domingo, 31 de enero de 2010

Lecturas de Verano 2010 (5ª entrega)

LECTURAS DE VERANO 2010


Se va terminando enero, pero quedan aún unas cuantas ediciones de las “Lecturas de verano”.
Seguiremos receptando, sólo por esta semana, los últimos trabajos literarios que ilustrarán las próximas ediciones de EL DIARIO Cultura.
Para hoy, una doble propuesta: una poesía y un cuento, un texto con tinta masculina y otra femenina, representaciones de Villa Nueva y Villa María…
A continuación una escueta reseña de ambos.

Pablo Durán nació en Córdoba en mayo de 1972. Vivió, estudió y trabajó en Villa María. En 2000 se asentó en Córdoba donde se dedicó al estudio y al trabajo en tareas legislativas. En esa época Durán comienza a navegar por las aguas de la literatura. En la actualidad vive en Villa Nueva.
La Feria del Libro Córdoba lo ha tenido como invitado seis años consecutivos donde ofreció charlas sobre distintas temáticas culturales.
Ha participado con sus textos en distintos medios locales y provinciales como EL DIARIO del Centro del País, El Regional, en el sitio del Gobierno de la Provincia de Córdoba y otros.
Tiene cinco publicaciones en libro que abarcan diferentes subgéneros dentro de la narrativa (cuentos, relatos, novela breve, novela fragmentaria, entre otros).
Para este domingo nos obsequia “El airecito”, ese que ansiamos en estas jornadas de furioso sol y agobiante calor. Es una poesía en tono de cumbia, para cantar, para bailar, para leer.

Nuestra siguiente invitada se llama Mónica Elsa Fornero. Nació en Carrilobo en julio de 1962 y hoy vive en Villa María.
Su infancia y adolescencia la vivió en el campo. Estudió la Licenciatura en Diseño y Producción Audiovisual pero debió abandonarla. Es Técnica en Comunicación y está estudiando la Licenciatura en Ciencias de la Información.
Desde 2004 integra la Asociación Civil “Verdad real, Justicia para todos” que lucha por los crímenes impunes en la ciudad, entre los que se encuentra el asesinato de su compañero. Desde 2007 es la secretaria de esa entidad. Participa en una Comisión que se formó con el objetivo de pedir la apertura del Túnel, Patrimonio de la ciudad. Fue locutora, integró también la Asamblea Popular “Todos por la justicia”. Es pro-tesorera de la SADE local.
Ha publicado en EL DIARIO, en la revista “La máquina” e “Identidad”, en varios concursos literarios, ciclos de poesías y de lecturas diversas.
El cuento que nos propone a continuación es una historia de niños, de pareceres y de sorpresas.


EL AIRECITO
(PENSADA EN SILENCIO DE CUMBIA)

Pablo Durán


Verano.
Fresca idea
de sentarme.

Soy el que espera
la próxima vuelta;
otras canciones vendrán.
Noche con cuerpo de aire,
azul encanto movedizo.
Yo, de camisa floreada,
me envuelve el airecito.

Verano.
Fresca idea
de sentarme.

Soy el que no consigue
bailar la noche entera;
codo en el bar.
Orquesta de trompetas,
vientos en el viento.
Yo, la voz de la fiesta,
nadie: el presentador.

Verano.
Fresca idea
de sentarme.

Soy el que dice
la parranda, la cuenta,
mas nunca baila.
Noche se va en claridad,
refresca, aquieta.
Yo, el grito de la fiesta,
sentado al airecito.

Verano.
Fresca idea
de sentarme.



EL EXTRAÑO
Mónica Elsa Fornero


Sus ojos eran tan profundos y negros como la noche, cuando reía, dejaba ver unos dientes parejos y brillantes como el nácar. Nadie sabía a ciencia cierta de donde venía, ni que hacía. Hablaba poco, no se daba con los lugareños, a excepción del dueño del almacén y del saladero, a quién les compraba todo lo que necesitaba.
Cada semana despachaba por correo de uno a tres paquetes, siempre de diferente tamaño. Circulaban muchas historias sobre él. La mente humana es complicada, teje las más intrincadas telarañas y la lengua se encarga de divulgarlas.
Lo único que todo el pueblo conocía, era que desde hacía dos meses aproximadamente ocupaba la cabaña que perteneciera a Juan Cabrera, y que su sobrina, única heredera, le prestaba a cambio de cuidado y orden y tal vez de algo más... según los pueblerinos.
La pequeña vivienda daba al lago, que en invierno llegaba a punto casi de congelación, pero que al extraño, así lo llamaba el pueblo, no parecía afectarle, pues obsesivamente a las nueve de la mañana tomaba su baño matinal.




La casa que los padres de Patricia y Roberto alquilaban todos los años para sus vacaciones de invierno, quedaba bien enfrente a la de Cabrera, al otro lado del lago.
En este pueblo de pescadores no pasaban demasiadas cosas; decidieron entonces ese año comprarle a sus hijos, un telescopio. A los niños el cosmos, pensaron, los tendría bastante tiempo ocupados. El regalo cayó como anillo al dedo, les resultó de lo más atractivo, ¡Al fin tendrían con qué divertirse a lo grande!
Apenas desenvuelto y después de discutir un rato sobre qué observarían, la elección recayó sobre su único e inmediato vecino, el del frente. Quizás fuera más divertido que mirar unas cuantas estrellas. Comenzaron por descubrir lo del chapuzón en el lago, pues la “tarea” de seguimiento comenzó muy temprano a la mañana siguiente; la caminata alrededor de la cabaña, veinte minutos exactos. Bastante aburrido, ellos no imaginaban que placer podía tener caminar alrededor de su propia vivienda; todo lo hacía con precisión de reloj suizo, el regado todos los días de dos potus que adornaban la entrada; el aseo de la casa, que le llevaba invariablemente una hora. Este trabajo solamente dos veces por semana, lunes y jueves
Roberto y Patricia que contaban con unos once a doce años, se turnaban, ya que era, después de conocerle todo los “secretos” domésticos, demasiado cansador seguir observando si por las dudas ocurría algo que ellos juzgaran interesante.
También descubrieron que los martes y viernes, salía rigurosamente por provisiones a las 17 horas y con la misma rigurosidad, volvía a las 19.
No contentos con eso no se dieron por vencidos y para tenerlo bajo la mira todo el tiempo, decidieron espiar los lugares frecuentados por el “extraño” y hasta quisieron saber qué compraba.



