domingo, 6 de septiembre de 2009

Américo Pablo Tissera. Viajero del conocimiento

ENTREVISTA CON
AMÉRICO PABLO TISSERA
VIAJERO DEL CONOCIMIENTO


Si el recuerdo y la memoria de un pueblo se construyera con piezas de un rompecabezas, Américo Tissera ya tendría sobre la mesa, varios conjuntos armados de esa gran figura.
Su deseo más urgente es mantener vivo el recuerdo de su Carrilobo natal, quiere contribuir con su saber y su inventiva a dejar testimonios de un pasado que construyó el presente y que proyectará el futuro.
Publicó en conjunto con Julio Arnauk el libro “Retazos de recuerdos de Carrilobo”, trabajo que se compilaría y conformaría en la obra del centenario de la ciudad. Participó de las “Historias populares de Carrilobo” que editó el Gobierno de Córdoba. En 2007 una empresa cerealera le publicaría el libro “Calchines, ranchos y gauchos. Relatos de la pedanía Calchín y alrededores de Río Segundo”. Recientemente apareció “Lanzas rabiosas” cuyos textos histórico-literarios versan sobre hechos y personajes de Villa Nueva y Quebracho Herrado.
Meco, como le gusta que lo llamen, ha dedicado su vida a conocer, a tratar de alimentarse con el conocimiento más diverso. Si bien su predilección por la historia está entre sus platos principales, no descarta otros conocimientos que lo hacen un consumidor omnívoro. Es profesor de letras, de historia y geografía, aunque ha estudiado las ciencias más diversas. Hay en él un voraz deseo de conocer, una incontenible necesidad de saber que sacia con más conocimiento. Años atrás esa necesidad lo impulso, en varias oportunidades, a cargar su mochila y viajar por el mundo. Dice en un pasaje de la entrevista “andar de mochilero no es lo mismo que viajar en avión, tenés otra visión y te vinculás con otra gente”. Y cuanta verdad hay en su enunciado, cuanto conocimiento en las espaldas.
Durante muchos años siguió el ejemplo de un erudito profesor de griego, quien le confesó no escribir porque la literatura había que respetarla. Meco, celebro tus libros, celebro tus historias, celebro tu “osadía literaria”.



—¿Cómo se inició en la tarea de escribir y publicar libros?
—Yo no quería escribir nada hasta que no me jubilara. Iba juntando material. Había un proyecto nacido con una feria de ciencia y surgió ahí la idea de hacer la historia del pueblo. Lo que quería un amigo era tomar algunas historias, anécdotas y pasarlas a una versión más literaria, y yo no me animaba. Hicimos un primer librito. Después entusiasmados hicimos un segundo. Luego publicamos anécdotas. Lo que ocurrió es que a la gente le gustaban más las anécdotas que la historia en sí. Las historias contadas, decía mi amigo, van a gustar más que lo que vos querés hacer citando documentos, bibliografías… Hicimos tres libros, después no pudimos, porque salía muy cara la edición: Yo empecé con algunos problemas en la escuela, pero seguimos juntando material. Eso fue en 1996 con motivo de los 90 años de la fundación del pueblo. Ocurre que cuando se cumple el centenario, la municipalidad nos pidió colaboración y decidí hacer anécdotas en forma de cuento. Buscaba sucesos reales y le daba una forma literaria, hice bastantes, con la intención de ser publicada por la provincia. La sorpresa nuestra es que habían juntado nuestros tres libros y con ellos harían el libro del centenario, teníamos que dar los originales y vaya a saber donde estaban… modifiqué una parte y así se publico “Retazos…”.
Después que me entusiasmé, hice “Calchines, ranchos y gauchos”, traté de estar bien documentado para ello.

—Y después “Lanzas rabiosas”, ¿por qué estos relatos están inspirados en Villa Nueva y de Quebracho Herrado?
—Los textos de Villa Nueva llegaron por casualidad. Pablo Granado estaba en un geriátrico y yo tenía una hermana en el mismo lugar; un día fui a visitarla y me dijo que había conocido a un hombre que es escritor y que le había vendido un libro (“Villa Nueva. Un pueblo con historia”) para regalármelo. Cuando lo leí, fue una maravilla, un trabajo muy bueno. En el caso de Quebracho Herrado, porque de parte de padre soy criollo y por parte de madre soy gringo; mi primer antepasado vino de Portugal. Por tradición familiar me contaron que cuando pasaron las tropas de Lavalle incorporaron a todos los hombres para llevarlos a pelear en la guerra civil. Mi tatarabuela, con todas las mujeres que había en el campo, quedarían solas a merced de los indios y las fuerzas federales que venían por detrás; como no sabían qué hacer siguieron las tropas de Lavalle. Eso decían, aunque no lo creía cierto, pude corroborarlo en un encuentro en Carrilobo donde una expositora (Stella Oliva) habló de su investigación sobre la batalla y me facilitó mucha información al respecto.

