domingo, 30 de noviembre de 2008

Marina Giménez

ENTREVISTA CON
MARINA GIMÉNEZ
EL PODER DE LA PALABRA


— “¡¿Hoy tenemos la hora?!”
Inocentes caritas apuntan a sus ojos que sólo esperan una respuesta afirmativa. Son los niños del “Hogar San José”, que escrutan a la poetiza que oficia de maestra, compañera, amiga, y porqué no, un poco de madre.
Los chicos de tres a quince años esperan ansiosos la hora del cuento, un taller literario para niños coordinado por Marina Giménez, quien echó en “La Herradura” su cable a tierra; allí, en ese paraje ubicado entre Cárcano y Ballesteros encontró (casi por casualidad) el espacio para intercambiar sus conocimientos y buena onda, por un sentimiento amalgamado de satisfacción propia y bienestar. Es un momento lúdico y de aprendizaje que se torna en perfecta sinapsis entre las dos partes y que se percibe en el aire cuando la escritora nos relata sus experiencias. Se huele la alegría y el afecto que ella tiene, se degusta en cada anécdota que sirve en la mesa, brillan sus ojos lustrosos mientras nos cuenta esa realidad.
Si bien no hay transporte que llegue al lugar, una vez a la semana viaja con la trabajadora social o su marido (al que los niños aprecian tanto), para encontrarse con ellos durante un par de horas. A veces, esas horas se extienden a cinco, según los requerimientos de los pequeños, con los que se necesita estar totalmente preparado para ir adaptándose a las diversas situaciones que el momento exige.
Publicó junto a ellos, tres revistas de la manera más artesanal y menos costosa posible, “Sobre duendes y poetas” fue el espacio donde mostró producciones escritas y dibujos de sus alumnos, con la ayuda de sus hijos y a puro pulmón; sin embargo sueña con el día en que pueda presentar, a todo color, los trazos de sus alumnos que imagina muy felices si esto ocurriese.
En la sofocante tarde de jueves y después de varios desencuentros, me siento cara a cara con Marina quien me contará sobre los dos ejes en los que se mueve su actividad social y literaria: su taller de lectura y escritura y la publicación de su segundo y dilatado libro de poemas.

—Marina, ¿desde cuando hace que dictás los talleres literarios?
—Empezó en 2001 con una llamada equivocada. Hice muchos papelitos promocionando un taller literario para personas de cero a 90, porque no me importaba si iría gente de 15, de 30; lo repartimos por varios lados pero no pasó nada. Un día recibo un llamado de una mamá que me dice que tiene un hogar de niños y a mí me fascinó el tema; pero le preguntaba que es lo que necesitaba. Había dos maestras que daban apoyo escolar ahí y querían que fuera al hogar y les contara un cuento. Lo primero que yo le aclaré es que no tenía problemas para ir, pero yo voy como madre y como poeta, no como maestra, ni narradora, ni nada que se le parezca. No sabía cuáles eran sus expectativas, pero fui y así comenzó el taller. Yo no sabía lo que era un taller literario para niños, entonces fui aprendiendo de poco; hice cursos, no soy especialista pero fui leyendo, consultando y de esa manera me fui haciendo.
Lo que yo tenía claro es que esos chicos los tenía que cuidar como si fueran mis hijos, con esa pauta jamás tuve problemas. Ellos tienen una necesidad de suplir todo lo que no tienen, de afecto, de cumplir con las tareas de la escuela… Entonces, primero la palabra que es el eje del taller, oral y escrito, después todo lo que te puedas imaginar.

—¿Cuál fue el planteo de esa actividad?
—El planteo del taller de lectura y de escritura es llevar la palabra, es un espacio libre y lúdico. La idea es acercar la cultura, yo diría la palabra, a un lugar donde es menos accesible que los lugares donde están los centros culturales. Yo no creo en las casualidades, creo en Dios; en mi vida tuve muchas experiencias de Cristo, creo que todo tiene un propósito, que este espacio con los niños en muchos momentos me han salvado la vida a mí. Recuerdo que había fallecido mi padre y tenía los chicos que me daban aliento, que me preguntaban como estaba, entonces yo pensaba, si ellos pueden vivir con lo que tienen y con lo que no tienen, tengo que sacar fuerzas para seguir. Mis visitas, después de este suceso se cortaron en un lapso; pero por algunas insistencias fui de nuevo y aunque dije que era sólo una vez, después no dejé de ir más.
Recuerda, en el primer momento que inició el taller, haberle consultado a un niño si iba a escribir, a lo que el chiquillo le respondió “tí, pero no té”. Entonces, (me comenta que) con los que no saben escribir, me dicen verbalmente lo que quieren poner y lo escribimos en el pizarrón.

—¿Te emociona mucho estar con ellos?
—Totalmente, pasa por otro lado el tema. Y recuerda otro momento de los muchos que tiene en su memoria y en su corazón… Me pasó que tenía unos hermanitos de 13 y 15 años que se fueron con unos tíos que los recibieron, los reinsertaron a su familia. Se me fueron y no los pude saludar. Cuando llegué [al Hogar] y consulté me contaron y no sabía cómo hacer para no llorar delante de los demás chicos, se me hizo un agujero; porque yo empiezo a formar parte de ellos. No voy como maestra, ni “maretra” como me dice uno, creo que voy como persona, y como persona que escribe.

LA PUERTA QUE SE ABRE
Hace unos meses atrás, Marina pudo concretar otro de sus sueños, y este es… seguir publicando. “La puerta”, fue el libro con el que fue finalista de un concurso de poesías de la recordada revista Lea, en el que participaron 612 escritores de diferentes países.
Ha pasado casi una década y, a diferencia de su primer libro “La morada y el pájaro” (Argos, 1998), “La puerta” se editó de manera artesanal en una tanda de 100 ejemplares que no se presentó en sociedad, pero que está circulando subterráneamente por la ciudad.
Lo primero que suscitó mi asombro fue el texto con que inicia el libro y en el que la autora da cuenta, a vuelo de pájaro, sus miedos, sus demoras y sus anhelos. En esa página de una sola carilla se (nos) confiesa, “llegué a pensar que publicar era un acto de soberbia, de vanidad. Que más importante es la acción del escritor en la sociedad, el escritor como palabra activa, como semilla compartida para que otros también accedan a la maravillosa experiencia de crear, o de conocer a través de la literatura, una nueva realidad más visible.”
Y mientras continuamos la charla en el comedor de su casa me cuenta “lo que hice fue sentarme a la máquina, esto no tiene nada de editado ni de corregido, porque si yo hago eso, en este momento no lo pongo y quise que fuera así. Si yo lo hubiera elaborado, yo puedo hacer una carta al lector, porque auto prologarse es muy difícil, objetivarse para hablar de mí, ¡no! Que lo haga otro. Quise explicarles el porqué de este libro, que ya tiene casi 10 años, ya es una antología, casi todos los poemas son premiados de distintos concursos.”
*
—¿Por qué la aparición del libro ahora?
—Habían pasado unos años de haberlo terminado, tenía el dinero para hacerlo y mi marido me había dicho que lo hiciese en ese momento, pero me preguntaba si esto de publicar no era vanagloriarme; porque es verdad, ahora estoy preparando dos libros, y no estoy teniendo mucho tiempo, por las visitas a los niños, ofrecimientos de hacer algún taller… Tenés que optar, no podés hacer todo. Me preguntaba si en realidad no estaba haciendo trabajo solo por mí, me planteo siempre si el fundamento de la vida era publicar tantos libros. Me dije que no, tengo que trabajar con los niños, si me piden que vaya y yo puedo hacerlo y transmitirle esa poesía a ellos, entonces lo hago. Así fue que mis textos quedaron un poco relegados.
Sucede que había entregado el libro a un impréntelo local, ya diseñado, con todo, faltaba armarlo; después sucede el accidente de mi marido entonces tuve que cancelar todo. Debí trabajar muy duro y hacer de todo, porque muchos creen que vengo de la alta alcurnia, pero no es así.
Pasó el tiempo y se realizó una reunión en el Consejo Deliberante por el proyecto de publicar a libros locales; me gustó la idea, pero no la manera de implementarse y seleccionar autores. Entonces llegué a casa y le dije a mis hijos que el libro lo íbamos a hacer en casa, lo único que me compré fue una abrochadora y fui comprando las resmas, la tapa la arme yo, con papel de diario, fue todo casero, escaneamos, Luciano (su hijo) cortó las hojas con una trincheta.
Me demoré porque la parte económica del escritor, es todo a pulmón, le dije a mis hijos hagamos una carpeta y la atemos con un hilo, porque ya esta poética no es la misma que tengo ahora, tengo necesidad en este momento de sacar un libro más actual, y ya viene empujándole otro; es un libro viejo, pero tampoco puedo tirarlo porque tuvo su etapa creciendo sobre nosotros mismos. Esta escritura ya no me gusta, ahora me gusta otra cosa, y ya el próximo no me está gustando, es así; se ponen viejos antes de salir.

—¿Tanto cambio hay en tu poética?
—Si yo te leo un poema de los de ahora, creo que no tienen que ver con estos de “La puerta”, ahora son cortos, concisos y directos. Este libro nuevo lo escribí más rápido, pero no es que sea tan fácil. Los símbolos deben ser los mismos, pero hay que encontrarlos.

—En tu libro mencionás a Kafka, a Pío Baroja… (y antes de que culmine la pregunta Marina se adelanta y me contesta).
—Me siento identificada con Kafka, no en la altura poética, sino en cosas que te causarían gracia. Kafka tenía asma, tenía baja autoestima, era constipado, da la coincidencia que yo también trabajé en seguros. Kafka dijo lo que yo quería decir, en realidad no hubiese sido falta ni prólogo, yo tomaría a los que yo amo Girondo, Edgar Allan Poe, Pizarnik, muchos que podrían hablar tranquilamente por mí… pero por sobre todo a Kafka. También a Jean Paul Sartre… la consciencia de la existencia del hombre es ineludible, pero a la vez yo sé que existen otras cosas que aunque no las podamos ver están, pero también sé que nos vamos a morir, ¿no?, me da un poquito de cosa, porque en este momento estoy aferrada a este cuerpo y soy muy imperfecta…
Y mientras este notero va hojeando el libro ella ve sus dibujos y sin vacilar me dice…”y el tema de los dibujos aparecieron después, el libro era solo; aparecieron porque en ese verano cuando murió mi papá, yo dejo de escribir y pasó mucho tiempo, hasta en la actualidad escribo poco. Es más, el libro que sigue está escrito cuando papá estaba vivo. En ese momento yo no tenía ganas de escribir y agarré un fibrón y empecé a hacer unos garabatos y cuando se los muestro a la psicóloga me pregunta el porqué no ponerlos en el libro.

