ENTREVISTA A
FERNANDO DE ZÁRATE
PERSPECTIVA DE UN POETA
FERNANDO DE ZÁRATE
PERSPECTIVA DE UN POETA
Enciendo mi grabador y lo primero que me pregunta es porqué él. Simplemente le contesto que por ser un poeta que tiene muchas cosas para decir.
Tiene publicados en ediciones de autor los poemarios “Brújula y viento”, “Entre el fuego y la sed”, “Peón Caballo Rey” y “Escrito en la tempestad”. A diferencia del año anterior en que sacó a la luz el último par de libros, Fernando no tiene en mente editar un volumen para 2008, pues prefiere dedicar más tiempo a la corrección, a la lectura y a la reflexión. Esta actitud, quizás es la que hoy le permite ver el ambiente literario local con una visión más aguda y punzante, pero a la vez muy acertada. Sin embargo cree en la literatura, cree en el libro y sobre todo cree que los escritores de Villa María tienen mucho para ofrecer.
Entre los poetas locales que más le atraen se encuentran Mario Moral, Griselda Rulfo, Carina Sedevich, Augusto Páez y Omar Álvez, de los que conserva algunos originales y borradores. Considera que estos textos (a veces servilletas, hojas de cuaderno, impresos, libros inéditos…) conformarán un corpus histórico relevante sobre la literatura local del Siglo XXI.
Para él, poeta de ley, lo verdaderamente importante es “sentarse a escribir lo mejor posible y corregir lo más que se pueda. Durante mucho tiempo a uno le preocupa el qué van a decir, cómo lo van a tomar, si va a gustar o no; a esta altura no es una de mis preocupaciones. No pretendo ser un autor de élite, no tengo cuestiones con la vida, con la familia ni con nadie, no me interesa matar al padre, ni violar a la madre, ni degollar al perro, ni matar a martillazos un animal que anda en la calle. Al contrario, yo siempre digo que los viejos y la familia me dieron más de lo que podían.”
—¿Siempre fuiste de Villa María?
—Siempre fui de aquí, aunque cada vez (como lo he dicho en otras notas) me siento más desconocido, cada vez siento que entre Villa María y yo no hay nada en común, espero no ser el único. Hace poco, charlando con gente de mi generación, les decía que ya no quedan lugares reconocibles, lugares donde puedan identificar algo que nos fue común a todos. Cuando vos empezás a perder los lugares de referencia, que en cierta manera te identifican o guardás algún recuerdo o emoción, la ciudad deja de ser lo que era y poco te queda en común. Pienso también, que se deja de tener gente en común, pasás a ser un extraño, los amigo son pocos, si bien yo nunca tuve muchos amigos. Como alguien dijo “soy el poeta del fondo del bar” y no preocupa, es más, me gusta, busco lugares donde hay luz y ventanas, leo y escribo lo que puedo. Creo que a todos los tipos de la generación mía les pasa eso. Quizás miro para atrás con demasiada frecuencia, pero al no tener otras cuestiones personales o irresueltas, eso me pasa. Trabajé de lo que me gustó, de maestro rural.
—Contame un poquito de eso…
—La escuela rural es fantástica, es un mundo más simple, a pesar que por ahí existen otros inconvenientes, otras carencias. La gente que rodeaba el ámbito rural son diferentes, los chicos son más simples, todo los asombra y maravilla. Aprendés un montón de cosas de los chicos todos los días y ellos también, más allá de las diferencias económicas que puedan existir como trabajadores rurales que son. Si hay algo que yo pudiera hacer sería volver a esa escuela.