Era martes, día de compras, y allá fueron. El extraño, que también tenía nombre, o por lo menos apellido, Nicolino, así lo saludó el almacenero cuando entró.
Patricia y Roberto también entraron.
—Hola, buenas tardes Don Camilo, saludaron al unísono al acercarse al mostrador y otra vez.
—Buenas tardes señor...
El tal señor Nicolino se volvió para devolver el saludo.
—Hola, chicos, buenas tardes, y la mueca que no llegó a ser sonrisa, mostró una pareja hilera de dientes de una blancura poco común.
Su voz se oyó como salida de una cueva. A los chicos les corrió un frío por la espalda.
El comerciante respondiendo el saludo dio la espalda y comenzó a preparar la mercadería, parecía saber lo que el cliente quería, pues simplemente bajaba de las estanterías una serie de artículos, y los ponía en el mostrador, anotando su valor en un cuaderno.
El señor Nicolino, muy a decepción de sus vigilantes, compró cosas corrientes: una pasta dental, un paquete de yerba, arvejas en grano, té, café, una caja de fósforos, velas y tres atados de cigarrillos Virginia Slims. Los jovencitos se miraron y casi sueltan una carcajada.
Don Camilo metió todo en una bolsa y se la entregó, casi sin mediar palabra, el hombre pagó y volviéndose hacia los niños con voz que sonó tanto o más fría que el agua del lago, poniendo su mano derecha a la altura del pecho y levantando el dedo índice, como en señal de advertencia, les dijo:
—Buenas tardes, y recuerden. No siempre se encuentra lo que se busca, y al hacer esto, mostró otra vez su increíble dentadura.
Los chiquillos se miraron sin entender, por cuanto no le dieron importancia.
Después de unos segundos de espera mirando cosas distraídamente y sin oír, dejaron a Don Camilo con la pregunta a medias, salieron corriendo, debían seguir el recorrido del Señor extraño Nicolino. Ellos andaban en bicicleta; él en auto, un jeep descapotado, aunque viejo y bastante destartalado. Lo siguieron a cierta distancia, de últimas no era difícil encontrarlo en caso de que se les escabullera. El pueblo era una calle larga de varias cuadras que daba al puerto y solo un par de ellas hacia adentro.
Después de esperar diez minutos aproximadamente, salió del saladero con una bolsa al parecer muy pesada, la puso en la parte de atrás del vehículo y se encaminó hacía el café “Estrella de Mar” que distaba no más de cincuenta metros, sobre la misma vereda.
Entró, se sentó en la última mesa junto a la ventana, no había más de cuatro, todas ocupadas. A esa hora comenzaban a llegar los pescadores con sus cargas. Pidió algo que sus espías no supieron deducir que sería. Apenas hubo terminado salió, eran las dieciocho y cincuenta, en diez minutos estaría en la casa.
Los dos estaban bastante decepcionados, tampoco había pasado nada interesante ese día. De todos modos respiraron aliviados, pues caían de sueño cuando el hombre apagó la luz a las dos de la mañana, después de leer dos horas reloj, lo cual dejó de hacer para cenar y que le llevo no más que quince minutos. Luego estuvo sentado, a no dudarlo, construyendo algo. La pregunta era qué, pues lo hizo a espaldas de la ventana. Eso era lo que les restaba averiguar y lo dejarían para la próxima ausencia de su hombre, el viernes.




Esperaron unos quince minutos escondidos como a cincuenta metros de la cabaña, en realidad desesperaron, pues el corazón amenazaba con saltarles del pecho.
Roberto se había provisto de una ganzúa que le sacara de la cerrajería a su tío tiempo atrás. No necesitaron la famosa llave, la puerta no opuso resistencia. La sala no revelaba nada extraño, ordenada y limpia contaba con pocos muebles: una mesa vieja, tres sillas a su alrededor, un hogar, un espejo que enfrentaba la puerta, una pequeña biblioteca con títulos conocidos, excepto dos libros negros atados con una cinta roja que se encontraban en un rincón y que no tocaron, lo dejarían para otra oportunidad. Ahora su interés recaía en el oficio realizado por el hombre.
A la izquierda se iba a una pequeña cocina, lo suficientemente cómoda para una persona.
Y a la derecha una cortina que oficiaba de segunda puerta, no fue obstáculo para los pequeños intrusos, que entraron y otra vez se decepcionaron, no había allí nada interesante fuera del orden y la limpieza, al igual que en la sala; la cama de una plaza bien tendida, un cajón dado vuelta hacía las veces de mesa de noche, las cortinas, aunque gastadas, conservaban prolijamente sus pliegues.
Los chicos se miraron.
—Algo debe haber escondido, no puede ser tan solitario y no tener algún secreto, comento Roberto.
Patricia que empezaba a cansarse, le dijo, —¡Bueno que yo sepa no es pecado ser solitario!
—Chist, callate.
—¿Qué te pasa?
—Me pareció oír un ruido, vigilá la puerta.
—¿Por qué no vigilas vos? Se quejó la niña.
Patricia se dio vuelta y lo que vio la dejó petrificada.
Brazos en jarro y como una estatua se recortó en la puerta la figura del dueño de casa. Ahora a la niña le pareció enorme, más de lo que en realidad era. Un grito se le congeló en la garganta; los pies le pesaban toneladas, sintió que la sangre le estallaba en las sienes y sus manos sufrían fuertes temblores.
Su corta existencia pasó ante sus ojos, se vio tirada en una fosa junto a su hermano y su desesperación fue en aumento.
—¿Qué buscan? preguntó el recién llegado, con la tranquilidad que lo caracterizaba.
Esta pregunta sacó del letargo a Patricia e irguió como impulsado por un resorte a Roberto.
Y otra vez con voz que se les antojó de trueno, inquirió:
—¿Sus padres no les enseñaron que violar propiedad privada es delito?
No se movía de la puerta, no había como escapar, las dos ventanas a izquierda y derecha tenían rejas.
La pequeña seguía inmóvil aunque, comenzó a balbucear incoherencias. Su hermano que era algo mayor se puso delante con ánimo de protegerla.
—¿Nos... matará? –preguntó- tratando de disimular el terror que lo dominaba.
—Noo, voy a dejarlos ir. Pero... y mostró un telescopio igual al de ellos. Patricia que aún no había hablado le dijo:
—¡Ese es nuestro telescopio!
—Era, dijo, dirigiéndole una mirada de soslayo.
Roberto sintió que su cara se volvía roja y protestó.
—¡Usted entró en mi casa a robar!
—Y ustedes ¿Con qué fin entraron en la mía? Y agregó, váyanse, pero ¡ojo con lo que hacen! ¡Ahora puedo vigilarlos todo el tiempo...!
Hacía más de una semana que Roberto no dejaba entrar a su madre a la habitación, siempre tenía una excusa diferente.
Ese día no sabía que iba a inventarle. Sus padres aún no descubrían la falta del telescopio.
—Chicos, bajen, tienen visitas, dijo mientras golpeaba a la puerta después de probar y comprobar que la puerta seguía con llave.
—Ya vienen, anunció la señora cuando hubo bajado. Y fue a sentarse junto a su esposo.
Los niños no tardaron en bajar, los anfitriones y la visita callaron al escuchar que se acercaban. La persona en cuestión estaba de espaldas, y al darse vuelta los hermanos nunca imaginaron que verían al mismísimo señor Nicolino.
Roberto y Patricia miraron a sus padres y luego al hombre sin poder dar crédito a sus ojos.
El vecino del otro lado del lago, después de un cálido saludo les ofrecía un regalo.
—Vamos, dijeron sus padres, ¿no van a recibirlo?
Los dos retrocedieron sin decir palabra sentándose uno a cada lado de sus padres.
—¿Qué pasa? ¿No les intriga saber qué hay adentro? preguntó el señor Nicolino, y dejó ver la blancura de sus dientes que le daban al rostro un aspecto inquietante.
—Sí... sí, contestaron.
Ninguno de ellos se atrevía a romper el papel, se miraron, miraron a sus papás que parecían ignorantes de todo y volvieron a mirar al visitante que ahora les pareció disgustado. Esto los asustaba aún más.
—¿Quién los había mandado a espiar? ¿Quién? Era el pensamiento que los dominaba.
Fue el mayor de ellos el que comenzó a desenvolver la caja, esto animó a la niña a ayudarlo.
La sorpresa al abrir la caja fue tal que la expresión les fue cambiando, de temor a estupor para terminar en asombro.
—¿No saben decir gracias? ¿Qué les parece? quiso saber su mamá
Los chicos seguían sin poder pronunciar palabra. Las dos estatuillas de cera, de aproximadamente cincuenta centímetros eran la fiel imagen de ellos.
—¡Ah! ¿Por qué no nos dijeron que le habían prestado el telescopio al señor? inquirió el padre con extrañeza.
Los hermanos no supieron qué contestar. El visitante esbozó una sonrisa y comentó:
—Sus hijos han sido muy amables, se los agradezco infinitamente.
Al tiempo que se levantaba y les dirigía una mirada cómplice a los niños dijo: —pueden ir a buscarlo cuando quieran, los voy a estar esperando.



