lunes, 1 de septiembre de 2008

Enrique Doerflinger (Malas palabras 1ª Parte)

ENTREVISTA A
ENRIQUE RICARDO DOERFLINGER
A PURA MALA PALABRA




Aunque se graduó como licenciado en Filosofía, nunca dictó clases sobre la madre de los saberes. Enrique Doerflinger confiesa orgulloso que sus intereses profesionales dieron “un giro académico que se fueron orientando a lo lingüístico”. Tal es así que en la actualidad posee una Maestría en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua Materna y Extranjera.
Su eje profesional son los lenguajes, de eso no cabe dudas. Tiene conocimientos del habla y escritura del alemán, inglés, francés, ruso, portugués, vasco, como así también de lenguas madres como lo son el latín y el griego y una profunda afinidad con las lenguas indígenas como el quechua y guaraní.
Es un interesado por los lenguajes desde todas sus perspectivas y vertientes, le apasiona el origen de las palabras, las diferencias idiomáticas, los modos del habla, los usos, en fin, todas las perspectivas con las que se puede tratar ese sistema tan complejo y tan completo que es la lengua.
En esta oportunidad citamos a nuestro entrevistado para que nos de algunas impresiones sobre uno de los temas que se desdeñan y repelen en la escuela, en el trabajo, en la sociedad en general. Me refiero a las denominadas “malas palabras”, aquellas expresiones que utilizamos a diario para insultar, para sentirnos miembros de un grupo determinado, para manifestar cariño, para expresar admiración ante alguna hazaña, entre otras funciones acordes a los diferentes momentos situacionales. Un fenómeno que se remonta al origen del universo y que se configura como uno de los más enérgicos, vertiginosos y atractivos de nuestra lengua.
Después de dos horas de clases con sus alumnos, Enrique se hace un tiempo para charlar sesenta minutos más con nosotros. Es una entrevista carente de preguntas, ya que no son necesarias porque nuestro interlocutor sabe de lo que habla, y lo expresa con tanta soltura y de manera tan deliciosa que sólo hay que disponerse a disfrutar.


—Realmente es muy interesante este tema de las malas palabras, porque nos remite, de algún modo, a nuestras infancias. Esta cuestión de que determinadas palabras deben ser entendidas como malas. Cuando recordamos como fuimos educados por nuestros padres, tíos, abuelos se nos hace presente el hecho de que teníamos que evitar la emisión de ciertas palabras que se consideran malas. Los padres tratan de corregirlos, de censurarlos, que en definitiva es lo que el niño va percibiendo como un comportamiento social poco feliz o negativo. El niño tal vez no sepa el significado de esa mala palabra que sus mayores le está tratando de inculcar que no pronuncie, pero es muy sensible al efecto que producen en su entorno.

—Hay como una especie de imán entre los chicos y las malas palabras.
—Sin duda. El imán que provoca todo lo que es tabú en general y las llamadas malas palabras entre ellas. Se nos dice que una determinada cosa es tabú (léase palabras que no hay que pronunciar, hechos que no hay que hacer, etcétera), y que debemos censurarla, pero por lo general suelen provocar el efecto contrario, motivados por curiosidad, por ese impulso de hacer algo desde niño o joven en contra de las normas establecidas. Pero, lo interesante es que vistas en una perspectiva estrictamente lingüística, las palabras en sí mismas no son ni buenas ni malas, las palabras no se les puede conferir un comportamiento moral como acciones humanas que tienen la intencionalidad de provocar el bien o el mal.

—De hecho una palabra puede considerarse mala palabra hoy y dentro de unos años dejar de serlo, entre tantas otras posibilidades…
—Exactamente, con los años esa palabra se convierte en una palabra inocente, que quizás pierda su carga de semanticidad con la cual fue elaborada. Las palabras todavía conservan un componente referencial, al objeto que de algún modo aluden; pero lo que la convierte en que sea “mala” o “no mala”, fundamentalmente es la intensidad con la que fue emitida. Son nuestros actos, sean conforme a la moral, las buenas costumbres o contrarios a ellos; se puede decir que en ese sentido las palabras son amorales, carecen de moral. Si nosotros observamos a lo largo de la historia como se van acuñando en el léxico de una comunidad lingüística las malas palabras, vamos a ver que en un comienzo muchas de ellas tenían un carácter insultante para tratar de provocar el daño, herir, ofender al destinatario; pero analizando las palabras no representan algo que en sí mismas pueda ser ofensivo. Tal vez en alguna época lo era al recordarle a una persona que tenía una nariz grande y prominente. Narigón hoy sólo provocaría una mera sonrisa. Uno puede observar también que muchas de estas palabras, que son socialmente estigmatizadas, derivan de alusiones a determinadas partes del cuerpo o funciones fisiológicas, la genitalidad, a lo sexual o a una función escatológica; esta actitud es bastante común en la cultura latina. En otras comunidades lingüísticas, tal vez no sean las que más abundan, sino a otro tipo de expresiones. Yo recuerdo que cuando estudiaba alemán, el profesor alemán se sorprendía de cómo la gente en Córdoba empleaba tan abundantemente malas palabras para comunicarse. Le llamaba la atención las palabras terminadas en _udo, que son tan recurrentes. En Alemania los insultos no van en esa dirección, con esa insistencia, casi obsesión que tenemos los cordobeses y argentinos. A lo mejor un insulto es una referencia al tiempo o una maldición, pero no necesariamente va vinculado con lo que sería la genitalidad.
En ocasiones el insulto, en el momento de su creación tiene propósitos insultantes, con el correr del tiempo y en determinadas subcomunidades lingüísticas a nivel de cierto grupo se convierte meramente en un apelativo. Es el caso muy llamativo del término “boludo”, es muy común hoy en día escuchar esta palabra para comunicarse, pero no confiriéndole el carácter insultante, sino como una suerte de identificación etárea, hacer referencia de pertenencia, a una suerte de camaradería. De algún modo pretende lograr una cierta intimidad con el otro en la medida en que pertenece a mi comunidad etárea. Lo interesante es como en ciertas ocasiones el término recupera el contendido original e insultante que tiene.

