ENTREVISTA CON
MIGUEL DE LORENZI
DISEÑO DE UN TALENTO
Por Darío Falconi
MIGUEL DE LORENZI
DISEÑO DE UN TALENTO
Por Darío Falconi
El talento puede percibirse en una pintura, en un afiche, en la armonía estructural que se disfruta en las notas de un diario, en una publicidad o quizás en un logo de esos que nos quedan marcados para siempre…
Lo estamos esperando. La tarde fría y gris no se condice con el colorido de las piezas colgadas en la pared.
El es un villamariense en Córdoba, un profeta en otra tierra.
Miguel de Lorenzi es un artista que por más de cuarenta años ha plasmado su talento en las páginas de diversas publicaciones periodísticas, la pantalla de algún (de muchos) televisor(es) o alguno de los lienzos en los que inmortaliza el impacto de lo más cercano.
Cachoíto trabajó intensamente en La Voz del Interior desde 1979 y 2005 donde lució sus ideas y diseños en los suplementos Temas y Cultura. Lo sigue haciendo, pero ya acogido a los “beneficios” de la jubilación y del teletrabajo.
Es una artista de décadas que sigue ávido de aprender y transmitir su aprendizaje.
Recientemente, gracias al Centro Cultural España Córdoba y El Emporio Ediciones, se publicó “ReCácholis” un libro-catálogo con muchas de las obras de diseñador local. Allí se pueden encontrar ilustraciones periodísticas, pinturas, logotipos, dibujos y diversos diseños.
Llega al lugar y saluda sorprendido por la impresión que le causa ver sus trabajos aquí. Es muy amable y cordial, capaz de reírse se sí mismo, como cuando nos contó que está por cumplir 59 años y a los pocos segundos se retracta sonriente, adicionándose la década que faltaba.
El talento puede percibirse, puede olerse, como un halo que rebalsa el Bonfiglioli y nos acaricia la piel. Nos sentamos en un costado y nos disponemos a conocer un poco más sobre su vida.
—¿Cuál es su relación con Villa María?
—Nací aquí, me eduqué en el Colegio Rivadavia y luego viajé a Córdoba. Muy ambicioso, me hice una carpetita y me fui a una de las agencias más importantes que había en Córdoba en ese momento (Nueva Propaganda) y tuve fortuna. Llegué y no lo podía creer, son tiempos que no corren ahora, me preguntaron, ¿cuándo querés empezar a trabajar? Eso para un estudiante es una cosa descomunal, que a los tres días de estar en Córdoba tuvieras trabajo era increíble. Aquí en Villa María vive mi hermana, por lo que es una ciudad a la que vuelvo con asiduidad.
—Usted es ilustrador, diseñador, pintor… ¿Cómo podría autodefinirse?
—No lo sé, porque entré a trabajar en una agencia de publicidad cuando el título de diseñador gráfico no existía; es decir, que primero fui un dibujante publicitario, y debo haber sido uno de los primeros que empezó a usar la denominación de diseñador gráfico, en Córdoba. Luego la profesión se jerarquizó. Yo pienso que, si bien hay unas pequeñas diferencias entre un diseñador gráfico y publicitario, hay puntos importantes de contacto y fuertes entre ellos. Los diseñadores gráficos lo niegan, “no, nosotros no somos publicitarios, somos diseñadores gráficos”, pero son comunicadores al fin. Varía un poco los estilemas con que cada uno se vale para llegar al público, ¿no?
—En estos más de cuarenta años en que ha trabajado las herramientas (sobre todo) informáticas ha dado pasos agigantados, ¿cómo repercutió el desarrollo de la tecnología en su labor?