(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 31 de enero de 2010.-

domingo, 24 de enero de 2010

Lecturas de Verano 2010 (4ª entrega)

LECTURAS DE VERANO 2010


Nuestras invitaciones han tenido el retorno esperado. Estamos recibiendo gran cantidad de material literario que les estamos ofreciendo y ofreceremos durante todo enero y febrero. Son cuatro los convocados para este domingo, pasamos a presentarlos.

Aunque nunca publicó sus escritos, siempre dedicó su tiempo a la lectura y escritura. Se llama Olga García de Figueroa, es Maestra Normal Nacional del Colegio San Antonio y estudió nueve años de francés en el Colegio José Ingenieros. Tiene predilección por el género lírico-poético y en esta ocasión nos envió su libro inédito “Soledades”, del cual extrajimos tres composiciones. En estos escritos la soledad atraviesa las palabras y los sentimientos de una mujer que se siente sola, que pide, que ruega, que recuerda y que llora su pena en cada letra que imprime en el papel. Estamos ante una escritura breve con reminiscencias de poetas españoles y cierta tendencia a exhibir un yo íntimo desprovisto de toda cubierta.

Jorge Domínguez es de Villa Nueva y es un tipo que no se lo encuentra fácil, alguien que aparece cuando uno menos lo espera. De esa manera se acercó a la Redacción de este diario y nos dejó un par de sus poemas manuscritos. Eduardo Roganti lo describe en el prólogo de su tercer libro (“Combinaciones profundas”, 2004), como el hombre que lleva papelitos doblados en el bolsillo; obviamente esos “papelitos” son poemas. La poesía de Domínguez es simple y es el reflejo mismo de un hombre que vive, que choca con la realidad y que pelea por la verdad y la justicia. En el inicio de su último libro el mismo autor talla el siguiente epígrafe, “Érase una vez, los humildes / al poder para escribir la historia / del sacrificio, para alcanzar la / prosperidad y la paz deseada.”

Nació en Carrilobo y pasó allí muchos años junto a su hermana Vilma. Ahora vive en la ciudad y desde aquí está proyectando su literatura que ha madurado notablemente. Tiene publicados los poemarios “Llanura, soledad y recuerdos”, “Pájaros de papel”, “Todo… y lo demás” y el notable “Vestigios de la alquimia”. Hablamos de María Elena Tolosa, que además integra la antología “A orillas del Ctalamochita” y se ha nutrido en talleres literarios junto a Dolly Pagani y principalmente en la “Tertulia Paco Urondo”, en la que Susana Giraudo y compañeras han sido vitales para su última producción en tapas duras. Los poemas de María Elena arrancan de la memoria y se tiñen con los colores de la tristeza, de la soledad y las carencias. Para decirlo con palabras más precisas, que el prólogo expone: “Vestigios de la alquimia” es “(…) un libro que nos enfrenta con sus dolores más profundos y, por sobre todas las cosas, nos demora en las emociones de una mujer que hizo de su experiencia de vida un registro estremecedor de la melancolía hecha belleza en la palabra”. De los treinta poemas que conforman su último libro, seleccionamos tres para compartirlos con ustedes.

Griselda Gómez nació en Villa María en 1962 y se radicó en Córdoba hace tres décadas. Integró varias antologías como “Poesía de la mujer argentina” (1986) y en el Tomo II de “Córdoba poética del siglo XX” (1999). Ha coeditado y colaborado en distintas revistas y diarios. Ha desarrollado principalmente trabajos de investigación en el área de los derechos humanos, pero también sobre el indigenismo, el campesinado, los derechos de los niños y las dictaduras en los distintos países de América Latina. Tiene publicados los siguientes libros de poemas: “Vigías en sombras” (1998), “Lloviéndome los ojos” (1993), “Condenados del vacío” (1998), “Náufragos de palabras” (2005) y “Flores del bien” (2008). Como se desprende de los títulos de sus obras, los temas que la inquietan y la preocupan a Griselda son los relacionados con los derechos humanos y las atrocidades que se han cometido a través del tiempo y con nuestra gente. En ella está la constante actitud de recordar, de que la memoria sea un músculo entrenado y en buen estado para evitar los errores que nos han marcado como personas y como pueblo. Griselda Gómez es periodista y trabaja en “La mañana de Córdoba. Tenemos una entrevista pendiente con ella, sirvan estos poemas para ir achicando esa deuda.

Buena lectura y hasta la próxima semana.




III
del libro “Vestigios de la alquimia”
Por María Elena Tolosa

Presentí el rubor en mi rostro
Me di vuelta
y escuché respirar.
Supe de la profundidad
de sus ojos en mi espalda.
Pude estallar
y callé como una flor tímida en la mañana,
como una la libélula que custodia sus arpegios
como el grito del geranio
liberando el perfume
para derramarlo en sus manos.

* - * - * - * - * - * - * -

XI
del libro “Vestigios de la alquimia”
Por María Elena Tolosa


Desde el misterio de la vida
hasta tus solemnes pasos
engendrados en la tierra.
El azadón y los perros,
el sol cayendo de plano
y la magia de otro hemisferio
cincelando en tus manos.
Te apoderaste del aire y de los pájaros.
Nunca escuché tu canción,
la desglosabas en soledad,
entre mate amargo
y cigarros sin fumar.
Tus silencios me halagaban.
Presiento que vuelves cada tarde
a juntar leña
insinuando que me extrañas.
Los naipes quedaron esperando.
Y aún debemos desgranar
las mazorcas de mayo.


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XXVIII
del libro “Vestigios de la alquimia”
Por María Elena Tolosa

Mis criaturas vagan solas,
son seres ajenos vestidos de luna,
anidan mis entrañas y,
cansadas, salen
en busca de mis manos.
Pretenden una caricia.
Toda esa ternura
está perdida en el ocaso.
Cada atardecer
soy una cueva sin luz
donde crece el tormento
de no haber dado frutos.

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SIN FAS
Por Jorge Domínguez

Lo que es un grano de mijo
Ellos, lo hacen un repollo
y ahí te vienen con todo el rollo
creyendo tener la verdad,
te magnifican descontroladamente
sin siquiera ver el viento
que de pronto puede venir.
Y ahí los quiero ver…
Jugando a la “ruleta rusa”
se suicidan sin querer
(o queriendo)
¡porque son todos masoquistas!

Proceden envenenando
poco a poco
con veneno sustraído
de su santa sabiduría
se equivocan a desgano
repitiendo el armario
de su incredulidad.


* - * - * - * - * - * - * -

(POEMA)
Por Jorge Domínguez

Si el tiempo está de mi lado
llegaré más que temprano
para encontrarme con ella
la que nunca me abandonó.

Si el tiempo está de mi lado
lograré comprender que es en vano
incorporar la llave de la vida
a la calle sin principios, sin final.

Si el tiempo está de mi lado
seré una aguja marcando la hora

remando en el punto cardinal
de la paciencia agotada, ya.

