domingo, 24 de octubre de 2010

Carlos Manuel Villasuso. Sembrando semillas de tradición

Entrevista a:
CARLOS MANUEL VILLASUSO
Sembrando semillas de tradición


El camino para la escuela era siempre el mismo. Su bolsito escolar colgado en sus hombros le pesaba más de lo debido. Es que dentro de él, entre cuadernos, lápices y otros elementos para su estudio, viajaba una bolsa de considerable tamaño. Eran piedras.
Sus pisadas quedaban impresas en la calle de tierra, y no alcanzaban a marcar todo el recorrido previsto por sus padres.
Es que Carlos, no siempre llegaba a la escuela, se iba a cazar. Era un chico activo, rebelde, “dañino” según sus palabras. De los ocho hermanos era el único que se interesaba por la caza. Muchas veces se iba a dedo, otras mirando el paisaje bambolearse en algún tren que pudiese tomar. Sus padres decidieron dejarlo de pupilo en un colegio para tratar de contenerlo.
Quizás esta breve introducción no sea el reflejo claro de una realidad, pero me agrada imaginarlo así. Un chico travieso, buscador, de esos que quieren descubrir todos los misterios que da la vida y la naturaleza.
No sentamos en pequeño bar de supermercado y se pide un té con dos saquitos cortado con leche. Le dice a la moza que se lo anote en la cuenta del dueño y todos sonreímos. Han pasado los años, pero no ha perdido su chispa de picarón.
Carlos Manuel Villasuso nació en Córdoba. Estudió dos años de Odontología que abandonó por no tener la vocación. Su fuerte estaba en las ventas, en el contacto con la gente, así fue que durante 15 años dirigió un negocio del ramo de los repuestos.
Sin embargo no lo citamos por eso, sino que ha puesto en circulación su primer libro, “su herencia”, su homenaje “a todos los paisanos que anónimamente forjaron la historia del país.” El texto “Eusebio Merlo. Décimas camperas de ayer y hoy” viene a mostrarnos un escritor, en línea con lo que hizo José Hernández en el “Martín Fierro”. Se trata de un volumen de relatos que están narrados en versos octosilábicos de perfecta rima, que van contando una historia de nuestra pampa. Algo que ya no nos acostumbramos a ver.


Carlos, ¿qué lo motivo a escribir este libro?
─Tengo una parva así de poesías y cosas, de la tradición, algo sobre la espiritualidad... Siempre escribí en rima, tengo mucha facilidad, sobre todo en octosílabos me salen solitos. Lo que es difícil es concatenar una historia como si fuera prosa en vez de verso. Me parece que es un libro que va expresando todo lo que ve, es muy descriptivo, es más de lo que se puede encontrar en poesía, por lo general, la poesía que se cultiva ahora es más abstracta. Yo quise lograr una narración descriptiva.

─Y en esa narración lo hace empleando el lenguaje propio del criollo, esa es una de las cosas más fuerte que tiene el libro y usted lo rescata muy bien.
─Eso lo aprendí mucho, desde muy chico he estado cazando, me iba al norte cordobés, después al sur, en La Pampa, en San Luis… y cada vez que iba nunca paraba en las estancias, sino en los ranchos, a los puesteros. Me quedó todo ese léxico, su cultura, su forma de ser, su silencio, es gente que está metida muy dentro de sí mismo, no es como nosotros, si no hay un motivo muy fundado no hablan. Son gente que tenían respeto por la persona que tenían al lado, y si le caías bien, eran muy hospitalarios; una vez yo me había olvidado los elementos para dormir y me ofrecieron, en un rancho de paja, la cama de bronce con las sábanas de hilo almidonadas, que eran de la mamá del muchacho que estaba conmigo cazando chanchos. La tenía guardada del casamiento. Yo me largué a llorar, porque te están dando todo lo que tienen, no es pobreza, realmente eran humildes. Escribí una canción emulando lo que ellos eran: “Y si le digo como soy / y se lo explico sencillo / de noche soy como el grillo / de día como la hormiga / trabajo cuando me diga / y a toditos los espero / con ninguno no me meto / yo soy un hombre sincero…” El paisano es un hombre que vive de su trabajo, se acostumbra a la soledad, no es como nosotros que buscamos aturdirnos.

