Entrevista
a
SERGIO CARRERAS
SERGIO CARRERAS
y
LOS NIÑOS DE HIELO
“Los cadáveres de los cuatro niños extraviados del hogar-escuela Fray
Liqueno fueron hallados ayer a orillas de un arroyo, en la Pampa de Achala, a
150 kilómetros de Córdoba, estimándose que la muerte de los pequeños se produjo
por congelamiento, según las primeras informaciones conocidas anoche sobre el
trágico suceso.”
Con este párrafo, abría una
nota de EL DIARIO el 30 de setiembre
de 1986. Seguramente usted recordará como en esos días, los medios
periodísticos daban cuenta de la intensa búsqueda de cuatro niños que
promediaban los 10 años y que se encontraban perdidos en las Altas Cumbres. Se
trataba de Mario Oliva, Claudio Gil, Luis Peralta y Cristhian Rodríguez que en
una reacción de enojo, por haber sido golpeados el día anterior, decidieron
escaparse de ese lugar. Los acompañaba otro niño más grande, Carlos Domínguez,
que salvó su vida porque decidió volverse.
Los años pasaron y el tiempo
sepultó segundo a segundo la tragedia hasta julio de 2007. En Mina Clavero,
mientras se desarrollaba las tradicionales cacharpayas de invierno y se
disfrutaba de las comidas típicas, el espectáculo musical dio paso a una joven
folklorista llamada María Luz. El repertorio transcurría hasta que en
determinado momento la canción “Los angelitos de Achala” hizo llorar a unos de
los presentes. Se trataba de Carlos Domínguez, que se dirigió a la cantante con
ojos brillosos, para saber quién era el autor de la misma. Se trataba de un abogado
del pueblo, que estaba de casualidad allí, al que pudo estrecharle su mano y
decirle, simplemente, “yo iba a ser el quinto angelito.”
Ese es el hecho que motivó al
reconocido periodista Sergio Carreras a contactarse con Domínguez y a escribir
una nota en la que se contó por primera vez, los abusos que se cometían con los
alumnos del Liqueno. Luego el revuelo social, la apertura de una causa, la
polémica… Hoy la editorial cordobesa Raíz de Dos, acaba de lanzar “Los niños de hielo”. Allí Carreras
cuenta en detalle los hechos que motivaron a los niños a intentar huir de esa
realidad que vivían en un colegio de internos a 2100 metros de altura.
-El libro lo
comenzás reproduciendo los comentarios, bastante disímiles, de los lectores de
una nota que publicaste en agosto de 2007 en La Voz. El tema es polémico desde
antes de la publicación del libro, lo fue en la presentación del mismo y lo seguirá
siendo por mucho tiempo; ya que hay distintas posturas e intereses por parte de
ex alumnos, de familiares, de pobladores… de la gente en general. ¿Cuál es el
aporte central que hacés a esta tragedia?
-Me interesó reproducir los comentarios para
mostrar un poco de lo que somos como sociedad cuando nos enfrentamos a
tragedias y problemas como este. La hipocresía, la falta de solidaridad, la
maldad en estado puro, la pulsión por cuestionar a las víctimas más que hacer
foco en los victimarios, lo fácil que es cerrar los ojos y pensar que esto
nunca pasó, que es un invento, que a mí nunca me va a pasar. El día de la
presentación del libro, leí comentarios que ese mismo día habían sido hechos en
los sitios web de Córdoba y eran un calco, hasta usaban las mismas palabras,
que los que reproduzco al principio del libro. Hay un concepto foucoultiano que
me gusta mucho, el de parreshia, que se refiere a la consecuencias que tiene el
acto de decir la verdad, el decir la verdad aunque cueste, aunque duela. Este
es uno de esos casos. Es una tragedia terrible, son cuatro criaturas de 9 a 11
años que murieron congeladas en las Altas Cumbres escapando de una escuela que
ellos vivieron como un centro de maltratos. ¿Y nadie se quiere hacer cargo de
eso? ¿Acá no pasó nada? No voy a darles el gusto de que vivan esa tranquilidad.
Por eso escribí el libro, para contarlo, para mantener vivo un reclamo de
justicia, ese es el aporte que hago.
-Una de las
partes más fuertes del libro es la descripción que hace el oficial a cargo de
los cuerpitos hallados bajo la nieve. En el “Acta de inspección ocular y
secuestro” se detallan el estado de los cuerpos, las vestimentas (precarias y
de mucho uso) y los objetos encontrados en los bolsillos (piedritas, hilos de
lana, goma de borrar…). La lectura de este documento da cuenta de la inocencia
de estos pobres niños y por otro genera inevitablemente algunos interrogantes,
¿cuáles fueron los tuyos?