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1
del libro “Flores del bien (primera parte)”
Por Griselda Gómez


Escribo sobre la cama verde
A mi costado los vidrios
De la ventana que apunta al sur
Me devuelven un tilo de otoño
Detrás del cual descansa el general
Apenas a veinte metros
Su mano vieja presiona los gatillos
Y saluda a los vecinos
A diez metros del asfalto
Sus persianas están bajas
Y el motor de su gran automóvil
Me despierta cada mañana
He memorizado su andar de puntillas
Detrás de las rejas de su jardín
He memorizado su bigote
Sus ojos de culebra
Su mujer con cuerpo de foca
Veo la punta de su pino
Mecerse en cada amanecer
Y veo su terror cuando riega
Los lazos de amor florecen
De este lado de las rejas
Lo que no veo lo que no puedo ver
Es cuántas veces gatilló contra los nuestros.

* - * - * - * - * - * - * -

14
del libro “Flores del bien (primera parte)”
Por Griselda Gómez


Caminan por nuestra calle
Y les clavamos la pregunta de nuestros muertos
Miran el mismo benteveo que miramos
No se inmutan
Están convencidos
Caminan entre nosotros
Y si pudieran también nos fusilarían.

* - * - * - * - * - * - * -

25
del libro “Flores del bien (primera parte)”
Por Griselda Gómez

Eramos Revolución Parturienta
La estrella de cinco puntas se erguía
Sobre la futura mamantez
de luces negras
Por la espalda un tiro dos morder asfalto
Falcon y Torino
Verdes pestilencias supuradas
Contra la chica de la bufanda roja

Partida la estrella en maderitas astilladas
Cae rebota ausenta
Consumida por boca feroz
De odio apátrida

Por la espalda sin nombre
Féretros cómplices funerarias
(Encuentro familiares)
De su cuerpo se han llevado
Los ojos los pechos los dedos
En la calle pedacitos de estrella
Una bufanda roja volantes esparcidos
Sueños y utopías.

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12
del libro “Flores del bien (segunda parte)”
Por Griselda Gómez


Clara yo pienso en tu nombre
En el espejo biselado del ropero en tu casa
De los Paraísos y arrojo al aire tu bastón de búsqueda
Te recuerdo en nombre de la fecundidad
Del hijo preso
Y de los hijos libres
Que pusieron el pan en mis manos adolescentes
Flor clara madre de frente a las balas
Me quedé de tu lado
Me corrí de las fiestas ostentosas
De las familias sagradas
Arengo frente al cabildo y somos el pueblo
Clara flor de Domingo
Heroica rebelde y ovárica
El vientre es grande y el fuego estalla.

* - * - * - * - * - * - * -
(POEMA 3)
del libro “Soledades” (inédito).
Por Olga García de Figueroa


La soledad me penetra,
Sus aristas son filosas.
Se clavaron en mi cuerpo
Cuando los verdes años pasaron
Como raíces envejecidas y crueles
Me persiguen por las noches
Oigo sus risas y entonces
Lloran mis ojos vencidos...

- * - * - * - * - * - * - * -

(POEMA 10)
del libro “Soledades” (inédito).
Por Olga García de Figueroa


Oscuridad, recuerdos, besos, caricias,
Lenguas que me envuelven y
Me gritan ¡nunca más!
Las nubes ya se han desecho.
El agua ha de correr.
La soledad me hace muecas
En los rincones tal vez.

- * - * - * - * - * - * - * -

(POEMA 12)
del libro “Soledades” (inédito).
Por Olga García de Figueroa


Entre arenas, piedras, ruidos,
Mi alma quedó marcada.
La soledad declinaba.
Nadie sabía, ni yo,
Lo que mi cuerpo expresaba.
Mujer tonta, estabas enamorada.




(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 24 de enero de 2010.-

domingo, 17 de enero de 2010

Lecturas de Verano 2010 (3ª entrega)

LECTURAS DE VERANO 2010

En un verano que se presenta inestable somos su mejor compañía. Entre agobiantes calores, furiosos vientos, lluvias permanentes y frío inusitado, estamos para acompañarlo. En la playa, bajo la sombra de algún árbol, en el living de su casa o disfrutando de la cama, volvemos otro domingo a estar nuevamente con usted.
En esta ocasión las mujeres nos deleitaran con poemas de los estilos más diversos.

La joven Gisela Rodriguez Gecchele, estudiante del Profesorado en Lengua Inglesa (UNVM) nos cuenta que escribe poesía y cuentos cortos desde los ocho años. Sus temas motivadores son los problemas sociales, políticos e históricos, los libros, la naturaleza y tantos otros. Nos envío tres poesías donde el amor está presente en cada pieza. En una de ellas el amor se reencuentra después de tantos calendarios caídos y da sorpresa saber que los recuerdos mantuvieron vivo la llamita encendida durante tanto tiempo. En otro, una de las tantas historias posibles que nos dejó Malvinas; este texto fue representado como monólogo en un taller de teatro en ESIL el año anterior. La última poesía es el recuerdo del nuevo amor que llegó para quedarse.

Olga Bruera es de Colonia Santa Rita (zona rural de Tío Pujio). Ha participado en antologías de distintas localidades, como Laguna Larga, Alta Gracia, Villa Allende y Catamarca. Obtuvo el 2do. Premio en las Fiestas Mayas de Villa Nueva. Tiene editos dos poemarios: “Alas azules” y su reciente “Simplemente fue aquí”, que se presentó el domingo pasado con misa, cena y actuaciones teatrales. Un volumen que contiene un centenar de escritos realizados por ella y en los que ha cedido espacios para algunos textos ajenos, como los de sus hijos y amigos. Los poemas que nos ha hecho llegar son de una gran calidez en los que enaltece a las mujeres como Mercedes Sosa, pero también a otras mujeres más tangibles como la “doña Inés”. Hay poesía con música, rima y con abordajes a los temas más diversos. Olga Bruera, está preparando un nuevo poemario que vería la luz en la segunda mitad del año.

Para culminar la entrega de hoy, tenemos los poemas de Alicia Perrig, quien es profesora de inglés, poeta, escritora y narradora oral. Coordina el Taller de Narradores Orales de Adultos Mayores de la UNVM. Dicta talleres de capacitación a alumnos de Profesorados de Nivel Primario e Inicial. Se ha desempeñado como capacitadota de docentes en las áreas de Oralidad, Literatura Infantil y Promoción de la Lectura de la Red Provincial de Formación Docente Continua perteneciente al Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. Integra nueve antologías a nivel nacional y una edición bilingüe alemán-español. Publica en diferentes medios gráficos y electrónicos del país y el exterior. Ha obtenido diversos premios en concursos nacionales e internacionales. Llegó a su primera publicación “Pecado Original” tras obtener el Primer Premio en el Concurso Internacional de Poesía “Victoria Siempre 2007” presentado en la 34º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, catalán y alemán. Los poemas que se publican en este suplemento pertenecen a su libro “Excarcelada”, aún inédito.

Seguimos receptando sus textos, junto a sus datos personales y reseña biográfica, en nuestra Redacción o por correo electrónico (eldiariocultura@gmail.com).

Buen domingo.

REUNIÓN
Por Gisela Rodríguez Gecchele

Dos personas se enamoraron

Y la razón perdieron.
Después de tanto andar,
Sus dos corazones decidieron separar.
Un tiempo ha pasado ya
Y hoy se volvieron a encontrar.
Se miran de frente
Y la nostalgia los inunda.


Ella

¿Cómo puede ser
Que todavía estés aquí?
Duermes conmigo
Desde que te conocí.
Habitas en mis sueños
Y me visitas cada mañana.
Tomas conmigo el té
Y vas conmigo a la cama.


