EL ETERNO BUSCADOR
Colmado. De esa manera se podría sintetizar el estado en el que se encontró el Plateau de la Lic. en Diseño y Producción Audiovisual (UNVM) el pasado jueves por la tarde. Más de cien personas se dieron cita para participar de lo que llamaron “Jornada de Reflexión: El Periodismo Televisivo en Argentina. Fabián Polosecki y su lectura de la realidad”.
Los periodistas bonaerenses Ignacio Portela y Hugo Montero fueron los invitados por las cátedras “Diseño y Producción Audiovisual III” y “Perspectivas Teóricas de la Comunicación Audiovisual”, para que disertaran sobre este personaje de los noventa que dejó su impronta en el periodismo televisivo. Portela y Montero son los autores del libro “Polo: El Buscador” en el que exponen su investigación sobre la vida y obra de ese joven que hizo trasnochar a más de un televidente de la vieja ATC.
Diez años pasaron desde que Polosecki decidió arrojarse a las vías de un tren, el 3 de diciembre de 1996; pero seguramente usted lector, recordará quien fue Polo. Ese muchacho de pelo corto, cigarro en sus dedos y que caminaba con su campera negra por los lugares más recónditos y comunes de Buenos Aires. Yo no veía el programa, pero aún resuena en mi cabeza la voz de mi madre hablando de ese “tipo del programa raro” como solía decirle. Y es verdad que el imaginario social lo tenía como un tipo raro, oscuro quizás; pero Fabián Polosecki tenía luz propia, la que le permitía “ganarse” a la gente con que se topaba.
“Para nosotros hay un programa cuando hay un mito, no una información. Hay un programa cuando se dice que en Buenos Aires hubo buscadores de oro en las cloacas y es nada más que una sospecha, pero se encuentra al hombre que efectivamente busca oro allí y entonces ese hombre se convierte en una suerte de metáfora.”
La irrupción de Polo en la televisión fue con “El Otro Lado” en 1993 y extendió ese ciclo hasta 1994, al año siguiente lanzó lo que se denominaría “El Visitante”; ambos trabajos se ocuparon de darle la voz a los que no parecían tenerla. Personas comunes, como sus vecinos, el estibador de un puerto, los basureros, las prostitutas, los empleados de un matadero y toda esa gente aparentemente anodina.
Básicamente el desarrollo de esta actividad de extensión universitaria consistió en la proyección a pantalla gigante de un programa del ciclo de “El Otro Lado” y posteriormente de “El Visitante”, para luego dejar el espacio abierto a todas las consultas que pudiesen surgir por parte de los asistentes; entre los que se encontraban alumnos y docentes de distintas carreras, profesores, periodistas y público interesado.
“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
Estas muestras fueron más que representativas de la manera de trabajar de Polosecki y de todo su equipo, que se componía principalmente de amigos de la facultad, noveles literatos y estudiantes de cine. Su programas, que tenía en su momento sus detractores y sus seguidores, emergieron en medio de un bombardeo de propuestas simplistas y pasatistas que pululaban (y hoy aún más) en la televisión argentina. Era una época donde la TV por cable estaba naciendo, donde el zapping empezaba a practicarse cada vez más y donde los que gobernaban la “caja negra” se ocupaban de buscar la gracia ridiculizando a la gente. En ese panorama de modorra, Polo arremetió con su ciclo que tajó la grilla televisiva con su estética muy particular. Su manera de trabajar se basaba en el total respeto (ver artículo de María Elena Ferreyra), encontrándose con los personajes más disímiles y aparentemente comunes, para entrevistarlos y por sobre todo ESCUCHARLOS. Su carisma personal lograba que se reuniese con las personas que desconocía y que éstas le abran su vida para él; pero nunca buscó el efecto, sino que toda esta gente común mostrara quienes eran, donde vivían, cuáles eran las cosas que les preocupaban...
“Para nosotros hay un programa cuando hay un mito, no una información. Hay un programa cuando se dice que en Buenos Aires hubo buscadores de oro en las cloacas y es nada más que una sospecha, pero se encuentra al hombre que efectivamente busca oro allí y entonces ese hombre se convierte en una suerte de metáfora.”
Luego de la proyección de los programas, donde el público respeto con sus silencios o acompañó con sus risas cuando la ocasión lo ameritaba, llegó el turno de dialogar con los invitados que respondieron a cada una de las preguntas de manera satisfactoria lográndose un productivo feedback entre los presentes y los asistentes. Los jóvenes alumnos, que en general se encontraron por primera vez con los programas de Polosecki, se mostraron muy interesados en los mismos y consultaron durante una hora detalles de la vida del periodista, de sus temáticas, de la estética que predominaba en los mismos, de los problemas técnicos con lo que se encontraban para realizar el ciclo, etc.
