ENTREVISTA CON
DANIEL TEOBALDI
DESCUBRIDOR DE MUNDOS
Agazapado cerca del libro de firmas lo espero con ansias.
Él llega de Córdoba y deja registrada su asistencia. Culmina con el trámite mientras yo lo acecho desde unos metros. Luego lo saludo, nos pedimos un café (de esos que él describe tan perfecta y poéticamente en sus relatos) y nos dirigimos hacia algún lugar tranquilo.
Apoyamos los pocillos sobre el escritorio de una pequeña habitación. Se coloca frente de mí y detrás de él el fondo se rellena con un enorme pizarrón verde. Estamos en una de las aulas del Campus Universitario de la Universidad Nacional de Villa María, lugar que hemos compartido con el entrevistado algunas veces, pero con otros roles, él como profesor, yo como alumno.
Hoy me toca a mí hacerle las preguntas. Aunque no sólo como docente, sino también como el escritor e intelectual que es.
Sus publicaciones abarcan los diversos géneros literarios: “La plenitud de la palabra. El pensamiento poético de Leopoldo Lugones” (ensayo, 1998), “Leopoldo Lugones, escritor épico” (ensayo, 1999), “El orden de la escritura. Tensiones en la literatura argentina” (ensayo, 2005), “Los oficios inciertos” (cuentos, 2000), “Un lento crepúsculo” (novela, 2005), “Ser en la luz” (poesía, 2005), “La otra mirada” (cuentos, 2007) y “Escrito en el aire” (cuentos, 2008), del cual ofrecemos una aproximación en la siguiente página. Dirige la colección de narrativa Los mundos posibles, de Ediciones El Copista, nombre que le ha dado también a su blog personal www.losmundosposibles.blogspot.com.
Daniel Teobaldi es un tipo feliz. Un hombre que, mediante la escritura de sus textos, nos da a conocer este mundo y todos los demás. En esa rara atmósfera en que nos sumerge, seremos partícipes de las vidas de personajes comunes y no tanto, quienes nos harán cuestionar sobre nuevas maneras de pensar la nuestra.
—¿Cómo surgió la idea de escribir literatura?
—Yo empecé a estudiar letras con el propósito de mejorar mi lenguaje para escribir mejor mis ficciones, esa es mi realidad. Yo quería ser escritor, ya venía escribiendo sistemáticamente desde los 14 años. Cuando entro a la facultad, venía con un par de concursos literarios ganados en el género cuento. Uno dice varios cuentos, porque en el camino dejó muchos más, tenía lecturas hechas, admiraciones a escritores argentinos y extranjeros; entonces cuando entré a la carrera me pasó lo que les pasa a muchos, seguí escribiendo, pero la carrera me fue absorbiendo, fui postergando el desarrollo de mi actividad como escritor. Lo hacía en menor cuantía, de una forma “secreta” me sostuve en el tiempo; tenía otros compañeros, que nos pasábamos lo que escribíamos, es allí donde nace nuestro taller literario, que vengo coordinando del año ‘87. Cuando los talleres literarios se fueron empezando a formar en Córdoba nosotros ya habíamos generado uno.
—¿Creés que es necesario asistir a los talleres literarios para ser un “buen escritor”?
—El taller literario ayuda, la cuestión está en el momento en que uno se larga solo y te podés despegar del taller. Sucede que estos talleres se transforman en lugares para compartir, son espacios para estar. Creo que es importante el taller, te permite ver cuestiones que vos no visualizás de tus propias producciones, leídos por otros, vos podés mejorar sensiblemente tus textos. Sirve sobre todo para sistematizar lecturas, modalidades de lecturas y que haya formas o fórmulas a las que vos vayas prestando atención a la hora de escribir y corregir tus escritos.
—¿Con qué tipo de literatura tenés más afinidad?
—En mi caso como escritor, me ha orientado mucho la literatura fantástica, que te abre una perspectiva bastante amplia de los que es el mundo; te dice, el mundo es esto, pero también puede ser este o este otro. La literatura policial me ha permitido complementar lo fantástico a través de la concepción de un método de investigación; en muchas ocasiones, uno sabe que todavía le falta algunos pasos para llegar a la verdad o la dilucidación definitiva. Lo cual significa que tenemos un mundo para seguir descubriendo y disfrutando.