—Mencionaste que sos muy exigente con vos misma ¿cómo te llevás con la corrección?
—Hay que escribir, pero no hay que publicar todo. Si agarro la computadora ahora tendría varios libros para publicar, no estoy de acuerdo, soy muy exigente. ¿Por qué voy a publicar cualquier cosa? Tenemos que ser críticos y tenemos que formar autocríticos.
Me cuenta que un amigo suyo, poeta de la ciudad, le presenta un cuento para solicitarle su opinión, entonces le dijo “Mirá, está buenísima la idea, pero hay que trabajarlo, porque hay cosas que no están bien, esta largo al vicio, mezclás cosas, lo tenés que redondear… y es una tarea que él no quiere hacer. A veces por ahí yo también tiro y prefiero hacer un nuevo texto, porque retocar es aburrido, pero ese es el trabajo que hay que hacer. Hay que agarrar algo que hiciste hace algún tiempo y ver si vale o no. Me ha pasado con unos cuentos míos que los he releído y me dije “oh, pero acá hay palabras de sobra”, mis cuentos son de una carilla y media y sólo uno largo…
Cuando yo empecé a corregir en los talleres, yo tachaba, tachaba, corregía, corregía, tachaba, y llega un momento en que la corrección se te mete adentro y cuando vos vas a escribir, te decís eso está de más… es el oficio.

—Vos que has ganado varios premios en concursos de poesías ¿Cómo ves esta práctica?
—La primera vez que gané un concurso me gané la mitad de la edición, o sea que era compartida, también gané plata…; yo creo que hay que mandar a los concursos, pero también que no hay que mandarlo a cualquiera. Hay que ver quienes son los jurados.
Los concursos te van enseñando que podés gustarle a uno, que hay mejores o peores calidades, que no hay un parámetro, vas a prendiendo a la vez que no se necesita de los concursos para superarse en la escritura… La parte positiva es que es un aliciente, pero por otro lado vas descubriendo que pretender ganar alguno, puede ser como no, porque juegan muchas cosas políticas en concursos grandes; cuando vos analizás quien lo ganó, quiénes estaban de jurado, te das cuenta de algunas cosas. En esto hay mucha subjetividad, pero ojo, más allá de esto también se puede elegir gente que tenga una calidad estética para jurar. Si alguien organiza un concurso, creo que hay ciertos parámetros éticos y estéticos, porque si vos ves que el jurado es gente que está publicando hace mucho, que da cursos en la Universidad, que tiene talleres literarios o que ha editado a otros escritores que ya tienen cierto vuelo, vas viendo que hay una trayectoria, no estás poniendo a cualquiera. Tendríamos que charlar ocho horas más o menos para que puedas después resumir todo lo que estoy diciendo y armar la nota.

Y quizá tenga razón, porque han sucedido dos horas y media desde que llegué a su casa y continuamos charlando sobre las pasiones de Marina. Sobre un mundo que la entusiasma y que ha podido reencender su motor literario después del golpe de acontecimientos no favorables, aquí está su libro, allá esperan dos más; aquí está su poesía que viene a responder a todos aquellos que se preguntan qué sentido tiene la literatura hoy. El sentido está en las expresiones de niños que aprenden a escribir, que crecen compartiendo con sus pares, que encuentran una manera de expresarse, que son motivados por la palabra de alguien cuya satisfacción más grande es poder brindarle un poco más de lo que no tienen.


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Des – templanza

casi nada acierto en descubrir
como si fuera el miedo

la única palabra

y el sonido incierto que anuncia la sombra

el artilugio ciego del dolor
proyecta su impiedad en los rincones
mientras algo sucede sin saber
debajo de la lluvia

de poder elegir
consagraría la luz
primigenia
de los muros
pero el claustro del dolor
ignora las ventanas

hoy, no es preciso ser poeta
la distancia mayor
es la del alma.

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… de la palabra

De qué sirve ser poeta en la ilustre ciudad de los
horarios?
De qué sirve la nada que escondes en la rutina escasa
de tu bolsillo
Y sales a repartir puertas y ventanas
(pájaros como palabras)
cuando las tuyas, las de tu casa
no dan a ninguna parte.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el somingo 30 de noviembre de 2008.-

domingo, 23 de noviembre de 2008

Germán Aprile Luthier

ENTREVISTA CON
GERMÁN APRILE
LUTHIER



Todavía siente el frío del cristal en su nariz.
Contemplaba los cuerpos esbeltos de las guitarras que se exhibían en la vidriera de un local de hace 20 años atrás.
Observaba aquel objeto tan preciado que lo acompañaba en su cabeza desde que ponía sus pies en el suelo, hasta el momento en que cerraba los ojos para terminar el día.
Soñaba con tener una guitarra, con formar una banda y poder tocar. Era inalcanzable, otra época, menos mercado, precios impensables para sus 17 años.
Sin embargo, no se contentaba con esa realidad, sus conocimientos sobre carpintería ebanista aprendidos en la Escuela del Trabajo y la influencia ejercida por su abuelo carpintero, le debían servir de algo. Consiguió un pedazo de madera y con una guitarra de modelo facilitada por un amigo, se abocó a tomar las medidas y dibujar un plano a escala. Su teoría de cabecera era la deducción; no había Internet, no había textos en la ciudad sobre el tema, hasta recuerda que para todo Vila Nueva sólo había un teléfono público en la Asistencia.
Aún así, con tan pocos medios de comunicación e investigación, después de observar, deducir y probar, logró su propósito fabricando su primera guitarra. Fue tal su satisfacción que iniciaría a partir de allí, un hobby apasionado que hoy le da sustento a su familia y que sigue aportando sus frutos a la música de la ciudad.


Me cita en su departamento. Llegó puntual pero le interrumpo el almuerzo, son cerca de las tres de la tarde, pero Germán Aprile no hace mucho que llegó de trabajar. Su vida laboral juega como un ping pong entre su taller en Villa Nueva y su negocio en Villa María.
Enciendo el grabador y me comenta de sus inicios tan marcados como si hubiesen ocurrido en el día de ayer.

—Antes de comenzar a fabricar tu primer instrumento, ¿vos tenías conocimiento de la música?
—Sí, pero por amigos, a mí la música siempre me atrapó desde el punto de vista de los grupos humanos que se armaban, en esa época era muy lindo hacerse de amigos por la música y también me atraía mucho el hecho de decir “yo quiero tener mi banda y tocar”. De allí partió todo, en esa época explotó todo lo que es el rock nacional y se podían escuchar muchas cosas: Virus, Miguel Mateos, Soda Estéreo. Teníamos para absorber mucha música, entonces los que no nos encontrábamos en ningún estilo comenzamos a sentirnos identificados con alguna banda y tocar algún tipo de música. No podíamos comprarnos instrumentos, entonces yo me la fabriqué. De ahí empezó toda una cosa maravillosa, se tornó muy adictivo de querer fabricar otra. En mi caso no tuve la posibilidad de que la segunda me saliera mejor que la primera, porque los métodos que usaba para construirlas eran demasiado precarios.

—¿Pero te salió muy bien la primera guitarra?
—Yo creo que la primera fue la que mejor me salió y la segunda, por una cuestión de confianza inconsciente, no salió así. Me di cuenta que el mástil estaba todo errado tuve que hacer todo de nuevo, fue problemática, la segunda guitarra fue un bochorno en mi carrera. Después hice la tercera con un método no mejor, pero fue una guitarra que usé durante mucho tiempo, unos 10 años, tocando, tocando, tocando. Por ahí se me daba por cambiarla de color, la lijaba y la pintaba de nuevo, pero siempre era la misma viola.
La historia con la primera guitarra también tuvo algo de complicación, porque yo llego a la parte donde termino con la madera y me encuentro que tenía que contar con cierta cantidad de dinero para comprarle las clavijas, los micrófonos, las cuerdas… llegué hasta la madera nomás. Vine un amigo de la barra que me dice “yo a la guitarra la quiero”, porque veía que la tenía estancada, estaba muy bonita, pero ahí estaba. Entonces le dije que se la vendía pero no quería dinero a cambio, quería accesorios; porque ese chico estaba estudiando ingeniería electrónica. Ahí fue que ya con todo, empecé la segunda, el gran bochorno, no sé si fue porque tenía todo y quería verla armada, pero así fue como logré juntar la primera guitarra para mí que usé.
En Córdoba había un luthier muy famoso, que en este momento está en Italia, Carlos Michelutti. Entonces todos los toques finales que se le hicieron a la guitarra se las hizo este luthier, por intermedio del chico que estudiaba en Córdoba y volvía a veces a Villa Nueva. Michelutti, le había consultado quién la había fabricado, y se entera de mí. Entonces se generó un cruce de información por medio de este chico, ya que cada vez que venía me traía alguna anotación con algunos consejos. A raíz de eso empecé a ver de dónde podía juntar material para informarme; él estando en la universidad y teniendo acceso a la biblioteca me traía algún libro que a lo mejor estaba en el último estante de todos pero era información para luthier.

—Y qué en la ciudad no conseguías nada.
—Acá no conseguía nada. Recuerdo que el libro estaba muy errado con las maderas a usar; pero lo demás, toda la data que no tenía que ver con la madera estaba muy buena; entonces, empecé a leer libros. Lo que más influyó en mí fue mucha deducción, de ver muchos instrumentos como estaban armados. Hoy me meto en Internet y tengo a disposición las fábricas, inclusive hay muchas páginas que mueven al propio músico para que se haga sus propias guitarras, que no está mal, cada músico tiene que ser un poco luthier de su propio instrumento.