De esa manera cerró una jornada amena e interesante que le permitió a los asistentes vivir (para la mayoría) y revivir (para algunos otros), las producciones de hace una década atrás que marcaron la televisión argentina y que dejaron un legado para los futuros trabajadores de la TV como lo son los hoy alumnos de la renovada Lic. en Diseño y Producción Audiovisual.
Por Prof. María Elena Ferreyra
Este jueves tuvimos la oportunidad de profundizar y reflexionar en torno al trabajo periodístico de Fabián Polosecki.
Alrededor de 120 personas participaron de este evento. Alumnos y ex alumnos de la carrera, estudiantes de otras carreras y de otros centros de formación de la ciudad. Para que este encuentro fuera posible, fue imprescindible el aporte del Instituto de Ciencias Humanas de la UNVM y la colaboración de alumnos y docentes de la carrera.
La mirada periodística de Polosecki fue y es paradigmática. Si bien lo rodeaban condiciones de producción particulares, en medio de los cuales podía planificar y trabajar con exclusividad –junto a un buen equipo- en la realización semanal de sus programas, logró una estética periodística poco habitual en aquellos y en estos tiempos.
Entrevistar es un arte, eso lo saben los periodistas, los estudiantes y lo sabe el público, para quien una entrevista puede ser un fascinante viaje al mundo interior de un desconocido conocible o un frío diálogo sin mucho interés del cual el telespectador se eyecta con el control remoto.
Hay en Polosecki un trabajo prolijo, humilde y grande a la vez. Encontrarse con otros en una entrevista y hacer de ese diálogo un momento mágico y de contemplación, es un mérito. El otro, los otros, las personas que son entrevistadas aparecen en una dimensión compleja y completa a la vez y la sensación que experimenta el telespectador es que esas personas recorridas por “El Otro Lado” y “El Visitante”, son bastante parecidas a lo que se ve de ellas en la pantalla.
Probablemente haya algo de un primer abordaje al reality, algo de documentalismo antropológico y mucho de talento.
La comparación es casi inevitable. Ciertos programas actuales interesados también por la realidad y la vida de sujetos anónimos, pero con vidas nombrables, suelen apelar al marcado recorte elíptico, al efecto de posproducción que busca el ridículo y la risa como primer objetivo. Y también están aquellos que apelan al acercamiento de la cámara cuando la voz del entrevistado se entrecorta y aparece una lágrima valiosa. Son estilos distintos, que obedecen también a contextos de recepción distintos en los que los espectadores y el rating determinan en un mes, la vida de los programas, aún a costa de la exacerbación de lo promiscuo y de lo satírico.
Tal vez sea una aspiración romántica y a contramano de los tiempos y los recursos televisivos, pero revalorizar la actitud de quien trabajó el periodismo audiovisual casi artesanalmente bajo la premisa del respeto, aún haciendo televisión –con todo lo que de irrespetuoso porta intrínseca-, sea probablemente poner énfasis en cierto fundamento que todavía se puede enseñar y aprender: el respeto.
Respeto al otro que se brinda a las preguntas; respeto al propio trabajo, en una puesta compositiva y narrativa cuidada y atenta; respeto al espectador, primer y último objetivo de esas búsquedas, de las que tanto Polosecki como todos los que intentan comunicar sus ideas y sus miradas sobre el mundo tienen como límite, como puente, como fin.
HUGO EDUARDO MONTERO
Edad: 30 años
Títulos: Licenciado en Periodismo por la Universidad Lomas de Zamora (1999).
Colaboró en: Le Monde Diplomatique, Lezama, 5 Sentidos, Sudestada, El Espejo, entre otros.
Publicaciones: En noviembre de 2005 publicó “El periodismo urgente”; una recopilación de textos de varios periodistas y “Polo: el buscador” conjuntamente con Ignacio Portela.
Otras actividades: Docente de taller de periodismo. Actualmente cursa la Lic. en Letras
IGNACIO PORTELA
Edad: 28 años
Títulos: Licenciado en Periodismo por la Universidad Lomas de Zamora (1999).
Colaboró en: Nómada, Lezama, 5 Sentidos, Sudestada, El Espejo, entre otros.
Publicaciones: “Polo: el buscador” conjuntamente con Hugo Montero.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 29 de abril de 2007.-