OLIVA
Los Prósperi, festejos de una gran familia
La familia Prósperi se reencontró en Oliva para conmemorar y festejar los 101 años pisando suelo argentino. El Club Atlético Vélez Sarsfield fue el epicentro que concentró a la familia italiana, cuyos integrantes viajaron al evento desde Luque, Villa María, Colazo, La Puerta, Los Zorros, Córdoba, Carrilobo, James Craik, entre otros. La velada se efectuó el pasado lunes 19 y estuvo organizada por Rodolfo Cena, quien desde hace un tiempo a esta parte, no ha escatimado esfuerzos para lograr este reencuentro. Hubo un gran almuerzo con riquísimas pastas, buena música, recitaciones y otros condimentos que hicieron emocionar a más de uno. Los viejos abrieron sus baúles de recuerdos y los más jóvenes tuvieron la oportunidad de conocer en persona a aquellos parientes que alimentaban las historias contadas por sus padres y abuelos. El festejo anterior tuvo lugar en la localidad de Luque y la intención es continuar año a año afianzando los lazos que unen a esta multitudinaria familia llegada milagrosamente a estas tierras.
Crónica de una cruzada
A comienzos del 1900, cuando nuestro país le tendió los brazos a los inmigrantes, Pascual Prósperi y Constantina Lezzieri decidieron “hacer la América”; tomaron “La Veloce” con miedo, pero con la esperanza de encontrar un mundo mejor para sus vidas. Durante veintidós días la pareja y sus cuatro niños sufrieron una gran pesadilla, ya que su hijo Amadeo contrajo sarampión, lo que obligaba, por regla, a ser arrojado al mar para cuidar la salud de los demás tripulantes. La madre se opuso terminantemente, ya que detrás de su hijo se lanzaría ella; el capitán les ofreció como alternativa que se encerrarán en cuarto hasta que llegaran a tierras argentinas. Mientras esto sucedía, la embarcación era sostenida gracias a las sábanas y frazadas que colocaban los tripulantes en los huecos por donde el agua, insistente, amenazaba con enterrar en las profundidades la precaria nave. Finalmente, llegaron a Buenos Aires en los albores de 1905, donde continuarían su aventura.
A un par de días de haber pisado tierra, abordaron el tren que los traería hasta Córdoba, más precisamente a una zona cercana a lo que hoy conocemos como Oliva. Habían pernoctado en casa de unos amigos, quienes al momento de subir al tren tenían en sus brazos a Ezebina, una nena de tres años. Un mar de gente dificultaba moverse y los vagones se colmaban muy rápido, por ello decidieron que los hermanos mayores buscaran el intersticio propicio, mientras que la madre sostenía a su beba de escasos meses y Pascual acomodaba los bártulos. Una vez arriba sus amigos le alcanzarían a Ezebina; pero el tren comenzó a moverse y ante el pedido desesperado del padre, la mujer que anidaba en sus brazos a la nena de cabellos rubios, le respondió con un tajante, “¿Para qué la quieren, si ya tienen muchos hijos? Nosotros no tenemos ninguno.” Pascual, se quedó impotente mientras el transporte los alejaba de su hija; durante un tiempo pensaron recuperarla, pero no conocían Argentina y ya estaban bastante lejos de Buenos Aires. Iniciaron un trámite de partida de nacimiento en Italia con la intención de denunciar el secuestro, pero no les sirvió de mucho.
El reencuentro
Los años pasaron y la familia se asentó como trabajadores de campo. Los dueños de la propiedad vecina cambiaron de un día para otro, allí los Prósperi se enteraron que los mismos eran de Buenos Aires y que tenían una hija de siete años. Sacudidos por la curiosidad, se asombraron al ver que la niña de sus vecinos era Ezebina, un tanto cambiada, pero sus ojos y cabellos eran inconfundibles. Inmediatamente les solicitaron que se la devolviesen, pero el saldo fue negativo. Días después, y sin el consentimiento de sus “padres”, Ezebina se acercó al alambrado de sus vecinos para jugar con los niños; estos les comentaron como había sucedido todo. Esa noche, Ezebina armó su atado de ropa, atravesó el tupido y alto maizal a oscuras y se reunió con su verdadera familia. Luego los Prósperi tendrían cuatro hijos más y la vida seguiría su curso.
Así son las historias de los inmigrantes, increíbles y maravillosas; una concatenación de hechos sorprendentes que dan como resultado el desarrollo de una familia que se multiplica y se dispersa como una diáspora, buscando su destino y horizonte; afortunadamente, hay gente que se esfuerza de manera denodada por revertir el proceso, por hacer que los portadores de esa misma sangre se reencuentren para no olvidar de donde vinieron y hacia donde van.