—Una de las preguntas que tenía pensada es justamente eso, consultarte ¿si es necesario ser músico para ser luthier o se puede prescindir de ello?
—La mayoría de los músicos de Villa María, me llevan sus guitarras para que yo las calibre, está bien que yo se los haga cada tres meses o un año. Por ejemplo también, con las mismas cuerdas una calibración para hacerla tirar un poco más afinada para tocar en vivo o meterse a un estudio; y en realidad eso lo debe hacer el músico. Un músico debe saber para qué lado se mueven los caballetes del puente para afinar la cuerda que ya no calibra bien, tendría que manejar ciertas cosas físicas de la guitarra para poder así solucionar algunos problemas; porque a mi me llevan la guitarra, yo se los hago en 15 minutos y a lo mejor ellos suspendieron la grabación de un día. Yo sostengo que el músico debe tener su guitarra con su estuche y su bolsita o cajita con las llavecitas indispensables para la viola. Después sí hay cosas que un músico no puede hacer, enderezar un alma por ejemplo, porque hay un montón de cosas que intervienen en esa acción que si no conocés se puede romper.
Vos fijate que cualquier músico que no sea ni guitarrista ni bajista se las arregla solo, algún baterista, sube al escenario o está a punto de grabar y está con la llave en la mano ajustando, afinando… porque hay una variación muy grande entre la sala de ensayo y entre un Costanera Rock a las seis de la tarde donde hace 37º; entonces todo varía.
Creo que algunos lo hacen por una cuestión de sentirse seguros, porque ellos saben que yo cobro por hacer ese trabajo, pero saben que si van a grabar al otro día, sólo tienen que mover dos o tres clavijas y salen grabando. A veces tengo que ir yo a la sala de estudio, más allá que a mi me conviene hacer todo ese tipo de trabajo, creo que cada uno tendría que saber, eso sería como casarse con una mujer y no conocerla.

—Además de la fabricación de los bajos y las guitarras eléctricas, ¿te dedicás a otro tipo de instrumentos?
—En realidad yo he hecho muchas cosas, pero me inclino más por esto porque es lo que más me gusta. Lo primero que yo hice fue una guitarra eléctrica con cuerpo macizo; pero que todo el mundo tiene una idea bastante errónea, se piensa que porque es un cuerpo macizo con dos micrófonos que lo toman no hay nada más para investigar, y sin embargo hay un montón de cosas que se pueden hacer para que suenen mucho mejor, para que tenga un tipo de vibración diferente a otra guitarra, por ahí he desarrollado algunas cosas con la madera para que no fuese necesario poner un micrófono de tanta calidad… y está bueno, teniendo en cuenta que esa información no es mía, sino de leer artículos de Gibson, o anécdotas… cuando Les Paul pidió su guitarra se encontraron que el micrófono que estaba puesto en esa guitarra no daba con el sonido que querían, entonces diseñaron otra estructura para que anduvieran, etcétera.
Eso es lo que más hago, pero he hecho guitarras de caja, bajos acústicos; pero no guitarras clásicas, porque se necesita cierta infraestructura y además porque la competencia es muy desleal, hoy te encontrás con guitarras que cuestan 200 pesos; no quiero decir que yo me meto en la misma bolsa, pero nadie me va a venir a comprar una guitarra clásica de luthier, por más linda, y bella y hermosa que suene, porque de hecho le va a salir muchísimo más caro. Hay todo una cuestión que va desde la selección de la madera hasta todo un trabajo hecho a mano que la fábrica no lo hace.Trato de ser totalmente amplio y sincero en todo el tema, porque la luthería no es un artículo de primera necesidad, por eso los recomiendo aunque te vienen a preguntar y vos sabés que no te van a comprar, es un servicio que también hay que dar. Yo no fabrico ciertas cosas, pero aconsejo o le doy el servicio que puedo. Me costó mucho decir que soy luthier, “yo hago guitarras eléctricas”.

—¿Qué elementos son los necesarios para obtener una buena guitarra o bajo? Y cuando digo elementos, no sólo me refiero a los materiales, sino a otros componentes inmateriales también.
—Creo que ésta es la parte más interesante, cuando voy a empezar un instrumento y me planteo “¿qué necesito para hacer este instrumento?” Lo primero que interviene es que la madera que vayas a usar esté en condiciones de ser usada y que en lo posible sea una muy buena madera. Pero una muy buena madera no significa que sea una madera cara, puede ser mucho más barata de la que usa cualquier otro luthier. Para eso interviene una buena veta, buena disposición de la fibra de la madera y a lo mejor es un pedazo de guatambú, que es una madera nacional y que al lado del maple cuesta centavos. Sucede que mucho tiempo recibimos instrumentos desde afuera y todos venían con maple. Nunca supimos que esa madera era seleccionada por otras cualidades, que tenían que ver con lo liviano, la flexibilidad; pero no con el hecho de reproducir o mantener vibraciones, es una madera ligera y que cumplía con algún otro requisito. Acá en Argentina tenemos muchísimo mejores que esa, lo que pasa es que cuesta romper el mito de que se puede hacer un buen instrumento con una madera nacional; también porque nos cansamos de ver maderas nacionales en instrumentos nacionales muy mal hechos. Me he cansado de vender guitarras con guatambú, que en la actualidad, con la escasez de madera que hay, ha incrementado su precio; es más el primer pedazo de madera que yo utilicé para hacer una guitarra el aserradero me lo regaló, pero si vas hoy te cobran la madera, el corte y demás.
Lo segundo, que no es primordial a lo primero, pero es muy importante es que realmente estés dispuesto hacer el instrumento con todo lo que ello implica, saber de que vas a tener que trabajar concentrado y que lo tenés que hacer una sola vez, que no tenés la posibilidad de cometer error; eso demanda todo lo que me estás preguntando: paciencia y demás… Pero también hay algo más importante que eso, el amor por el instrumento y el respeto por el tipo que te lo pidió. Yo no fabrico de la misma forma un instrumento a pedido que uno para tener colgado en el negocio. Inclusive yo converso mucho con el cliente, a pesar de que algunos me dicen que demoro el trabajo, pero me pasa en el 99% de los casos que cuando entrego el instrumento he logrado ver en la cara del cliente que he dado en la tecla, pero todo eso se ha logrado conversando.
Quiera o no quiera el cliente ejerce una influencia muy grande sobre la mano del luthier; inclusive la guitarra hecha de igual modo, el mismo modelo, para una persona y para la otra tampoco es igual; siempre hay cosas, inclusive detalles que uno deja pasar porque sabe que para el tipo no son importantes. También porque el músico te habla desde la música y vos tenés que pasar todo eso a la parte técnica del instrumento, a la parte física.

—¿Cómo repercutió en tu tarea la puesta del local comercial?
—La política del negocio ha sido un emprendimiento con mi mujer de llevar a cabo un sueño. Es una cuestión de comodidad para todo el mundo, es el lugar donde yo atiendo mi gente y es el lugar donde pueden encontrarme. Antes los chicos tenían que juntarse entre dos o tres e irse hasta Villa Nueva donde me encontraban; hoy por hoy no me encuentran muy seguido (risas), pero tenemos un teléfono en el negocio y un celular que lo tiene todo el mundo. Yo arranco tempranísimo pero en vezde invertir una hora y media en el negocio, cuando yo sé que no va a ir nadie, me voy al taller. Todo el hueco de tiempo que tengo libre aprovecho para ir al taller. En el negocio me ayuda mi mujer que me limpia los vidrios, me lleva todos los papeles, los pedidos, las averiguaciones, responde mails, yo ya no me acuerdo la clave de mi correo. El trabajo gracias al negocio se me incrementó en un 400%, porque además no sólo van los músicos, sino también aquellos que usan el instrumento para el asado de los viernes…

—¿Quiénes son los compradores de tus instrumentos?
—Yo me realizo haciendo las guitarras, obvio que si se vende es mejor, pero es sobre todo la cuestión de saber que se están llevando una guitarra con mi nombre, ¡es muy importante! Cada vez que he vendido un instrumento siento esa cosa, que no se si importa tanto lo que vos estás metiendo en la billetera, sino que lo más que te conmueve es que hay una guitarra más con tu nombre dando vueltas en el circuito y de que hay un reconocimiento.
Si vos vas a una casa de música y hay una guitarra que dice “Ket**it**tac” y si es barata, el cliente la prueba y compra; pero si vas a un luthier, es muy jodido, porque el luthier tiene que tener una trayectoria para que reconozcan que puede hacer un buen instrumento. La gente lo tiene que testear, yo hace 20 años que hice mi primera guitarra y las que le siguieron las regalé a amigos, porque nadie estaría dispuesto a comprármela. En cada instrumento que vos vendés se destaca un reconocimiento.
He tenido la suerte de que un chico que está por empezar a tocar la viola venga y me diga “yo quiero que vos me hagás la guitarra”, eso es maravilloso, porque el tipo no tiene mucho conocimiento de que se trata, pero está confiando su carrera como músico o un montón de cuestiones que tienen que ver con la música, lo está dejando en manos tuyas. Después el reconocimiento de gente más grande, gente de Rosario que son músicos muy grosos, que vinieron, charlaron conmigo, volvieron a venir, de esa gente y sus pretensiones aprendés muchísimo.

—¿La música te apasionó tanto como la luthería?
—La música fue un medio para llegar a esto, recuerdo muy bien mi pensamiento de cuando yo tenía 17 años y que decía que esto es lo que yo quisiera morir haciendo, no como músico, que me hacía la guitarra que yo quisiera, por ahí cambiaba de guitarra dos veces al año. Me apasionó tanto desde la primera vez que no pensaba en otra cosa, me dormía pensando en guitarras, me levantaba pensando en guitarras, hoy con 40 años me pasa lo mismo, esto me apasiona muchísimo, no puedo ser objetivo en el tema.

—Cuando vas a hacer alguna guitarra, ¿seguís los modelos estándar o tratás de hacer alguna cosa nueva?
—Generalmente sí, porque es muy complicado tratar de meter algo nuevo en la cabeza de la gente, asimismo, tengo un modelo de guitarra que es mío, ya lo tengo casi listo, la hice yo, la dibuje yo, trate de dar con algunas curvas y cosas que a mí me gustaban de lo que es conceptualmente una guitarra; porque sino, roza lo ridículo y pasa a ser una risa. Yo hago guitarras todo el tiempo que tienen que ver con otras guitarras, o sea, que respondo a modelos que ya están. Primero porque mi negocio es una gran catálogo caro, porque si a mí no me compran esas guitarras que están colgadas mejor, porque no me vacían el negocio y yo hago a pedido sobre la pretensión del músico, es sólo para que vean que lo que está ahí se puede hacer, entonces, hay una modelo de una Les Paul, Perrese, Parker… son todas guitarras que valen mucha plata si vas a comprar la marca que son. Porque les paso un presupuesto que termina costando la mitad que esas marcas y modelos y les pongo los mismos componentes.