—A vos te llaman de colegios de la zona a contar cuentos o para contar tu experiencia como escritor, y eso quizás, se pueda comparar a lo que sentías en la escuela rural. Esas sensaciones que me describís, que quizás no lo sientas acá…
—No es que no lo sienta en Villa María, me parece que el asombro es más fuerte en la escuela rural; no sé bien como definirlo, pero por ejemplo, en Ausonia, cuando fuimos con Lelia Frías a contar cuentos, hacía 15 días que los chicos tenían la expectativa de conocer alguien que escribe. Habían preparado preguntas porque te ven distante, pero no hay otra realidad. El tipo que escribe es absolutamente un tipo común, va a comprar el pan, va al supermercado, se enoja, se emociona, escribe, piensa, usa zapatillas, jeans, es hincha e Alumni, tiene amigos; no es ese señor tan cariacontecido y cejijunto, un señor muy serio que fuma pipa y escribe grandes tratados sobre todos los temas del universo de la literatura. Lo que siempre queremos remarcar es que todo lo que vos buscás y querés saber está en los libros. Cuando trabajamos con los libros de cuentos en las escuelas, decimos que la ventaja que te da el libro es que leés y cuando te cansás, lo dejás y te vas a jugar y cuando volvés, la historia continúa desde el momento en que reabrís el libro. En Internet también, obvio, pero el contacto con el libro es otra cosa.
—¿Cuál es tu apreciación del ambiente literario local?
—Creo que Villa María no ha llegado a desarrollar todavía todo el potencial que tiene en la escritura. Con respecto a los escritores, yo diría que están todos divididos. En Villa María hay ghettos culturales, son cuatro o cinco personas que escriben y que tienen ese contacto entre ellos y no se vinculan con los demás, pero eso es una visión muy personal. Anoche (por el jueves) en el ciclo “Villa Nueva lee en Villa María”, del ambiente que escribíamos éramos seis o siete de Villa María. Tampoco la gente de acá no tiene mucho contacto entre sí, son contactos esporádicos, que se llegan cuando vos leés o cuando presentás un libro.
—¿Es importante para vos la presentación de un libro?
—Yo presenté tres libros, pero ya no sé, me parece que no es demasiado importante; ahora dudo. En un momento pensaba que sí, pero con el tiempo me he dado cuenta que no es tan importante, quizás sí lo sea la difusión, pero si vos no lo presentás tampoco nadie se entera que vos escribiste algo. Esto de escribir, para mí es mostrar lo que vas haciendo, lo que trabajás, lo que vos tenés para decir.
—Hablaste recién de difusión, ¿qué creés que hace falta para realizar esa promoción: talleres, revistas…?
—No, talleres literarios hay. Revistas literarias, creo que no hay ninguna, excepto “Compartiendo” que es cultural, y que ahora ha abierto un espacio para los escritores locales, que vienen surgiendo. Creo que debería haber alguna revista literaria. La Medioteca está haciendo lo suyo, por ejemplo este ciclo de poetas que te mencioné en donde vienen a mostrar lo suyo, a compartir con nosotros su trabajo. Me hubiese gustado que más gente se llegara, porque a todos nos gusta que nos vayan a ver cuando nosotros leemos, pero por ahí nos olvidamos que al otro también le gusta que lo vayan a escuchar lo que tienen para decir y leer. En Villa María hay una diáspora, si se me permite el término, cada uno está por su lado. En estos días estuve leyendo algunos autores de los ’60 o ’70, donde decían que la poesía les había servido para tener amigos, para compartir, para intercambiar; más allá de las discusiones por los estilos, por la forma, por la temática que abordaban. Me parece que hoy no hay mucho intercambio o se tenga alguna amistad muy estrecha en cuanto a la poesía, pero esto es mi punto de vista.
—Si vos decís que la poesía no sirve para hacer amigos, ¿para qué sirve?
—Es que la poesía debiera servir para hacer amigos, intercambiar, para enseñarte a mejorar, para leer autores juntos, para analizar… pero me parece que todos estamos rodeados de cierto egoísmo o soberbia, donde creemos que podemos subsistir por cuenta propia y a lo mejor nos equivocamos, o yo me equivoco y soy un egoísta y un ermitaño también, pero creo que es así en Villa María. Hay autores que no aceptan lo que dice el otro, se convierten en críticos feroces, no contemplando la posibilidad que ha tenido el otro de llegar a la literatura con más o menos armas técnicas, más o menos lecturas. Hasta a veces se llega a denigrar al otro por el hecho de tener una prensa superior, o acceder a ciertas editoriales reconocidas en el país o en la provincia. Siempre vemos el defecto en el otro que escribe y nuestros defectos también están y eso tratamos de soslayarlo, disimularlo o hacernos los desentendidos. En la poesía uno intenta contar lo que le pasa, lo que siente como puede, como sabe; pero todo esto es materia opinable, pero así lo veo yo.