—No sólo la misma palabra puede usarse con diversa intencionalidad en diferentes épocas, sino que en el mismo tiempo puede funcionar como una expresión de cariño o con la intención de insultar al otro.
—Es el caso típico de cuando vemos que un joven le dice al otro “no seas boludo, boludo”. Cuando uno analiza expresiones de ese tipo lo que se observa es que se produce una suerte de desdoblamiento semántico del término. Podemos hablar de una emisión donde adquiere un carácter social, afectivo de vincularme con el congénere; pero se recupera también el carácter original que tiene de insultante. Otro caso con ese término es ver como ha sido apropiado por las mujeres. Hoy en día es muy común que las chicas se traten de ese modo, como un intento de camaradería. Ocurre que las palabras en su origen fueron acuñadas para proferir insultos, lastimar adrede, pero con el correr del tiempo se desemantizan, es como que se vacían de ese significado y adquieren otra función, tal vez, como lo denominaba Román Jakobson, una función fática. Una función que apunta a ver si el otro está atento a lo que yo le digo.
Pero quizás más preocupante sean aquellas palabras que no tienen originalmente esa finalidad, pero sin embargo que se utilizan para herir, esas tal vez sean más peligrosas. Debemos prestar más atención a los discursos que circulan, que a las palabras tomadas aisladamente y que suenan muy inocentes, pero que están hechas para herir, tienen cointencionalidades discriminatorias de todo tipo, racista, sexista, social, religioso, ético; estoy pensando por ejemplo cuando se trata a una persona de negro. Por un lado es una palabra que no es buena ni mala, recordemos eso; pero aún dentro de los campos específicos de palabras que fueron acuñadas para ser utilizadas como insultos, tampoco lo es. Sin embargo ¿porqué resulta tan hiriente, tan lastimante que a alguien se lo trate como negro? Expresiones como “si estos negros no sirven para nada”, “estos negros nunca quieren trabajar”, etcétera. Ahí la palabra entra a circular en un discurso que tiene carácter segregacionista, racista en última instancia, cosa que los argentinos muchas veces negamos serlo diciendo que el racismo es un problema del hemisferio norte; no en la magnitud que sucede en otros lados, pero está, y cada tanto la lengua acusa recibo de ello. Creo que como educadores y los medios de comunicación debemos estar muy sensibles a ese tipo de discurso de empleo que en apariencia son inocentes, sin embargo tienen una carga sumamente negativa.

—Ahora que menciona a los medios, recuerdo que en un canal de noticias anunciaban mediante un placa roja, “murieron tantas personas y un boliviano”… Como si el boliviano no fuese persona.
—Sin duda, justamente ese ejemplo que das está muy bueno para ejemplificar esto. Son formas larvales que tenemos y que muchas veces nos cuesta reconocer. Creo que esas deben ser las peores malas palabras, en la medida en que se convierten en emergentes de discursos muy nocivos en una sociedad. Cuando uno detecta el empleo de ciertos términos con la intención de segregar, de marcar diferencias entre el otro y yo y de asumirme yo como superior al otro, entonces hay que prestar mucha atención porque algo preocupante está ocurriendo en esa sociedad. A veces los discursos pueden aparecen en la superficie muy inocentes pero sin embargo son portadores de una agresividad muy destructiva.
Por otra parte, en determinadas circunstancias mal que bien, todos empleamos alguna mala palabra, si uno se martilla un dedo, llegar a decir “recórcholis” o “caramba”, debe ser un poco extraño. Hasta un catedrático o un juez, puede ir un domingo a la cancha a ver su equipo favorito y en ocasiones puede proferirle algún insulto a un jugador o al árbitro, pero son cosas de las que no debemos escandalizarnos. Creo que un concepto que media entre el hecho de que una palabra sea considerada mala o no, es el concepto de adecuación; obviamente en una clase, conferencia, entrevista… si yo salgo con un improperio (salvo que no lo esté utilizando metalingüísticamente, como pretexto para un reflexión), estaríamos en un caso de inadecuación. La educación debe poner énfasis en lo inadecuado que resulta el utilizar ciertas palabras en determinados contextos que no sería de esperar. Es una cuestión de lo que hablaban los filósofos del lenguaje, la pragmática, que hacen a la condición de felicidad de un enunciado.
Hablar de malas palabras hace referencia a la cortesía, un tema que está siendo estudiado bastante por la lingüística, hay toda una corriente muy interesante en ese sentido.

—De todos modos, por lo que usted dice, a las malas palabras no hay que extirparlas, ni prohibirlas, ni eliminarlas; sino que son necesarias y hay que adecuarlas al contexto en que uno está.
—Buen tema ese también, ¿qué hacer con las malas palabras?, sobre todo porque nuevamente me pongo en situación de educador y padre de familia. Hay que procurar que los chicos las eviten, pero no ponerse en una perspectiva moralista, de escandalizarse; se debe incentivar desde el hogar, la escuela y los medios de comunicación (tema aparte porque estos, en especial la TV, son los principales productores de malas palabras)… De algún modo hay que procurar de que nuestro lenguaje se enriquezca con todo lo maravilloso que tiene la lengua, y no me refiero a que debamos hablar con un lenguaje florido o cargado de imágenes barrocas; hay que hacer el uso de otros recursos lingüísticos, que cuando una persona no está lo suficientemente educada lingüísticamente no los maneja, como la ironía. Al mismo tiempo en que son efectos comunicativos determinados sería bueno que puedan ser juegos ingeniosos del lenguaje, esto tiene que ver con el desarrollo de otras potencialidades con el lenguaje, antes que recurrir al recurso fácil del improperio reiterado.
En ocasiones una mala palabra se emite, no porque quiera tener un destinatario, sino para satisfacer una cuestión emotiva del momento, ante una mala o buena noticia… Ni se va a eliminar, ni tampoco hay que prohibirlas, porque puede resultar el efecto contrario. Las palabras se vacían y se cargan de intencionalidades a lo largo del tiempo.