—¿En una ciudad como la nuestra, se puede vivir de la luthería?

—Se puede, pero antes de ser luthier tenés que ser persona. Creo que uno de las cuestiones más satisfactorias es que esto es un sueño que se cumple todos los días, porque yo me levanto a la mañana y el hecho de que no te pese ir a trabajar es impagable, cuando yo he tenido miles de trabajos y te quejás porque no podés salir hasta las 12 del mediodía; cuando yo hoy me levanto y no sé si salgo hasta las 10 de la noche.
Yo me siento cómodo con toda la gente que va al negocio, creo tener onda con todos los músicos de los distintos géneros que hay en Villa María, y yo creo que eso se da siendo honesto; porque si vos a un tipo le mentiste una vez, y generalmente con la luthería hay un gran mito, la luthería es una fábrica de guitarras haciendo las cosas más lerdas, de hecho eso beneficia al instrumento, pero conceptualmente es lo mismo. El beneficio del luthier es que uno puede hablar con el fabricante, si cualquiera pudiera hablar con Don Gibson y decirle “quiero esta guitarra” sería un bochón; entonces, ese es el tema, la posibilidad de hablar con el que te la va a fabricar y el que te la va a revisar cuando lo necesites. Acá en Villa María hubo muchos que quisieron vivir de la luthería, pero no pudieron sobrevivir porque su gran error fue hacer malos trabajos, en decirles que le van a fabricar una guitarra con tales micrófonos, pasarle un presupuesto y luego cambiarle los componentes por otros más económicos, cambiarles maderas…
Creo que con honestidad se vive con cualquier trabajo, los trabajos que más demanda tienen son en construcción, en herrería y otros que son los que más auge tienen hoy por hoy; pero si el encargado de la obra quiere hacer un muy buen trabajo va a buscar el más reconocido, entonces, el más reconocido indudablemente tuvo una actitud con un montón de gente que hizo que fuera el más reconocido. En mi caso mis instrumentos, tienen una garantía por un año, con unas cláusulas que lo protegen al cliente y algunas que me resguardan de algunas cosas. Tengo la tranquilidad del control del instrumento, de que lo puedo ver y si yo estoy tranquilo el cliente mucho más. Hay una cuestión de honestidad en esto que no se puede negar.

—Y la mejor garantía no está escrita.
—Exactamente, porque hay un montón de gente que hoy va al negocio y me consulta que se puede hacer con su instrumento que sufrió algún accidente, entonces, yo le sugiero lo que se puede hacer, y te lo dejan y te dicen “lo que vos digas”. Es una gran responsabilidad porque te dejan en tus manos el instrumento que más aman. Entonces tenés que hacer un trabajo de volver su guitarra a la normalidad sin que se note, el tema es eso, es hacer el trabajo sin que se note.
Creo que no hay otra forma que no sea siendo honesto con lo que uno hace; porque de otra manera no podría dedicarle el 90% del día a esto, el 5% a dormir y el otro 5% restante a mi familia.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 23 de noviembre de 2008 (entrevista ampliada).

martes, 18 de noviembre de 2008

Raúl Olcelli: Cuando el arte llora en colores

ENTREVISTA
RAÚL OLCELLI
CUANDO EL ARTE LLORA EN COLORES



Fotografía: Hugo Vicente Ferreyra



“El ojo ve con claridad, pero al mismo tiempo esa claridad está tamizada por cierta nostalgia. Más que el registro de la imagen, lo que Raúl aporta es una evocación altamente poética. Olcelli tiene ese poder evocativo de capturar la atmósfera de los rincones de nuestra ciudad y de nuestra provincia, vivencias de su niñez que aún perduran en su retina.”

Marina Bossa
Titular de la galería de arte Los Cuatro Gatos




Recién salido de mi trabajo y un rato antes de que él vaya al suyo, nos reunimos es su casa de calle Deiver 868.
Hacía tiempo que quería hacerle una entrevista, en realidad… más quería escucharlo que preguntarle cosas. Sabía que dibujaba y pintaba, y sobre todo sabía que lo hacía muy bien; pero quería encontrarme con él para interiorizarme más de su persona y de sus proyectos. Si bien lo trato desde hace unos años, ya que es quien diseña las páginas culturales que están a mi cargo en El Diario del Centro del País, no conozco mucho de su persona ni de su trabajo. Las obligaciones diarias hacen que pasemos mucho tiempo sin vernos las caras y que nuestro único medio de contacto sea el cotidiano SMS o la comunicación vía correo electrónico.
Me recibe con una taza de café caliente y nos sentamos en la mesa enfrentados. A mi izquierda, la luz de la siesta se cuela por el vidrio aportándonos una agradable claridad. Detrás de Raúl, un cuadro en el que los cálidos colores dan vida a unos niños cuyos dedos hinchados marcan un estilo personal en su pintura. Es un cuadro que recuerdo de una exposición pasada realizada en noviembre en la Galeria Los
Cuatro Gatos. De esa colección de trabajos rescato de mi memoria uno en particular. Una pintura que esgrime un embelesado ocaso, que dilata un inmenso techo multicolor sobre seis críos que retornan a su hogar. Me los imagino exhaustos por haber compartido toda una tarde a pleno fútbol en cualquier potrero de nuestra reminiscencia. El camino por el que transitan está encorsetado por alambrados y una hilera de postes eléctricos, los que llevan la energía a los campos circundantes.
Mientras exteriorizo mi gusto, Raúl me contesta de tal manera, que nos metemos de lleno en la entrevista, sin siquiera quererlo...
Presuroso, enciendo mi grabador y se inmortaliza en él lo siguiente:
“cuando uno trabaja desde el sentimiento, (me comenta) eso queda plasmado, ya sea una obra musical, una obra de teatro, una historia, una pintura y ahí eso (se refiere a la pintura en cuestión) lo hice acordándome de mi infancia, cuando uno terminaba de jugar al fútbol y te ibas. Un amigo me dijo que ese cuadro tiene olor a transpiración y a pasto; creo que a todos los que lo han visto les pasó identificarse con la pintura, se retrotrajeron a la infancia y cada uno, que fue de pueblo o de campito, recuerda que jugaba y que cuando se venía la noche uno volvía a casa… inclusive mujeres, que vos me podrías decir que no puede ser, pero sí, ese cuadro lo compró una mujer.”

—Realmente uno de tus cuadros más bellos que recuerdo de esa exposición.
—Ese cuadro lo hice como cualquier otro, pero la gente le gustó mucho. Un amigo me dijo que tenía la plata y me lo quería comprar, “¿¡cómo no me dijiste!? Te lo reservaba a vos” (rememora Raúl). Ni siquiera me pedía que le hiciera precio. También otra gente más me ha comentado su gusto por la misma pintura…estaría bueno hacerlos en serie (y nos reímos).

—¿Sos autodidacta, Raúl?
—Sí, sólo fui a una de esas clásicas academias de pueblo, de garaje, donde te enseñan canto o pintura, pero nada más. No lo considero profesional, pero reconozco que a mí me sirvió, porque me estimuló. Era una profe que venía de Las Varillas, es más, todos los que fuimos ahí los fui a buscar yo, porque tenía muchas ganas de aprender. Mis viejos no me dejaban ir a Las Varillas, entonces no pusimos a buscar gente con otro muchacho que viajaba; fuimos preguntando, esa cosa espontánea de pueblo, armamos un grupito de 10 o 12 y fuimos a parar a la antesala de un cine.
Raúl recuerda emotivamente esa época: “era muy loco, porque ahí estaban los afiches de las películas y por ahí se nos ocurría pintar alguno y dibujábamos la película.
Esa fue toda mi formación, lo demás fue leer mucho, copié, imité a uno a otro, leí muchos libros de técnica y muchos autores, todo lo que encontraba.

—¿Siempre pintaste o tuviste un parate en algún momento de tu vida?
—El parate grande lo tuve en este último tiempo, cuando me dediqué a lo que es el diario, noté que uno no puede hacer todo... Estudié técnico lácteo, aunque yo hubiese querido ser arquitecto pero sabía que tenía que ir a Córdoba pero no había presupuesto. Entonces tenía que adaptar el libreto a lo que había en Villa María, entonces empecé a estudiar ingeniería química, después dejé justo antes de la guerra de Malvinas. No fui por poco. Después me dediqué al dibujo publicitario, trabajaba con (Héctor) Cavagliato. A partir de allí le encontré la vuelta, yo siempre quise trabajar en un diario, desde chico me acuerdo. Yo colaboraba en el Noticias desde el ‘81, ‘82, ‘83… En el ‘88 entré a trabajar en el diario Noticias, en el nuevo. En 1990 me fui a El Diario.
Después tuve la posibilidad de irme a trabajar a Salta, pero me quería quedar acá porque había mucho por hacer; ahora pareciera que hay de todo pero en ese tiempo era mucho lo que faltaba. El diseño gráfico (que antes se llamaba dibujo publicitario) ahora es algo corriente y hay uno por cuadra me animo a decir, antes éramos 3 o 4, eso se estudiaba además. Nosotros éramos caraduras, lo hacíamos por cuenta propia; aparte pintábamos y dibujábamos, como de la pintura no se podía vivir había que adaptarlo al dibujo publicitario o a otros tipos de manifestaciones. Con eso, más o menos, me fui metiendo a la parte del diario, que es más o menos lo que hago ahora.
Luego vino la etapa de la infografía, desarrollar todo eso. La pintura, no la había abandonado, pero uno siempre pintó cuando lo sintió, lo quiso; un amigo decía que “uno pinta, no porque queda lindo, uno pinta porque siente la necesidad de hacerlo”, ni quiere venderlo, si se vende e buena hora; es como un llanto, como un grito, como algo que tiene que salir de adentro.
Me había cansado un poco de siempre lo mismo, por eso hice un parate. A mí siempre me gustó el trabajo mural, inclusive tenía todo listo para irme a estudiar muralismo en Méjico, pero me faltaba la decisión. Allá tengo una prima, pero no fui y al poco tiempo se enferma mi mamá y muere. Fue como un vaticinio el que no tenía que ir.
Es un capítulo pendiente, por eso me gusta los trabajos en gran escala. La pintura mural, pero con esa simbología, con la etapa de Méjico del principio de siglo del novecientos, la época de (David Alfaro) Siqueiros, de (Diego) Rivera, de (José Clemente) Orozco.