—¿Qué cosas te gustaría conocer de las letras locales ?
—Me gustaría tener acceso a lo que la gente joven escribe. En la franja que va desde los 17 a los 30 años no se conocen muchos textos, estoy convencido de que hay mucha gente y que escribe bien. Villa María no ha revelado todo su potencial, pero mientras continúe todo esto que cada uno va para cada lado, no sé. Es una lástima, pero es así. Si en un ciclo que se realizó en la Medioteca había problemas para poder reunir a tres personas para leer; imaginate para reunir a los poetas de Villa María debe ser más difícil. No hay una institución oficial o no que los aúne, que los convoque. Sostengo que mientras tengamos esta postura, de la cual yo también me hago cargo, todo lo que se logre será por esfuerzo y desarrollo personal, no porque haya un grupo de poetas que trabajen en la ciudad, ni para dar a conocer afuera lo que se hace. Las peleas son prácticamente definitivas, basta una palabra mal empleada para que provoque una ruptura, pero nadie da el paso para la reconciliación.
—¿Creés que Villa María tiene poetas de calidad como para trascender los límites de la ciudad?
—Yo creo que sí, todo está en que se den posibilidades de transitar, por ahí se da por los contactos que tengas, por que te conozcan o no. Tenés que ver también que le gusta a los editores, que consideran poesía y que no, por ahí a los editores que les gusta la temática del suicidio, todo lo que es oscuro, no les interesa alguien que hable de otra cosa, de abstracción, o heridas que no sanan nunca… no nos olvidemos que las editoriales están para ganar dinero, no para hacer beneficencia. Por eso por ahí vuelvo y soy reiterativo con la edición del autor, el gusto personal de decir publico 100 o 200 libros, lo hago circular entre amigos, intercambio con otros autores si se da la posibilidad y no estoy dependiendo de una editorial, hago lo que quiero y a mi gusto. Son elecciones personales y económicas. Creo que pasado cierto tiempo algunos autores locales tienen que trascender.
Tiene publicados en ediciones de autor los poemarios “Brújula y viento”, “Entre el fuego y la sed”, “Peón Caballo Rey” y “Escrito en la tempestad”. A diferencia del año anterior en que sacó a la luz el último par de libros, Fernando no tiene en mente editar un volumen para 2008, pues prefiere dedicar más tiempo a la corrección, a la lectura y a la reflexión. Esta actitud, quizás es la que hoy le permite ver el ambiente literario local con una visión más aguda y punzante, pero a la vez muy acertada. Sin embargo cree en la literatura, cree en el libro y sobre todo cree que los escritores de Villa María tienen mucho para ofrecer.
Entre los poetas locales que más le atraen se encuentran Mario Moral, Griselda Rulfo, Carina Sedevich, Augusto Páez y Omar Álvez, de los que conserva algunos originales y borradores. Considera que estos textos (a veces servilletas, hojas de cuaderno, impresos, libros inéditos…) conformarán un corpus histórico relevante sobre la literatura local del Siglo XXI.
Para él, poeta de ley, lo verdaderamente importante es “sentarse a escribir lo mejor posible y corregir lo más que se pueda. Durante mucho tiempo a uno le preocupa el qué van a decir, cómo lo van a tomar, si va a gustar o no; a esta altura no es una de mis preocupaciones. No pretendo ser un autor de élite, no tengo cuestiones con la vida, con la familia ni con nadie, no me interesa matar al padre, ni violar a la madre, ni degollar al perro, ni matar a martillazos un animal que anda en la calle. Al contrario, yo siempre digo que los viejos y la familia me dieron más de lo que podían.”
—¿Siempre fuiste de Villa María?
