EL SUFRIMIENTO DE ESCRIBIR
MARCELO DUGHETTI
Pareciera oprimirme.
Hace frío. Sobre el asfalto oscuro y húmedo la llovizna se suicida sin dar explicaciones. Escribo sucintas frases y debo detenerme.
La noche está oscura, la casa en silencio; sólo se escuchan algunos autos en la lejanía.
Dos de mis dedos deben abandonar su constante golpeteo contra el teclado para elevarse hasta mi garganta. Intento con ellos que el cuello de mi pulóver no me siga oprimiendo. En realidad, más que opresión es la impresión de estar con una soga perezosa al cuello... como con un collar imaginario que espera el momento oportuno para ceñirse.
La poesía es plausible de anidar en el lector sentimientos análogos al descrito. Ésta es una de las sensaciones que me asaltaron con posterioridad a la lectura del nuevo libro de Marcelo Dughetti: EL MONTE DE LOS ÁRBOLES SOGUEROS.
Un monte desde el que proviene un eco insistente que no parece detenerse, la treintena de poemas que lo conforman retumban en las copas de sus árboles y caen ante nosotros la soledad, el desamparo, el suicidio; pero también el sexo, la frialdad, la indiferencia, la incertidumbre... En este universo de 45 páginas, Dughetti nos presenta un mundo que describe elípticamente con dolorosa belleza, como dice Schmidt. La soga, quizás el elemento central del libro, recurre en los poemas de diversas maneras; puede aparecer comprada fríamente por quien se mecerá de ella, puede surgir de los gusanos que luego serán hermosas mariposas o puede ser tejida también por una araña; no importa como, el peligro está latente y puede ser mortal.
EL MONTE DE LOS ÁRBOLES SOGUEROS es un sorbo delicioso y lúgubre que deleita nuestros paladares habituados a estéticas del montón.
Desde EL DIARIO Cultura nos contactamos con Marcelo, quien nos regaló una enriquecedora entrevista, que reproducimos en parte a continuación.
- ¿Qué significa el suicidio para Marcelo Dughetti, hombre y poeta?
- Yo comulgo con la idea de Pavese en los diarios que forman ese bellísimo libro, inagotable, potente que es EL OFICIO DE VIVIR. Allí dice que “la idea del suicidio es una protesta de vida. Nada de muerte... no quería morir nunca”. Se hace presente la tragedia del hombre buscando su felicidad o creyendo que la busca cuando en realidad, empuja la piedra eterna de Sísifo hasta la sima de la montaña. Piedra que deberá empujar cada día de su vida. Hay vidas terribles. La piedra se transforma en un universo y nos aplasta con el peso de la desolación. Los caminos por los que se llega al suicidio son diversos. Lo señala Hernán Tejerina en un brillante artículo literario de la revista Recovecos cuando plantea, como dice Camus, que el suicidio, el hecho de matarse es confesar, confesar que uno ha sido sobrepasado por la vida. Después es interesante observar como los que rodeamos esa realidad de los suicidios nos convertimos en impotentes espectadores. Qué hace que asistamos a esa función macabra como sociedad sin intentar cambiar esas elecciones. Hablo como sociedad quiero decir que Villa María no tiene una política establecida, una política de estado que nos ocupe de este tema. No estoy seguro que se pueda evitar. Yo creo como dice Camus que la cuestión parte de la conciencia del absurdo de la vida y agregaría a ello la total soledad frente a ese sentimiento.
- ¿Qué te inspiró a escribir este libro?
- En primera instancia la soledad de la existencia. No depende necesariamente del abandono del estado sino de cuestiones muy íntimas. Cuestiones que se resuelven o no, en la capacidad o no de soportar la conciencia del absurdo de la vida. Pessoa dice en un poema “Intervalo doloroso” del LIBRO DEL DESASOSIEGO “Entre la vida y yo hay un vidrio tenue, por más que yo comprenda y vea a la vida no la puedo tocar”. Ese no poder tocar la vida esa sensación de impotencia me llevo a escribir EL MONTE DE LOS ÁRBOLES SOGUEROS. Además la impresión que me produjo años atrás la serie de suicidios que se dieron en Villa Maria y la región sin que nadie hiciera nada. Época de menemismo tardío, la gente comenzaba a darse cuenta lo que había costado la fiesta del sultán riojano. La mentira del uno a uno. Nada de producción en cambio desembarcaba el juego en Villa Maria, a producir mas desesperados. La droga se transformaba en mercancía de producción para nuestra ciudad y la trata de blancas en un emporio. Y todo esto por qué. Ni más ni menos que ese vidrio tenue. La conciencia del absurdo. Y el mal como un diablo entre las rosas si me permitís parafrasear al maestro.
- ¿Cómo fue el proceso de realización?
- Se escribe sin escribir. Nada misterioso, uno lo va cocinando internamente, lo va sufriendo, lo va pensando. El cuerpo va buscando la salida para el abismo de la creación. Es un salto a la nada. Yo por lo general no trabajo en papel, me siento frente al procesador y allí trabajo. La base de este libro se tejió en un ciber. Así en esa soledad del casillero, frente a la maquina, me sentí asfixiado y con esa necesidad de escribir que es incontrolable. Necesidad de salvarme. Escribo para no matarme. Luego corrijo y allí estoy escribiendo para publicar. Creo en decir y comunicarme, eso me permite seguir viviendo.