—¿Qué significa la literatura para vos?
—La literatura es la posibilidad de descubrir el mundo. La posibilidad de descubrir dimensiones humanas. ¿Cuáles serían mis inquietudes? Poner a un personaje y ver que pasa si lo enfrento a tal situación. Como vos podrás ver, la atmósfera de mis narraciones son un poco extrañas, porque en parte considero que el mundo y la vida son extrañas, porque nos están enfrentando siempre a situaciones complejas que uno no se espera, eso me permite la literatura, me posibilita descubrir al mundo, al hombre, ver en qué estamos, dónde estamos. Esa es la mejor manera, preguntándoselo al personaje, o escribiendo, porque para mi escribir es ir como desglosando un camino. El mundo no lo vamos a conocer nunca, a la vida en su totalidad tampoco, pero sí podemos ir viendo esos núcleos del mundo y dimensiones de la realidad. “Los mundos posibles” no es un título al azar, me lo planteo como que cada autor, cada libro me va a mostrar una opción, una posibilidad de contemplar el mundo y de verlo, de profundizar y de descubrir; eso me permite la literatura. Y fundamentalmente me permite disfrutar, disfruto con el descubrimiento, por eso también soy investigador.
Daniel Teobaldi se recibió en 1983 como Profesor de Castellano de enseñanza secundaria, obtuvo el Profesorado de Castellano, Literatura y Latín de Enseñanza Superior (1984), es Licenciado en Lengua y Literatura Castellanas (1989) y Doctor en letras modernas (1995). Ha dictado clases en la UNC, en la Universidad Católica y es docente de la Universidad Nacional de Villa María. Tiene dictados cursos y conferencias sobre Cortázar, Lugones, Tizón, Borges y otros, mucha actividad de investigación y ha obtenido varias becas.
—¿Cómo es la vida del docente universitario?
—Es una vida en la que uno no pude aburrirse nunca. También trabajo en la escuela secundaria. Lo bueno de dar clases en la secundaria y en la universidad, es que me permite no perder de vista dos cosas; el origen y el destino de las personas que uno forma. La universidad es un poco el centro, porque los alumnos de la universidad, son los que van a desarrollar sus conocimientos, sus saberes en dos ámbitos que son fundamentales, la educación y la investigación. La secundaria, los prepara para que tengan una expansión y sobre todos para leer textos literarios, artísticos y para que obtengan todo lo que ese texto les pueda ofrecer, justamente por un profundo amor a la palabra. Los textos son el punto de partida siempre, uno les tiene que dar textos angulares, que uno sabe que no van a ir a buscar a las librerías. Acá en Villa María, desarrollo dos espacios curriculares.
—¿A qué materias estás haciendo referencia?
—“Introducción a los estudios literarios” en primer año y al “Seminario de profundización de literatura argentina” en cuarto año. Justamente en este último espacio los oriento fundamentalmente a autores y textos que muchas veces quedan relegados de los programas de literatura argentina por múltiples razones. Por razones de tiempo, porque la cátedra está armada de una manera; pero que son autores que están en la currícula secundaria, entonces, además de prepáralos para la investigación también los preparamos para el desarrollo con solvencia de temas y autores en su discurrir en la escuela secundaria. Con esa perspectiva los oriento. Es importante atender a la formación de nuestros alumnos con un sentido realista, a nosotros nos permite atender a lo que es la formación y la investigación. Con respeto a este punto y complementando lo que vos me preguntabas, está el otro aspecto que nos pide la universidad que es la investigación. En este momento está saliendo un libro sobre imaginarios literarios, que realizamos con un grupo de colegas. Uno está siempre en proceso de producción, escribiendo libros, capítulos de libros, no te podés quedar quieto.
—Además de la investigación, la escritura, la coordinación de un taller literario, la universidad también te exige extensión.