Y es justamente el tiempo el que marca el final abrupto de nuestra charla, pues debo liberar al profesor para que continúe con el dictado de sus clases. Sin lugar a dudas el tema no concluyó, dos páginas interesantísimas quedaron en el tintero de mi computadora, seguramente ya habrá otra oportunidad en que lo convoquemos para seguir desarrollando éste u otros temas que atañen nuestra lengua.
Enrique se muestra muy contento con el encuentro que hemos tenido, me lo agradece y se lo retribuyo con un cálido apretón de manos.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 24 de agosto de 2008.-

Enrique Doerflinger (Malas palabras 2ª Parte)

ENTREVISTA A
ENRIQUE DOERFLINGER
A PURA MALA PALABRA
SEGUNDO CAPÍTULO





“Las palabras se vacían y se cargan de intencionalidades a lo largo del tiempo.” Con esa expresión cerrábamos nuestro reportaje del domingo pasado. Enrique Doerflinger, profesor y amante de la lengua, continúa su exposición y cierra el diálogo vinculando las malas palabras y nuestro humor cordobés.
Un caso interesante, nos dice Enrique, “son aquellos insultos que eran denominaciones específicas a determinadas enfermedades mentales, términos como “estúpido”, “imbécil”, “idiota” fueron acuñados por los primeros padres de la psicología. Muchos de ellos registran en su origen una etimología latina o griega, por ejemplo “estúpido” está relacionado con estupefacto, con estupefaciente, la persona que está así no tiene capacidad de reaccionar ante determinados estímulos. El “idiota”, tiene componente griego que lo podemos encontrar en palabras como idiosincrasia; el idiota es aquel individuo que ha perdido su capacidad de relacionarse con el entorno y queda reducido a un sí mismo, a un “idios”. Eran tecnicismos para determinadas patologías que después fueron tomadas popularmente para utilizarlas como agravios.”

—¿Qué otro aspecto considera interesante resaltar?
—Es interesante como una mala palabra pronunciada en su momento exacto, de pronto, puede convertirse en un término irremplazable por otro. Recuerdo siempre la obra literaria “Los miserables” de Victor Hugo, cuando describe la batalla de Waterloo entre las fuerzas de Napoleón Bonaparte y las del general Wellington. Cuando la última tropa de Napoleón estaba haciendo la última resistencia contra los ingleses y uno de los generales del bando enemigo le dice “rendíos valientes franceses”, en ese momento el que estaba a cargo de los patriotas franceses dice la palabra más bella que un francés pueda pronunciar: “¡Merde!” (risas). Estamos hablando de una obra de literatura que es bellísima, admirable literariamente; sin embargo, de pronto cuando se utiliza ese término y no otro es porque no se puede encontrar un sustituto en ese momento que pueda concentrar lo que se quiere decir. Hasta una palabra nos presenta la paradoja, que aún en su carácter ofensivo, de tabú, si es pronunciado en un momento dado puede convertirse en un término glorificador de todo un colectivo.

—Que interesante la cuestión del tabú, como llama la atención de los chicos y de los grandes también; porque hay libros que se titulan con malas palabras, programas de TV donde se emplean sin cesar, en fin, productos que atraen consumidores por emplear esas palabras.., ¡y venden!
—En general podemos decir que el morbo atrae, las palabras que aluden a la genitalidad ejercen cierto magnetismo en la gente. Pensemos por ejemplo en un producto como podría ser el de Enrique Pinti, que conocemos por sus monólogos o su participación en obras de teatro y películas. Es bastante conocida que su afición a utilizar gran abundancia en sus parlamentos. Hay público que su actuación le choca y hay otra que lo va a ver porque quieren oírlo hablar así. Si uno observa discursivamente los parlamentos, como todo lo que él refiere, que puede dar una lección de historia argentina desde la colonia hasta nuestro tiempo, lo elabora de una manera bien lograda, que casi las malas palabras que permanentemente mecha en sus monólogos, pueden pasar desapercibidas. Ahí uno se vuelca a las diferentes ideas que el tiene, en este producto como que las malas palabras pasan a un segundo plano. Tal vez no se le disculparía si los contenidos que sarcásticamente quiere exponer en esos productos textuales al modo de ser de los argentinos, a la clase dirigente, etcétera; si eso no fuese muy bien logrado aflorarían a un primer plano las palabras. Algunos artistas que emplean malas palabras de manera recurrente y abusiva terminan siendo algo burdo; porque más allá de trabajar con vedettes, con modelos espectaculares, hay una pobreza de ideas que se evidencia. El tema del humor está íntimamente vinculado con el lenguaje y si no hay inteligencia que se vierta en palabras, el humorismo se pierde y se convierte en chabacanería, en vulgaridad, porque lo que denota es la falta de inteligencia.

—Recién mencionabas a Enrique Pinti, pero también hay otro personaje que es muy recordado por todos nosotros que es el Negro Fontanarrosa. Su intervención en el Congreso Internacional de la Lengua exponiendo sobre las malas palabras ha dado la vuelta al mundo. ¿Qué opinás al respecto?
—No tengo más que palabras de profunda admiración para con el querido Negro. Su pérdida ha sido lamentable, pero como todos los grandes dejó un suelo muy fecundo, porque el humor argentino tiene un antes y un después de Fontanarrosa. El haber creado personajes tan entrañables, el haber volcado toda una mirada irónica y risueña, al mismo tiempo que con cariño hacia la realidad nuestra, lo vuelve un personaje eterno. Aún nos podemos ver reflejados en su obra, en su afabilidad, todos lamentamos muchísimo su pérdida, pero quedamos con la alegría de saber que existo y que dejó mucho obra. Y bueno, quién mejor que él para dar una clase magistral ante todos los académicos de lo que significa las malas palabras desde este punto vivencial.

