LILIANA FASSI
PINCELADAS DE LA PAMPA GRINGA
Recientemente la escritora local Liliana Fassi
presentó su segundo libro de narraciones titulado “Pinceladas de la Pampa Gringa”. En él, pinta 14 cuadros de una
Argentina marcada a fuego por el modelo agro-exportador, por el ferrocarril,
por la gran movilidad de mano de obra rural que se fue esparciendo por los
distintos rincones de nuestras pampas.
Motivada por las anécdotas y vivencias narradas por
un familiar, Fassi pudo transformar esas historias en relatos que nos recrean
épocas de grandes esfuerzos, de lucha diaria por conseguir los sueños y ser
felices.
Liliana Fassi se preocupa por la historia, por la
identidad de un pueblo que se conformó a través de la mixtura cultural y por
dejar para la posteridad instantáneas de épocas que las generaciones actuales
no deben olvidar.
Dejamos a continuación la palabra de quien
prologara el libro, para luego culminar con la voz de la autora detallando su
trabajo y obsequiando su prosa.
Texto: Darío Falconi
Fotografías: Héctor Fassi
eldiariocultura@gmail.com
PINCELADAS QUE TIÑEN EL ALMA
por Miriam Luján Divito
Vívido fresco de una Argentina
latente y vital, estos cuentos de Liliana Fassi son como espigas que a veces se
mecen con la brisa suave o que son azotadas por violentas tempestades.
Historias de sacrificio, resignación, abnegación obstinada para vencer
obstáculos, sueños y proyectos, fracasos y éxitos medidos con un solo
parámetro: trabajo y más trabajo. Esa laboriosidad de los inmigrantes que
hicieron una Argentina potente con su humilde y continuo esfuerzo aparece en
estas páginas con una fuerte carga nostalgiosa.
Italianos, catalanes, turcos,
húngaros, criollos, indígenas, entre otros, conviven en estas historias que se
entrelazan como en un riquísimo caleidoscopio que emociona profundamente por su
vuelo poético en relatos sólo en apariencia simples, ya que plasman la
complejidad de la condición humana, sus deseos, contradicciones, sueños y
realidades. Intertextualidad que ilumina aspectos de historias individuales a
lo largo del tiempo y las multiplica ficcionalmente en la visión de los otros,
como la memoria que la autora quiere rescatar de antepasados reales, para
darles voz, cuerpo, presencia; para que la indiferencia de nosotros, descendientes de esas generaciones, no sea
“un rechazo de esa postrera ofrenda” que ellos nos entregaron. Voces propias,
voces de los otros y un entramado sutil que reconstruye una identidad y una
cultura tan variada y mixta como la Argentina.
En esta serie de cuentos laten
olores y sabores de la tierra, los alimentos, los animales y los hombres. La
vida rural y sus faenas, el ritmo de las pequeñas colonias, los oficios simples
cobran relieve en el mundo sacrificado de la pampa gringa. Las expresiones
propias de cada cultura, las voces de cada pueblo encuentran puntos de contacto
en la difícil construcción de una identidad común. Plásticas imágenes se
plasman en la retina con enorme fuerza evocadora. Paisajes descriptos con
mínimos detalles generan un friso de época que son el marco vívido de estos
relatos que cobran ritmo ora cansino, ora dramático, como la vida misma.
Los invito a vivir otros tiempos,
no obstante, a medida que el itinerario de lectura se agudiza, la universalidad
que late en estas historias de honda calidez humana guía a que nos replanteemos
nuestro tiempo y crea un espacio de reconocimiento de la atemporalidad de los
sentimientos más profundos de nuestra existencia.
Como el boyerito de estos
relatos, tendamos la mano al croto que pasa sobre el tren como símbolo de la
eterna libertad y gocemos con la experiencia de la lectura de estos emotivos
relatos escritos desde el alma para que nos asomemos al mundo de los otros, que
es, ni más ni menos, nuestro mundo
también, el de nuestra memoria colectiva.
A vivir, pues, la experiencia de
celebrarnos en estas “pinceladas”, que, más que colorear, tiñen el alma…
RE-CREANDO
LA CULTURA GRINGA
por
Liliana Fassi
La
“Pampa Gringa” tiene su origen en la llegada masiva de inmigrantes entre las
últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.
