EMMA SEGOVIA
EN LA VILLA DE LOS BUENOS AIRES
Suena el teléfono. Larga distancia. Llamada desde Buenos Aires.
Atiendo y desde el otro lado una voz barnizada de alegría y amabilidad me saluda, “¡¿Cómo anda mi Villa María?!”
Desde hace poco más de medio año, todos los meses recibo su llamado. No me conoce, pero el hecho de vivir aquí y gustarme la literatura son motivos más que convincente para comunicarse.
Alguna vez envió poemas a nuestra redacción y de allí surgió el contacto.
Nació en Canals, pero vivió su infancia en esta tierra. Debió irse, pero siempre está regresando. Villa María tiene una fortificada ligazón con su vida, con su familia, con su literatura. Aquí descansa su madre, aquí vive su hermana y sobrinas, aquí están las raíces de su historia, identidad y de su corazón.
Su nombre es Emma Segovia, es vicepresidenta del Ateneo Poético Argentino, miembro de la Sociedad Argentina de Escritores desde hace más de 28 años, escribe para niños y también rescata y cuida los valores humanos y los de la Patria.
Tiene varios textos publicados. Este año aparecieron “En el país de Morocosoco” (Dunken, marzo de 2009) y “Reflejos angelicales” (Dunken, junio de 2009); en espera se encuentra “Caminitos de mi tierra”, que se publicará en octubre y que tendrá a esta ciudad y su entorno como eje vertebrador de la obra.
Hace unos días la recibieron en la escuela Ameghino, lugar donde cursó sus estudios, allí, llevó sus libros y compartió junto a los más pequeños sus producciones.
De visita por la ciudad el encuentro con Emma no se hizo esperar.
—¿Cuál es tu relación con Villa María?
—Yo nací en Canals, pero vine de muy chica a Villa María. Los primeros tramos de la infancia, tienen la raíz acá, en esta ciudad. Acá conozco mi maestra, Mercedes Pedraza, que es una figura luminosa en mi vida, por todo lo que ella sembró en mi corazón. Yo era una criatura, y a través de ella aprendí a amar a todos los docentes y a aprendí a amar a las letras, que fue lo que me inculcó ella. Vio esa veta que había en mí, porque a los 13 años de edad gano mi primer premio literario, un trabajo en prosa al soldado desconocido. Así que el escritor estaba en estado larvario, todavía sin la manifestación concreta. Ahí estaba la gran facilidad para las letras, memorizar textos y desarrollarlos; porque memorizarlos no es ninguna garantía, ni de inteligencia, ni de nada, el asunto es entenderlos y después recrearlos.
—¿Dónde cursaste tus estudios primarios?
—En Villa María, en la escuela Ameghino donde seré recibida mañana (por el miércoles pasado) por todo el cuerpo docente. Me recibieron con un amor enorme, yo personalmente no lo tomo como una cosa para Emma Segovia, lo tomo para los escritores argentinos, así como ellos me recibieron tienen que recibir a todos los escritores que estamos vivos con la categoría que merece un escritor, realmente somos convocantes, somos formadores de cultura. Sobre todo una persona que se dedica a la infancia, con la escuela tiene mucha conexión, hay un nexo que inexorablemente tiene que producirse, maestro y poeta están con un elemento que es común: el niño. Con todo mi respeto, con mi amor, con una gran delicadeza, escribiendo para los niños, marcándoles pautas, como corresponde; en mis libros les hablo del amor a la patria, respeto a los mayores, respeto a los maestros que son fundadores de almas, ellos que tienen bajos sueldos y que tienen que rendir como si estuvieran perfectamente ubicados en la sociedad, y que a veces no es así.
—Es muy provechoso ese encuentro, a veces, en las escuelas se leen a escritores que nunca se conocen, por ello es interesante que la figura del escritor se meta en las aulas y tome contacto con los pequeños, más aún si son de la ciudad o alrededores.
—Claro, desde la SADE a la que yo pertenezco hace más de 28 años tenemos como una norma común y corriente ir a los colegios de las afueras de Buenos Aires. Nos encontramos con los niños, es algo muy importante para ellos, pero también es enriquecedor para nosotros porque se da ese intercambio de energía, de cariño y de conocimiento. Es muy gratificante, vamos hacia la provincia en lugares muy humildes, KM 28, allá en el linde de la eternidad… (risas).
—Emma, ¿sos maestra? ¿De dónde te viene todo ese afecto por los niños?