—Mientras lo escuchaba ese día y todo el auditorio se reía a carcajadas, pensaba, cuánta verdad encerraban sus ocurrencias…

—Cuanta verdad… Cuando nosotros reflexionamos sobre las palabras que muchas veces utilizamos sin saber porqué, y que de pronto venga alguien y que se cuestione el porqué; el vernos reflejarnos en esas situaciones provoca una especie de mirada indulgente de nosotros mismos. Allí vemos que estas reflexiones sobre la lengua, gozan de carácter universal, el tema de la universalidad, de saber que todos somos usuarios de una lengua que tiene un Quijote coexistiendo con productos banales o viles…

—¿El año pasado dictó un curso sobre las malas palabras?
—No, en 2007 di un curso sobre el humor y sus vertientes lingüísticas. Es un tema que me ha parecido de lo más fascinante y porque además se lo desdeña un poco en el nivel universitario. Yo sostengo que al humor hay que tomárselo muy en serio, forma parte de la naturaleza del hombre y de la sociedad. Siempre he encontrado la posibilidad de explotarlo, no solamente desde lo lingüístico estrictamente, sino que es un área que se puede abordar desde la interdisciplina: desde el análisis del discurso, psicología, psicoanálisis, filosofía; es decir, el humorismo es algo que ha interesado desde tiempos muy remotos y de disciplinas muy diversas; pero estaba faltando una mirada en profundidad desde lo lingüístico.

—Podemos decir también que los cordobeses son como un modelo del humor.

—Sin duda. El humor cordobés tiene marca registrada, tiene un sello de identidad que nos tiene que poner orgullosos, porque forma parte de un patrimonio cultural. Ahora que se está hablando de los patrimonios culturales, no sólo de los materiales sino simbólicos, el lenguaje es sin duda un patrimonio. Los lenguajes regionales, las lenguas minoritarias en cuanto que no son las lenguas dominantes, son parte de un patrimonio colectivo nacional y el humor se puede considerar como parte del patrimonio cultural y social de los cordobeses. Sin desdeñar que en otras partes del país existen muy buenos humoristas, cada uno con su modalidad propia, pero indudablemente que la ocurrencia, el ingenio, la chispa, la espontaneidad que tiene el cordobés a veces no se ven en otros ámbitos.





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En el marco del Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Rosario en 2004, nuestro recordado Roberto Fontanarrosa, fue invitado a una de las mesas para hablar sobre la internacionalización del español. Conviene aquí reproducir parte de su exposición, la que se constituyó como una intervención memorable.



LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL ESPAÑOL

Por Roberto Fontanarrosa
Adaptación de www.congresosdelalengua.es


No sé que tiene que ver con lo de la internacionalización, que, aparte, ahora que pienso, ese título lo habrán puesto para decir que una persona que logra decir correctamente in-ter-na-cio-na-li-za-ción es capaz de ponerse en un escenario y hablar algo —porque es como un test que han hecho—.
Algo tendrá que ver el tema, éste, el de la malas palabras, por ejemplo, con éste, como el que decía el amigo Escribano (José Claudio Escribano), se nota que es tan polémica esta mesa que es la única a la que le han asignado «escribano» para que se controle todo lo que se dice en ella.
Creo que es un aporte real en cuanto al intercambio, me ha tocado vivir cuando he tenido que acompañar a la selección argentina a partidos (de fútbol) en Latinoamérica. El intercambio que hay en esos casos de este lenguaje es de una riqueza notable; es más, en Paraguay nos decían «come gatos» que es, estrictamente para los rosarinos, «un rosarinismo».
Un Congreso de la Lengua, es más que todo, para plantearse preguntas. Yo como casi siempre hablo desde el desconocimiento, me pregunto por qué son malas las malas palabras, quién las define como tal. ¿Quién y por qué?, ¿quién dice qué tienen las malas palabras?, ¿o es que acaso les pegan las malas palabras a las buenas?, ¿son malas porque son de mala calidad?, o sea que ¿cuando uno las pronuncia se deterioran? o ¿cuando uno las utiliza, tienen actitudes reñidas con la moral?
Obviamente, no se quién las define como malas palabras, tal vez sean como esos villanos de viejas películas como las que nosotros veíamos, que en un principio eran buenos, pero que al final la sociedad los hizo malos.
Tal vez nosotros al marginarlas, las hemos derivado en palabras malas, lo que yo pienso es que brindan otros matices muchas de ellas. Yo soy fundamentalmente dibujante, con lo que uno se preguntará: ¿qué hace ese muchacho arriba del escenario? Manejo muy mal el color, por ejemplo, pero a través de eso sé que cuanto más matices tenga uno, más puede defenderse, para expresarse, para transmitir, para graficar algo, entonces, ¿hay palabras, palabras de las denominadas malas palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunos incluso por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo. Tonto puede incluso incluir un problema de disminución neurológica realmente agresivo.
El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada —no sé si está en el diccionario de dudas—, está en que también puede hacer referencia a algo que tiene pelotas. Puede hacer referencia a algo que tiene pelotas que puede ser un utilero de fútbol que es un pelotudo porque traslada las pelotas; pero lo que digo, el secreto, la fuerza; está en la letra t. Analicémoslo —anoten las maestras—: está en la letra t, puesto que no es lo mismo decir zonzo que decir peloTUdo.
Otra cosa, hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa —esa es otra particularidad, porque todos los países tienen malas palabras pero se ve que las leyes de algunos países protegen y en otros no—, hay una palabra maravillosa, decía, que es carajo. Yo tendría que recurrir a mi amigo y conocedor, Arturo Pérez Reverte, conocedor en cuanto a la navegación, porque tengo entendido que el carajo era el lugar donde se colocaba el vigía, en lo alto de los mástiles de los barcos para divisar tierra o lo que fuere, entonces mandar a una persona al carajo era estrictamente eso, mandarlo ahí arriba.
Amigos mexicanos con los que estuve cenando anoche me estuvieron enseñando una cantidad de malas palabras mexicanas. Ahora que lo pienso creo que me estaban insultando porque se suscitó un problema con la cuenta a la hora de pagar. Me explicaban, que las islas Carajo son unas islas que están en el océano Indico.
En España, el carajillo es el café con coñac y acá apareció como mala palabra, al punto que se llega a los eufemismos se decía caracho es de una debilidad absoluta y de una hipocresía... ¿no?
A veces hay periódicos que ponen: «El senador fulano de tal envío a la M a su par…». La triste función de esos puntos suspensivos, realmente el papel absurdo que están haciendo ahí, merecería también una discusión acá, en el Congreso de la Lengua.
Voy a ir cerrando, hay otra palabra que quiero apuntar que creo es fundamental en el idioma castellano, que es la palabra «mierda», que también es irremplazable. El secreto de la contextura física está en la r —anoten las docentes— porque es mucho más débil como lo dicen los cubanos: miELda, que suena a chino y eso —yo creo que ahí está la base de los problemas que ha tenido la Revolución cubana—, quita de posibilidades de expresiva.
Voy cerrando, después de este aporte medular que he hecho al lenguaje y al Congreso, lo que yo pido es que atendamos a esta condición terapéutica de las malas palabras. Mi psicoanalista dice que es imprescindible para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas. Lo único que yo pediría (no quiero hacer una teoría) es reconsiderar la situación de estas palabras. Pido una amnistía para la mayoría de ellas. Vivamos una navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje, que las vamos a necesitar.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 31 de agosto de 2008.-