—Pero en la actualidad cada vez hay más posibilidades para viajar… hay más facilidades.
—Y ahora con la Internet tenés todas las posibilidades de viajar y estudiar en cualquier lado del mundo, como lo hicimos nosotros de forma improvisada, vas viendo, vas indagando, haciendo cosas que vas leyendo, vas mirando; no me gusta copiar, pero muchas veces uno se va identificando con determinada corriente, con cierto pintor. Uno va desarrollando lo que más le gusta, en mi caso la parte social, toda esa movida a mí me capturó, tanta cantidad de pintores, tanto de otros lados como de acá también, trabajos que tienen un significado, un mensaje más allá de la pintura en sí.

—¿A vos te gusta más pintar que dibujar, o dibujar es el paso previo a pintar?
—Van las dos de las manos, una es complemento de la otra. Yo del dibujo en blanco y negro no me puedo separar, porque es algo que es como un sello, porque uno lo tuvo que trabajar, y lo sigue trabajando. Inclusive el blanco y negro logra algo que el color no, por lo menos en lo que a limitaciones respecta. Cuando uno tiene la limitación de no poder contar o mostrar todo en color, al tener dos matices, te tenés que valer de muchos elementos para decir lo que querés decir. Es todo un desafío. Hay ilustradores en blanco y negro que me encantan.

—Acá en Villa María hubo varios muy buenos que quedarán para siempre en el recuerdo.
—Sí, pasa que por ahí no se demuestran, no se cuentan. Esto me pasaba desde que uno empezó a hacer este trabajo, que vos decís, ¿de dónde esta persona pinta? y ves que lo hace muy bien, y ¿cómo no se sabe nada? A lo mejor es porque tiene perfil bajo y no le interesa; justamente hay gente muy valiosa que por su forma de ser no le interesa ni vender, ni mostrarse, pasa desapercibida y a lo mejor tienen más valor que aquellos que aparecen todo el tiempo en escena, por otras razones.
Ahora está esto de colgar y vender las obras por Internet, cosa que antes no ocurría. Muchas veces me consultan por alguien en particular y no lo conozco, a pesar de que trabajo en un medio de comunicación.
Nino (Menardo) y Monky (Tieffemberg) fueron y serán unos de los mejores ilustradores que tuvo Villa María, y existen otros que se fueron. Hay uno que está acá, pero que no debería estar acá, Santiago Gallardo. Es un chico que hace tatuajes y que tiene un manejo de birome impresionante, este muchacho lo que hace yo no lo vi nunca, ni en Buenos Aires, ni en ningún lado. Por eso yo le digo, “¡negro, agarrá tus cosas y andate de acá! Porque en otro lado te van a valorar, acá te valoran hasta cierto punto y te van a compran las obras hasta cierto punto y no más.” Porque acá los que valoran el arte son muy poca gente, es limitado.

—Sucede también que lo local tiene menos valor que lo que viene de afuera, ¿no sé si a vos te da esa impresión?
—Claro, siempre es así. Y en el caso de este muchacho que es joven, cuando lo cruzo por ahí le pregunto, “¿Y? ¿todavía no te fuiste?” Hay lugares donde se manejan con bolsas de trabajo, en Estados Unidos, en Europa, que su trabajo estaría muy cotizado, porque es una cosa rara, muy perfeccionista, y tiene un toque muy realista. Tiene un equilibrio para lograr su trabajo, él es como esas personas de perfil bajo que te estoy comentado.

—Volviendo a lo que es tu trabajo y retomando lo que decía un amigo tuyo, ¿tenés que sentir la necesidad de hacer las pinturas, o lo hacés de manera diaria?
—No, porque uno tiene muchas obligaciones, el trabajo, la familia… Pero después aparece como un elemento de terapia, no solamente por necesidad o porque a uno le guste. Lo hice de manera interrumpida y en etapas ininterrumpidas. Por eso digo que yo no soy un profesional de esto, ese es el que se levanta a la mañana, practica y todo el tiempo está buscando; Picasso decía que la inspiración existe, sólo que te tiene que sorprender trabajando. Es un ejercicio, que de hecho uno un poco lo hace.

—A la hora de pintar, ¿tenés una línea de materiales a los que siempre recurrís?
—No, ahora estoy pintando con acrílico, pero sino con tintas, me gusta mucho el sintético, me gustan los efectos que se producen con ese material; también he hecho acuarelas, tinta con acuarelas y también mezclado con lápiz. Trabajé en cualquier soporte, porque me dieron esas ganas. El mural que está al ingreso de El Diario es un díptico, que uno lo tenemos nosotros y otro lo tiene uno de los gremios que nos ha ayudado; está hecho en un cartón en los que vienen envuelto las chapas para imprimir el diario. Está pintado con pintura sintética, era lo único que había a mano, lo único que había disponible por razones económicas, porque era la época en que El Diario se cerraba y fue necesidad. La muestra de los 100 años del puente negro fue pintado en papel de diario que estaba sin imprimir y me gustó como quedó, fue un hallazgo, porque el papel tenía una porosidad y una forma de absorción, que en aquella época yo pintaba con unas felpas que untaba en tinta y le daba un efecto a los trazos raro.

—En cuanto a los temas me dijiste más arriba que te apasionan los temas sociales.
—Sí, es algo que no lo puedo evitar. Algunas abstracciones también que pasan por lo simbolista, pero en general me gusta más que digan algo. Hay obras puramente cromáticas y es una composición que te transmite algo por los colores, por el equilibrio y respeto eso, pero no es a lo que yo apunto, lo que yo quiero. Todos los movimientos de la historia del arte aparecieron por algo, por alguna causa, se justifican todos que hayan sido desarrollados. El artista va buscando más allá y eso es lo interesante, no quedarse siempre como en un compartimiento estanco, hay que ir variando, hay que ir buscando.

—En la actualidad hay una especie de nuevo arte donde todo lo vale, donde un conejo fosforescente es arte, donde las burbujas de jabón resultantes del lavado de cadáveres es arte… ¿qué opiniones te merecen esas manifestaciones?
—Hay muchas cosas que son interesantes, uno no puede dejar de valorar que hay cosas creativas, con ingenio, con gusto; pero hay otra cosa que no puedo valorar. Primero porque no tengo la formación, ni de varios trabajos, ni de años hechos en escuela que me permitan verlo con una óptica de un juez… las valoro, pero no es lo que a mi me gusta. Hay muchos que han pasado a otro nivel, porque consideran que el arte tradicional, convencional es lo que se repite, lo que más hay, es como un tamiz que se va pasando y va quedando lo extraño, lo raro, lo que sale de lo común. En algunos casos es bueno, en otros no merece respeto.

—Uno ve tanta cosa, que por ahí se pregunta hasta dónde llega el arte.
—La otra vez en Córdoba, había un muchacho que hacía arte digital en la calle, el decía que hay muchas situaciones que uno las ve con el ojo de artista en la calle misma, siendo fotógrafo, siendo dibujante, pintor que uno después la traduce… Él sacaba fotos, pero unas fotos rarísimas, que daban efecto, con la luz, con las sombras, con la posición del sol, personajes y eso sí es tener buen gusto con un enfoque artístico. Todo lo demás puede ser considerado arte, sucede que hay mucho escrito, mucho publicado a través del tiempo y se fomentó mucho a partir del sesenta, que fue la década donde se dieron las revoluciones de todo tipo. En todos los niveles se dieron revoluciones, y lo artístico no quedó ajeno a ello; en Argentina el Instituto Di Tella centralizó toda esa gente que andaba por allí, aparecieron un montón de artista que son cuestionados, que son polémicos, que provocan esas discordias pero que son de acuerdo a cada observador, de acuerdo a cada uno como lo mire.

—¿Volviendo a lo que vos decías de que la gente te pide que le hagas tal dibujo, esa tarea a vos se te dificulta más, te cuesta un poco más?
—No, yo estoy acostumbrado a hacer caricaturas, entonces es frecuente que me den un trabajo por encargo. Si me dan una pintura, no es lo más común o lo que a todos nos gusta, a mi me gusta crear y que salga lo que salga y hacer de ahí una serie, una muestra o tenerlo puertas para adentro y disfrutarlos con la gente que uno quiere, con los amigos, con la familia. No me preocupa, creo que también es parte del oficio, son muy contados los que son tocados por la varita mágica que hacen lo que quieren y después lo cuelgan, lo venden y viven de eso.

—¿Cuándo comenzaste a introducir lo digital a tu trabajo? ¿Leíste libros para ello?
—Lo único que hice fue un curso de días nada más, para conocer lo que era la infografía cuando recién estaba dando los primeros pasos. Empecé a hacerlo como necesidad; porque uno se vale del elemento convencional, del lápiz, papel, tinta, pinceles; que después hay que llevarlo a una etapa digital. Allí puede ser respetado el trabajo como tal, sin ningún tipo de toque digital más que el soporte, o se lo puede usar como parte de un trabajo que finalmente ha tenido un montón de elementos digitales para nutrirlo. La infografía es una mezcla de todo, periodismo y de arte. Con muy buen gusto se logran cosas muy lindas. A veces se usa y abusa de los efectos que te brindan los programas, que ya es otra cosa. Es como decir, yo le encontré determinada vuelta al PhotoShop por ejemplo y abusás de eso… eso no es arte.

—¿La gente tiene algún lugar donde pueda ver los trabajos que realizás?
—Estoy por hacer una página web para montar mis cosas; pero mientras tanto todavía están en exposición las pinturas que hice para mostrar en Los Cuatro Gatos... y sino acá, en mi casa (y se ríe).