—Con el profesor Fabián Mossello estamos presentando un proyecto que van a ir acompañando la aparición de un libro, justamente, porque lo que uno puede proyectar en extensión tienen que ser los conocimientos nuevos que uno ha desarrollado; con ese convencimiento hacemos este tipo de cosas, para que no quede solamente en el libro. Podemos incluir el libro en la bibliografía, podemos hacer la presentación, pero también el libro tiene que tener otra vida, otra proyección; entonces uno lo plantea como una fuente bibliografía insoslayable. A mi siempre me interesó trabajar sobre escritores argentinos en un tiempo en que había pocas cosas escritas en ese momento, como en el caso de Héctor Tizón, Juan José Saer; salvo el grupo de Punto de Vista o del Centro Editor de América Latina, nadie más escribía sobre Saer, y cuando nadie escribía sobre Saer, yo estaba elaborando mi trabajo final sobre “El entenado”, o estaba escribiendo mi tesis de licenciatura sobre Tizón; y en el ’83-’84, ¡¿qué bibliografía había al respecto?! ¡Nada! Por lo menos tomar un corpus y profundizarlas es muy importante, porque para el que viene detrás, eso es oro en polvo.
—Muchas veces cuando hacemos nuestras lecturas, nos encontramos con textos que nos disgustan y nos cuesta abandonarlos, ¿qué considerás que hay que hacer en esos casos?
—Hay quienes les cae una obra y simpatizan con ella, esta idea de sentir con el otro; pero como toda relación humana, uno no puede simpatizar siempre con cosas que dice o hace el otro. El lector tiene libertad. La literatura también es libertad. La literatura es como una casa, te sentís bien o te sentís mal, hay pocos matices, entonces ¿para qué vas a estar sufriendo? Borges dijo alguna vez “yo me vi derrotado por las novelas grandes”, ¿para qué agobiar al lector con 500 páginas si con 15 eran suficientes? Por eso nunca Borges escribió una novela, todos les critican ese hecho, pero hay que escucharlo en muchas de sus declaraciones. Lo mejor que nos puede suceder es sentarnos a leer un libro y disfrutarlo, ya cuando empezamos a padecerlo tenés que dejarlo, salvo que tengas que estudiarlo. Cuando uno descubre el mundo mediante la lectura ese descubrimiento nos produce felicidad.
—Para escribir una novela, ¿de qué manera trabajás?
—Parto de una idea. Trato de concretar esa idea en un título, que trato de que sea metafórico, pero como la metáfora es un tropos, para mi tiene significado. Escribo el primer capítulo, y a medida que voy avanzando con notas, escribo el último, es decir, sé a donde quiero ir. Escribo en donde esté, acá llevo un cuaderno conmigo con notas, para la novela que estoy escribiendo ahora.
—¿Y qué te dice que lo que vas a escribir es una novela y no un cuento o varios cuentos?
—La trama, es lo que te va a dar la idea de los personajes, como se van a ir expandiendo las acciones, en qué medida vas construyendo el argumento y después los personajes y notas, notas, muchas notas, en donde sea, en la universidad, en un bar, en la cama.
—¿Y la cuestión biográfica? ¿Qué papel juegua en tus escritos?
—Es difícil por ahí, separar lo biográfico, trato de hacerlo. Pero siempre un parte de algo, suponete vos que la situación de esta entrevista va a parar a una parte de una novela. Son situaciones vitales imprescindibles para la creación. Por ahí Roberto Bolaño se quejaba de que últimamente las novelas que se publicaban son biografías disimuladas; yo de alguna manera cuestiono esa aseveración, que a parte es cierta; pero… ¿por qué no? Porque no incorporar elementos de la experiencia propia a una ficción, sin llegar a lo que hizo Héctor Bianciotti con esa trilogía de novelas que era su vida trasladada al plano de la ficción, que eso ya es el extremo; pero no veo que eso sea un límite para la novela. Si la literatura forma parte de la experiencia y vos formás parte de la experiencia literaria, por qué no podés hacer esa transferencia, nadie te va a pedir que rindas cuentas, salvo que seas muy explícito e involucres a gente. Como decía Pérez Galdós, “todo es novelable”. Encontrarle el matiz narrativo a la experiencia vital, eso es extraordinario. Porque en definitiva el hombre nace y se desarrolla contando ficciones. Paul Ricoeur titula un capítulo de uno de sus libros “la vida en busca de un narrador”, yo creo que ahí se resume todo esto lo que estamos diciendo. En definitiva, la función narrativa prevalece en todos los actos de nuestra vida.