Él

Tú también estás aquí,
En mis pensamientos.
Vives conmigo
Cada buen y mal momento.
Tu sonrisa me acompaña,
Me transmite tranquilidad.
Me indicas el camino
Que debería andar.


Ella

El calor invade de nuevo
Y con él los recuerdos vuelven.
Me recuerda a aquella tarde
Cuando me besaste en el puente.
Me regalaste una flor
Y mil “te amo” suspiraste.


Él

¿Todavía guardas aquella flor?
¡Qué hermosa tarde!
Tu pelo brillaba
Bajo el sol
Y tu piel reflejaba destellos
Como diamantes.


Ella

Después de setenta años
Ya no es tan fácil recordar.
Pero sé que mi pelo todavía brilla
Como en aquella tarde magistral.


Él

Yo también he perdido la memoria.
Lagunas se forman en mí,
Como agujeros negros
Que absorben todo de aquí.


Ella

Esto es extraño.
Que la vida nos haya juntado aquí,
Después de tanto tiempo
Para juntos morir.


Él

¿No crees que sea justo?
Quizás debería haber sido así.
Debería haberte preguntado
Si te unirías a mí.
¿Qué hubieras respondido?
Todavía me pregunto.


Ella

Hubiera dicho que sí
Para estar contigo cada segundo.
Para abrazarte
Y no dejarte ir.


Y así los dos enamorados

Sentados en el jardín están.
Pasan largas horas
Intentando recordar,
Ignorando a las enfermeras
Que vienen y van.
Finalmente aceptaron
Que el destino es criminal.
Si realmente amas a alguien,
Por él deberías pelear.
Aunque tarde o temprano,
Juntos se sentarán a recordar.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


SOLDADO

Por Gisela Rodríguez Gecchele


Veo tu mochila

Colgado en el placar.
Todavía siento
El aroma del mar.
Recostada
En el silencio
Lloro,
Lloros sin cesar.
Veo las niñas
Corriendo
Sin parar.
Recuerdo el invierno
Que te tuviste que marchar.
La noticia
Llegó tarde,
Nadie
Pudo respirar.
Las Malvinas
Te esperaban.
Tu familia
Te veía sollozar.
Pequeño soldado heroico,
No lo podías negar.
Era tu misión
Y la teníamos que aceptar.
Entonces,
Llego el día.
No queríamos
Ni mirar.
Con la bandera argentina
En lo alto,
A la guerra
Fuiste a pelear.
Te saludamos
Contentas,
No te queríamos
Preocupar.
¿Quién nos podía asegurar
Que te veríamos regresar?
Era la tarde
De julio
Yo acababa de ser mamá.
Un soldado rubio
Golpeó la puerta
Con pesar.
Traía una noticia:
Tu vida se había hundido
En el mar.
Unos soldados
Enojados,
Te mataron
Sin dudar.
¿Cómo es posible
Que una vida
Pueda disolverse
Como la sal?
¿Nadie nunca
Piensa
Que deja un soldado
Cuando se va?
Hoy,
Después de tanto tiempo,
Desearía que estuvieras acá.
Tu hija,
De blanco,
Me anuncia
Que va a ser mamá.
Te veo
Debajo del naranjo.
No estás
Vestido de soldado ya.
Me tiras
Un beso,
Que yo intento agarrar.
Siento
Como me extrañas
Y sabes
Que te vamos a extrañar.
Hoy es julio
De nuevo
Y ha empezado
A lloviznar.
Veo como tu recuerdo
Se va desvaneciendo
Como un final.
Me dices
Que me amas
Y que me vas a esperar.
¡Oh, soldado heroico
En Malvinas
Te quedarás!
Hasta que llegue el día
En que te podamos recuperar.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


ESTA VILLA JUNTO AL MAR
Por Gisela Rodríguez Gecchele


En esta villa

Junto al mar,
Por primera vez
Te vi.
Te pregunté
De dónde venías
Y si alguien
Esperaba por ti.
Mis manos tomaste,
Como protegiéndolas.
Me dijiste al oído
Que este era tu hogar.
Tus ojos reflejaban
Una imagen de mí
Que nunca había visto
Y jamás descubrí.
Nuestras vidas unimos.
Nunca te dejé partir.
Nos sentábamos viendo la luna
Y escuchábamos al mar, rugir.
Varias noches inundadas
Por la pasión mutua
Dio como fruto
La más bella de las criaturas.
La sostuviste en tus manos
Y la intentaste proteger.
Eventualmente con el tiempo,
Se transformó en mujer.
Trabajamos duro
Y te mantuviste fiel.
Nunca me abandonaste
Y todavía amabas mi piel.
Hoy, después de cincuenta años,
Todavía puedo recordar
Que en esta villa
Junto al mar,
Por primera vez
Te vi llegar.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


LLORAR DE RISA

Por Alicia Perrig

Lava los platos
yo los seco
los guardo en el aparador verde
y limpio el piso de la cocina
después
jugamos a atraparnos las manos
entre las sillas
amontonadas patas para arriba
sobre la mesa larga
se cansa
y me declaro su prisionera
anuda las trenzas alrededor de mi cuello
y lloramos
lloramos tanto
es difícil reír
en silencio
y a escondidas.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


LOS 15
Por Alicia Perrig


Ahora con la nona

dijeron
ella hizo las empanadas
y cosechó las flores
para perfumar la mesa
todavía teníamos los ojos hinchados
las dos
azules y rojos
que se saque los lentes
dijo el fotógrafo
y aquí estamos
ella y yo
en el living de mi casa
me sonríe con esa tristeza suya
esa tristeza de pequeñas violetas
en su vestido de piquet
que aún guardan las yemas de mis dedos
sobre su hombro izquierdo
esa tristeza nuestra
en blanco y negro.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


PERDÓN

Por Alicia Perrig

En la verja
se persigna la mentira
es un crucifijo de sal
el que aúlla las tormentas
no es tan difícil
solo caer de rodillas
ante un dios silencioso
y austero
un dios perfecto
tan perfecto
que nos redime de su mirada.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


BUSCAN

Por Alicia Perrig


Con las bocas

como sepulcros de sed
con las manos de vidrio sucio
con los pies
huellas de flores rotas
bajo la última escama de la tarde
buscan
un remiendo de luz
en la sonrisa.

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SIN REGRESO

Por Alicia Perrig

Camina dos pasos adelante
adelante
dos pasos
o diez
o quince
yo la miro desde abajo
los hombros apretados
las caderas anchas y redondas
la gracia de las pequeñas orejas
bostezos entre el pelo crespo
siempre habla
y mueve las manos
como mariposas con frío
no puedo escucharla
pienso en irme
en no volver a ver
esas alas de escarcha.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


EN EL ESPEJO DEL RÍO

Por Olga Bruera

No quiero ser…
Como ese sauce
Que por verse reflejado
En el espejo del río
Llora allí su condena
Por el tiempo pasado
A la vera de aquel río…
Pensó tanto en él,
Que solo, triste y encorvado
Con sus mismos recuerdos
Sigue su pena llorando…
Por eso todos dicen
Cuando hablan de él
Que a la orilla de aquel río
Hay un sauce llorón
Que se mira eternamente
En el espejo del río.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


DOÑA INÉS

Por Olga Bruera

La costurera del pueblo
La que llamaban, doña Inés
Sentadita siempre estaba
Frente a su máquina de coser
Hilvanando esperanzas
Bordadas con ilusiones
Sola estuvo en la vida
Sin amores ni pasiones
Su espalda ya encorvada
Por el paso del tiempo
Cosiendo tan apurada
Entre hilos y lienzos
Resongando algunas veces
También un poco enojada
Con algunas de sus clientas
Que la cuenta no pagaba
Un día, Dios la llamó
Cuando ya blanco su pelo
Para hacer trajes de nubes
Bordados en el cielo.


* - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * -


ASÍ FUE: QUE ES NAVIDAD

Por Olga Bruera

Dicen que allá muy lejos
Por esas pampas de Dios
Nacía un divino changuito
Al que llamaron Jesús.
Dicen que nació de noche
Y todo se transformó
Una estrella brillaba tanto
Que todo lo iluminó.
Pastorcitos se llegaban
Con una inusitada algarabía
A conocer aquel niño
Que en aquel ranchito nacía.
María y San José
Lo cuidaban con desvelo
Mientras un coro de ángeles
Le cantaban desde el cielo.
Así fue que ese día
Le llamaron Navidad
Y por eso las familias
Se desean felicidad.


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A LA NEGRA

Por Olga Bruera


Doy gracias a la vida

Que me ha dado tanto…
Y la vida se le fue
Como agua entre las manos
Su voz se escuchará
En los caminos…
Todo un pueblo recordará
Las canciones de la “negra”
De fiesta estará Diosito
Por tenerla en el coro celestial
Como a grandes figuras
De la música universal
El mundo ella recorrió
Con su pentagrama de emociones
Y al mundo conquistó
Con tan bellas canciones
Su clásica figura
De mirada picarona
Nadie la olvidará
Y sus canciones entonan
Un recuerdo, un homenaje
Una sentida oración
Para ese personaje
Que descansa junto a Dios.



(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 17 de enero de 2010.-

domingo, 10 de enero de 2010

Lecturas de Verano 2010 (2º entrega)

LECTURAS DE VERANO 2010


Segunda semana de este segmento literario.
Nos enorgullece saber que nuestros lectores nos siguen acompañando en este sexto año de lecturas.
Para no robarles más tiempo a los protagonistas de hoy, pasamos ya nomás a presentarlos y a disfrutar de sus creaciones.

Liliana Costabello es trabajadora social, vive en el Barrio Las Playas y ha escrito desde siempre, aunque al final sus producciones fueran a parar a su tacho de basura. “Desafiando un poco la vergüenza” como nos dice en su correo, nos envía sus poesías de las que hemos seleccionado un par para esta oportunidad. Esa es la idea, abrir el espacio, que no sólo aparezcan los “consagrados” y poder así mostrar nuevas ideas, nuevos textos, nuevas voces.

Mauro Guzmán, joven estudiante de letras y esporádico colaborador de estas páginas nos envió dos de sus últimos escritos; por un lado una poesía que busca respuestas y no la obtiene, por el otro un cuento que escribió una madrugada a partir de un poema que leyó en esa oportunidad. Mauro tiene la necesidad de expresar su vida en prosa o poesía, continuamente está creando, buscando la manera de traducir la realidad en literatura.

Tenemos el gusto también de presentarles tres poemas de Lelia Frías. Profesora de enseñanza inicial y más conocida como narradora oral. De una voluminosa cantidad de poemas y algún cuento seleccionamos una muestra con poemas de distinto color y porqué no, sabor. Entre ellos, mencionamos el “Poema XXII” que fue ganador de la Mención Especial de “literatura Infantil” en el concurso “Julio Sodero” realizado en Ausonia en diciembre 2007.

Seguimos receptando sus textos en nuestra Redacción o al correo electrónico de nuestro suplemento (eldiariocultura@gmail.com).
Nos vemos.



..................................................................."La mosca
....................................................................se eleva
....................................................................sólo para mirar,
....................................................................panorámicamente


....................................................................la mierda que somos.”

..........................................................................................(R.F.)

LA MOSCA
Por Mauro Guzmán


La sartén con las papas todavía crudas. Es el mismo aceite de las milanesas de ayer, marca “Patito”. La doña canta mientras mira la tele y de a ratos interrumpe el concierto, cambia la expresión del rostro y con voz más grave, casi tenor, grita más que ordena a su hija que limpie el cuarto, y que no le conteste, que si ya está que se ponga con otra cosa pendeja de m…, que no puede estar todo el día con el culo en la silla escribiendo ese diario de porquería. La chica no dice nada, si al final sabe que es peor y además, digamos que entiende lo que está pasando, qué puede hacer su madre sino vengarse en ella. Porque esa cara y esa voz eran de actriz de cine viejo en esas escenas en que la doña la humilla a la sirvientita.
Las papas se empiezan a dorar cuando el picaporte de la entrada gira con un leve ruido, suficiente para que la doña (que ya tenía acostumbrado, entrenado el oído al ruidecito) de un salto despegue sus nalgas caídas del sillón blanco que conserva la huella de sus glúteos y simule un trabajoso mediodía de ama de casa, esta vuelta moviendo la sartén y limpiándose de la frente un sudor imaginario. “Hola negrito, cómo te fue, dame un beso, no, sentate, sentate, dejá que yo llevo la campera a la pieza”.
—¿Qué es eso, qué están viendo?
—ah, ni idea (dice desde la puerta de la pieza), debe ser tu hija, yo estuve toda la mañana ocupada, no tengo tiempo para andar mirando esas pavadas. Pero tu hija, claro, con tal de no ayudar, cualquier cosa. ¿Vos podés creer que sea tan vaga? Yo no sé, mirá, no sé a quién habrá salido, porque lo que es vos, trabajás como una bestia.
La nena terminaba de barrer el cuarto y aparecía en la cocina-comedor. Simplemente aparecía. El padre, al verla, notó que de lo oscuro de la cocina, de lo gris de las baldosas de hace años cuyas grietas se sabía de memoria, surge, apenas interrumpida por ese saco de piel arrugada que no para de hablar y cuyas grietas también se figura mentalmente -ahora con asco, con hastío, emerge una infantil luminosidad que logra cambiarle la expresión del rostro, que ahora sí parece de humano -casi de novio nuevo- y no de trabajador y encima cansado. La sonrisa es más que obvia y se vuelve palabras como “hola princesa, qué tal el día, espero que bien”.
La nena, antes de responder, mira de reojo a la madre y la ve putear entre dientes y mirarla con un león en cada ojo, entonces la nena sonríe con tristeza y responde cabizbaja: “bien, papá”.
Vení, vení con el papi un ratito, le dice. Hasta la mosca que merodeaba los escasos restos de azúcar de la mesa podía notar lo desproporcionado del cuadro: una ex-niña, lista ya para el corpiño, sobre las rodillas de un señor mayor que ella, acariciada como se toca un asado siendo un argentino con hambre.
La doña vuelve al canto, pero en un tono más histérico, acorde a la violencia con que toma la espumadera para sacar las papas. Las pone en la mesa y le dice a su marido ¿vas a dar las gracias? Sí. Sentate hijita, acá al lado, que comemos. Te damos las gracias, Padre, por otro día más de vida y por estos alimentos. Te pedimos que los bendigas y que te acuerdes de los que no los tienen, en especial los chicos de la calle, gracias por todo y te pedimos tu bendición en el nombre de nuestro amado Salvador y Señor Jesucristo, amén.
Todo esto con las cabezas inclinadas y los ojos solemnes, cerrados, excepto la nena, que los tenía abiertos y se tapaba los oídos, como si estuviese oyendo alguna especie de blasfemia, en vez de la santa oración que se dijo.
—¿Y no llamó nadie, Teresa?
—Sí, negro, el Tito. Dice que el domingo no va a poder ir, que si no podés predicar vos.
—¿Yo? pero ese Tito es un irresponsable.
—Tiene veinte años, negrito, hay que encaminarlo. No te olvidés que es un valor, y hoy en día la juventud…
—Mucho valor no debe ser, porque es la segunda vez que hace lo mismo.
—Sí, yo le dije, pero dice que por eso te avisaba con tiempo y que como vos eras el pastor.
—Sí, pero el pastor también trabaja ocho horas por día, tiene una familia que mantener, el pastor, no está al vicio como él.
Con otras disquisiciones teológicas del estilo, transcurrió el almuerzo. Disquisiciones interrumpidas por un que otro “shh, que no escucho la tele” -si por lo menos la pagaras- si la pago- sí, con otros cuatro vecinos- ¿pero pago o no pago? -entonces, si pagás eso no te enojés de que te deje escuchar un cuarto del programa.
Ya bordeando el postre, entre los últimos pedazos de flan, él le pregunta -¿qué te pasa, te comieron la lengua los ratones?- La respuesta de la nena es corta: mira a su madre y se calla.
—¿No vas a comer el postre ni siquiera? Hagamos una cosa, vení con el papi a la pieza y te doy de comer, como a vos te gusta, para que veas que te quiero.
La nena no respondió. Esta vez tampoco miró a la madre. Como un robot de funciones programadas, más progr que amadas -un lavarropas, digamos- (siempre recordaba en estos momentos el versículo preferido de su padre: “porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales él preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” -Efesios 2:10-) se levantó y con actitud mecánica/electrodoméstica se dirigía a su cuarto, a su propia cama. El padre iba atrás de ella, y en el camino cerró la Biblia, que la niña había dejado abierta sobre la mesa de piedra de la cocina. La madre, mientras tanto, espantaba una mosca que vacilaba hacia arriba y tomaba el control remoto para poner el volumen alto, muy alto, alto, muy alto.