- ¿Para vos tu ciudad es un gran monte de árboles sogueros?
- El monte se establece a un costado de la ciudad, en su borde. Como un basural, como un cementerio. Se establece por la locura de los cuerdos felices, fenicios, tecnofundamentalistas a los que molesta la muerte cercana y sus caídos. El monte es una construcción burocrática en un escenario natural. Tiene su personal como toda burocracia. El sereno (el jorobado) y su mucama (Irene la puta) son un personal mitológico pero personal al fin. Al monte van los que no dan más. En este cuento la sociedad y su legendaria crueldad imponen un lugar para ir a morir y abandonar a sus hijos. A Villa María, la Villa María donde lo único que importa es la costanera, los palacios de vidrio y la iluminación céntrica, lo único que le falta es darte la soga, o mejor, como van las cosas seguro que te la venden.
- ¿Considerás que la literatura villamariense camina con una soga al cuello? ¿Qué crees que necesita Villa María y Villa Nueva para seguir promoviendo a los escritores?
- La poesía goza de muy buena salud en la Villa. Esta ciudad a dado poetas como Edith Vera y Alejandro Schimdt. Puede parecer en ocasiones que anda con la soga al cuello pero no es más que una pose. Es una ciudad de poetas más que de narradores y de muy buenos poetas. Por supuesto que después de Alejandro y Edith no se puede escribir para abajo. No puedo volver a escribir como Bruno Ceballos. Alejandro y Edith han subido el umbral, ahora hay que esmerarse por merecerlos. Por supuesto la influencia no debe acabarte, debe ser una posibilidad y un desafío. Lo que si me parece es que no hay muchos movimientos que reflejen ese interés de una sociedad por sus escritores. Por ejemplo de parte de la UNVM que tiene un profesorado de castellano todavía es muy poco lo que se está haciendo, y ojo es muy importante. Uno de los pocos tipos que intentó algo serio sobre la poética villamariense fue el Mgter. Carlos Gazzera y su equipo en el curso del año pasado. Fue un momento muy inteligente e interesante donde nos reunimos a aprender y debatir con fundamento sobre la literatura local y provincial. Profesorados como el Gabriela Mistral en letras tendrían que interactuar más con los escritores locales. Habría que editar más escritores villamarienses. Promoverlos, hacer circular su obra. La biblioteca debería comprar 30 ejemplares o más de cada edición de autor, para llenar las bibliotecas locales en cada barrio o de cada centro vecinal. Promoverlos con toda pasión. Nos hacen falta funcionarios con pasión en la cultura. Un tipo muy interesante en el rescate de los autores locales es Normand Argarate, su trabajo en el Corredor Mediterráneo es impecable.
- ¿Qué escritores locales lees?
- Yo admiro la obra de Alejandro Schmidt la leo con pasión. La ciudad le debe al poeta las obras completas. Es una publicación necesaria. Sería muy bonito tener desde SERIE AMERICANA en adelante, toda la obra de Alejandro compilada. Ese es un proyecto para cultura que ya debería estar en marcha. En general leo todo lo que sale de los escritores locales y lo que puedo conseguir, me nutro y aprendo. También hay escritores que no han conformado aún su obra y no han publicado y son muy buenos. Hay muy buena literatura en estado marginal. Te puedo nombrar a Natalia Gea y a los poetas músicos que conforman el grupo “La Tusca”, entre ellos, al querido Juan y a Marcelo Villarreal.
- Si tuvieras que hacer un pedido a la gente, ¿que le dirías?
- No se que decirle a la gente. Lean, eso les diría... cuando uno lee vive dos veces.
Marcelo Luis Dughetti nació en Villa María en 1970. Su intenso trabajo cultural comprende desde la coordinación de talleres de Teatro de Títeres y de literatura para niños y adultos hasta la actividad radial y periodística en diarios como EL DIARIO y PUNTAL de esta ciudad. Asimismo ha sido colaborador de la revista EL TÍTERE SIN CABEZA (UNC) y miembro fundador de las publicaciones LA ARAÑA DE CARBÓN y ARENA, ambas de Villa María. Actualmente es docente de la escuela Mariano Moreno. Como escritor ha publicado dos libros: ESA JOROBA DE BRONCE (2003) y DÓNDE CAYÓ ESTA MUERTA (Primer premio Provincial de Letras Glauce Baldovín en 2003); tiene inédito además un libro titulado HOSPITAL y otras producciones, como una docena de cuentos que versan sobre el imaginario villamariense y que los agrupó bajo el nombre de LA BICICLETA ROJA.
La presentación se realizó el pasado 27 de abril en la sede de la UEPC. Cerca de un centenar de personas acompañaron al escritor en este grato momento de socializar su tercer trabajo edito, el que vendió 42 libros en esa oportunidad, número más que memorable para la poseía villamariense. El poeta Alejandro Schmidt se encargó de regalarnos las palabras alusivas que hoy tenemos el placer de reproducir en estas páginas. En el evento acompañaron a Marcelo, algunos integrantes de “La Quijota” que interpretaron una versión del Fantasma de la Opera y una más que memorable actuación del grupo local “La Tusca”, quienes deleitaron a los presentes con bellísimas canciones.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 06 de mayo de 2007.-