El paisano de la historia de “Eusebio Merlo” (personaje ficticio creado a partir de la conjunción de dos nombres de personas reales) inicia en un presente realizando un recorrido por las tierras cercanas de nuestra pampa.
Mientras en su andar va describiendo los paisajes, las personas y la naturaleza es que cae la noche y se aproxima a un fogón. Esa fuente de calor, lugar de reunión, de camaradería, se transforma mágicamente en conjuro y hace que el personaje experimente una regresión al pasado transfigurado en un viejo gaucho, que vivirá sus aventuras y que con el paso de las páginas podrá retornar a su presente. En el empleo de esta transportación por distintas épocas no faltaran la mirada del gaucho, del indio, de los matreros y las críticas a los gobernantes de aquel entonces que proclamaban que estos “bárbaros” no se adaptarían al liberalismo. Con sutileza Villasuso empleará los lenguajes propio de cada uno salvando las distancias temporales de los mismos.

─¿Cómo cree que recibe la gente esta publicación?
─Lo que veo es mucha indiferencia en la gente, sobre todo en Villa María, veo que es un género no comercial, la gente le interesaría otro tipo de libro, no algo que hable de la tradición, sobre todo estos pueblos del interior de Córdoba que tienen tanta sangre gringa, son como indiferentes; no es como en el Litoral, el norte, que vos vas allá y está en la cultura del pueblo. Acá vos vas a las peñas prácticamente como un esnobismo, pero no se vive el ambiente. Se ha ido perdiendo toda esa tradición que no nos llama la atención, acá no hay museo, nadie se preocupo por decir que acá un camino que era de los indios que va hasta Yucat, que hay una riqueza impresionante. En el libro de Pablo Granado hay cantidad de cosas que dice que hay acá y nadie incursionó sobre eso, y Granado hizo una investigación periodística histórica y ahí quedó muerto el libro.

─¿Por qué le parece que esto es así?
─Creo que es cultural y que no es un objetivo de las autoridades el despertar en el pueblo su propia identidad, que muchas veces se está confundido. No se cultiva la raíz y ni se conoce, y al perder la raíz hemos perdido nuestra propia identidad, somos un pueblo potpurrí. Córdoba a pesar de todo tiene su identidad, porque hay un montón de gente que cultiva cosas de la tradición, de antes, hay un folklore cordobés en el chiste y un montón de cosas, pero acá no tenemos nada, tenemos el balneario y la costanera que sirven para que paseen pero nada más. Toda la poesía que se cultiva acá es diferente, que no es que esté mal, sino que deja olvidado un montón de espacios.
Es muy raro que las familias, en las fiestas, se junten a tocar la guitarra como sucede en casa, se perdió… o las serenatas, yo salía con una barra bárbara, hasta conseguíamos otra gente que se sumara con otro instrumento, íbamos a una esquina y se ponían a bailar… es como que había una participación; ahora la gente se aísla dentro de su casa y no sale.

─Es muy diferente a lo que sucedía en el campo.
─Cuando vos salís de la ciudad y te vas al campo y prendés un fuego, está la guitarra, mucha gente no lo sabe, pero la guitarra y el trovador son un medio de difusión. Si yo venía de Laboulaye y me juntaba acá en un fogón con vos, no hacía falta ser cantor, había que ser un “decidor”, es el que contaba todas las cosas que pasaban. La guitarra es lo que es la nafta hoy, porque los paisanos, mate y guitarra “y con eso basta para pelear” dijo una vez un uruguayo. Los paisanos de la pampa tocábamos de esa forma rara que tenemos, con dos dedos y con tres o cuatro tonos y nada más, por eso la milonga es tan monótona y se presta para que vos vayás contando cosas. Es una forma de armar un cuento con un dicho, con alguna cosa, el paisano tiene una picardía criolla que viene del andaluz, del español. Hay otros pueblos que no tienen la facilidad para armar esto. Te contesta enseguida el tipo.

