CANTANDO ALTO CON
MARIANELA BORDESE
La vemos corretear por ahí.
Acompaña a algún artista a conocer la ciudad, toma el teléfono para coordinar algún último detalle, ordena la puesta en escena de algún espectáculo, busca algún sponsor para financiar algún proyecto cultural…
Así es Mariana Bordese, una joven que se ha vinculado desde muy chica con la música y con las propuestas culturales. En su niñez se inició en el canto coral y al día de hoy dicta clases y dirige coros para niños y adultos.
Marianela está próxima a recibirse de licenciada en composición musical, y, aunque en un principio dudó en elegir ese camino y el de la pediatría, en cierta forma ha logrado estrechar las manos de las dos disciplinas. Su trabajo de licenciatura versará sobre la musicoterapia, una terapia que ayuda a los demás a través de la música.
En 2006 constituyó la productora independiente “Cantando bajito producciones” con el fin de “generar canales de expresión, realizando ciclos de diversos géneros, recitales y representando artistas ante diferentes sucesos del ámbito cultural.” Con esta productora además de estar detrás de importantes espectáculos musicales y culturales, destacamos el hecho de traer la ópera a la ciudad luego de cuatro décadas de ausencia.
Sonríe cuando le decimos que es popular, como no queriéndose dar cuenta de la importancia de su trabajo. Estamos en su casa en pleno bulevar España, para que nos cuente quién es y qué hace. En la cocina y entre humeantes mates amargos, comenzamos esta charla en una fresca tardecita de invierno.
-¿Quién es Marianela Bordese?
-Soy hija única, alumna, directora de coros, productora de música en vivo (shows)… pero todo… todo tiene un stand by hasta recibirme.
Nací en Trelew (Chubut), de padres ucachenses. Mi viejo hizo el servicio militar allá. Luego de un largo noviazgo, se casaron en Ucacha y se instalaron allá. Al tiempo cuando cerraron las fábricas textiles en el sur, ellos deciden volverse a Córdoba, y acá pusieron una librería. Mi viejo vendía libros en la zona y dejó un currículo en la Aceitera General Deheza, lo toman y nos fuimos a esa localidad a vivir cuando yo tenía 5 o 6 años.
Toda mi familia estuvo vinculada a la música, mi abuelo el paterno, “Toto” Bordese, fue cantante de tangos, y toda la familia de mi papá y de mi mamá estuvo vinculada con el canto coral. En General Deheza empecé a cantar en coros y de ahí no paré más. Tenía dos profesiones para elegir, me recibí de técnico químico, me iba a inclinar en pediatría… lo pensé bien, ‘si a mí se me muere un chico, me muero yo’… entonces me dediqué a la música. El hecho es que con la música uno ayuda también, en ciertos aspectos, por más que uno quiera hacer conciertos, ser solistas o mediante el coro uno ayuda a mucha gente sin darse cuenta.
Empecé en el conservatorio de Río Cuarto, pero la música clásica no me llenaba del todo… me fui a estudiar a Mendoza, quise estudiar la Licenciatura en Dirección Coral, no ingresé porque era muy exigente, una carrera de 7 años y fue muy loco porque estando allá en Mendoza me enteré de la carrera de Villa María.
Empecé viajando, estaba trabajando en Deheza, al año siguiente me vine para acá con todo…
-Si bien estudiás música, tu nombre está detrás de la organización de muchos de los espectáculos que se hacen en la Villa ¿por qué?
-Villa María tiene muchos artistas impresionantes y es como que no tenían lugares ni cómo hacer. Veía que a los chicos les costaba mucho armar un show…
Yo estuve en ‘la escuela’ de mi viejo, nosotros éramos los organizadores de nuestros propios espectáculos allá en Deheza. Armar toda la producción desde el coro, la publicidad, la prensa, la escenografía… todas esas cosas las hacíamos nosotros. ¡¿Por qué no armar la producción de los shows y empezar a cambiar un poco la mentalidad de ‘voy a cantar por dos pesos o por el choripán y la coca’?! Un espectáculo que tenga escenografía, luces para llamar un poco más la atención de la gente. Obviamente que uno mete la pata, pero uno va aprendiendo de las cosas que vas haciendo… y así hicimos la ópera de “Capuletos y Montescos”, que yo no tenía conciencia de lo qué era. Estaba Manuela Reyes en el proyecto quien luego lo continuó… La verdad que encontrar un grupo de gente y que se diga ‘vamos para adelante’, no hay en todos lados. Eran ochenta personas de distintos lugares trabajando coordinadamente, aún no lo puedo creer. Fue la prueba de fuego de lo que uno puede llegar a hacer. También tiene sus cosas, yo vi millones de errores que la gente no los vio, pero uno va aprendiendo de lo que hace.
-Es importante la movida cultural que se fue desarrollando desde el 2000 para adelante.
-Eso está muy bueno, Villa María está creciendo un montón. Yo no sé en qué momento a la gente le hizo clic y se decidieron a apoyar a quienes hacen cosas. Cuando vine en los primeros años del 2000 yo veía músicos muy buenos y que no tenían espacios, entonces hacía falta abrir espacios y tratar de generarlos… llevar por ejemplo a Kalsevitoz a un teatro, no sólo un galpón o un bar… Villa María no lo hacía a eso. Creo que ahora se están encaminando las cosas y yo estoy contenta por eso.