DANIEL TEOBALDI
DESCUBRIDOR DE MUNDOS
Agazapado cerca del libro de firmas lo espero con ansias.
Él llega de Córdoba y deja registrada su asistencia. Culmina con el trámite mientras yo lo acecho desde unos metros. Luego lo saludo, nos pedimos un café (de esos que él describe tan perfecta y poéticamente en sus relatos) y nos dirigimos hacia algún lugar tranquilo.
Apoyamos los pocillos sobre el escritorio de una pequeña habitación. Se coloca frente de mí y detrás de él el fondo se rellena con un enorme pizarrón verde. Estamos en una de las aulas del Campus Universitario de la Universidad Nacional de Villa María, lugar que hemos compartido con el entrevistado algunas veces, pero con otros roles, él como profesor, yo como alumno.
Hoy me toca a mí hacerle las preguntas. Aunque no sólo como docente, sino también como el escritor e intelectual que es.
Sus publicaciones abarcan los diversos géneros literarios: “La plenitud de la palabra. El pensamiento poético de Leopoldo Lugones” (ensayo, 1998), “Leopoldo Lugones, escritor épico” (ensayo, 1999), “El orden de la escritura. Tensiones en la literatura argentina” (ensayo, 2005), “Los oficios inciertos” (cuentos, 2000), “Un lento crepúsculo” (novela, 2005), “Ser en la luz” (poesía, 2005), “La otra mirada” (cuentos, 2007) y “Escrito en el aire” (cuentos, 2008), del cual ofrecemos una aproximación en la siguiente página. Dirige la colección de narrativa Los mundos posibles, de Ediciones El Copista, nombre que le ha dado también a su blog personal www.losmundosposibles.blogspot.com.
Daniel Teobaldi es un tipo feliz. Un hombre que, mediante la escritura de sus textos, nos da a conocer este mundo y todos los demás. En esa rara atmósfera en que nos sumerge, seremos partícipes de las vidas de personajes comunes y no tanto, quienes nos harán cuestionar sobre nuevas maneras de pensar la nuestra.
—¿Cómo surgió la idea de escribir literatura?
—Yo empecé a estudiar letras con el propósito de mejorar mi lenguaje para escribir mejor mis ficciones, esa es mi realidad. Yo quería ser escritor, ya venía escribiendo sistemáticamente desde los 14 años. Cuando entro a la facultad, venía con un par de concursos literarios ganados en el género cuento. Uno dice varios cuentos, porque en el camino dejó muchos más, tenía lecturas hechas, admiraciones a escritores argentinos y extranjeros; entonces cuando entré a la carrera me pasó lo que les pasa a muchos, seguí escribiendo, pero la carrera me fue absorbiendo, fui postergando el desarrollo de mi actividad como escritor. Lo hacía en menor cuantía, de una forma “secreta” me sostuve en el tiempo; tenía otros compañeros, que nos pasábamos lo que escribíamos, es allí donde nace nuestro taller literario, que vengo coordinando del año ‘87. Cuando los talleres literarios se fueron empezando a formar en Córdoba nosotros ya habíamos generado uno.
—¿Creés que es necesario asistir a los talleres literarios para ser un “buen escritor”?
—El taller literario ayuda, la cuestión está en el momento en que uno se larga solo y te podés despegar del taller. Sucede que estos talleres se transforman en lugares para compartir, son espacios para estar. Creo que es importante el taller, te permite ver cuestiones que vos no visualizás de tus propias producciones, leídos por otros, vos podés mejorar sensiblemente tus textos. Sirve sobre todo para sistematizar lecturas, modalidades de lecturas y que haya formas o fórmulas a las que vos vayas prestando atención a la hora de escribir y corregir tus escritos.
—¿Con qué tipo de literatura tenés más afinidad?
—En mi caso como escritor, me ha orientado mucho la literatura fantástica, que te abre una perspectiva bastante amplia de los que es el mundo; te dice, el mundo es esto, pero también puede ser este o este otro. La literatura policial me ha permitido complementar lo fantástico a través de la concepción de un método de investigación; en muchas ocasiones, uno sabe que todavía le falta algunos pasos para llegar a la verdad o la dilucidación definitiva. Lo cual significa que tenemos un mundo para seguir descubriendo y disfrutando.