─En el libro además de los versos y las narraciones hay canciones, ¿usted toca la guitarra?
─Mirá dejame de decir “usted” porque vamos a agarrar mal (sonrío). Sí, toco la guitarra, también tengo un CD con canciones para mis hijos. Cuando presente este libro lo voy a hacer con algunos músicos de Mr. Mojo. Considero que es un libro bueno, más allá del ego, aunque creo que la mayoría de la gente no lo va a entender. Es el resultado de un sentimiento. Es polémico y tiene un compromiso de vida. Yo he vivido como un rey y me ha hecho mal.


Carlos me cuenta que con su casa de repuestos le fue muy bien y que sufrió una crisis social muy grande “si se quiere espiritual”. Él veía que llegaba a su casa y que mientras ellos se bañaban en una hermosa pileta había chicos en la calle bañándose en la mugre del barro. Esto le generó unas cuantas dudas y llegó a consultarle a su mujer “¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia?” El tiempo maceró estos pensamientos hasta que tomó la decisión de vender todo e irse a trabajar por los chicos pobres al norte, con su señora y tres hijos. Un año pudo hacerlo hasta que la inflación de la época de Alfonsín le hizo perder casi todo. Consideró que debía volver a la Villa, para no sacrificar más a su familia. Muchos años más adelante también sería víctima de las fluctuaciones que nuestro país sufrió. Por eso y por otros motivos es que Carlos es muy crítico con los gobernantes y el país.

─Lo que hago en las notas al pie de página es decir una verdad. Hay expresiones auténticas y hay cosas que hablan de nuestros próceres que no son tales, había muchos sinvergüenzas, recién ahora con el revisionismo histórico con (Felipe) Piña y otros, se empiezan a ver cosas que nos la hicieron comer a nosotros. Para mí, con la poca cultura que tengo, Argentina es y será una colonia, nosotros no tenemos autonomía, siempre estamos prendidos por algo. Este país es como si a vos se te fuera desfigurando el rostro y yo te veo de acá a un año y no te conozco.

Por ese motivo es que su libro, además de describir paisajes, contar una historia, plantea una postura política a las grandes decisiones de los gobernantes de todos los momentos y rescata la mirada del gaucho, pero de igual manera lo hace con el indio. Y no habla porque sí, nuestro entrevistado a visitado los caciques ranqueles en San Luis y se extendido por mucho territorio argentino. En sus palabras el libro es “Lo que yo viví. En todas mis excursiones, porque yo anduve estaban los indios, los paisanos. Es toda la mezcla que tiene el libro, y a pesar de ello la historia está concatenada.”
Así es Carlos Villasuso, un defensor de la tradición a ultranza, tal es así que ha creado el Movimientos Cultura y Tradición Argentina (Mocutra), que brega por salvaguardar las raíces de nuestro pueblo e invita a todos los interesados a participar. Quizás los versos que siguen, de su libro, cierren perfectamente esta nota e ilustren de mejor manera su pensar y la de este movimiento:


“Ayer Machado me dijo:
‘Caminante no hay camino,
se hace camino al andar’;
mas yo digo… caminar
debiera hacerse con tino:
no es cuestión de hacer camino
y olvidarse del pasado,
que todo es camino andado,
y en su senda, hay referencia;
no se pierda la presencia
que otros pasos han dejado.

Por eso ¡andando caminos!
siempre he llevado mi queja,
no siempre llora por vieja,
¡ya no hay nada que la asombre!
Es que la historia del hombre
repite muchos errores,
no sólo recoge flores,
sino… que a veces ¡deshoja!
y va pisando la hoja
que escribieron sus mayores.”

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 24 de octubre de 2010.-