—Siempre fui de aquí, aunque cada vez (como lo he dicho en otras notas) me siento más desconocido, cada vez siento que entre Villa María y yo no hay nada en común, espero no ser el único. Hace poco, charlando con gente de mi generación, les decía que ya no quedan lugares reconocibles, lugares donde puedan identificar algo que nos fue común a todos. Cuando vos empezás a perder los lugares de referencia, que en cierta manera te identifican o guardás algún recuerdo o emoción, la ciudad deja de ser lo que era y poco te queda en común. Pienso también, que se deja de tener gente en común, pasás a ser un extraño, los amigo son pocos, si bien yo nunca tuve muchos amigos. Como alguien dijo “soy el poeta del fondo del bar” y no preocupa, es más, me gusta, busco lugares donde hay luz y ventanas, leo y escribo lo que puedo. Creo que a todos los tipos de la generación mía les pasa eso. Quizás miro para atrás con demasiada frecuencia, pero al no tener otras cuestiones personales o irresueltas, eso me pasa. Trabajé de lo que me gustó, de maestro rural.
—Contame un poquito de eso…
—La escuela rural es fantástica, es un mundo más simple, a pesar que por ahí existen otros inconvenientes, otras carencias. La gente que rodeaba el ámbito rural son diferentes, los chicos son más simples, todo los asombra y maravilla. Aprendés un montón de cosas de los chicos todos los días y ellos también, más allá de las diferencias económicas que puedan existir como trabajadores rurales que son. Si hay algo que yo pudiera hacer sería volver a esa escuela.
—A vos te llaman de colegios de la zona a contar cuentos o para contar tu experiencia como escritor, y eso quizás, se pueda comparar a lo que sentías en la escuela rural. Esas sensaciones que me describís, que quizás no lo sientas acá…
—No es que no lo sienta en Villa María, me parece que el asombro es más fuerte en la escuela rural; no sé bien como definirlo, pero por ejemplo, en Ausonia, cuando fuimos con Lelia Frías a contar cuentos, hacía 15 días que los chicos tenían la expectativa de conocer alguien que escribe. Habían preparado preguntas porque te ven distante, pero no hay otra realidad. El tipo que escribe es absolutamente un tipo común, va a comprar el pan, va al supermercado, se enoja, se emociona, escribe, piensa, usa zapatillas, jeans, es hincha e Alumni, tiene amigos; no es ese señor tan cariacontecido y cejijunto, un señor muy serio que fuma pipa y escribe grandes tratados sobre todos los temas del universo de la literatura. Lo que siempre queremos remarcar es que todo lo que vos buscás y querés saber está en los libros. Cuando trabajamos con los libros de cuentos en las escuelas, decimos que la ventaja que te da el libro es que leés y cuando te cansás, lo dejás y te vas a jugar y cuando volvés, la historia continúa desde el momento en que reabrís el libro. En Internet también, obvio, pero el contacto con el libro es otra cosa.
—¿Cuál es tu apreciación del ambiente literario local?
—Creo que Villa María no ha llegado a desarrollar todavía todo el potencial que tiene en la escritura. Con respecto a los escritores, yo diría que están todos divididos. En Villa María hay ghettos culturales, son cuatro o cinco personas que escriben y que tienen ese contacto entre ellos y no se vinculan con los demás, pero eso es una visión muy personal. Anoche (por el jueves) en el ciclo “Villa Nueva lee en Villa María”, del ambiente que escribíamos éramos seis o siete de Villa María. Tampoco la gente de acá no tiene mucho contacto entre sí, son contactos esporádicos, que se llegan cuando vos leés o cuando presentás un libro.
—¿Es importante para vos la presentación de un libro?
—Yo presenté tres libros, pero ya no sé, me parece que no es demasiado importante; ahora dudo. En un momento pensaba que sí, pero con el tiempo me he dado cuenta que no es tan importante, quizás sí lo sea la difusión, pero si vos no lo presentás tampoco nadie se entera que vos escribiste algo. Esto de escribir, para mí es mostrar lo que vas haciendo, lo que trabajás, lo que vos tenés para decir.
—Hablaste recién de difusión, ¿qué creés que hace falta para realizar esa promoción: talleres, revistas…?