Por otra parte me da pena que se cierre El Estilóbato, ahora me enteré que cierra Bau Haus; no es fácil pero creo que hay que hay posibilidades, lo que pasa es que, y no hablo de estos casos en particular, no se puede estar solo remando, sola no se puede. Hay que tener un grupo de trabajo para poder hacer las cosas.
El año pasado, en la Escuela Güemes de Gral. Deheza hicimos un musical con los chicos de 4º, 5º y 6º grado. Ahí tuve que contratar gente para que me ayudara (Marcelo Suárez en el trabajo de percusión, Ayllú en la parte de computación animada, Gabriel Virga que nos grabó, la UNVM que nos prestó el lugar para grabar…) son muchas cosas, yo no puedo enseñarle a un chico, a bailar, a actuar y todo lo demás.
-En el caso de los músicos ¿creés que deben dedicarse sólo a componer y cantar sus canciones o tienen que estar en toda la producción también?
-Pueden hacer las dos cosas, lo que pasa es que para el músico es muy engorroso el trabajo de salir a buscar un sponsor, no le es fácil porque no es un vendedor, es un artista. Vos podés vender algo pero tenés que tener la profesión para venderlo. El artista cuenta su historia a través de la música, la pintura, la escritura… yo siempre digo que soy mala vendedora, lo que tengo es una buena relación con la gente. El artista no debe dedicarse solo a esas cosas porque así se pierden algunas cosas como artista.
-¿Qué sigue faltando en Villa María?
-Lugares hay, pero en muchos casos son muy chicos, no entra la cantidad de gente que hace falta. Los lugares me parece que no están acondicionados para realizar cosas. Si hago un show y los que van no se sienten bien, no sirve, porque la gente no va a volver. Ha pasado que la gente tiene que sentarse en el piso, o tiene calor, o hay olor a humedad, o están fumando… esa gente no vuelve más y hay que cuidar esos detalles. Lo que uno tratar de hacer es que venga gente nueva.
Rescato el apoyo que hay dentro de Villa María, la gente apoya las actividades artísticas. Está en proceso de un cambio pero que no llegó todavía, aún falta que le caiga la ficha a algunos.
Me pregunto, ¿cómo puede ser que un lugar como El Estilóbato cierre porque no tiene apoyo ni siquiera de la Municipalidad? Muchas veces cuando organizás espectáculos tenés que poner plata de tu bolsillo para que se hagan las cosas, que no es lo que debería, pero se hace. Yo creo que la gente se va dando cuenta, de a poco se va dando cuenta.
-Estás en las instancias finales de recibirte como licenciada en Composición musical, ¿sobre qué versará tu Trabajo Final de Grado?
-Lo relaciono con la musicoterapia. Le fui a realizar una entrevista de Rolando Benenzon, que es argentino, es uno de los creadores de los cinco modelos que hay en el mundo. Charlando con él, me dijo que hiciera la maestría y ahí empecé. A partir de allí mi TFG un giro totalmente grande, termina siendo las composiciones basadas en el modelo en una búsqueda de identidad sonoro propia, una cuestión más artística. Es tratar de tomar la identidad sonora de toda mi vida y volvarlas a la composición. Las letras para las canciones las hizo Marcelo Silvera en base a todo lo que yo le conté de mi vida… se podría decir que es una tesis catártica.
-¿Qué es básicamente la Musicoterapia?
-Es una terapia alternativa, pero para ser musicoterapeuta tenés que estudiar mucha psicología. Hay diferentes modelos, yo decidí estudiar el que se trabaja en conjunto entre un terapeuta (psicólogo) y un co-terapeuta (músico). Entre los dos se hace una terapia musical, el alumno o paciente juega con los instrumentos musicales y en base a eso se hace una terapia.
-Por último, ¿disfrutás de lo que hacés?
-Todo lo que hago me encanta, disfruto dirigiendo coros, sobre todo niños. Me hacen renegar un poco, pero son niños y tenemos un feeling, soy de las docentes que se tiran al suelo, hago payasadas todo el tiempo, lo disfruto muchísimo. Con adultos aprendo muchísimo dirigiéndolos, son personas maravillosas, pero no disfruto tanto como los chicos.
En el ámbito de lo que es producción, me encanta renegar, aprendo muchísimo de darme con 350 mil paredes, aprendo un montón. Además de estar en los detalles, de ver lo que pasa, de acompañar al músico, que es algo maravilloso.
Como músico, sufro bastante soy muy nerviosa, es mostrarme tal cual soy. Uno cuando se sube al escenario se desnuda; pero es algo que amaría hacer toda mi vida, poder cantar y demostrar un montón de cosas al público.
Un público que ahora se convierte en lector y conoce un poco más de esta artista. Una joven que apuesta a generar proyectos culturales que nos hagan crecer como pueblo. Marianela Bordese, está cantando y cada vez lo hace más alto. ¿La escuchamos?
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 17 de julio de 2011.-
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