—¿Dónde se documentaba?
—El archivo nuestro viene de 1925. Hay actas de defunción desde 1919. Tomé alguna cosa de “Una excursión a los indios Ranqueles” de Mansilla; y sobre todo un libro de un escritor de Villa del Rosario que se llama Vidal Ferreyra Videla, que tiene varios libros inhallables. Después de publicar “Retazos…” apareció un libro muy bien escrito: “De Calchín: orígenes históricos y apuntes de su pasado”, de Sergio Marchetti. Muy rico su trabajo, muy minucioso, muy lindo. Y después de otros como las “Memorias del General Paz”. En este momento estoy yendo a la Biblioteca Mayor, trato de buscar información de la guerra civil año 1829-1831 en esta región, pero me está costado mucho trabajo.

—Tengo entendido que ha realizado varios viajes al exterior del país, ¿qué nos puede contar al respecto?
—Me apasiona mucho el tema indígena y la cuestión de la lengua, había un lingüista paraguayo que decía que el guaraní se parecía al griego y tenía razón. En el vocabulario y en muchos aspectos del idioma hay similitudes. En un valle de Paraguay, en Pedro Juan Caballero, hay unas ruinas muy antiguas que se han encontrado runas grabadas en las piedras, posiblemente anduvieron los vikingos; hay unos indígenas, los Guayaquíes con ojos azules; hay muchas cosas extrañas. Llevado por esa curiosidad empecé a viajar de mochilero en las vacaciones de verano, porque no tenía como hacerlo si no era de esa forma. Me fui a Bolivia, Perú, Chile y Ecuador, quería a pasar a Colombia, pero me quedé sin dinero. Ahora es más fácil, pero en aquella época se complicaba. Después visité los indios Uru en el centro del Titicaca, fui en una piragua, con un guía.

—¿Todas estas travesías motivadas por el tema del lenguaje?
—Sí, conseguí en Perú una gramática Quechua, después en Bolivia la de Aimará, pero era una tarea muy grande, hacía falta más que buena voluntad, capacidad, preparación…
En esa época era profesor de letras pero estudiaba historia, mi último viaje lo hice a los 27 años. En uno de estos viajes conocí un hombre que me dio una clase y me hizo perder un poco mis veleidades de investigador, me hizo caer a la realidad. Esta persona es el doctor Esteban Laureano Maradona, que había escrito varios libros y fue candidato a premio Nobel de la Paz. “Mire, me dijo, lo que usted quiere está muy bien, muy lindo; pero lo que tendría que hacer es llevar un mensaje, mire la parte humana y social de esta gente, fíjese en el estado de abandono que viven; eso es importante.” Y tenía razón. Nos escribimos en varias oportunidades. Él había sido veterano de la guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay. Este hombre era una persona notable y vivía ahí en un ranchito y atendía a la gente de manera muy precaria. En otros países la presencia indígena es muy fuerte que se va perdiendo por todas las atrocidades que se están cometiendo, la explotación indígena, la tortura y la muerte. Andando con mi carpa para todos lados me encontré con un tipo que me contó como anécdota que cuando estaban en el servicio militar les propusieron dar la baja a quien matara a un indígena, lo trajeron herido y él no quiso recibir ninguna ayuda, se dejó morir de hambre… ahí está la dignidad del hombre, no cedió.

—Qué terrible la actitud del hombre.
—Historias así he escuchado muchas. Augusto Roa Bastos creo que en “Hijo de Hombre”, muestra la explotación del obrero, del mensú, es una novela de ficción pero puede ser cierta, hay muchas historias así, en uno de los capítulos castigan a la peonada a uno estaqueándolo y dejándolo que los devore las hormigas, te da una muerte lenta. Terrible. ¿Cómo un ser humano puede hacer eso a otro ser humano? Lo mismo leyendo los libros de Alicia (Peressutti). El problema está que quienes hacen estas barbaridades, no son ni marcianos, ni nada por el estilo, son seres humanos como nosotros. ¿Qué es lo que tiene que darse para que el ser humano no llegue a eso? ¿Qué fue lo que pasó en la matanza de la Segunda Guerra Mundial? Cuando se hizo el juicio de Nuremberg, había gente culta ¿Cuál fue el disparador que hizo que esta gente llegara a cometer semejantes monstruosidades? Y sin ir más lejos nosotros mismos en la época del proceso.
Como mochilero llegué hasta Ecuador, y una noche en Quito, me encontró un señor joven que cuando se dio cuenta que era argentino me invitó a cenar, este muchacho de apellido Carrión era ecuatoriano pero trabajaba en Colombia. Me contó las barbaridades que pasaban con las guerrillas, me habló de una tortura que conseguía en abrirle la garganta y sacarle la lengua por ahí y dejarlos vivos, para que vieran lo que le pasaba a los soplones. En un momento dado, hablamos de la situación socio-política de ese momento (1971 aproximadamente). Yo le preguntaba por qué sucedían esas cosas y él me dijo que en mi país iba a pasar algo similar. No, le respondí. Me dijo que se ocupó de escribir carta al gobierno argentino porque la forma en que se estaban dando los hechos políticos, había guerrilla y todo iba a degenerar en eso. No, usted se equivoca le dije porque mi pueblo es un pueblo culto; con eso le estaba diciendo que ellos eran uno salvajes... Cuando regresé se incendió Chile con el gobierno de Pinochet, eso fue una salvajada terrible. Después acá, que nunca creí que pasara lo que pasó. Tuve que esconder libros, hacía pozos y los enterraba con cemento. El espionaje y las barbaridades que pasaron no tienen explicaciones.