—¿Qué significa la literatura para vos?
—La literatura es la posibilidad de descubrir el mundo. La posibilidad de descubrir dimensiones humanas. ¿Cuáles serían mis inquietudes? Poner a un personaje y ver que pasa si lo enfrento a tal situación. Como vos podrás ver, la atmósfera de mis narraciones son un poco extrañas, porque en parte considero que el mundo y la vida son extrañas, porque nos están enfrentando siempre a situaciones complejas que uno no se espera, eso me permite la literatura, me posibilita descubrir al mundo, al hombre, ver en qué estamos, dónde estamos. Esa es la mejor manera, preguntándoselo al personaje, o escribiendo, porque para mi escribir es ir como desglosando un camino. El mundo no lo vamos a conocer nunca, a la vida en su totalidad tampoco, pero sí podemos ir viendo esos núcleos del mundo y dimensiones de la realidad. “Los mundos posibles” no es un título al azar, me lo planteo como que cada autor, cada libro me va a mostrar una opción, una posibilidad de contemplar el mundo y de verlo, de profundizar y de descubrir; eso me permite la literatura. Y fundamentalmente me permite disfrutar, disfruto con el descubrimiento, por eso también soy investigador.
Daniel Teobaldi se recibió en 1983 como Profesor de Castellano de enseñanza secundaria, obtuvo el Profesorado de Castellano, Literatura y Latín de Enseñanza Superior (1984), es Licenciado en Lengua y Literatura Castellanas (1989) y Doctor en letras modernas (1995). Ha dictado clases en la UNC, en la Universidad Católica y es docente de la Universidad Nacional de Villa María. Tiene dictados cursos y conferencias sobre Cortázar, Lugones, Tizón, Borges y otros, mucha actividad de investigación y ha obtenido varias becas.
—¿Cómo es la vida del docente universitario?
—Es una vida en la que uno no pude aburrirse nunca. También trabajo en la escuela secundaria. Lo bueno de dar clases en la secundaria y en la universidad, es que me permite no perder de vista dos cosas; el origen y el destino de las personas que uno forma. La universidad es un poco el centro, porque los alumnos de la universidad, son los que van a desarrollar sus conocimientos, sus saberes en dos ámbitos que son fundamentales, la educación y la investigación. La secundaria, los prepara para que tengan una expansión y sobre todos para leer textos literarios, artísticos y para que obtengan todo lo que ese texto les pueda ofrecer, justamente por un profundo amor a la palabra. Los textos son el punto de partida siempre, uno les tiene que dar textos angulares, que uno sabe que no van a ir a buscar a las librerías. Acá en Villa María, desarrollo dos espacios curriculares.
—¿A qué materias estás haciendo referencia?
—“Introducción a los estudios literarios” en primer año y al “Seminario de profundización de literatura argentina” en cuarto año. Justamente en este último espacio los oriento fundamentalmente a autores y textos que muchas veces quedan relegados de los programas de literatura argentina por múltiples razones. Por razones de tiempo, porque la cátedra está armada de una manera; pero que son autores que están en la currícula secundaria, entonces, además de prepáralos para la investigación también los preparamos para el desarrollo con solvencia de temas y autores en su discurrir en la escuela secundaria. Con esa perspectiva los oriento. Es importante atender a la formación de nuestros alumnos con un sentido realista, a nosotros nos permite atender a lo que es la formación y la investigación. Con respeto a este punto y complementando lo que vos me preguntabas, está el otro aspecto que nos pide la universidad que es la investigación. En este momento está saliendo un libro sobre imaginarios literarios, que realizamos con un grupo de colegas. Uno está siempre en proceso de producción, escribiendo libros, capítulos de libros, no te podés quedar quieto.
—Además de la investigación, la escritura, la coordinación de un taller literario, la universidad también te exige extensión.
