en la memoria de muchos. La memoria de todos aquellos que vivieron una época que no se va a olvidar, porque forman parte de sus propias vidas.
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 28 de noviembre.-