lunes, 12 de abril de 2010

Santiago Gallardo. Con tinta de artista

ENTREVISTA A:
SANTIAGO GALLARDO
CON TINTA DE ARTISTA




Es imposible ingresar sin ver los dragones.
Se mueven en diversas direcciones, extendiendo sus largos cuerpos sin alas por las paredes pintadas de cielo. Imaginamos que están allí, no sólo para ser disfrutados estéticamente, sino que custodian el lugar y auguran la buena suerte y el renovado trabajo.
Estamos en calle Tucumán, frente a un gran supermercado de esos a los que ya estamos acostumbrados en esta ciudad. Levantamos el pie y ya en el interior del local vemos antiguos sillones para los clientes y una mesita ratona con una parva de revistas y fotocopias desordenadas. Él hace tatuajes, y si bien dibuja cada uno de los motivos, no encontraríamos ninguno de sus diseños en esos catálogos.
Su nombre es Santiago Gallardo y junto a un amigo de la vida, Marcelo Finot, abrieron un local de tatuajes y piercings. Desde hace unos siete años, estos jóvenes de la ciudad se ganan el pan estampando en el tejido vivo de sus clientes, los motivos más diversos. No ha sido fácil, un trabajo como éste genera ingresos variables e imprecisos. Cuando comenzaron los primeros inviernos fueron terribles, porque la mayoría no se tatúa en esa estación. Tuvieron que hacer un poco de “educación para convencer” y ahora, muchos años después, se puede decir que la gente se está acostumbrando.
Pero no estamos aquí sólo por sus tatuajes, venimos por otra de las pasiones de este joven villamariense: el dibujo.



Espectaculares. De esa manera definiríamos el trabajo de Santiago.
Gire la página lector y piense con qué palabra aglutinaría usted estos dibujos.
Nunca vimos algo parecido, menos aún en esta ciudad. Horas y horas se inmortalizan en cada dibujo que él ha hecho.
Tómese el tiempo de observar mínimamente cada una de las imágenes. ¿Son bellas, no es verdad?
Si le dijésemos que esas preciosuras tan sólo están hechas con dos materiales, muchos lo pensarían dos veces. Es así, los trabajos de Santiago simplemente son realizados con papel y una simple lapicera negra.
Los personajes y las cosas que conviven en la hoja blanca, comparten reminiscencias en un cierto clima de lembranças pessoanas. Una atmósfera con olor a viejo, donde las doncellas se mezclan con máquinas de raro diseño, donde la música fluye por victrolas y las imágenes se registran con extintas cámaras cinematográficas. Todo allí tiene sabor a retro: las vestimentas, las fisionomías de las mujeres y los hombres, las máquinas, las instalaciones, los peinados y tantos otros aspectos. Santiago Gallardo lee mucho y sus lecturas de la literatura clásica y el gusto por los movimientos artísticos como el Barroco y el Renacimiento, son fuente inspiradora para sus creaciones.


TRAZOS PRIMIGENIOS
Siempre dibujó. Desde que era niño se pasaba horas y horas traduciendo al papel lo que veía e imaginaba. Aún así, nos cuenta haber tomado algunas clases y haber aprendido mucho con la profesora Ilda Mistraletti de Mignola.
“Siempre manoteé la birome y si vos te ponés a mirar, es lo que más a mano tenés en una casa.” Recuerda haber ido al colegio y dedicar su tiempo dibujando en los márgenes de las hojas; “obviamente que la secundaria no la aprobé, pero mejoré mucho con la birome” (risas).
De grande, dibujando como ahora, intentaría cursar algunas materias en la Escuela de Bellas Artes, pero debido a la imposibilidad de hacer sólo las que le interesaban, decidió inscribirse en la carrera. No le sirvió de mucho, porque el cursado de todas las materias del plan de estudios, dificultaban cumplir sus expectativas de cubrir ciertas carencias con el color y aproximarse al grabado.
Podríamos decir que durante casi las primeras dos décadas de su vida no intentó lo que podría llamarse una obra; siempre garabateaba cosas que después se perdían o regalaba. A partir de esa edad se dedicó a componer, pero debió abandonar cuando las exigencias familiares concentraron su tiempo.
Pareciera ser que los fantasmas del hombre son los motores de los grandes artistas. Cada obra le tomaba alrededor de dos semanas trabajadas a full; era una especie de catarsis que el tenía y dibujaba mucho. La mamá de Santiago falleció cuando él tenía 18 y su padre, mucho mayor que ella, fue privado de su visión. Santiago acompañó a su padre y comenzó a quedarse casi todo el día entre las paredes de su casa. Allí, la disposición del tiempo, su estado anímico y demás factores lo impulsaron a dibujar y dibujar.