—Con el profesor Fabián Mossello estamos presentando un proyecto que van a ir acompañando la aparición de un libro, justamente, porque lo que uno puede proyectar en extensión tienen que ser los conocimientos nuevos que uno ha desarrollado; con ese convencimiento hacemos este tipo de cosas, para que no quede solamente en el libro. Podemos incluir el libro en la bibliografía, podemos hacer la presentación, pero también el libro tiene que tener otra vida, otra proyección; entonces uno lo plantea como una fuente bibliografía insoslayable. A mi siempre me interesó trabajar sobre escritores argentinos en un tiempo en que había pocas cosas escritas en ese momento, como en el caso de Héctor Tizón, Juan José Saer; salvo el grupo de Punto de Vista o del Centro Editor de América Latina, nadie más escribía sobre Saer, y cuando nadie escribía sobre Saer, yo estaba elaborando mi trabajo final sobre “El entenado”, o estaba escribiendo mi tesis de licenciatura sobre Tizón; y en el ’83-’84, ¡¿qué bibliografía había al respecto?! ¡Nada! Por lo menos tomar un corpus y profundizarlas es muy importante, porque para el que viene detrás, eso es oro en polvo.
—Muchas veces cuando hacemos nuestras lecturas, nos encontramos con textos que nos disgustan y nos cuesta abandonarlos, ¿qué considerás que hay que hacer en esos casos?
—Hay quienes les cae una obra y simpatizan con ella, esta idea de sentir con el otro; pero como toda relación humana, uno no puede simpatizar siempre con cosas que dice o hace el otro. El lector tiene libertad. La literatura también es libertad. La literatura es como una casa, te sentís bien o te sentís mal, hay pocos matices, entonces ¿para qué vas a estar sufriendo? Borges dijo alguna vez “yo me vi derrotado por las novelas grandes”, ¿para qué agobiar al lector con 500 páginas si con 15 eran suficientes? Por eso nunca Borges escribió una novela, todos les critican ese hecho, pero hay que escucharlo en muchas de sus declaraciones. Lo mejor que nos puede suceder es sentarnos a leer un libro y disfrutarlo, ya cuando empezamos a padecerlo tenés que dejarlo, salvo que tengas que estudiarlo. Cuando uno descubre el mundo mediante la lectura ese descubrimiento nos produce felicidad.
—Para escribir una novela, ¿de qué manera trabajás?
—Parto de una idea. Trato de concretar esa idea en un título, que trato de que sea metafórico, pero como la metáfora es un tropos, para mi tiene significado. Escribo el primer capítulo, y a medida que voy avanzando con notas, escribo el último, es decir, sé a donde quiero ir. Escribo en donde esté, acá llevo un cuaderno conmigo con notas, para la novela que estoy escribiendo ahora.
—¿Y qué te dice que lo que vas a escribir es una novela y no un cuento o varios cuentos?
—La trama, es lo que te va a dar la idea de los personajes, como se van a ir expandiendo las acciones, en qué medida vas construyendo el argumento y después los personajes y notas, notas, muchas notas, en donde sea, en la universidad, en un bar, en la cama.
—¿Y la cuestión biográfica? ¿Qué papel juegua en tus escritos?
—Es difícil por ahí, separar lo biográfico, trato de hacerlo. Pero siempre un parte de algo, suponete vos que la situación de esta entrevista va a parar a una parte de una novela. Son situaciones vitales imprescindibles para la creación. Por ahí Roberto Bolaño se quejaba de que últimamente las novelas que se publicaban son biografías disimuladas; yo de alguna manera cuestiono esa aseveración, que a parte es cierta; pero… ¿por qué no? Porque no incorporar elementos de la experiencia propia a una ficción, sin llegar a lo que hizo Héctor Bianciotti con esa trilogía de novelas que era su vida trasladada al plano de la ficción, que eso ya es el extremo; pero no veo que eso sea un límite para la novela. Si la literatura forma parte de la experiencia y vos formás parte de la experiencia literaria, por qué no podés hacer esa transferencia, nadie te va a pedir que rindas cuentas, salvo que seas muy explícito e involucres a gente. Como decía Pérez Galdós, “todo es novelable”. Encontrarle el matiz narrativo a la experiencia vital, eso es extraordinario. Porque en definitiva el hombre nace y se desarrolla contando ficciones. Paul Ricoeur titula un capítulo de uno de sus libros “la vida en busca de un narrador”, yo creo que ahí se resume todo esto lo que estamos diciendo. En definitiva, la función narrativa prevalece en todos los actos de nuestra vida.