—No, talleres literarios hay. Revistas literarias, creo que no hay ninguna, excepto “Compartiendo” que es cultural, y que ahora ha abierto un espacio para los escritores locales, que vienen surgiendo. Creo que debería haber alguna revista literaria. La Medioteca está haciendo lo suyo, por ejemplo este ciclo de poetas que te mencioné en donde vienen a mostrar lo suyo, a compartir con nosotros su trabajo. Me hubiese gustado que más gente se llegara, porque a todos nos gusta que nos vayan a ver cuando nosotros leemos, pero por ahí nos olvidamos que al otro también le gusta que lo vayan a escuchar lo que tienen para decir y leer. En Villa María hay una diáspora, si se me permite el término, cada uno está por su lado. En estos días estuve leyendo algunos autores de los ’60 o ’70, donde decían que la poesía les había servido para tener amigos, para compartir, para intercambiar; más allá de las discusiones por los estilos, por la forma, por la temática que abordaban. Me parece que hoy no hay mucho intercambio o se tenga alguna amistad muy estrecha en cuanto a la poesía, pero esto es mi punto de vista.
—Si vos decís que la poesía no sirve para hacer amigos, ¿para qué sirve?
—Es que la poesía debiera servir para hacer amigos, intercambiar, para enseñarte a mejorar, para leer autores juntos, para analizar… pero me parece que todos estamos rodeados de cierto egoísmo o soberbia, donde creemos que podemos subsistir por cuenta propia y a lo mejor nos equivocamos, o yo me equivoco y soy un egoísta y un ermitaño también, pero creo que es así en Villa María. Hay autores que no aceptan lo que dice el otro, se convierten en críticos feroces, no contemplando la posibilidad que ha tenido el otro de llegar a la literatura con más o menos armas técnicas, más o menos lecturas. Hasta a veces se llega a denigrar al otro por el hecho de tener una prensa superior, o acceder a ciertas editoriales reconocidas en el país o en la provincia. Siempre vemos el defecto en el otro que escribe y nuestros defectos también están y eso tratamos de soslayarlo, disimularlo o hacernos los desentendidos. En la poesía uno intenta contar lo que le pasa, lo que siente como puede, como sabe; pero todo esto es materia opinable, pero así lo veo yo.
—¿Qué cosas te gustaría conocer de las letras locales ?
—Me gustaría tener acceso a lo que la gente joven escribe. En la franja que va desde los 17 a los 30 años no se conocen muchos textos, estoy convencido de que hay mucha gente y que escribe bien. Villa María no ha revelado todo su potencial, pero mientras continúe todo esto que cada uno va para cada lado, no sé. Es una lástima, pero es así. Si en un ciclo que se realizó en la Medioteca había problemas para poder reunir a tres personas para leer; imaginate para reunir a los poetas de Villa María debe ser más difícil. No hay una institución oficial o no que los aúne, que los convoque. Sostengo que mientras tengamos esta postura, de la cual yo también me hago cargo, todo lo que se logre será por esfuerzo y desarrollo personal, no porque haya un grupo de poetas que trabajen en la ciudad, ni para dar a conocer afuera lo que se hace. Las peleas son prácticamente definitivas, basta una palabra mal empleada para que provoque una ruptura, pero nadie da el paso para la reconciliación.
—¿Creés que Villa María tiene poetas de calidad como para trascender los límites de la ciudad?
—Yo creo que sí, todo está en que se den posibilidades de transitar, por ahí se da por los contactos que tengas, por que te conozcan o no. Tenés que ver también que le gusta a los editores, que consideran poesía y que no, por ahí a los editores que les gusta la temática del suicidio, todo lo que es oscuro, no les interesa alguien que hable de otra cosa, de abstracción, o heridas que no sanan nunca… no nos olvidemos que las editoriales están para ganar dinero, no para hacer beneficencia. Por eso por ahí vuelvo y soy reiterativo con la edición del autor, el gusto personal de decir publico 100 o 200 libros, lo hago circular entre amigos, intercambio con otros autores si se da la posibilidad y no estoy dependiendo de una editorial, hago lo que quiero y a mi gusto. Son elecciones personales y económicas. Creo que pasado cierto tiempo algunos autores locales tienen que trascender.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 14 de setiembre de 2008.-
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