Los Prósperi, festejos de una gran familia
La familia Prósperi se reencontró en Oliva para conmemorar y festejar los 101 años pisando suelo argentino. El Club Atlético Vélez Sarsfield fue el epicentro que concentró a la familia italiana, cuyos integrantes viajaron al evento desde Luque, Villa María, Colazo, La Puerta, Los Zorros, Córdoba, Carrilobo, James Craik, entre otros. La velada se efectuó el pasado lunes 19 y estuvo organizada por Rodolfo Cena, quien desde hace un tiempo a esta parte, no ha escatimado esfuerzos para lograr este reencuentro. Hubo un gran almuerzo con riquísimas pastas, buena música, recitaciones y otros condimentos que hicieron emocionar a más de uno. Los viejos abrieron sus baúles de recuerdos y los más jóvenes tuvieron la oportunidad de conocer en persona a aquellos parientes que alimentaban las historias contadas por sus padres y abuelos. El festejo anterior tuvo lugar en la localidad de Luque y la intención es continuar año a año afianzando los lazos que unen a esta multitudinaria familia llegada milagrosamente a estas tierras.
Crónica de una cruzada
A comienzos del 1900, cuando nuestro país le tendió los brazos a los inmigrantes, Pascual Prósperi y Constantina Lezzieri decidieron “hacer la América”; tomaron “La Veloce” con miedo, pero con la esperanza de encontrar un mundo mejor para sus vidas. Durante veintidós días la pareja y sus cuatro niños sufrieron una gran pesadilla, ya que su hijo Amadeo contrajo sarampión, lo que obligaba, por regla, a ser arrojado al mar para cuidar la salud de los demás tripulantes. La madre se opuso terminantemente, ya que detrás de su hijo se lanzaría ella; el capitán les ofreció como alternativa que se encerrarán en cuarto hasta que llegaran a tierras argentinas. Mientras esto sucedía, la embarcación era sostenida gracias a las sábanas y frazadas que colocaban los tripulantes en los huecos por donde el agua, insistente, amenazaba con enterrar en las profundidades la precaria nave. Finalmente, llegaron a Buenos Aires en los albores de 1905, donde continuarían su aventura.
A un par de días de haber pisado tierra, abordaron el tren que los traería hasta Córdoba, más precisamente a una zona cercana a lo que hoy conocemos como Oliva. Habían pernoctado en casa de unos amigos, quienes al momento de subir al tren tenían en sus brazos a Ezebina, una nena de tres años. Un mar de gente dificultaba moverse y los vagones se colmaban muy rápido, por ello decidieron que los hermanos mayores buscaran el intersticio propicio, mientras que la madre sostenía a su beba de escasos meses y Pascual acomodaba los bártulos. Una vez arriba sus amigos le alcanzarían a Ezebina; pero el tren comenzó a moverse y ante el pedido desesperado del padre, la mujer que anidaba en sus brazos a la nena de cabellos rubios, le respondió con un tajante, “¿Para qué la quieren, si ya tienen muchos hijos? Nosotros no tenemos ninguno.” Pascual, se quedó impotente mientras el transporte los alejaba de su hija; durante un tiempo pensaron recuperarla, pero no conocían Argentina y ya estaban bastante lejos de Buenos Aires. Iniciaron un trámite de partida de nacimiento en Italia con la intención de denunciar el secuestro, pero no les sirvió de mucho.
El reencuentro
Los años pasaron y la familia se asentó como trabajadores de campo. Los dueños de la propiedad vecina cambiaron de un día para otro, allí los Prósperi se enteraron que los mismos eran de Buenos Aires y que tenían una hija de siete años. Sacudidos por la curiosidad, se asombraron al ver que la niña de sus vecinos era Ezebina, un tanto cambiada, pero sus ojos y cabellos eran inconfundibles. Inmediatamente les solicitaron que se la devolviesen, pero el saldo fue negativo. Días después, y sin el consentimiento de sus “padres”, Ezebina se acercó al alambrado de sus vecinos para jugar con los niños; estos les comentaron como había sucedido todo. Esa noche, Ezebina armó su atado de ropa, atravesó el tupido y alto maizal a oscuras y se reunió con su verdadera familia. Luego los Prósperi tendrían cuatro hijos más y la vida seguiría su curso.
Así son las historias de los inmigrantes, increíbles y maravillosas; una concatenación de hechos sorprendentes que dan como resultado el desarrollo de una familia que se multiplica y se dispersa como una diáspora, buscando su destino y horizonte; afortunadamente, hay gente que se esfuerza de manera denodada por revertir el proceso, por hacer que los portadores de esa misma sangre se reencuentren para no olvidar de donde vinieron y hacia donde van.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el jueves 22 de junio de 2006.-