----------------------------------------------
SENTATE Y LEÉ ESTO
Palabras sobre “Escrito en el aire”, de Daniel Teobaldi, Ediciones del Copista, Córdoba, agosto de 2008, 125 páginas.
Por Mauro Guzmán
eldiariocultura@gmail.com
Buenos diás/tardes/noches lector/a (¿qué hora es ahora?). Espero que ya estés sentada/o. Escuchame, atate un ala a cada pie, fabricá con tu mirada una escalera (vale que los ladrillos se rebalsen de tus ganas), cerrá un ojo y abrí los otros tres, expirá profundo y empezá a subir. A mitad de camino suele cruzarse una que otra abeja vestida de Batman que lanza miel por las ubres. No te alarmés, es sólo una abeja mal educada, le das la mano y te mielea el codo. Faltando dos escalones inevitablemente un cíclope bailarín de danzas clásicas aparecerá llorando y te contará de sus complejos homosexuales. Si no te interesa, hacé como que sí así podés subir lo que te falta. Una vez en la cima, cerrá los ojos y lanzate eufórico gritando ¡viva todo lo que no alcanzo a ver! Repetí la operación 12 veces, 23 lunes, 14 primaveras, 5 sillas y 4 abrazos. Mirate al espejo y date cuenta que ves otra cosa. Entonces, recién entonces, entenderás lo que es leer a Teobaldi.
“Escrito en el aire” es un mundo dentro del mundo. Un mundo con tapa y contratapa, índice, títulos y varias páginas. Pero no te engañés, no es todo tan compacto y sencillo. No empieza en la 1 y termina en la 125. Yo diría que es una puerta que se nos abre hacia otras maneras de leer el mundo, de interpretarlo, de interactuar con él. Es una visa a otro universo dentro del universo. Un permiso para ser, pero de otro modo, con otras reglas. Eso, el libro nos propone otras reglas de la realidad, que no son las habituales, que no se atan a lo convencional, a lo dado por sentado, al status y la verosimilitud de lo obvio. Al contrario: cada objeto, cada letra, cada signo, cada gesto, cada cada cobran un nuevo significado; mayor, más complejo y nutrido. Es que hemos de saber que improbable pero intuitivamente la verdad quizá esté lejos de ser sencilla, clara, lisa y llana, así de cruda y superficial. Cierto que en algún punto nos gustaría que así fuese, porque todo sería más fácil. Pero ceder a ese gusto no sería ser sincero y frontal sin volteretas, sino cobarde. “¿Cuánta verdad soporta un espíritu y a cuánta verdad está dispuesto? (…)el error-la fe en el ideal-no es ceguera, el error es cobardía…” (Friedrich Nietzsche, Ecce Homo).
De la mano de los 8 cuentos que pueblan el planeta “Escrito en el aire” observamos a sujetos que se asombran al protagonizar hechos que superan lo habitual, que desencajan de la cadena de hechos que solemos relacionar y llamar previsibles, diarios, esperables. Es el caso de la continuidad entre el sueño y la vigilia, el dormir y el despertarse, lo ¿falso? y lo ¿cierto?, lo consciente y lo inconsciente. Como si sueño y vigilia formasen parte de una misma realidad, de un continum, de un único círculo que gira sobre sí mismo y cuyos bordes no están bien definidos. O el caso de un tipo que ve, desde arriba, una escena que él mismo, junto a dos ancianos, está protagonizando al mismo tiempo que está viendo, como si se viese a sí mismo en tercera persona; y la gramática, para ser sutil, se fuese por el inodoro. He aquí una teoría del sujeto, una idea del yo. Y varias cositas más. Teobaldi nos invita a pensarnos y pensarlas y pensarlos de distinta forma, como desde otro ángulo.
Si aceptamos su invitación, nos toparemos con otros matices de la realidad. Escribió Schlegel “el absoluto es el mayor enemigo del género humano”. Quiero decir con esto…no, mejor que lo diga Daniel, con un fragmento de “La representación”: “la realidad no es tan simple. Tiene los colores difusos de la complejidad. Con estas palabras culminó su conferencia”.