En
un lapso de alrededor de cincuenta años, arribaron a la Argentina más de cuatro
millones de personas de todas las nacionalidades; mayoritariamente, italianos y
españoles. De ellos, varios cientos de miles se dispersaron a lo largo y ancho
de las llanuras de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Eran campesinos que
buscaban una alternativa para lograr una vida digna. Venían motivados por
diversas razones; entre ellas, la promesa de la propiedad de la tierra.
A
partir de distintos proyectos del gobierno nacional para poblar el territorio,
la pampa se regó de colonias agrícolas. Rápidamente, surgieron enormes
extensiones dedicadas al cultivo del trigo; a la par, el ferrocarril se
extendió a un ritmo febril y penetró en las regiones más alejadas. Con este
proceso de colonización e inmigración, el paisaje rural se transformó por
completo: a medida que se producía el cambio espacial y productivo más
espectacular que haya tenido la Argentina , la pampa se fue haciendo gringa.
Superando
barreras, aquellos inmigrantes se integraron a la sociedad receptora. Poco a
poco, fueron adoptando las pautas culturales del nuevo país. En un proceso
recíproco, su presencia masiva impactó fuertemente en la vida social, cultural
y política de la
Argentina. Los “gringos” llegados a estas tierras modificaron
las costumbres, los valores, el lenguaje; dejaron una impronta duradera.
El
país debe mucho a esos hombres y mujeres que, trabajando duro para su progreso
y el de su familia, hicieron crecer la tierra de sus hijos y sus nietos. Aún
hoy sus descendientes constituyen una significativa proporción de la población
argentina; muchos de éstos conservan todavía el recuerdo de su tradición
cultural.
Las
vivencias y recuerdos de un nieto de inmigrantes como aquellos (Víctor Fassi),
relatados con paciencia y generosidad, gestaron los cuentos que conforman este
libro. Ellos tienen la intención de re-crear esa cultura gringa, de rescatar
sus costumbres, creencias, tradiciones, neologismos surgidos de la mixtura
entre el piamontés heredado y el español de la tierra de nacimiento.
“Pinceladas
de la pampa gringa” pinta breves escenas de esos viejos tiempos en los que
podemos encontrar las raíces de nuestra identidad.
EL FIN DE LOS TIEMPOS
de
“Pinceladas de la Pampa Gringa”
por
Liliana Fassi
A la
memoria de mi padre
Lando bajó del auto con ayuda de su
nieto y, apoyado en su bastón, dio unos pasos vacilantes. Ante él, unos metros
más allá, se erguía el viejo molino, oxidado y abatido por el tiempo.
Como
un flash, un recuerdo vino a su mente, tan vívido como si no hubieran pasado
los años: aquel día de carnaval en que jugaba con sus hijas pequeñas y ellas se
escondieron detrás del muro de ladrillos que cercaba el pozo de ese mismo
molino. Sus risas las delataban, pero él quiso prolongar la diversión y, por
eso, demoró el momento de descubrirlas y mojarlas.
La
pared ya no existía, pero del molino todavía salía un segmento de caño. Caminó
trabajosamente en esa dirección, entre las plantas que le llegaban a las
rodillas, hasta que encontró unos pocos restos del enorme tanque.
Cuando
tenía 14 o 15 años, al finalizar las tardes de verano y, con ellas, su trabajo
diario, se sumergía en ese tanque y nadaba hasta la noche. Le gustaba flotar
con los ojos cerrados e imaginarse pez o pájaro, libre y suspendido en un
espacio sin norte ni tiempo. En esas horas, se olvidaba del mundo y de sí mismo.
Apoyado
en el auto, su nieto guardaba silencio. Lo había traído porque Lando había
insistido. Ahora el anciano percibía su mirada y su contrariedad. Sabía que se
preocupaba por él, que creía que no le haría bien volver a ese lugar donde
había nacido y había vivido hasta que tuvo más de 30 años. Hacía mucho de eso y
de todo aquello ya no quedaba nada. Pero él necesitaba despedirse y, por eso,
le había rogado que se quedara atrás, porque le apremiaba hacer ese duelo a
solas. El joven había accedido a disgusto y lo esperaba junto al coche.
Miró
a su alrededor y recordó los tiempos en que, primero su padre y luego él,
araban y sembraban esos campos. Hoy ya no ondulaban espigas doradas, ni
temblaban al viento las flores de lino. Todo era dominado por el verde codicioso
de un cultivo que había avanzado en los últimos años y arrasaba con lo que
encontraba a su paso, como un ejército invasor que no perdonaba.