DE QUÉ COLOR
Por Mauro Guzmán

Nunca me dijiste de qué color
es la tristeza
cuando desenvaino mi mano
del bolsillo del jean
para envolverte la
mejilla a caricias
(sé que pensás que son
baraticias- se lo dijiste
a tu amiga el otro día
por teléfono. Sí, sí,
yo estaba escuchando. No,
no es curiosidad, se llama
insomnio). Y yo desenvaino
mi mano, y vos con tu
sonrisa incolora (creo) ensayás
una mueca parecida a la risa,
pero tus ojos no entienden el
juego, y mi bolsillo vacío
y la mano que vuelve y mi
bolsillo lleno y nunca me dijiste
de qué color. Y mis dedos
se desmenuzan en caricias
que les sobran y me chorrean
por los muslos y surfean la
rodilla y se caen al piso. Después
miro para abajo y no te digo nada
y me voy a olvidarte otro poquito (ya
te olvidé tres, me faltan veintisiete)
tirado en la cama para qué de dos
plazas, y te escucho avanzar y pisar
con tus botas de cuero y de bronca
mis caricias chorreadas en las baldosas,
y qué chiquitito qué flaquito el ruido
cuando las pateás y te matás de
risa, aunque nunca me digás
de qué color.


* - * - * - * - * - * -
TRIBUTO A TU AMOR
Por Liliana Costabello

Me has amado, con la profundidad
de la última vez, he sentido
tu abrazo temeroso ante la
posibilidad de mi huída.

Has sido agua mansa, has
saciado mi sed, has velado mi
sueño en el amanecer, has sido mi
amigo y mi compañero fiel.

Quiero hoy ofrecerle un tributo a tu
amor, ya sé que no te he amado
como esperabas, pero te he
amado como yo he podido.

Los besos de mi boca siempre
fueron tuyos, aún cuando mi alma
galopaba junto a los recuerdos de
otros besos que no fueron míos.

Tu compañía fue luz en la
oscuridad de mi vida, tu sonrisa
profunda trajo alegría a la fuente
de la angustia de otra partida.

Tu abrazo calmo el dolor de otra
ausencia, tu caricia fue un
bálsamo en la tormenta de mi
existencia y aunque tu ternura
siempre fue mía, la mía no
siempre fue tuya.

Vengo a brindarle un tributo a tu amor,
por la paz con la que
cubriste la insolencia de otra
pasión, que aún en la distancia,
me agobia el corazón.



LAS AGUJAS A ANDAR
Por Liliana Costabello

Padezco una larga angustia,
esperarte sin saber si alguna vez
has de volver.
Pero si retornas no sé si te
reconoceré.
¿Serán tus ojos los mismos que
amé?, tu piel tendrá todavía el
aroma del café. Y aquel viejo reloj,
echará nuevamente sus agujas a
andar, anunciando que nuestra
hora ha vuelto a empezar.

* - * - * - * - * - * -

POEMA XXV
Por Lelia Frías

Mi espíritu
abyecto
se eleva,

atravesando
sombras
de fuego,

se encarcela
en el purgatorio
de mi eternidad…

gime,
suplica,
espera…
..................................Resurrección.


* - * - * - * - * - * -

POEMA XVII
Por Lelia Frías

De las nubes,
cayó un pájaro.

Era un duende…
caminaba
dejando polvo
de estrellas.

Nacieron
mariposas,
luciérnagas,
caramelos de miel…


* - * - * - * - * - * -

Poema XXII
Por Lelia Frías

La luna,
¿es una banana?
¿Es un queso…?

La luna
quiere ser
................todo eso…

A la una,
una uva.

A las dos,
para dos.

A las tres
una cuna…
Y a dormiral revés.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 10 de enero de 2010.-

domingo, 3 de enero de 2010

Lecturas de Verano 2010 (1º entrega)

LECTURAS DE VERANO 2010


A partir de hoy y durante los meses de enero y febrero dispondremos de nuestro espacio para publicar sus escritos. Lectores, de la ciudad y alrededores, matizarán los domingos de vacaciones con sus propias producciones literarias.
Todavía hay tiempo, pueden enviar sus textos a nuestra Redacción o al correo electrónico de nuestro suplemento (eldiariocultura@gmail.com).
Inauguramos el año con las poesías de tres escritores:

Fabiana León. Es docente de nivel medio y superior. Fue periodista radial y de medios gráficos de la ciudad. Hace pocas semanas dio a conocer su nuevo trabajo en tapas duras. “‘Para nombrar eso’ (2009) reúne las series Poder, Nena y Tarosías. Los dos primeros fueron escritos en enero de 2009 y el último contiene poemas de los últimos 15 años. Antes y después se ubica “Bocado infinito” (2004) y “Diamantes posibles” (2008), de próxima aparición.” De esta reciente producción tomamos varios poemas; más una pieza de las plaquetas “Humanos” (2009) y “De sus versos brotan alas. Homenaje a Edith Vera” (2009).

María Rosa Menéndez es de la vecina localidad de James Craik. Ha participado en varias antologías literarias del taller al que concurre y ha obtenido algunos premios y distinciones. Ha participado en concursos literarios como el local “Primo Miguel Beletti” y tiene una publicación con sus trabajos. La misma se titula “Caminando sueños. Poemas y cuentos” impreso por las Ediciones CC. En esta oportunidad publicamos dos poemas inéditos que nos enviara y uno más que extrajimos de su libro.