—¿En ese momento se enteraba de las cosas que estaban pasando?
—Nos enterábamos bajo cuerda. Yo leía mucho, leía mucho de izquierda y además conocía algo de ruso por estudiar con un amigo que quería ir a Rusia como alternativa de estudio. Tenía la visita de un señor que me traía libros, me mostraba un listado y los conseguía. Luego hubo alguien que me dijo, “vos recibís la visita de un fulano así, así y así… bueno, tené cuidado porque ese fulano trabaja para el ejército.” Se pasaba la lista al Tercer Cuerpo, no encargué más. Después empezaba a desaparecer gente, me acuerdo de Requena. Yo trataba de actualizarme para dar clases, recuerdo que nos prohibieron dar gramática estructural, no sé porqué, también estaba prohibido el trabajo en equipo. Yo exponía teorías de izquierda, pero cuando vi las cosas como venían, quemé el material y enterré. No obstante eso llegó un señor de la policía y a puerta cerrada me interrogó, fue correctísimo, pero me dijo que me cuidara. Me mostró un sobre que decía “confidencial y secreto” y tenía que pasar un informe de mi actividad. Me dijo que me investigaba y que le habían hecho tantas preguntas que decidió preguntármelas directamente. “Yo creo en vos (me dijo), sé que no estás metido en nada, pero hay gente que no quiere creer y gente que te ha denunciado como sospechoso.” Entonces, me pidió que le dijera la verdad e hizo un informe favorable. Tuve suerte de que esa persona me interrogó y ese fue un llamado.

—¿Conserva alguno de esos libros que enterró en aquel momento?
—Tengo todavía un paquete, con cemento y todo, para el recuerdo. Muchos no los pude recobrar más. Era libros que causarían risa ahora. El problema había venido porque para ilustrar una clase había hecho escuchar un disco, que venía con una revista que se conseguía en cualquier quisco, con las voces de Roosvelt, Mussolini, Lenin, Stalin, Hitler y un pedacito de la voz de Fidel Castro. Ese fue el detonante, un alumno contó y de ahí se conoció. Pasaron los años y quedó ese hecho grabado y siempre me lo recuerdan.

—Por lo que escucho, es una persona de mucha lectura y estudio.
—Me gusta mucho estudiar, estudie Profesorado en Historia en el Víctor Mercante, después cerraron por falta de alumnos, entonces estudie Letras; paralelamente a eso estudié Química, pero se me superponían los horarios, así que seguí letras y terminé. Después seguí historia, también Derecho en Córdoba, porque me gustaba la parte del derecho romano y demás, que es historia, y me di cuenta que me gustaba historia así que la retomé. Luego me fui a trabajar al sur y cuando regresé me recibí. Más adelante llegaron las épocas malas, quería independizarme un poco de la docencia y me hice pedicura, trabaje en Pozo del Molle, me había puesto de novio con una alumna y me casé después con ella. Poco después me gustó la fotografía, lo hice y ejercí como fotógrafo. Hice Psicografología. Tuve gran pasión por la Arqueología, hice las materias en los profesorados, en el Victor Mercante tuve de profesor a un bioquímico que además se dedicaba a la arqueología, el doctor Zandrino, sabía muchísimo. Cuando hablaba este hombre a mi se me encendía la imaginación y me daban las ganas de agarrar una pala y salir a cavar y a buscar cosas.

—Y la arqueología es fascinante, genera esa cosa de ponerte a pensar qué es lo que esconden cada uno de los misterios…
—Es fascinante, genera esa fantasía… Cuando anduve por Perú pasé por Ica y Nazca por ejemplo, algunas cuevas del Ecuador, también las famosas piedras de Nazca que se presta mucho para el macaneo y que se mezcla con la realidad… esta es una colección de piedras que un tipo le fue comprando a un indio, comenzó con una, el indio le dijo que tenía más y siguió vendiéndole hasta que junto unas 5000 piedras, que las fue clasificando por temas, astronomía, medicina, etc. En esas piedras aparecen dibujos de animales extinguidos con seres humanos que tienen tres dedos, hay aparatos y elementos que son desconocidos, mapas del cielo como era hace miles de años atrás; entonces muchos arqueólogos dicen que son falsas y otros verdaderas. El indio cuando lo apuraron dijo que eran falsas, ahora ¿qué pasa?, el indio tiene que mentir porque el tráfico de este tipo de elementos está prohibido y podía ir a la cárcel. Se han escrito muchos libros al respecto. Muy interesante. Eso es fascinante, incita a la fantasía, y en la vida si no tenés una fantasía, si no tenés una ilusión, si no hay un misterio, se nos termina todo; ¿qué hacemos? Porque no se trata de vivir sólo para hacer dinero; la fantasía y el misterio son lo que da vida al hombre.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 6 de setiembre de2009.-