Palabras sobre “Escrito en el aire”, de Daniel Teobaldi, Ediciones del Copista, Córdoba, agosto de 2008, 125 páginas.
Por Mauro Guzmán
eldiariocultura@gmail.com
Buenos diás/tardes/noches lector/a (¿qué hora es ahora?). Espero que ya estés sentada/o. Escuchame, atate un ala a cada pie, fabricá con tu mirada una escalera (vale que los ladrillos se rebalsen de tus ganas), cerrá un ojo y abrí los otros tres, expirá profundo y empezá a subir. A mitad de camino suele cruzarse una que otra abeja vestida de Batman que lanza miel por las ubres. No te alarmés, es sólo una abeja mal educada, le das la mano y te mielea el codo. Faltando dos escalones inevitablemente un cíclope bailarín de danzas clásicas aparecerá llorando y te contará de sus complejos homosexuales. Si no te interesa, hacé como que sí así podés subir lo que te falta. Una vez en la cima, cerrá los ojos y lanzate eufórico gritando ¡viva todo lo que no alcanzo a ver! Repetí la operación 12 veces, 23 lunes, 14 primaveras, 5 sillas y 4 abrazos. Mirate al espejo y date cuenta que ves otra cosa. Entonces, recién entonces, entenderás lo que es leer a Teobaldi.
“Escrito en el aire” es un mundo dentro del mundo. Un mundo con tapa y contratapa, índice, títulos y varias páginas. Pero no te engañés, no es todo tan compacto y sencillo. No empieza en la 1 y termina en la 125. Yo diría que es una puerta que se nos abre hacia otras maneras de leer el mundo, de interpretarlo, de interactuar con él. Es una visa a otro universo dentro del universo. Un permiso para ser, pero de otro modo, con otras reglas. Eso, el libro nos propone otras reglas de la realidad, que no son las habituales, que no se atan a lo convencional, a lo dado por sentado, al status y la verosimilitud de lo obvio. Al contrario: cada objeto, cada letra, cada signo, cada gesto, cada cada cobran un nuevo significado; mayor, más complejo y nutrido. Es que hemos de saber que improbable pero intuitivamente la verdad quizá esté lejos de ser sencilla, clara, lisa y llana, así de cruda y superficial. Cierto que en algún punto nos gustaría que así fuese, porque todo sería más fácil. Pero ceder a ese gusto no sería ser sincero y frontal sin volteretas, sino cobarde. “¿Cuánta verdad soporta un espíritu y a cuánta verdad está dispuesto? (…)el error-la fe en el ideal-no es ceguera, el error es cobardía…” (Friedrich Nietzsche, Ecce Homo).
De la mano de los 8 cuentos que pueblan el planeta “Escrito en el aire” observamos a sujetos que se asombran al protagonizar hechos que superan lo habitual, que desencajan de la cadena de hechos que solemos relacionar y llamar previsibles, diarios, esperables. Es el caso de la continuidad entre el sueño y la vigilia, el dormir y el despertarse, lo ¿falso? y lo ¿cierto?, lo consciente y lo inconsciente. Como si sueño y vigilia formasen parte de una misma realidad, de un continum, de un único círculo que gira sobre sí mismo y cuyos bordes no están bien definidos. O el caso de un tipo que ve, desde arriba, una escena que él mismo, junto a dos ancianos, está protagonizando al mismo tiempo que está viendo, como si se viese a sí mismo en tercera persona; y la gramática, para ser sutil, se fuese por el inodoro. He aquí una teoría del sujeto, una idea del yo. Y varias cositas más. Teobaldi nos invita a pensarnos y pensarlas y pensarlos de distinta forma, como desde otro ángulo.
Si aceptamos su invitación, nos toparemos con otros matices de la realidad. Escribió Schlegel “el absoluto es el mayor enemigo del género humano”. Quiero decir con esto…no, mejor que lo diga Daniel, con un fragmento de “La representación”: “la realidad no es tan simple. Tiene los colores difusos de la complejidad. Con estas palabras culminó su conferencia”.
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 28 de junio de 2009.-