Carlos Gazzera (Director EDUVIM) 1ª Parte

ENTREVISTA A
CARLOS GAZZERA
DIRECTOR DE LA EDITORIAL UNIVERSITARIA VILLA MARÍA
(Primera parte)

Textos de Darío Falconi
Fotos de la Feria del Libro por Pablo von Düring


Había abandonado la ciudad por segunda y definitiva vez en 1988, aunque nunca imaginó que las vueltas de la vida no dejarían de vincularlo a su ciudad natal. Si bien volvía esporádicamente a Villa María para visitar a su madre y amigos, no lo haría con tanta frecuencia hasta 2003. Había obtenido por concurso un cargo auxiliar en la UNVM y por ese motivo se trasladaba desde la Capital de la provincia para dictar clases en el (por aquel entonces) Profesorado en Lengua Castellana. Sin embargo, no se contentaría solamente con el desarrollo de esa función, si hay una palabra con la que lo pudiese definir a Carlos Gazzera, esa sería inquieto. Su amplia capacidad creadora y organizadora lo hacen inmiscuirse en los distintos astros del orbe cultural. Carlos, es un preocupado por generar esos espacios donde se puedan difundir los proyectos, confrontar las ideas, mostrar lo que se produce en frente de nuestros ojos pero que muchas veces no podemos ver. Decía que es un inquieto, ya que además del dictado de las clases en Villa María, comenzó a organizar charlas y debates; presentaciones de libros; se metió en nuestro diario y retomó el suplemento cultural que muchísimos años dirigió el eterno Bernardino Calvo; proyectó el primer libro de rock de la ciudad y tantas otras actividades que, quizás inconscientemente, actuaron de excusas para volver a solidificar ese vínculo con la ciudad.
Cuando a finales del año pasado comenzó a esbozarse la idea de crear una editorial universitaria, las miras de las autoridades de la UNVM fueron puestas en él, por su sapiencia en las cuestiones editoriales. Carlos, es magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea en el Centro de Estudios Avanzados (UNC); se encuentra cursando un doctorado; dirige proyectos de investigación relacionados con la literatura de la provincia de Córdoba; fue docente de letras de la UNC y de la UNVM. Se desempeñó como periodista cultural desde 1992 hasta hace meses en las páginas de La Voz del Interior, también colaboró asiduamente en La Gaceta de Tucumán. Desde el 2004 al 2006 fue coordinador de EL DIARIO Cultura de este medio. Colaboró en múltiples revistas culturales. Integra los Consejos de Redacción de las revistas académicas: INTI (Providence Collage, EE.UU.) y La Pecera (Mar del Plata). Sus trabajos de crítica literaria han sido publicados en EE.UU., Italia, Brasil, Israel, España y México. Entre 1995 y 2001 dirigió la revista-libro “TRAMAS, para leer la literatura argentina”. Sus últimos libros son: “Fragmentaciones. Poesía y poética de Alejandro Schmidt” (2003) en colaboración con María Teresa Andruetto, “Panorama de la literatura brasileña” (2004), “Ficciones del Horror” (2006) con Carlos Surghi y “rock_vm. El rock de Villa María en el nuevo milenio” (2007) con José Azocar y quien escribe estas líneas.
Empapado de todo lo referente a las cuestiones editoriales, decidió aceptar un desafío trascendente que posee dos caras; por un lado, el mérito por su intensa labor cultural y por el otro, un compromiso enorme para con el destino de una universidad en crecimiento y la cultura de este pueblo. La Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) fue creada por el voto unánime de los miembros del Consejo Superior de la UNVM y fue presentada en el marco de la VII Feria del Libro realizada el mes pasado, con un foro de editores y editoriales universitarias del país, en medio de cortes de ruta producto del “conflicto campo-gobierno”. Con un par de meses de vida la Eduvim ya posee dos títulos publicados y se prevén un importante número de textos para esta segunda mitad del año.
Desde éstas páginas convocamos a su Director Editorial para que nos cuente (en dos entregas) sobre este emprendimiento inédito en la ciudad.


—¿Cuándo tomó conciencia de la necesidad de una editorial en Villa María?
—Yo diría que la cuestión de la existencia de una editorial no pasó nunca ni por mi ocurrencia ni por mi voluntad. Creo que el planteo de la existencia de una editorial es el resultado de una maduración socio-cultural de la propia Villa María-Villa Nueva. Y como en muchos otros casos en la historia de las sociedades, es el Estado el que tiene que dar el impulso inicial. Villa María necesitaba, desde hacía un tiempo ya, la creación de un espacio editorial que no solo retuviera en la ciudad las publicaciones de los libros que nuestros autores e intelectuales producen sino que también se constituyera en un verdadero sitio desde el cual fuera posible patrocinar, alentar e incentivar la publicación en forma de libros. Por eso digo que no se trató ni de una ocurrencia ni de una iniciativa personal. Sí diría que hubo una voluntad política en un sector de la dirigencia cultural de la ciudad que vio que la creación de una Editorial era ya una necesidad insoslayable. En esa dirigencia destaco la voluntad política del rector de la UNVM, Martín Gill, de los funcionarios de la Universidad Nacional de Villa María que supieron impulsar un proyecto que fue votado por unanimidad por el Consejo Superior. Lo mío se resume a un simple trabajo profesional. Para mí, en lo personal, es un gran desafío, pero también un verdadero orgullo que, como villamariense, esa dirigencia se haya fijado en mi trayectoria, en mi curriculum, para confiarme esa responsabilidad.