Augusto Daniel Páez. Puntano. Joven egresado del Profesorado en Lengua Castellana que se dicta en la Universidad local. Tiene editado un libro de poesía titulado Gladios (2005) y apareció en algunas antologías locales como “Voces de este río. Antología narrativa: Villa María-Villa Nueva” (2009) y “Tinta de poetas. Una encuesta a la literatura de este río” (2009). Posee además algunos libros inéditos en poesía y un volumen de cuentos y relatos.

Hasta el próximo domingo.


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DÓNDE FUE QUE TE PERDÍ
Por María Rosa Menéndez

Llegar..., donde
principia el horizonte
y contemplar el final del mundo.
Te amé porque
juntos compartimos esos sueños,
y abrazados cabalgamos
en Pegaso,
entre seres alados y esferas
de cristal,
bailamos en su música la danza
del amor.
Te amé… porque te hiciste niño
Y me acompañaste a mi país,
Soñando juntos en la vida
del futuro
esa que será después de ésta.
Hoy… temo mirarte
pues me miro en el espejo de tus ojos
y es inmensa la distancia.
Yo elegí quedarme, equivocada o no,
en aquella niña,
en ella soñé, reí, divagué
es mi verdad y soy feliz.
Tú, en algún recodo del camino
torciste el rumbo,
perdiéndote en la selva de mentiras,
transformándote en adulto.
Lejos ha quedado nuestro mundo
hoy no descubres el final del arco iris,
yo, sólo veo sombras al otro lado
de tus ojos.


SOÑAR EN ABSTRACTO
Por María Rosa Menéndez

Y me duermo…
me duermo para olvidar
olvidar… es rechazar
el pasado
pasado… es vivir
en retroceso
retroceso es morir de a poco,
a poco que sueño…
sueño que estoy… en
el presente
el presente… el hoy eterno
lo que soy
lo que soy… no importa,
sólo ser
ser… sin sombra
ni nombre,
ni nombre que me nombre a mí.
Y despierto… con nostalgia,
con nostalgia… recuerdo
los sueños
los sueños… de tiempos
vividos,
vividos… torturados, desdichados
momentos
momentos de humanos sentimientos
sentimientos… ilusorios porque
son mortales.


ARPEGIOS DE LUZ
de “Caminando sueños”
Por María Rosa Menéndez

La noche carece de luz,
el cosmos solo es sonido,
música de cuerdas universales,
colores en sonidos musicales
danzas y girones de arpegios,
que pulsan dentro mío,
el alma gira y gira
al compás de esa melodía,
se detiene y luego recomienza,
salta, ingrávida se eleva
en el cristal sin luz
del sonido con profundidad
de noche.


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ASIENTO 74
Por Augusto Páez

Anoche, mientras viajaba, o
debo decir, mientras viajo en colectivo
pienso
en todos los accidentes y
piensoque vamos a chocar de frente contra otro colectivo.
.

Podría decir, concluir
que la poesía
es chocar contra otro colectivo,
chocar de frente,
algo duro.
Pero sería una metáfora fácil.
.
La poesía no es chocar contra otro colectivo de frente.
La poesía es la muerte.
.
Lo pienso y no me animo a escribirlo;
mejor esperar a que llegue a mi casa
y pensar bien estas cosas con mi pipa.
.
Y sin embargo chocar.
Y sin embargo la poesía.
Si llegara a pasar, no sé si podría
soportar el impacto.
.
Pienso
que mientras viajo en colectivo, mientras espero
no estoy haciendo nada digno de poesía.
.
No estoy pensando con nostalgia
en aquella novia, maravillosa,
a la que regalé una pieza de dominó
para la buena suerte
y lo mejor que le pasó en la vida
fue perderme;
ni en aquella otra, nefasta,
la que para olvidarme
quiso cambiarse el nombre y el cuerpo.
.
Una exnovia que se recuerda
es la muerte. U otra cosa.
Pero nunca es poesía.
En todo caso, la mala suerte.
.
Tampoco estoy escuchando en mi mp3
aquella canción inolvidable,
digna de ser la última.
(Así y todo, ese cuarteto que te rebota en la cabeza,
y te pasa eso que a veces, ponés “repeat”,
tenés ganas de cantarlo a los gritos.)
.
Tengo, eso sí, un sentimiento extraño que me ronda
pero,
es demasiado leve o estúpido
para que sea digno de poesía:
sienta pena (por mí) porque una chica, ahora mismo,
debe estar haciéndole un té de tilo al novio
o curándose la gripe, tomando algo calentito.
Y yo a punto de estrellarme.
Ella es la chica más buena del mundo.
Imposible para mí, ahí, al alcance de la mano.
Como la poesía.
.
Esta sí me parece una conclusión más verosímil.
Las mujeres imposibles, pienso, pueden ser como la poesía.
Ambas:
uno puede llegar a creer en un momento de necedad
que las tiene al alcance de la mano.
.
La muerte sí que está al alcance de la mano.
.
Pero no estoy en ese momento tan necio,
por lo que tampoco creoque ahora pueda colisionar la poesía
.
....
.
Llegué a mi casa; no llegó
ni el colectivo de frente
ni la muerte
ni la poesía.
.
Ya en mi sillón, sigo escuchando ese cuarteto
que jamás sería digno de ser la última canción.
(Sé perfectamente que la historia de la letra
no tiene absolutamente nada que ver
con aquella chica tan buena. Pobrecita,
debe estar tosiendo ahora. Seguro.)
.
Pienso
con mi pipa, en mi sillón, dos cosas:
primero, que las mujeres imposibles
nunca te van a dar bola;
y segundo
que no pasó nada en la noche,
nada especial, como
chocar con un colectivo,
menos escribir una poesía.
(O escuchar una canción inolvidable.)
.
Más bien, me siento
como un papel borroneado, hecho un bollo
aplastado por una gigantesca rueda.



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II
Del libro “Para nombrar eso” (2009)
Por Fabiana León

Rogá que la memoria quepa
en un grano de sal
así no arderá la herida
de tu lengua enferma.


V
Del libro “Para nombrar eso” (2009)
Por Fabiana León

Escuché que hablaba
de revolución
como si fuera capaz
después lo vi desnudo
ante el ardor
delatando el sueño de los otros.


7
Del libro “Para nombrar eso” (2009)
Por Fabiana León

Jugando en el alero de casa
Justo al frente del campo
Agarro un palito
Le pongo caca de gallina
Y quiero convencer a mi amigo
Es dulce de leche,
Le digo con los ojos abiertos
Más grande, con los mismos ojos
Traté de convencerme
De que la vida era dulce.



EL LOCO
Del libro “Para nombrar eso” (2009)
Por Fabiana León

Otra vez el loco, el incendiario.
Como un silencio de circo
corre los perros de la noche
mojado en su propio dolor.
Herido por la risa de los otros
grita.
Con la primer luz
vuelve al río.


VI
De la plaqueta “De sus versos brotan alas y alas… Homenaje a Edith Vera (agosto de 2009)”
Por Fabiana León

Con una ramita
de cedrón
escribiré
a la lluvia
para que lave
la tristeza
por su ausencia.


[POEMA]
De la plaqueta “Humanos” setiembre de 2009
Por Fabiana León

Estás allí
desnudo
sin espejo
Desamparado
Solo
Los otros gimen
sus condenas
Un sol escandaloso
subraya la indecencia
de esta tarde de otoño
La vida descalza sus penas
Ni se oyen las hojas en el suelo
Están allí
afuera
Vestidos y desnudos
Afuera
inexorablemente afuera.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 03 de enero de 2010.

viernes, 1 de enero de 2010