—Estuve vinculado a cambios de lenguaje, por ejemplo, luego de la agencia de publicidad, pase a trabajar en Canal 10, que es un medio televisivo. Esto es que, además de la parte estrictamente de diseño gráfico, había un diseño gráfico para televisión, algo que ahora está muy en boga y que nosotros en Córdoba para los SRT (Servicios de Radio y Televisión), practicamos. Yo tuve una cierta familiaridad con lo digital. Después de haber estado muchos años en los SRT en Canal 10 pasé a La Voz del Interior, con la misión de asistir al diario en un cambio tecnológico, a una tecnología que no conocía e iba aprendiendo a medida que se la iba incorporando al servicio del diario. Es decir, de una rotativa que imprimía en plomo caliente y que componía en plomo también en linotipo, se fue asando al Offset, a las computadoras para composición tipográfica y luego la computadora para el diseño, para infografía, para ilustraciones…
Estos cambios repercuten, pero hay una base que uno tiene, que es la que se ha formado con el lápiz y el papel; pero los campos se van dividiendo cada vez más, porque las nuevas tecnologías están dotadas de herramientas muy potentes que los jóvenes saben muy bien aprovechar, y los que venimos de lo analógico sabemos muy bien combinar. Se lo toma como algo muy dramático, pero no es así, son complementarios.
Hace un tiempo escuchaba una acotación que me gustaba acerca de las computadoras, “las computadoras son como los perros, huelen cuando uno te tiene miedo”, entonces, cuando vos te arrimás, no podés hacer nada con eso si le tenés miedo. Entonces, una de las cosas es no tenerle miedo a la computadora y meterse... Torearlas.
—Me da la impresión que muchas veces el trabajo del diseñador queda en cierto anonimato, ¿estos es así?
—Hasta cierto punto. Están adquiriendo nombres, mirá yo aparezco aquí en una exposición con mi nombre y es una cosa sorprendente. Hay diseñadores gráficos que son como estrellas de rock; cuando vino David Carlson, hace unos años a la Universidad de Buenos Aires, te digo que era como si hubiese subido al podio Keith Richards, John Lennon o Paul McCartney; los estudiantes lo aclamaban como si fuera un recital.
—Ahora que menciona alumnos, sabemos que dicta clases en una institución educativa cordobesa, ¿qué sensaciones experimenta cuando se pone delante de los jóvenes y les transmite lo que usted aprendió en años?
—Te digo que es reciente mi experiencia en la docencia; digamos, desde hace muchos años me invitan desde universidades públicas y privadas a dar charlas sueltas sobre un tema determinado, lo hago con gusto y me encanta; pero ya este año he empezado con algo más sistemático que es tener un grupo de alumnos que te va siguiendo. Es fantástico, uno va descubriendo cosas. Si bien no confío demasiado que sea un saber que se pueda transmitir, no sólo el diseño, sino también la pintura y algunas otras disciplinas; uno puede resultar una guía para aquel que va a prendiendo. Creo que el 90% del resultado lo tiene que poner el alumno, el educando. Depende de la actitud que tenga el chico, hay jóvenes que están esperando “a ver venga, enséñeme”.
—Claro, los alumnos necesitan estar leyendo, investigando, mirando cosas…
—Sí, en realidad, es tal el bombardeo que hay con Internet, que ahora una de las tareas de la pedagogía es enseñarles a seleccionar el material. Están abrumados, por ello el profesor (creo que para todas las disciplinas, incluida la medicina) tiene que resultar en este momento en un instructor. Es tanta la información que uno tiene que convertirse en un instructor para saber como aprovechar ese material y como discriminar lo que sirve de lo que no sirve, que también, en esa avalancha de información hay cosas que no sirven.
—Vemos en esta muestra, sus pinturas que datan de unos 15 años atrás, ¿Continúa haciéndolo en la actualidad?
—Tengo tres series de pintura, una son imágenes sobre los monoblock donde vivo, otra sobre el Parque Sarmiento y una inconclusa sobre las sierras de Córdoba. Me ha cazado mucho lo digital, hay como un prejuicio, sino lleva lo que ha hecho en la computadora y lo imprime en una tela, lo enmarca, no parece ser lo mismo que si uno lo hubiese pintado; es como si la gente valorara el esfuerzo de estar con el pincelito, pero no es así.
En los últimos días, las notas sobre la muestra de Miguel de Lorenzi han ocupado varias páginas de nuestro matutino. Y es que “Cachoíto” ha dedicado una vida a llenar las de otros diarios de nuestra provincia, complementado su visión estética con el contenido de la palabra.
Hoy le toca ser el contenido de nuestras páginas. Se lo merece, por su trabajo, por su talento, por su influencia y por su gesto para con este diario... el agradecimiento de siempre.