—¿Qué significa ser una "editorial universitaria"?
—Significa asumir la vasta trayectoria que las Editoriales Universitarias han tenido para la historia cultural y social de nuestro país. Desde EUDEBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires) hasta Editoriales Universitarias como la de la Universidad del Litoral (Santa Fe), muchos libros que hoy integran el acervo cultural del país y del mundo no hubieran sido publicados. Pienso en dos ejemplos claves de la cultura argentina en el mundo y que tienen a estas dos editoriales como protagonistas: el Martín Fierro de José Hernández con las ilustraciones del maestro Castagnino (Eudeba, 1962) o bien las Obras completas de Juan L. Ortiz (Litoral, 1996). Una Editorial Universitaria significa colocar la masa de recursos intelectuales, críticos y económicos de la Universidad al servicio de la comunidad que la sostiene. Significa el más contundente puente de vinculación entre comunidad académica-científica con la sociedad civil.

—¿Cuál es la situación actual que atraviesan las editoriales de las casas de altos estudios?
—Nuestro modo de presentarnos en la sociedad como Editorial fue patrocinando un evento de tipo académico cultural: un Foro de Editores y Editoriales Universitarias. Allí pudimos colocarnos en un debate nacional que parece estar comenzando. En sintonía con el debate que viene desarrollando la comunidad académica-científica en argentina sobre los modos de hacer ciencia, las formas en que las Universidades desarrollan conocimiento, el valor que las investigaciones tienen en el seno de la Universidad, sumado a los debates sobre cómo cuantificar los impactos sociales que esas investigaciones tienen en nuestra comunidad, los Editores de las Editoriales Universitarias comenzamos a preguntarnos qué tipo de libros debemos hacer. ¿Los libros que quieren nuestros docentes y nuestros investigadores son los libros que necesitamos? ¿Cuál es el límite o parámetro? ¿Importa o no importa el mercado? ¿Cuál es el mercado de nuestros libros? ¿Qué hacemos frente a ese mercado?

—¿Cómo es el panorama editorial que usted ve en nuestra ciudad?
—En Villa María hay un mínimo e incipiente panorama editorial. Es muy pequeño pero es interesante que exista. De ese estadio hay que salir para crecer. Tengo para mí la esperanza que Eduvim genere con su onda expansiva una movida editorial en Villa María. Estaría muy bien si en un par de años Eduvim hubiera fomentado la existencia de otras Editoriales en la ciudad y la región, y lo que es mejor aún, alentado la mejora de calidad en la producción de libros. Nuestra Editorial Universitaria no puede pensarse fuera de una escala nacional. No puede ser de otro modo. Nuestra Universidad Nacional nos exige ciertos parámetros de comparación con editoriales de otros lugares del país y nos impulsa a ser una Editorial con un nivel de desarrollo comparable a la de Buenos Aires, Litoral, Jujuy, Mar del Plata, Quilmes, Córdoba, Río Cuarto, etcétera. Tengo la certeza que ese nivel que puede aportar Eduvim contribuirá a elevar los indicadores no solo de producción de libros en la ciudad sino también de calidad. Esto seguramente será posible si todo el círculo que hay alrededor del libro tiende a completarse: por ejemplo, que algunas de la las imprentas de Villa María con una clara capacidad de modernización se decidan a darle al rubro del libro una importancia que hasta aquí, al parecer, no le han dado y realicen algunas inversiones; implica también, la toma de conciencia de profesionalizar los recursos humanos que la ciudad tiene: que los editores asuman riesgos y contribuyan a formar un espacio profesional de la edición, generando también un mercado interno de libros con colecciones económicas, donde los libros salgan corregidos y con diseños atractivos más allá del mercado interno. Para completar rápidamente el panorama: más libreros, más lectores, más periodismo especializado…

—¿Qué opinión le merecen las ediciones de autores muy comunes entre los escritores locales?
—Las ediciones de autor son algo muy valioso: muestran el convencimiento que ese autor ha tenido en su obra. Prefiero una obra de autor, con limitaciones, con errores, con defecciones y no el autor inédito por siempre. Sin embargo, las ediciones de autor tienen un gran problema y es que detienen el crecimiento de un mercado editorial. Por lo general el autor hace su edición, trata de vender unos pocos libros para pagar la edición y después, inunda el mercado con libros regalados. Y entonces, todo el convencimiento que tenía en un primer momento de sacar su libro, de poner dinero de su bolsillo para que el libro saliera, lo derrocha ahora cuando lo termina regalando. La próxima vez los que pagaron por el libro van a decir, “para qué voy a pagar por el libro de tal si después de un tiempo me lo regala…” Los autores no deben regalar libros. Los autores deben fomentar que sus libros se vendan. Como Editor pretendo que los autores no regalen sus libros y yo, como contrapartida quiero garantizarles a los autores que sus libros saldrán a precios razonables… Mi desafío es que los libros de Eduvim sean accesibles a la gran mayoría de los lectores.

—¿Cuál es la estructura actual y cuál la que proyecta Eduvim?
—La estructura de Eduvim es aún mínima. Sin embargo, tampoco pienso en una estructura sobredimensionada. Pienso que hay que ser responsable del uso que le damos a los dineros públicos. En ese sentido, sostengo que desde la UNVM debemos potenciar los recursos humanos que tenemos para que la ecuación sea: producir con los mínimos de los recursos los máximos resultados. Eduvim debe dar muestras de una eficiencia no solo económica sino de responsabilidad institucional. Eduvim tendrá una estructura de coordinación y de producción mínima y potenciará a través de la tercerización todos los trabajos que son inherentes a la publicación de libros.