LAS MUESTRAS
A pesar de su calidad de trabajo, Santiago Gallardo ha hecho pocas exposiciones. Las recuerda perfectamente, una en el hall de nuestro diario, otra en la galería de arte “Los cuatro gatos” y la tercera en la Casa de la Cultura de Villa Nueva.
Esta realidad tiene su razón de ser, nuestro entrevistado es de perfil bajo, con esa humildad que caracteriza a los grandes reconoce que ha expuesto por la gran insistencia de su señora, sus amigos y aquella gente que por azar daba con su trabajo.
Además de ello, no le interesa mucho mostrar sus producciones, ya que si lo hiciera se metería en un circuito de continua exigencia en el que cree no poder moverse. Dice mirándonos a los ojos “si vos te dedicás profesionalmente a algo tenés que estar trabajando y produciendo constantemente; el arte es todo un trabajo, no es estar al vicio y ponerte a dibujar. Le ponés las pilas a todo esto, o no lo hacés... la luchás, la renegás y la pegás o te morís de hambre.”
Muchos de los que hemos conocido a Santiago, le hemos planteado una batería de interrogantes de los que está cansado de escuchar: ¿Por qué no te vas a otro lado donde valoren mejor tu trabajo? ¿Por qué no hacés más muestras? ¿Por qué no vendés tu trabajo? Y el responde de una manera sencilla: “¿Por qué? La verdad es que no sé porqué. Yo estoy cómodo acá, lo que hice no lo hice con fin de lucro, no porque no quiera, sino porque mi intención no es ser un artista plástico reconocido y vender los cuadros; si se da, fantástico, pero no es mi intención. Ahora estoy relacionado con el arte desde otro lado, todo el día dibujo y todo el día tatúo. Nunca pierdo las ganas de volver y ponerme a dibujar, pero no con un pensamiento a futuro, sino como un gusto; pasa que la gente ve algo que no es común, que un tipo se destaca un poco y ya le dicen que debería aprovechar eso para ganar. Cuando alguien juega bien al fútbol, pasa de jugarlo por diversión a ver cuánta plata puede hacer. Pareciera que no se pudiera hacer las cosas, sin la necesidad de que esté la plata de por medio.”
Con un futuro prometedor, con un talento que ya le podría haber dado sus frutos, Santiago es fiel a su filosofía de vida, la de ser simple y honesto: “yo tengo la idea de que si las cosas se dan, se van a dar naturalmente, obviamente que si le metés un poco de ganas y palanca, a lo mejor se da más rápido. Si tiene que pasar, en algún momento pasará. Yo no pensé nunca que iba a tatuar y hace varios años que estoy viviendo de esto.”


LA MÚSICA Y LA PACIENCIA
Una de las cualidades de Santiago es la paciencia. Es un joven que sabe dominar el tiempo y que con tranquilidad y concentración logra resolver satisfactoriamente sus desafíos.
Además de los dibujos, también ha armado maquetas de barcos, aviones y trenes, y siempre como complemento a sus actividades está la música. El rock, el jazz, el tango… le gusta tanto un Nirvana como un Atahualpa Yupanqui. La vive y la siente en el alma, tal es así, que escucha música cuando hace algo, pero también cuando no. Nos dice “mucha gente dice que escucha música cuando hace algo y no se sientan solamente a escuchar música.”


EL TESORO
Le pedimos que nos muestre alguno de sus trabajos y sin vacilar se para y mete su mano debajo del mostrador. Saca unos cuantos rollos que empieza a desplegar. Toda esa magnificencia al alcance de nuestros ojos. Un verdadero tesoro plasmado en papeles de diversos tamaños.
Mientras observamos uno a uno, nos cuenta que antes de regalarlos o venderlos a bajo precio, prefiere dejárselo a su hijo Julián y a su hermana/o que está a punto de nacer.
No puede ocultar su emoción, cada vez que vuelve a ver sus dibujos, algo le circula por las venas, se le encienden las ganas de volver a hacer cosas así, sólo que más grandes y a colores, agrega. Dice tener trabajos más grandes que se encuentran en un local comercial frente al Cristo Redentor.
Consultado por la manera de trabajar nos cuenta que en la mayoría de los casos dibuja directamente con la birome, muy pocas veces tira algunas líneas con lápiz; de todas maneras si comete algún error, la experiencia ya le permite corregirlo en el momento mismo de la gestación.
“Reniego durante todo el proceso, pero tengo una satisfacción enorme cuando lo termino. Me fumo un pucho y los miro. Con el tiempo le encuentro detalles, como todo, uno no está satisfecho de lo que hace.”
Estas obras son resultante de muchas horas de esfuerzo, recuerda levantarse temprano y comenzar a trabajar hasta la madrugada, sólo deteniéndose para las comidas.


EL TATUAJE
Tiene 34 años y hace 10 que se dedica al tatuaje. Marcelo, su compañero, le fue enseñando las técnicas y con mucha práctica fue dominando este arte.
Su primer tatuaje quedó estampado en la cáscara de un melón, le seguirían después dos dibujos más en su propia piel, en la de algunos amigos, como así también un gran dragón en la espalda de Marcelo.
Dice que no le fue tan complicado debido a su facilidad o su práctica con el dibujo. Al respecto nos confiesa: “Yo trato de hacer siempre los diseños, por más chiquitos que sean; si me dicen ‘quiero tal cosa’, yo se las dibujo y por lo general les gusta. Obviamente que al principio agarraba las revistas, después con el paso del tiempo me fui despegando; salvo que el tipo traiga alguna cosa, pero así también alguna modificación le hago.” De esa manera, Santiago se asegura que su cliente tenga un dibujo exclusivo y único; ya que cuando se elijen motivos de revistas, por alguna razón que no puede dilucidar, la gente opta por los mismos dibujos.
Luego de realizar los diseños a pedidos y de tatuarlos, Santiago tiene una práctica rara, los rompe para que no queden huellas del mismo. De esa manera intenta no copiarse, una especie de desafío superador; sólo en los casos de que el cliente lo quiera, se lo puede llevar, pero esto casi nunca sucede, ya que se van con el motivo adherido para siempre.


Así es Santiago Gallardo, un gran artista, de esos que se muestran como son, tan honestos y simples, como los trazos de una birome.
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 11 de abril de 2010.-