Pero esa risa deja traslucir la sinceridad de su enunciado, esa misma sinceridad con la que cada trazo y pincelada escruta la cotidianeidad y los recuerdos más profundos. Algo que Marina Bossa describe de manera tan justa en el epígrafe que inicia esta nota.
El arte lo llama y Raúl responde… con llantos y gritos que salpican verdades. Necesita de la pintura y el dibujo como aliciente para la memoria, como cartel para la denuncia, como cable a tierra, como postales donde ubicarse… El arte se configura entonces, como principio y fin de las necesidades de un hombre, cuya biografía más precisa sigue contándose cada vez que Raúl desliza su pincel o el grafito de su lápiz regala sus tonalidades más emotivas.
(*) Publicado en revista cultural Nativa (Villa María), Año 4, edición Nº25, Noviembre de 2008 (entrevista ampliada).-

domingo, 16 de noviembre de 2008

Alicia Peressutti: Ficción de una oscura realidad

ENTREVISTA CON
ALICIA PERESSUTTI
FICCIÓN DE UNA OSCURA REALIDAD


Pocas veces, o quizás nunca ocurrió que, un escritor novel de la ciudad tiene la gran satisfacción que ha tenido Alicia Peressutti.
Sucede que “Buscando a Ana”, su primer libro de ediciones de autor (Ediciones CC, abril de 2008), se agotó rápidamente y ha sido reeditado en menos de seis meses por la editorial cordobesa Ediciones del Copista (setiembre de 2008). Esta nouvelle o novela corta retrata la búsqueda incesante y desesperada de una madre para recuperar a su hija, quien ha caído en las garras de la prostitución.
Mediante una narrativa clara, rápida y ornamentada con logrados recursos expresivos, Alicia da cuenta de una historia estremecedora y del inmenso submundo de las drogas, el trabajo sexual y la violencia. Un hecho verídico que atraviesa el tamiz de la literatura, para llegarnos, para darnos cuenta que existe una realidad que tenemos al lado y que muchas veces no queremos ver. Con un final inesperado, pero salpicados con mensajes de esperanza, “Buscando a Ana” pugna para seguir instalando el tema que como todo tabú, tiene escasa acogida en la sociedad.
Cuando el Director de la revista cultural Compartiendo presentó la publicación, expresó que la misma es “una denuncia que debe recorrer todas las manos posibles”; y de esa manera llegó a mí, de las manos de un amigo que me la recomendó.

Llego a su casa en horas en que el sol castiga con todo su poderío. Sobre la mesa el mate listo para empezar y encuadrando la escena el sonido de fondo de un lavarropas en pleno trabajo. Mientras nos terminamos de acomodar, Alicia me comenta sobre su pasión por la escritura, la actitud de no creerse una escritora y la recurrencia de algunos autores que llenan páginas innecesariamente. Poco a poco nos metemos en la charla y vamos circunscribiendo la misma a su novela y su manera de trabajarla.

—¿Cuál fue el motor de escribir “Buscando a Ana”? Ni bien realizo la primera pregunta, Alicia sentada enfrente de mí, me clava sus ojos brotados de humedad.
—Van a pasar los años y me va a seguir emocionando. Hablamos mucho con los chicos y yo decía que, si lo publicaba iba a quedar atada mucho tiempo; y me sigue pasando, yo digo que es un libro cármico, porque no me suelta, yo pensaba que hacía la publicación y lo presentaba y ¡No! Toda la vida escribí, es la cuarta novela que escribo y si vos ves ahí (me señala una torre de papeles en el extremo de la mesa) ya hay un bosquejo de una quinta novela terminada y hay una sexta dando vueltas. Yo convivo con esto de escribir, lo hago casi todas las noches a la madrugada y esto es parte de mi vida. Sobre todo me enamoré de escribir novelas. Es muy difícil escribirlas porque tenés que convivir con ellas; la poesía la terminás, el cuento lo terminás; en cambio, vos vivís mucho tiempo con la novela y por ahí estás trabajando junto con los personajes de la novela. “Buscando a Ana”, sobre todo la publiqué porque tenía que cumplir con la promesa que le había hecho a la protagonista de la historia. Si bien no está acá, hace muchos años que trabajo con ella en lo que es contención y con otras mujeres en riesgo. Ella me decía “a pesar de que yo estoy totalmente destruida, mi historia tiene que servir, para que la gente vea que la prostitución no es lo que la gente cree”. Cuando hablamos de prostitución en casa de trabajo, está ese mito de que la pasan bárbaro, de que llegaste abandonando un puesto de oficina para trabajar ahí por gusto. Hay mucha trata de personas, mucha vulnerabilidad en esto.
Muchas mujeres me han pedido que cuente su historia, pero esta historia me atrapó porque es muy jodida, muy dura; y aparte porque esta persona está totalmente destruida y no estoy mintiendo nada allí, está novelado pero es verdad, tiene fuerza de verdad. He estado con otras personas que de la nada han podido volver, han podido armar otra vida; ésta mujer no pudo armar más nada, eso me impactó.

—¿Por qué decís que el libro no te suelta?
—Porque cuando terminé la primera edición, fuimos a la Feria del Libro acá en Villa María y todo lo demás, los libros se vendieron todos. Hemos vendido casi 300 libros en la primera edición, la gente lo pedía por teléfono, lo pedía en las librerías y pasa que me llamaron de dos editoriales de Córdoba donde opté por hacerla con Ediciones del Copista, donde me trataron muy bien. Me pasó lo de la Feria del Libro de Córdoba, fue adaptado como libro de texto y el libro sigue… Yo les dije a mis hijos que tenía esa sensación de que el libro no me iba a soltar. Me emociona y nos pasa a todos los pocos que estamos en esto. No me interesa la autora, que la tachen, la historia es la que vale; es comprender que el tráfico, la trata de personas es, junto con la prostitución y después de la droga, el negocio más rentable, mueve fortunas. Es cruzar mi amor por lo literario, por la escritura, el sueño de que algún día sea escritora; porque yo no digo que sea escritora, estoy aprendiendo literatura, con lo otro que yo hago contra el tráfico de personas.
Te soy honesta, cuando yo vi los 200 ejemplares de la primera edición, me pregunté “¿qué vamos a hacer con estos libros?” Y me pasó que un señor de la esquina que, en su vida leyó algo, compró el primer ejemplar y cuando vino al otro día me dijo “¡Me emocionó el libro!” Cuando eso pasó, “bueno”, me dije, “a lo mejor alguien se anima a leerlo.”
Te digo que los medios de Villa María, sobre todo los dos medios gráficos más importantes colaboraron muchísimo, porque sin el empuje y el esfuerzo de los medios, no sé si el libro hubiese sido conocido. Después mucho el boca en boca.

—¿Quiénes son los lectores de “Buscando a Ana”?
—Fijate lo que me pasó, en el primer capítulo tiene poco diálogo, porque para ponerle más tenía que utilizar un lenguaje que es muy difícil, que son expresiones de la noche. ¿Cómo hacer para utilizar los términos que se utilizan y no caer en el morbo? Un lenguaje que yo me lo conozco de memoria, pero que no sé como iba a caer; además le pedía a Dios que lo leyeran los adolescentes. Entonces saqué algunos diálogos. Hay muchas cosas que no están dichas, que el adulto lo puede encontrar, lo puede reescribir y que, a lo mejor, para los adolescentes pasa, porque mis hijos lo han estado leyendo y ellos no han visto lo que hay detrás de esas cosas. Yo quería que lo pudiera leer un adulto, pero que también lo pueda leer un adolescente.

—¿De qué manera trabajás los textos? Cuando hablamos por teléfono me comentabas que escribías hasta las dos o tres de la mañana…
—Me significa mucho sacrificio, me tiene que gustar mucho, sino no lo haría; más allá de la promesa que tengo hecha. Yo lo atribuyo al don de la hiperactividad, cuando yo era niña un maestra rural le dijo a mi abuela que me mandaran a una escuela especial porque era hiperactiva, y mi abuela decía que su nieta iba a aprender. A ella le debo que a la luz de la vela me hacía leer textos, y textos, y textos… y me hacía escribir. Yo empecé a escribir poesía a los ocho años y hace seis he dejado de hacerlo. Cuando empecé a escribir novelas, dejé de escribir cuentos y poesías. Fue una manera de hacer terapia, para no tomar medicación con el tema de la hiperactividad, que es un tema muy difícil porque uno lucha mucho por concentrarse, entonces a la noche aprovecho dos horitas para hacerlo mientras Omar (su marido) está trabajando. Siempre tengo dos novelitas empezadas.
Primero escribo en un cuaderno, después miro si lo paso a otro cuaderno o a la computadora, que es doble sacrificio, porque ella no me quiere y yo no la quiero a ella.

—¿Quiénes leen tus borradores?
—El crítico más duro que tengo es mi esposo, es implacable, más de una vez se me han caído las lágrimas, ¡¿cómo puede ser tan duro?! (y lo manifiesta con tanto sentimiento) y menos mal que soy mujer, sino… Me tacha todo y yo espero. Él se lo lleva para leer tranquilo y yo estoy ahí comiéndome las uñas. Mi segunda novela, “Relatos de un detective” le gustó poco, pero la archivé, pero a mí me sirve como parámetro. “Días de esclavitud”, mi próxima novela dice que le encantó, y si el dice eso, capaz que vos la leas y te gusta.

—Tu próxima publicación es sobre tráfico humano, ¿siempre estás pensando tus libros en base a estos temas?
—Por consejo de Omar, de Alejandro y demás, me quería animar a publicar “Los secretos del general”, que es una novela con contexto histórico; igual, siempre escribo desde lo social, siempre escribo con temas fuertes, porque es lo que yo hago y porque la vivo así; yo escribo con la pasión que me da la vida. Es novela, pero hay una historia real detrás, me gusta mucho escribir sobre historias reales. Mis hijos y mi esposo son mis críticos más duros y a mi primera novela que tenía más de ficción, me dijeron que “me gusta leer lo que pueda pasar”, es decir el trasfondo de lo real, y hacia ese camino va la literatura.

—¿Lees literatura de la ciudad?
—Leo mucho lo local, yo quiero mucho a Villa María y Villa Nueva, yo vine acá hace 20 años con una mano atrás y una adelante y me dieron todas las oportunidades, no me las gané, eso es mentira, eso dice la teoría capitalista; no podemos vivir solos, no podemos crecer solos, lo hacemos en comunidad. Leo a Fabiana León, Marcelo Dughetti, Cristina Pablos, Luis Luján, todo lo que sale en la ciudad trato de leerlo… Para mi segundo libro ya hay una propuesta de una editorial de Córdoba, pero yo sigo insistiendo con publicar primero acá, porque yo vivo acá, y vivo del comercio y de la gente de acá. Yo le debo mucho a Villa María y Villa Nueva, entonces tengo un compromiso.