—¿Dónde se imprimirán los textos?
—Como usted sabe, la administración del dinero público tiene mecanismos muy estrictos de control. Nuestro desafío es reunir la justa proporción entre calidad y precio. Con el desarrollo tecnológico del mundo de la impresión, no tiene sentido que la UNVM invierta dinero en máquinas para imprimir. Tenemos a mano muy buenas imprentas del Estado y muy buenas empresas en Córdoba y Buenos Aires que nos garantizan calidad y costos razonables. Mi deseo es que las industrias del rubro en Villa María inviertan y se coloquen a niveles operativos similares a los de Bs. As. y Córdoba. Sabemos que si bien esas grandes industrias gráficas de Buenos Aires y Córdoba están en mejores condiciones de brindarnos precios y calidad, estamos dispuestos a apoyar emprendimientos regionales que se acerquen a nuestras necesidades. Vengo de La Rioja: hace diez años allá no se hacía más que fotocopias y duplicaciones defectuosas. Cuando había que imprimir un libro, los autores se venían a Córdoba. Hace unos seis o siete años se creó la ley del libro y la industria gráfica de la ciudad creció de tal manera que no tiene nada que envidiarle a Córdoba, Rosario o Tucumán. Espero que en Villa María eso ocurra en la próxima década. El desafío está planteado.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 20 de julio de 2008.-

Carlos Gazzera (Director EDUVIM) 2ª Parte

ENTREVISTA A
CARLOS GAZZERA
DIRECTOR DE LA EDITORIAL UNIVERSITARIA VILLA MARÍA
(segunda parte)


Por Darío Falconi


Culminamos la edición pasada con la primera entrega del reportaje a Carlos Gazzera, actual Director de de la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) dependiente de la Universidad Nacional (UNVM).
En esa oportunidad, el funcionario de la Alta Casa de Estudios expresaba su deseo de que la ciudad se convierta a futuro, en un polo gráfico y productor de textos de relevancia.
Villa María y Villa Nueva están de para bienes, la creación de una editorial universitaria multiplicará las posibilidades de que muchos libros y autores se inmortalicen para la posteridad. Académicos, literatos, historiadores, investigadores, particulares… en fin, personas que bregan por difundir la cultura de nuestro pueblo tendrán la posibilidad de mostrar sus pensamientos, sus investigaciones y creaciones. Un libro mantiene intactas las ideas, las moviliza a través de los años y de los lugares, se lo puede escrutar en cualquier momento y circunstancia. El libro es un invento milenario de tanta vida y vigencia, que ha ido evolucionando, pero que en esencia conserva las mismas características de antaño y que (muchos) no podemos imaginarnos la realidad sin él.
Las palabras que siguen, serán las que nos completen el panorama de este nuevo emprendimiento cultural; Gazzera nos contará sobre las distintas colecciones que prevé la Eduvim, cómo resolverán las cuestiones referidas a la distribución de los textos, que línea temática será empleada en dicho órgano de la UNVM y finalmente describirá y descubrirá, en un raudo paso, los distintos momentos evolutivos que atraviesa un texto hasta que se convierte en ese envase cultural tan preciado.
En la edición de hoy les proponemos el cierre a ese diálogo que pasamos a compartir sin más rodeos.

—En la Eduvim, ¿habrá cierta preferencia por temas y tipos de publicaciones?
—El Consejo Superior de la UNVM aprobó un organigrama organizativo para Eduvim que debe atender dos líneas de producción de libros: los académicos y los culturales. Es decir, Eduvim debe tener una pata en la UNVM y otra en la comunidad. Ese organigrama nos demanda una doble articulación. Hacia el seno de la comunidad académica universitaria y otra hacia la sociedad de Villa María y el país. Para el caso de los libros académicos, será la comunidad académica la que irá demandando qué publicar, cuándo y cómo. Para ese sector, la Editorial es un instrumento que debe posibilitar el ingreso de esa producción de libros en el mercado. Los libros universitarios –como le gusta decir a José Luis Volpogni (Litoral)- tienen lectores, de lo que se trata es de hacer que esos lectores compren nuestros libros. Hacia la comunidad, lo que nos interesa es potenciar un nivel de calidad. La Editorial Universitaria tiene que priorizar aquellos libros que las editoriales comerciales no publican. Pero además, debe tener en cuenta que si los publica, deben hacer todo lo posible para que los compren y los lean.

—¿Qué colecciones tienen pensadas y que formatos (libro, DVD, CD, etc.) trabajarán?
—Hemos puesto en marcha dos colecciones de libros académicos: Poliedros (destinada a la producción académica de nuestros docentes, equipos de investigación e investigadores). Busca dotar a nuestros principales recursos humanos de una ventana de salida hacia la comunidad académica científica del país y del mundo. La otra es Primeros Pasos destinada a la publicación de aquellos trabajos de nuestros alumnos egresados del grado. Estas dos colecciones fueron puestas en marcha y estamos trabajando para que al menos antes de fin de año tengamos un par de títulos más en cada una de ellas. También pondremos en circulación una colección titulada Pajarito de agua (en homenaje a Edith Vera) con cuentos de autores villamarienses y cordobeses. Esa colección tiene por objetivo fomentar la literatura regional en el nivel medio de nuestra ciudad y nuestra región. Antes de fin de año lanzaremos un CD con música de nuestro Ensamble (grupo musical de la UNVM dirigido por Luis Nani) y una convocatoria para grupos musicales de nuestra comunidad. Tenemos en marcha una colección de libros titulada Documento Regional de Identidad en la cual aspiramos a publicar libros sobre Villa María y la región. Por empezar, un libro sobre la historia de Villa María en relación al mundo, de Horacio Cabezas; otro sobre la historia y desarrollo de la práctica de la medicina en Villa María y la región, del Dr. Sayago; otro sobre la historia del devenir económico industrial, comercial y de servicios de Villa María y su región del Lic. Carlos Seggiaro. Tenemos más, pero me parece que para este primer semestre, concretar estos libros y planificar otros, es más que suficiente.

—Un tema no menor es el de la distribución, ¿cómo piensa resolverla Eduvim?
—Ningún tema es menor para una editorial que desde su comienzo se propone intervenir en el circuito editorial universitario y con decisión en el circuito comercial del libro. Nos interesa mucho hacer que nuestros libros académicos, que nuestra producción intelectual llegue a todo el país. Para eso se nos vuelve necesario estrechar vínculos con las Editoriales Universitarias reunidas en REUN (Red de Editoriales Universitarias Nacionales). Ya estamos en contacto con la Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata para que ellos garanticen la llegada de nuestros libros en toda la zona sur y la Costa Atlántica argentina. En Córdoba y Villa María tendremos distribución propia y buscaremos ser distribuidores de otras editoriales Universitarias. En Buenos Aires, la médula de todo el problema, veremos cómo lo resolvemos. Tenemos dos o tres propuestas, pero lo solucionaremos a la brevedad. Por ahora estamos pensando la post-edición de manera muy artesanal porque la realidad es que tenemos muy poca edición. Pero sabemos que una de las claves del éxito de que nuestro sello se consolide, es la distribución.