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"Cachoíto" y El Diario
Por Raúl Olcelli
En las artes gráficas en general como en las artes plásticas en particular como lo demuestra esta obra, De Lorenzi vuelca todo su talento desarrollado a través de los años
Es un orgullo escribir que Miguel De Lorenzi, el ilustrador, el diseñador, el artista plástico, al que vimos durante largo tiempo estampar sus inconfundibles collages, algunos "de tablero" y otros ya de la etapa digital, es villamariense.
Su extensa sucesión de trabajos en diversos medios, lo hace acreedor de un nutrido y amplio currículum, fruto de su trabajo de artesano que gestó día a día.
En cierta ocasión, trabajadores de este diario todavía de la otrora editorial, decidimos llegar a su colega de La Voz, para visitar sus instalaciones y mejorar nuestro producto de la edición cotidiana, era la época en que el matutino capitalino aparecía en colores, concretamente el 21 de setiembre de 1995, previo rediseño, en su estética general como en su formato de papel.
Y en ese viaje uno de los que nos recibió e intercambió pormenores fue De Lorenzi, escondido tras sus inconfundibles gafas y poseedor de su envidiable talento y conocimientos.
En ese sencillo acto nos presentamos y como villamarienses que somos, recordamos gente que conocíamos ya sea del propio oficio o de aquellos que rondaban las redacciones de tal o cual medio, y ahí sin mucha ceremonia fue en busca de unos manuales que él tenía guardados y a su alcance y nos los prestó a manera de verdadero amigo para que nos instruyéramos en el manejo, que en aquel entonces para nosotros era poco menos que chino básico: el Quark X Press, vaya a saber qué versión.
Fue la primera vez que nos interiorizábamos acerca de ese software y, casualmente (o no), el que contiene los formatos de estas páginas, las mismas que en aquel entonces intentábamos mejorar y precisamente un villamariense, un artista fogonero de ley, nos ayudaba a crecer.
Fue justamente Cachoíto el de La Voz, el de las "argentinitas", el egresado del Rivadavia, el de Villa María.
Por Raúl Olcelli
En las artes gráficas en general como en las artes plásticas en particular como lo demuestra esta obra, De Lorenzi vuelca todo su talento desarrollado a través de los años
Es un orgullo escribir que Miguel De Lorenzi, el ilustrador, el diseñador, el artista plástico, al que vimos durante largo tiempo estampar sus inconfundibles collages, algunos "de tablero" y otros ya de la etapa digital, es villamariense.
Su extensa sucesión de trabajos en diversos medios, lo hace acreedor de un nutrido y amplio currículum, fruto de su trabajo de artesano que gestó día a día.
En cierta ocasión, trabajadores de este diario todavía de la otrora editorial, decidimos llegar a su colega de La Voz, para visitar sus instalaciones y mejorar nuestro producto de la edición cotidiana, era la época en que el matutino capitalino aparecía en colores, concretamente el 21 de setiembre de 1995, previo rediseño, en su estética general como en su formato de papel.
Y en ese viaje uno de los que nos recibió e intercambió pormenores fue De Lorenzi, escondido tras sus inconfundibles gafas y poseedor de su envidiable talento y conocimientos.
En ese sencillo acto nos presentamos y como villamarienses que somos, recordamos gente que conocíamos ya sea del propio oficio o de aquellos que rondaban las redacciones de tal o cual medio, y ahí sin mucha ceremonia fue en busca de unos manuales que él tenía guardados y a su alcance y nos los prestó a manera de verdadero amigo para que nos instruyéramos en el manejo, que en aquel entonces para nosotros era poco menos que chino básico: el Quark X Press, vaya a saber qué versión.
Fue la primera vez que nos interiorizábamos acerca de ese software y, casualmente (o no), el que contiene los formatos de estas páginas, las mismas que en aquel entonces intentábamos mejorar y precisamente un villamariense, un artista fogonero de ley, nos ayudaba a crecer.
Fue justamente Cachoíto el de La Voz, el de las "argentinitas", el egresado del Rivadavia, el de Villa María.
(*) La muestra de Cachoíto en el Museo Bonfiglioli, permanecerá abierta hasta el 2 de setiembre.
(**) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 09 de agosto de 2009.-