—La temática que abordás también atrae al lector potencial, ¿no es así?
—Es un tema muy doloroso, pero no es que yo desde acá voy, investigo; yo convivo con esto, entonces el dolor de estas persona, el sufrimiento yo lo vivo a diario, porque salgo con mi familia más de una vez por una emergencia, por alguien que intentó suicidarse, entonces… no quiero pasar a lo morboso para vender un libro, ¡jamás!; si yo puedo hacer la difusión del libro con el respeto con el que se tiene que hacer, entonces sí.
El libro está rescrito, porque mi marido me lo borró completito, se dio ese lujo; yo creo que si no nos separamos allí no nos separamos más (risas). Nunca me voy a olvidar que en la gala del José Ingenieros le dije a Fabiana León, “¡me borró la novela Fabiana! ¡Me la borró!” Y a Fabiana se le caían las lágrimas. “¿Y qué vas a hacer?”, me dijo. “No sé (le contesté) pero ya tengo la promesa hecha…” Así que me pasé todas las noches de diciembre rearmándola, tenía borradores pero mi problema es con la máquina, que me cuesta mucho.
El mayor premio que puede tener un pintor es que alguien vea su cuadro, lo mire, no importa si después le va a gustar o no; en el caso del escritor es lo mismo, que lo lea. Después me pueden decir que hay una comparación que no está bien hecha, que hay una coma mal puesta o que no les gustó la historia y yo lo acepto todo. Me dio mucho placer que la gente lo lea, esto por un lado. Por el otro, a nivel trata de personas, es la mejor manera que hemos encontrado de promocionar el tema. Porque en varias oportunidades dije lo que hago y como que lo tomaron en burla, nunca dijeron “¡qué bueno lo que hacés!”, al contrario, más de uno dijo que me dedicara a otra cosa. Una vez llegué llorando a casa y le conté a mi amigo Alejandro López, quien hizo el prólogo y que colabora mucho, que alguien me dijo que para qué hacía eso si lográs sacar a una mujer de la noche y entran 10. Entonces él me contó que había un nene juntando ostras en la arena que el mar tiraba la playa, él las juntaba y las arrojaba al mar; entonces una señora mayor le dijo al nene “pero ¿para qué lo hacés nene si mirá la cantidad que se mueren?” y el niño respondió “por qué no les pregunta a esa que han vuelto?” en esto pasa así. Aunque sea una, porque son personas, esto no es estadística. El trabajo ayuda mucho, porque cuando alguien consigue otro trabajo puede salir, entonces es cuestión de buscarle la vuelta.

—Tomé del libro algunas palabras que sintetizaban la novela: violencia, drogas, prostitución, miedos, silencios, desgano, inercia, rutina angustiante de la búsqueda…
—Es terrible. Ha venido gente a casa que está buscando, que sabe que alguna hija anduvo por Villa María y mi mamá, que suele estar, me dice siempre “como madre que ha perdido un hijo te lo digo, prefiero tenerla en el cementerio. Prefiero llevar una flor domingo de por medio, a no vivir el calvario de la búsqueda.” Porque no es la única mujer que he conocido que busca, sucede que cada vez las trasladan más rápido. Yo respeto el tema de prostitución, si vos querés trabajar en prostitución es tu historia; pero yo me refiero a la otra prostitución, a la que entraste a los 14 años, a la que te están mandando algún familiar o que te raptaron para trabajar.

—Sucede que no sólo es prostitución, es violencia, desaparecer, la cercana posibilidad de la muerte…
—Todo. Es un trabajo muy fino el que hacen para que vos pierdas la identidad, porque los palos, el aislamiento, las pastillas que te dan, el alcohol, la cantidad de horas y días que estás parada, entonces no sabés quién sos ni dónde estás. Esta mujer no pudo más después; no siempre lográs reconstruir su vida, su identidad, la han destruido tanto como ser humano. Yo siempre les digo a las chicas en las charlas, “imaginate, te encierran en una habitación, pero vos no podés salir afuera”. Te hacen hacer las cosas más abominables, después empiezan las luchas interiores, las culpas, el dolor físico, el dolor espiritual que no te lo sana nadie y pasa el tiempo. Mirá Gran Hermano, estaban encerrados con todo, y sin embargo van perdiendo nociones de tiempo y espacio; imaginate alguien sometido a todo tipo de flagelos. Yo nunca conocí a una mujer de 40 ó 45 años que salga de la prostitución y que tenga algo, sólo lo puesto; destruido como persona y materialmente nada. También ahora me parece que los medios han instalado el tema, eso es bueno.

—Repetís muy seguido que no te considerás una escritora, ¿Cuándo crees que alguien pasa de ser alguien que escribe a ser un escritor?
—El escritor escribe para inmortalizarse y para huir de la muerte, yo estoy convencida de eso, de alguna manera se inmortaliza. Una vez escuchaba a una escritora francesa, que decía que hay una diferencia entre que escribe y entre el que quiere ser escritor. ¿Por qué digo que quiero ser escritora? Porque siento que todavía me falta tanto, porque leo a los otros y digo que fantástico lo que hacen. No me puedo ver a mí misma, pero a lo mejor no está mal eso, porque eso hace que yo no me la crea y hace que yo siga la búsqueda en los interiores míos a ver que puedo sacar de bueno, no me transformo en una meseta. Yo adoraba a Isabel Allende, pero me pasó con el último libro que sentí un cambio, está más americanizada, no es la misma… yo digo, ¿se habrá creído escritora? García Márquez nunca le pasó eso, porque nunca se creyó. No sé, capaz que el día que yo me considere escritora, deje de escribir. Yo subo la montaña por un caminito, hay partes que hay más piedras y espinillos, hay partes donde puedo ir más rápido; pero yo sigo subiendo y mientras yo suba la montaña a lo mejor puedo hacer algo que a lo demás le sirva o les guste.
Hay que tener esa capacidad de detenerse y mirar a los costados y para atrás, yo puedo ver si sigo por ese camino o no, o tomo un atajo.

—Es un buen consejo el que acabás de mencionar.
—Hoy en día el mundo te dice que las relaciones son de consumo, que todo lo que hagas tiene que tener un fin, ¡mentira! Todo es una gran mentira. Buscá algo que te haga sentir bien, buscá algo que te alimente el alma porque sino estás listo, más en la sociedad de hoy que es una suma de soledades, no vivimos en una comunidad. No nos animamos a armar vínculos. Uno cree que se resguarda sino hace vínculos; ¡vivir no puede tener sentido porque tengas un trabajo!… Tenés que poder algo más. Mi abuela decía que la vida hay que merecerla. Siempre digo que con el hecho de poder tener mis hijos, mi marido, poder escribir, trabajar de lo que me gusta… yo creo que con eso soy millonaria; todo lo demás son pavadas.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 16 de noviembre de 2008 (entrevista ampliada).-

domingo, 2 de noviembre de 2008

Dyber Bocco: 15 años "proyectando lo nuestro"

ENTREVISTA CON DYBER BOCCO
15 AÑOS “PROYECTANDO LO NUESTRO”


3241 programas ininterrumpidos.
73 años de edad.
47 años como periodista deportivo.
35 años y medio de trabajo en AM 930, Radio Villa María.
15 años poniéndole el pecho a un programa de tangos que permanece inamovible en el dial del receptor.
En el 2006 obtuvo el premio 5900 como mejor programa de tangos.
En el 2007 fue distinguido por su trayectoria en radio en dichos premios.
Este año continúa ternado como mejor programa de tangos.

Resulta ineludible esquivar estos datos cuando delante nuestro tenemos a una leyenda.
Dyber Bocco, un idóneo (como se define), inició su carrera en el periodismo escrito en 1961 publicando notas deportivas en El Tiempo, para luego migrar y enamorarse del periodismo radial hasta el día de hoy. Y me sorprende ver con qué energías, con qué garra y pasión lo sigue haciendo.
Es enérgico, firme en sus conceptos, respetuoso y alentador (no cesó de incitar a su entrevistador a que continúe trabajando para el periodismo). El “no aflojés” lo escuché desde que me comuniqué telefónicamente la primera vez, hasta el momento en qué concluimos el encuentro pisando la medianoche del miércoles. Una persona con una vasta experiencia que la destila ante mí sin egoísmos, dándome consejos y contándome experiencias que pueden oficiar a manera de lección.
En el día de ayer su espacio de tangos “Proyectando lo nuestro”, cumplió 15 años bajo su conducción. Nos encontramos en las oficinas de su trabajo, luego de su programa, para charlar sobre “ese berretín” que lleva en lo más hondo de su ser.



—¿Cuál es el objetivo principal de su programa?
—Lo que yo trato de hacer es difundir tangos, quiero que el tango se escuche, lo hice por una necesidad personal porque siendo oyente no me sentía satisfecho con lo que se hacía con el tango en Villa María. Mi programa se llama “Proyectando lo nuestro” y tiene tantos años como tiene la radio. Hace 35 años y medio que este programa sale al aire, de lunes a viernes de 21 a 22. Ocurre que se cumplen 15 años desde que yo me hice cargo. Conseguí que el director de la radio me diera a mí la conducción de ese programa de tangos, porque yo veía que se había caído, a mi ya no me daba ganas de escucharlo, porque lo hacía el locutor de turno, que no conoce del tema o algún chico que está enrolado en el rock, o en la música moderna, o en el bossa nova o en el cuarteto.