-Lo que más me llamó la atención del caso es cómo
fue posible que pasaran más de 20 años desde las muertes y a nadie le interesa
conocer qué fue lo que pasó, cuál fue la causa de la fuga de cuatro nenitos,
sin alimentos, casi sin abrigos, a más de 2.100 metros sobre el nivel del mar,
en plena montaña. Cuando revisan los cadáveres ven que los chicos ni siquieran
llevaban medias, y encuentran en sus bolsillos piedritas de colores, una goma
de borrar, hilo para hacer volar barriletes. Eran cuatro criaturas que no
sabían a lo que se enfrentaban cuando escaparon del colegio, pero prefirieron
eso a continuar a merced de sus maestras golpeadoras, de un sacerdote
golpeador. Esa imagen de cuatro nenes muertos y congelados en la montaña, sin
medias, vestidos con ropas prestadas y rotas, habla de la situación de pobreza
de todo un valle, de donde ellos venían, habla de la educación rural en lugares
inhóspitos, habla de la manera en que algunas órdenes religiosas tomaron de
rehén a niños que debían educar, habla de la violencia, habla de la hipocresía
y falta de interés de los jueces de menores que enviaban a esos chicos a esa
escuela reformatorio en la montaña, habla de la hipocresía del Estado.
-Cuando la
orden franciscana decidió que el colegio ya no cumplía con su misión, ordenó
quemar todos los documentos que podrían aportar valiosísimos datos para la
investigación; sin embargo, los testimonios de mucha gente aún pueden aportar
muchos datos y confirmar la veracidad del testimonio de Carlos Domínguez. ¿Esto
es así? ¿Surgieron nuevos testimonios?
-Sí, a partir de la publicación del libro no pasa
un día sin que me contacte alguna persona que tiene una historia que contar con
relación a esta tragedia. Familiares de los chicos fallecidos, amigos, ex
maestros. Quienes quieren negar la historia de maltratos que cuento en el libro,
apuntan a desprestigiar a Carlos Domínguez, que fue el ex alumno que 21 años
después contó la historia de por qué se produjo la fuga de los cuatro niños. El
se fugó con ellos, regresó y salvó su vida. La historia de Domínguez ha sido
ratificada por otros testimonios de ex alumnos. En el libro incluyo dos
testimonios más, pero podría haber incluido diez, no quise ser redundante.
Estos testimonios están también en la investigación que abrió el fiscal de
Villa Dolores Emilio Andruet luego de la publicación de mi primera nota en La
Voz del Interior. Domínguez, en esta historia, es claramente una víctima. Tuvo
una vida difícil. Hoy está en la cárcel. Quienes quieren desprestigiar su
testimonio diciendo que es un presidiario, me parecen personas horribles.
-¿Qué
particularidades presenta el hecho de abordar esta historia en un libro, a
diferencia de lo que puede publicarse en un medio periódico como lo es un
diario?
-El libro es el lugar que esta historia se merecía.
Ya que no tuvo lugar en los expedientes judiciales, ya que no tuvo lugar en las
investigaciones administrativas, es bueno que quede este registro literario y
periodístico. Publicar estas historias en un diario es una aventura excitante,
que disfruto mucho hacerla, cuando trabajás con limitaciones de tiempo, plazos
de publicación, cuando coordinás con fotógrafos, ilustradores, editores, cuando
tenés que respetar manuales de estilo, encastrar opiniones, cuidarte de límites
editoriales y formales, todo lo que implica trabajar en un medio de
comunicación. Pero llevar la historia al libro es algo todavía mejor, te
enamorás de la historia, querés a sus personajes, te sumergís en un paisaje, en
una escuela extraviada en las alturas de una montaña, escribís de otra manera,
querés hacerte entender, querés empatizar al lector sin una marca periodística
de por medio, sos vos y quien –con suerte- te va a leer.
-Queda
descubierto en este libro que el Fray María Liqueno era un colegio que oficiaba
más como reformatorio que como establecimiento educativo, un depósito humano al
que asistían niños de escasa condición social o con ciertos rasgos de mala
conducta. ¿Qué opinás de esta institución? ¿Cómo fue luego que la Provincia lo
tomara? ¿Qué representa para los habitantes de la región?