—No, yo no soy docente, pero hay toda una cuestión de identificación con la infancia. Mi trabajo de enfermera, pero soy enfermera de niños, ayudante de psicología infantil, organizadora de fiestas infantiles y baby sister; vale decir que me dejás un chico yo te lo puedo manejar desde la cuna. Hay una identificación, una mímesis con la infancia, una corriente empática muy importante con los niños, y un compromiso. Te voy a decir, este es mi camino, mis hermanas dicen “yo quiero que me mandes un poema, ¡no me vengas con el monito Juanito!, yo quiero un poema”. La gente quiere esas expresiones…, una cosa es Emma Segovia escribiendo a los niños y otra cosa es que me pare y diga un poema que titulé “Junto a mi pueblo”: “Estoy de pie junto a mi pueblo/ defendiendo culposos abandonos, tal vez parezca absurda mi esperanza/ pero aún creo en el hombre/ con él va a comenzar la gran historia/ una augural historia presentida/ acaso sea el tiempo de transponer fronteras/ para escribir los versos del mañana/ para sembrar en surcos liberados/ la primigenia y dorada sementera/ entonces, los arados en flor serán escudos/ la mano del labriego un continente/ de paloma y sol/ en la trinchera.”
—Podríamos decir que la temática de lo infantil y lo de tu tierra son elementos muy fuertes en tu escritura.
—Sí, son elementos muy fuertes porque hacen a un lugar del lado izquierdo donde no entra la mentira, porque allí están reinando los sentimientos, y entonces uno no puede mentirse, porque si uno se miente es un hipócrita o un loco. Yo de hipócrita nada, con la locura a veces he cabalgado (risas); pero no lo asumo, porque son locuras transitorias, son locuras buenas, no es para hacer mal a nadie, sino para exaltar: locura por la patria, enamorada del río de Villa María, enamorada del Cristo redentor…
—¿Cuántos libros tenés publicados, Emma?
—Unos cuantos, el primero “Burbujitas de mil colores” lo publiqué cuando entré a la SADE, allá por 1978), después vino “Recuerdos”, “Pinturas de pinceles de Pompeya”, después en antologías también, pero allí no pongo la temática infantil porque a los poetas no se los puede convencer de que también un poema infantil tiene su encanto, tiene su texto, tiene su desarrollo y vale; lo que pasa es que a los que escribimos para los niños nos consideran arte menor.
—Creo que escribir poesía por un lado es un arte difícil, y más aún, hacerla para niños, pero conjugarlas de una manera atractiva e inteligente…
—Escribir poesía con acento, como decía Alfonsina… Yo te agradezco la generosidad, pero generalmente la gente considera arte menor a los que estamos con la infancia, no está dentro de la justicia.
—Mencionás mucho a Alfonsina Storni y le has dedicado varios escritos, ¿qué representa esta poeta para Emma Segovia?
—Alfonsina es madre y maestra; en realidad tengo un ídolo hombre, he estudiado su vida y obra, dando muchas conferencias: Jorge Newbery el fundador de la aviación nacional. Yo trabajé 25 años en la Fuerza Aérea. Hay una conexión con su familia y demás. Con respecto a Alfonsina nos une esto de los versos, pero mi hombre no tiene nada que ver con ella. Todo el mundo conoce su obra, es la gran luchadora de los derechos femeninos, en fin, ella nos ayuda a recalcarle a los hombres que tienen que ser un poco más generosos y no mandarnos a lavar los platos (risas).
—Mi gusto personal por la literatura fue leyendo a Horacio Quiroga, quien tuvo cierta relación de amistad y amorosa con Alfonsina…
—Tuvo una relación con Alfonsina, que gracias a Dios no prospero. Ella tenía grandes amigos y la aconsejaron, “mirá, este loco, o te conviene”. No le convenía, dos personalidades muy potentes, pienso que podrían ocasionarse puntos de fricción. Cuando dos personalidades son demasiado extrovertidas, lo único que puede pasar es que choquen, polos opuestos se atraen, pero no al contrario. En las relaciones humanas uno tiene que estar cediendo frente a lo otro. A mi me gusta ceder, en pro de la paz, yo tengo adversarios políticos, pero no tengo enemigos, simplemente pensamos distinto. Por ejemplo, Jorge Luis Borges, no me despierta en mi corazón la fuerza que me representa Alfonsina. Más cerca de mi corazón está Salomón Deiver, el mejor intendente de Villa María, un hombre, periodista, personalidad brillante, corazón abierto a los niños repartiendo golosinas, haciendo su obra, al parque donde descansarán mis cenizas alguna vez. Entonces él está más cerca de mí.
—Muchas veces, más en este ambiente de la literatura, los poetas que piensan distinto no pueden separar sus ideas de las cuestiones personales y se generan ciertos choques y alejamientos.