Ya
le habían contado que las casas en los campos habían sido demolidas para ceder
su lugar a los sembradíos, como si esos pocos metros pudieran significar una
diferencia en el resultado de las cosechas.
Miró
a su alrededor sin ver nada del viejo paisaje. Recordaba nítidamente cada una
de las casas que rodeaban la suya y que siempre pudo ver desde donde estaba parado.
Por los cuatro puntos cardinales había tenido vecinos a los que visitaba y que
lo visitaban durante las noches, después de la cena, no importaba el día que
fuera.
Lando
se volvió hacia el lugar donde había estado la casa que construyó su padre antes
de que él naciera. Con su bastón, exploraba el terreno antes de dar cada paso,
en parte porque no quería tropezar y caerse, pero también con la remota
esperanza de encontrar algún resto que le devolviera su pasado.
Llegó
hasta el lugar donde le pareció que pudo estar el dormitorio que había sido
suyo y después de sus hijas. Un poco más allá, a la izquierda, recordó la
galería por la que se accedía al zaguán. En un acto inconsciente, miró hacia
arriba como esperando ver, colgados del techo, los embutidos elaborados en las
carneadas, pero sólo encontró el cielo gris de la tarde.
Cuando
se dirigía hacia el sitio donde estuvieron la herrería y los galpones, chocó
con un objeto de metal. Con la punta del bastón apartó las plantas a su
alrededor y pudo ver parte del disco de un arado, semienterrado.
Sintió
que esa imagen representaba de una manera más certera que cualquier otra lo que
había sucedido: aquella vida, la misma pampa gringa habían sido enterradas para
dar lugar a un tiempo diferente.
Se
preguntó si ese disco habría pertenecido al arado que él había usado, tirado
por el “Negro”, el “Lucero”, la “Tagua” y aquellos otros cuyos nombres se le
escapaban en ese momento. En su tiempo ese arado, en el que iba sentado, era un
verdadero avance. Su padre solía contarle cómo él y su abuelo caminaban detrás
de los bueyes mientras empujaban un arado de mancera. De todo eso ya no quedaba
nada. Las generaciones jóvenes ni siquiera sabían de ello.
Se
preguntó si algo permanecía allí, una presencia invisible, la esencia de
aquellos que habían engrandecido ese mundo con su sacrificio, que habían regado
esos campos con su sudor y sus lágrimas, que habían abonado esa tierra con sus
huesos. A veces, sentía que la indiferencia de sus descendientes era un rechazo
de esa postrera ofrenda.
Se
sobresaltó cuando sintió una mano sobre su hombro.
—Abuelo
–dijo su nieto, a su lado-. Se pone fresco y está por hacerse de noche.
Deberíamos irnos.
Lando
notó que un torbellino lo traía de regreso al mundo actual, frío y mecanizado.
Miró el cielo y descubrió el brillo hipnótico del Lucero, que apareció
fugazmente entre las nubes.
Aceptó
el brazo que el joven le ofrecía y, apoyado en él, se dirigió hacia el auto. Lo
agobiaba una emoción que no podía compartir con nadie, porque nadie podría
entender. Se sentía como el guardián de un tesoro que alguien había robado
frente a sus ojos.
Aquel
tiempo había llegado a su fin hacía mucho y, cuando él se fuera, se lo llevaría
definitivamente consigo.
LA ESCRITORA
Liliana Fassi nació en La Palestina (Córdoba) en el
año 1962. Reside en la ciudad de Villa María desde 1968. Es Licenciada en
Psicopedagogía, graduada en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Conjuga el
interés por la creación literaria y la narrativa con la investigación
genealógica, a la cual se ha dedicado en los últimos años. Este interés la ha
llevado a investigar sus orígenes y a recrear literariamente la historia de la
inmigración de sus ancestros. Durante los años 1998 y 1999 escribió artículos
en “El Corredor Mediterráneo”. Suplemento Cultural de Puntal. Río Cuarto/Villa
María/San Francisco. En 2010 publicó “En
busca de un tiempo olvidado. Un viaje a mis raíces para recobrar historias de
inmigrantes”. En 2011 su cuento “La ofrenda” integró la antología “Memoria
y rescate. Primer Certamen de Narrativa”, editada por la Asociación Italiana de
Santo Tomé (Santa Fe). Ha publicado y presentado recientemente el libro de
relatos “Pinceladas de la Pampa Gringa”.
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País
Domingo 20de mayo de 2012
Villa María, Córdoba, Argentina.