Fray Liqueno en las Altas Cubres (foto de http://www.eltribuno.info/) |
-Estoy seguro que el colegio Liqueno y la orden
franciscana que lo creó en 1929 y lo administró hasta 2007, tienen historias
valiosas y valientes para contar. Estoy seguro que hubo docentes y empleados
que han hecho sacrificios, que dan dado partes importantes de sus vidas para
ayudar a cientos de chicos que pasaron por ahí. Pero lo que cuento en este
libro es una tragedia, una tremenda tragedia que ocurrió en ese lugar, cuando
el Liqueno ya no era un simple colegio hogar sino que funcionaba como un
reformatorio, un lugar para chicos de conducta difícil, para chicos de familias
pobres que nadie quería o podía criar. Me siento en buena parte responsable de
que hoy el Liqueno esté en manos de la Provincia de Córdoba, ya que durante
2007, antes de contar esta historia de los cuatro niños muertos, estuve
realizando notas que ayudaron a que el Gobierno provincial se hiciera cargo del
colegio, y a que las familias de la Pampa de Achala siguieran teniendo un
colegio para enviar a sus hijos, como querían. La orden religiosa había
anunciado el cierre del colegio diciendo que ya no había alumnos en la zona.
Por suerte, los hechos demostraron que eso no era verdad.
-Luego de tu
nota en 2007, en la que se dio a conocer los maltratos, los abusos, se abrió
una causa al respecto, pero que no se continuó; ¿qué considerás que hace falta
para que este hecho y sobre todo la realidad que vivían los internados no quede
impune?
-Más que la verdad judicial y administrativa, me
interesa la verdad social, por llamarla de algún modo. Me interesa que todos
nos podamos hacer cargo de nuestra responsabilidad frente a hechos como este.
¿De qué vale una condena judicial contra dos o tres responsables directos si
estas situaciones se continúan repitiendo? Hace pocos meses publiqué otra
investigación, sobre los abusos sexuales en la Casa del Niño del Padre
Aguilera. A los pocos meses de la publicación la Casa cerró y está intervenida.
¡Y era una de las instituciones más prestigiosas de Córdoba! Hubo más de 20 nenes
abusados sexualmente, se acaba de elevar a juicio la primera causa por este
tema. ¿Qué hicieron los jueces de Menores que debían visitar y cuidar a esos
chicos? ¿Qué hizo el Poder Ejecutivo? Usaron la Casa del Padre Aguilera como
depósito de niños, tal cual como se usaba el colegio Liqueno en los años ’80.
Los políticos usaron la Casa para ir a sacarse fotos con nenitos pobres que
quedaban bien en las fotografías de los candidatos. A eso me refiero con
hacernos cargo de estas verdades y actuar en consecuencia, para no permitir que
continúen.
-Es
increíble como una canción cantanda en el momento indicado, con la presencia de
los actores indicados, desencadenó un testimonio, una nota, una causa, un
libro; ¿qué impresión tenés al respecto?
-Tengo opiniones extremistas con respecto a estos
temas. Creo que una buena canción puede cambiar la historia, creo que una
palabra dicha a tiempo, en el momento justo, puede cambiar la historia. Creo
que el autor de una buena canción, capaz de representar los sueños, las
ambiciones o los dolores de una generación, tiene ganado cualquier tipo de
Cielo. Estoy leyendo un libro de Sergio Pujol, Canciones argentinas, que de alguna manera habla de eso. En este
caso, Pepe López, un poeta de Cura Brochero, quiso robarle al olvido esta
tragedia que ocurrió en 1986 en la nieve, en las montañas. Lo hizo tan bien,
que en el futuro, nuestros hijos, los cordobeses y argentinos del futuro,
recordarán esa tragedia a partir de su canción “Los angelitos de Achala”. Esa
canción hizo brotar el testimonio de un ex alumno, hizo abrir una investigación
judicial, reabrió una discusión que todavía no sé hasta dónde nos va a llevar y
me hizo a mí escribir un libro. ¿No es poco para una canción, no?
-Finalmente,
¿cuáles son los riesgos de hacer periodismo de investigación en Córdoba?
-Los mismos que hacerlo en Catamarca, en Buenos
Aires o en Santa Cruz de la Sierra o Montevideo. El periodismo, especialmente
el periodismo de investigación, crece en el conflicto, en la crítica, en la
oposición al poder, en su enfrentamiento con los gobiernos, con todos los
gobiernos, tengan el color y la ideología que tengan. Los límites suelen estar
claros: hay presiones políticas, económicas, editoriales y profesionales. Uno
sale con su libreta y su lapicera a la calle, y sabe que si lo hace bien, puede
ayudar a cambiar, a mejorar algunas cosas. Hay que estar consciente de los
riesgos de este trabajo, no hay que ser estúpido ni exponer la cabeza sin
necesidad, pero ser consciente de los peligros no significa autolimitarse o
cerrar los ojos a los temas difíciles. Sin periodismo no existen sociedades
libres, con periodismos domesticados y militontos sólo crecen los
autoritarismos, las hegemonías y las formas degradadas de organización
política. El periodismo de investigación es un remedio, generalmente débil,
solitario e insuficiente, para combatir esas aberraciones.
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País
Domingo 3 de junio de 2012
Villa María, Córdoba, Argentina.