—Es muy común eso. Ahora yo te digo, yo puedo estar con cualquiera, ahora con Borges no podría haber estado, porque diametralmente son opuestas nuestras personalidades. Además soy una mujer de condición humilde, asumida, sé de dónde vengo, sé hacia donde voy, sé cuales son mis posibilidades y sé cuáles son mis hipotecas para poder publicar un libro. Él no supo de privaciones ni de nada, por eso yo soy ultranacionalista, amo mi patria, amo la gente de Villa María, amo a mis compañeros que están luchando para poder publicar un libro; a él no le costó, porque tenía mucho dinero y mucho cholulismo en su entorno. No se puede negar que era un culterano, un hombre de una gran formación, yo no le niego a nadie sus méritos, y si está preparado, muy bien, la vida le ha permitido acceder a una gran cultura. No puedo envidiar eso, pero antes de la gran cultura prefiero el gran sentimiento, que es potenciador de todo lo bueno. La persona que vale y está seguro de lo que hace… aquella que íntimamente, corazón adentro sabe que vale, no se pierde en el camino. Te nombro un gran poeta, Don Atahualpa Yupanqui, ¿lo escuchaste alguna vez hablar mal de alguno? Pero si el Tata era más dulce que un caramelito de mil, no necesitaba despotricar contra nadie, él era el gran poeta.
—¿Cómo podrías explicarnos qué es la literatura para vos?
—Es una expresión de vida. La literatura para mí es el latido de mi pecho, es la expansión de mis propios pulsos. Cuando vos leés a algún poeta vas palpando en los versos, un poco, hasta el propio latido del poeta. De acuerdo a cómo escribe tenés los distintos estados vivenciales del poeta. Por ejemplo si escribo para Villa María, hay una eclosión de fuerza y sentimiento y de lagrimitas, porque cuando lo estoy escribiendo me doy el lujo de llorar, cosa que no puedo hacer en público para no estropear el texto.
—Los textos que uno escribe son como radiografías, caminos que va tomando el escritor en el viaje de la vida, me parece…
—Van marcando tu propio pulso, a mí me acompaña. No siempre es la misma actitud frente a la poesía, depende el tema que estás tocando, hay temas que son muy fuertes, temas que te conmueven, y otra cosa, cuando yo escribo para los niños tengo que hacer una mutación de mi cuerpo, hacerme más pequeña, desdoblarme y pasar a esa etapa lúdica que el niño maneja magistralmente, porque es su tiempo de gloria.
—Emma, ¿Por qué te fuiste de Villa María?
—Fue allá por 1950 y un poquito más, mucha pobreza en Villa María, yo la vivía y había que proyectar un futuro y hubo que dejar, hubo que entrar en la diáspora e irse, porque aquí medios no había, posibilidades no había, entonces… escapar a Buenos Aires y allá estar en el frente de la lucha y día a día, haciendo este ser humano que hoy tenés aquí. Con mucho sacrificio personal, con mucha dedicación, con mucho trabajo de por medio, 35 años de vida hospitalaria que me han dado un caudal de experiencia personal, pero, como decía Don José de San Martín, humanizar el carácter, humanizar mi propia vida, y todo eso después, al escribir para los niños, sé a donde tengo que enfocar.
—A pesar de irte hace varias décadas, siempre estás volviendo a Villa María…
—Siempre se vuelve a las raíces del corazón, porque en mi próximo libro lo digo, siempre se vuelve a las raíces del alma, porque esa es la verdad del ser humano, y la que me dan a mí el carácter de mujer del mundo, de ciudadana del mundo. Yo volviendo a Villa María, a mis raíces, me convierto en ciudadana del mundo: pintando esto estoy pintando todo lo demás. A parte no se puede ser desleal, hay que ser leal hasta para equivocarse.
Emma Segovia ama a Villa María, la ciudad, su río y su gente.
Pronto tendrá que partir, pero siempre está volviendo a respirar los “buenos aires” que Villa María le ofrece, a hinchar sus pulmones con el recuerdo y la nostalgia, con el afecto y la poesía.
Voy llegando al final de la nota justo en el momento en que mi mesa vibra. La luz de mi celular se ilumina y la melodía se la lleva el fuerte viento de agosto.
¿Será Emma?
Emma Segovia
(A mi Villa María)
Náufraga de sueños claudicantes
acaso sin quererlo,
con la ilusión herida
vuelvo a mis espacios.
Y en la fosforescencia del recuerdo
mi infancia lejana
emerge luminosa
cual rito de milagro.
La miseria rondaba implacable
desnudó mi piel y mi esperanza
todo era ajeno
prohibido y amargo.
Siempre la vida se impone
inaugura futuros desleídos
va marcando el sendero
con frágiles guijarros.
Pero tuve que partir
para buscar el mañana
la distancia duele
es llanto despeñado.
Pero tuve que partir
trasvasar los silencios
y alcanzar con la idea
mil bosques estrellados.
Trepar sencillamente
en las aristas
del viento,
sobre rocío insustancial y enamorado.
Fundar con la palabra
un mundo nuevo,
respirar códigos celestes
emancipando el pasado.
Y leve el corazón
tras de las sombras
ascender sin ataduras
con una luz intacta, en el costado.
Por eso, cuando todo esté cumplido
y los címbalos toquen a duelo
retornaré en cenizas, al río de mi pueblo
para ser sólo, migratorio canto.