—¿Quiénes escuchan tangos en Villa María?
—En Villa María hoy en día es muy difícil escuchar tangos. Con todas las FM que hay, no hay programas de tangos. Está el caso de los Premios 5900 que hace tres años que nomina a un programa de la Radio Líder y el mío. Si 5900 no encuentra otro, es porque no hay; hay micros. Sé que Munch pone dos o tres tangos a la mañana y en mi radio también. Soy un eterno agradecido de Roberto Kfuri, por darme esta hora de programa. Estoy ternado con “Mingo” Devecchi, que tiene un programa los mismos días y horarios que el mío, pero no puedo saber de qué trata. ¿Qué necesidad tenemos de competir los tangueros?
Hasta hace muy poco el tanguero de Villa María empezaba a las 7 de la tarde escuchando a Fredy Dilena en Radio Río Cuarto, de 8 a 9 a Daniel Díaz en Cadena 3, de 9 a 10 me escuchaba a mí y de 10 a 12 lo escuchaban a Rogelio Insaurralde por Radio Nacional Córdoba. Si había un trasnochado se prendía con La Fonola en Radio Nacional Buenos Aires, con AM 990 Splendid o con Radio Del Plata; porque allá en Buenos Aires se escucha tango pero a la madrugada. En el horario central es muy difícil escuchar tangos.

—Ya que hablamos de premios, ¿considera que las distinciones son necesarias?
—Es un aliciente, a nadie le gusta perder. Hay radios que no escuché nunca, está el dial saturado, aunque sólo hay 4 o 5 que tiene un staff armado; es muy difícil hacer radio, pero para mi es fácil, porque yo no vivo de la radio. Hay que hacer lo de uno a conciencia y por sobre todas las cosas con respeto, tratar de mostrarle a la gente de que uno es creíble, de que uno es sano y serio.
En este momento yo conduzco un programa de tangos en la cual estoy completamente solo, yo fabrico la jugada, yo pateo el corner y yo lo cabeceo; entonces mientras yo me sienta bien, no me importan los años, voy a estar en la radio haciendo este programa. Sólo cuando me empiecen a llamar la atención, entonces solito voy a tener que irme.

—¿Nota que en la actualidad hay jóvenes que se están acercando al tango?

—Hoy el tango no tiene difusión, tengo mucha audiencia cautiva pero es toda gente grande. La UNVM está haciendo mucho para eso, hay chicos que están estudiando un instrumento, canto, lo que hace la universidad con la orquesta de Bacci, con la orquesta de cuerdas, lo que está haciendo (el Lic. Pascual) Crichigno y (la Mgter. Silvia) Aballay, entre otros, todo eso es muy importante.

—¿El programa que usted realiza lo hace simplemente por una pasión?
—Lo hago por pasión, yo vivo por la radio y como con mi empresa (Scaglia SA). Toda la vida quise hacer radio y periodismo. Yo hacía periodismo escrito, pero nunca hice lobby, me vinieron a buscar y a partir del primer día de la radio (AM 930) empecé haciendo los comentarios en “Relieve deportivo”.
Hará unos 7 u 8 años en que se me planteó en mi vida la necesidad de dejar el periodismo deportivo y el fútbol, antes de que el periodismo deportivo y el fútbol me dejaran a mí. Me supe retirar a tiempo, lo pensé mucho, me costó mucho, me decidí, porque empezaba a tener mis años, hipoacúsico, la vista ya no era la misma, y no podía ir a una cancha y decir si es penal o no es penal. Yo viajé muchísimo por la provincia y provincias vecinas los domingos tras de Alumni, vos conocés Alumni, yo lo vengo siguiendo desde que empezó toda esta vorágine, hasta que creí que debía irme.
Pero yo quería seguir haciendo radio, entonces hablé con el director de la radio y le dije que quería hacer el programa de tangos, y me dijo que no, que estaba loco. “Vos tenés que seguir con el fútbol, con el deporte, porque vos de tango no sabés…”. Me costó unos meses convencerlo, hasta que sentí que estaba más o menos en condiciones, y como yo era un hombre de la radio y tenía una amistad con el director de cuando éramos jóvenes, el 1 de noviembre de 1993 me largué. Antes de los siete días me llama el director y me preguntó quién me había autorizado a empezar con el programa de tangos, y yo le dije “vos”. “Yo no te autoricé nada”, me contestó. “¿no? Hace seis meses que lo venimos hablando, dejame llegar a fin de mes y como vine, me voy, sin hacer ruido”; “No, seguí” me respondió. Y hace 15 años que estoy acá.

—¿Cuál es la fórmula de la constancia?
—A mí el tango me da vida, cada día me es más fácil y cada día me cuesta más hacer el programa. Generalmente el programa está hecho sobre la marcha, tengo alguna agenda, pero se va modificando ya que hay cosas que uno desconoce como cuanta tanda publicitaria va a haber, etc. En una época hablaba más, ahora pongo más música, en un principio hacía comentarios toda la semana de una orquesta y me explayaba durante toda la semana sobre esa orquesta; ahora quizás esté toda la semana hablando sobre alguien importante, esta es la semana de Carlos Gardel (por la semana pasada), pero esta noche salieron dos temas, y mañana dos más y pasado… trato de hacer un poquito de historia, cuál era el Gardel del ’27, del ’33 o el ’35, de cuando era el sistema acústico y el eléctrico. Lo de Gardel se difunde casi siempre lo de Le Pera, porque era lo mejor grabado; pero yo trato de poner de todas las épocas.

—Acaba de mencionar a Gardel, ¿cuál es itinerario que usted puede recomendar recorrer, para que la gente que no escucha tango se acerque al género?
—Es muy difícil si uno no lo ha vivido, por aquello que te dije de que yo nací con el tango, me hice hombre con el tango, baile con el tango, me enamoré con el tango, me casé con el tango, hice familia con el tango. Hoy un chico no lo hace con el tango, entonces yo creo que el estudio que le están dando en la UNVM, o en los medios donde él está estudiando y lo que yo le pueda dar del tango es importante, que vayan escuchando y que vayan sacando conclusiones de lo que les puedo ir mostrando. Yo que soy viejo, me caso con (Francisco) Canaro, (Francisco) Lomuto, (Aníbal) Troilo, (Osvaldo) Pugliese, (Francisco) Rotundo, Franchini Pontier; me casó con todos. Al chico le cuesta eso. La generación posterior, de gente que tiene 40 o 50 años habla de Julio Sosa, porque tiene el mérito de haber sido el que más luchó para mantener el tango en el momento de la nueva ola, cuando Norteamérica nos empezó a meter otra música: aparecieron Palito Ortega, Raúl Lavié, Leo Dan, Johnny Tedesco, todos esos chicos que cantaban una música pegadiza y popular. Lamentablemente Sosa murió, por eso la gente lo recuerda con cariño.
Te repito, lo que puedo decirte es que lo que está haciendo la UNVM es muy importante, porque hay chicos jóvenes que están aprendiendo, tienen que aferrarse a los viejos, porque hay cosas que les enseña la partitura, que les enseña el método, pero les cuesta meterse en el compás del tango. Eso es lo que hace (Alberto) Bacci, (Oscar) Bravín… Es muy difícil, nadie tiene la verdad; están aquellos que dicen que el tango todavía habla del farolito, del buzón, del cuchillo y de la mujer toda rea; eso era de antes, sucede que los poetas actuales que hacen el tango, no tienen la difusión necesaria como para que ello se pueda implantar. Yo los paso a todos, paso lo viejo y paso lo nuevo, quisiera tener más tiempo, no me lo da la radio y el día que me lo de la radio, no sé si me lo puedo dar yo, porque si yo tengo que estar cuatro horas en la radio no sé si voy a poder. Hay que ser medido en estas cosas.

—¿Por qué ha decaído el tango?
—El tango no ha decaído, sucede que los cultores del tango han desaparecido; los que vinieron luego no pudieron imponer lo que otros hicieron por una cuestión de difusión y sobre todo en lo económico. Vos sabés como es nuestro país en lo económico, lo estamos viviendo día a día o por ciclos que se repiten cada 5 o 7 años donde van apareciendo las mismas debacles. Entonces el consumismo de los Estados Unidos nos manda toda la música que ellos ya no usan, con un aparato grandísimo y así está la cosa.
Otro problema que hay es que antes las grandes orquestas, y te hablo de Miguel Caló que vos la escuchaste esta noche (por el miércoles), Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Franchini Pontier, Francisco Canaro… tenían cinco bandoneones, dos violas, un violoncello, un contrabajo, un piano, dos cantores…; hoy día no podés pagarlos. Hoy en día son todos tríos o cuartetos. Volvemos al problema de lo económico. Antes eran un montón de orquestas y convivían todas.
En Buenos Aires se puede escuchar tangos, pero es muy difícil que lo puedas escuchar vos y que lo pueda escuchar yo; porque el tango que está allá es para el turismo extranjero, tenés que tener mucha plata.

—¿Qué opina de las fusiones que actualmente se realizan en el tango? Digo esto y pienso en grupos como Bajofondo Tango Club.
—El tango electrónico no me gusta. Ellos son gente moderna, dicen que hay que cambiar y evolucionar, y quizás sea así, sucede que yo tengo muchos años con el tango y es muy difícil que me cambien. No sé si tendrá futuro, pero yo no compro ni difundo tango electrónico. Nosotros nacimos con el tango del “cha-cha”, “cha-cha” (y me lo repite de una manera acompasada y acompañada con un movimiento de manos como si estuviese bailando).
Yo no soy crítico, soy difusor del tango, basado en la historia del tango con conocimiento de causa y hablando de lo que sé. Pero si vos me preguntás quiénes son los mejores, no te lo voy a decir; porque el día que yo discrimine, me quedo con la mitad que no van a salir en mi programa. Vos como oyente vas a decir si te gusta o no.
Cuando yo empecé a conducir el programa hace 15 años, no tenía absolutamente nada de música de la ciudad y hoy, todas las noches, paso dos intérpretes de Villa María. He conseguido, sin ganarme laureles, que gente de la ciudad grabé para poder ser difundido en el programa. Somos pocos los que nos animamos a seguir hablando del tango, pero mientras yo esté vivo voy a seguir con el tango. Soy un defensor de la música que yo quiero. Vivo por el tango y vivo por la música. Si mañana me cambian el horario a lo mejor tenga que dejarlo, porque en el horario actual que tengo es el momento justo para hacerlo. Termino de trabajar y me voy a la radio, ahora no me importa a la hora que llego a casa, eso se lo debo a mi familia también. Ahora le estoy devolviendo los domingos a mi señora que antes no le podía dar por estar con el fútbol. Me enamoré de esto. Hace 15 años que estoy conduciendo el programa y espero que Dios me de vida para poder seguir haciéndolo.
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 02 de noviembre de 2008.-