—¿Habrá intercambio de producciones locales con el resto de universidades del país y el extranjero?
—Sí. Este es uno de nuestros puntos más ambiciosos. Estamos trabajando con ese tema, pero desde ya que sí. Tenemos tres proyectos claros de co-edición. No tenemos los convenios firmados y le pido que me entienda. Quiero ser respetuoso con los proyectos en elaboración. Oportunamente le pediremos al rector que los anuncie.

—¿Cómo se realizarán las ventas? ¿Habrá catálogos? ¿Compras por la web?
—El catálogo es lo que todo Editor tiene para mostrar, para lucirse. Nuestro catálogo tiene que ser el resultado de un consenso de lo que se produce a nivel universitario con lo que se produce a nivel social. Nos interesa que ese catálogo se vaya construyendo con obras que queden en el tiempo. Le aseguro que ese es un gran desafío de toda editorial privada. Imagínese cuánto más lo es de una editorial pública. Armaremos nuestra página WEB oficial que estará disponible desde la página de la UNVM y claro que desde allí se podrán adquirir nuestros libros desde cualquier punto del mundo.

—¿Qué garantías tiene un libro publicado con Eduvim en comparación con imprentas, talleres y editoriales independientes?
—No debería tener ninguna en especial. Claro, si el mundo de la edición estuviera claramente reglamentado con una Ley del Libro. Como en la actualidad ese tema es muy controversial, el caos editorial en Argentina es fenomenal. La consecuencia las pagamos todos. En primer lugar, tenemos una precarización del autor. Después, la precarización de todos aquellos que trabajan en las editoriales como empleados. El Editor argumenta que esa precarización también lo desalienta a invertir porque las grandes casas editoriales acaparan más del 70% del negocio del libro. ¿Qué es lo que crece? Como en todo rubro de economías con reglas poco claras, florece la economía informal. Los libros de autor no tienen ISBN (es decir, no tienen existencia, es como un niño sin DNI), no tiene por lo tanto existencia catalogal. Un ejemplo: supongamos que uno de nuestros profesores publicara una refutación a la teoría de Einstein y nuestro libro no tuviera ISBN ni ficha catastral y así como lo publicamos, lo llevamos a la Biblioteca Nacional o a la Biblioteca del Congreso de EE.UU., ¿sabe lo que haría el bibliotecario? Lo destruye en el acto con una de esas máquinas que tienen para hacer pulpa de papel. No me lo contaron: lo vi con mis propios ojos. O bien, si es inteligente y por casualidad es un entendedor de la teoría de la física, lo publica él, con un ISBN, a su nombre, y en el mejor de los casos, salta a la fama… O se llena de dinero… Por lo general no hay contratos o los contratos que se pactan son tan leoninos que los perjudicados siempre son los autores. No hay distribución. En el mundo actual, donde lo más importante es estar en una red de intercomunicación, es increíble, pero muchos de los libros de autor terminan en los placares de sus autores y con el paso del tiempo nadie los puede reclamar, encontrar, leer…

—¿Podría bosquejarnos el proceso que sufre un escrito desde que es un borrador hasta que es un libro publicado por Eduvim?
—Para un libro académico, el proceso que normalizaremos en breve es el siguiente. Cada Instituto deberá establecer las prioridades de publicación académicas y/o científicas. Para ello deberá crear un comité académico de Edición. Nosotros creamos en un primer momento, dos colecciones genéricas (Poliedros y Primeros Pasos) para canalizar rápidamente algunos títulos. Esas colecciones están disponibles para ser “llenadas” a la brevedad. Necesitamos, sin embargo, que los Institutos hagan sus propias propuestas de colecciones, de prioridades, etcétera, etcétera. En lo que es el ámbito cultural, la Editorial creó un instrumento parecido con la colección Documento Regional de Identidad (DRI) donde canalizaremos algunos libros que son prioridad editorial de la ciudad. En un futuro inmediato (estamos trabajando ya en eso) construiremos un Consejo Consultivo de miembros de la Sociedad Civil que desde el Rectorado y Extensión Universitaria buscará promover que el mundo cultural y bibliográfico de la ciudad se acerque a Eduvim y la cooperación de todos los sectores interesados de Villa María. Eso es lo que hace como dinámica de la decisión de publicar libros. El proceso una vez aceptado el libro tiene tres fases. Una de pre-edición que significa asignación a una colección, tramitación de ISBN, contrato Autor-Editor, reconocimiento en el Registro de Derecho de Autor. De allí, pasa a Edición: el manuscrito se entrega en un formato de papel y otro digital. Se le asigna un corrector que lo trabaja sobre ese manuscrito y su versión digital, corrigiéndolo y unificando el estilo según el “manual de estilo” de Eduvim. Cuando el libro vuelve del corrector, el editor (o el responsable de la colección) lo lee y comienza el trabajo de devolución con el autor. Se entabla un trabajo apasionante: este es el momento donde se le da forma a “la caja” del libro, se elige la tipografía, el formato interior. El autor lo vuelve a ver ya puesto en el “formato de caja”, tal como saldrá impreso. Después de esta segunda corrección, se tira una prueba de galera que será revisada finalmente por el mismo corrector inicial que cierra el círculo. Allí se ensambla el arte del interior con el arte de la tapa. El Editor vuelve a mirar la “prueba de libro concluido” un poco antes de la impresión definitiva. Eso hace que no perdamos el inmenso placer de trabajar artesanalmente el libro (cuatro correcciones) y un proceso industrial. Cuando llega el libro a nuestras manos tenemos toda la tarea de post-edición: presentar el libro en Villa María; organizar presentaciones en otras ciudades o comunidades, en donde el libro pueda llegar a ser importante. Estamos muy interesados en que nuestros autores se comprometan con nosotros y sus libros como lo haremos nosotros con sus libros.
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 27 de julio de 2008.-