domingo, 11 de junio de 2006

Leopoldo Marechal y Leopoldo Lugones

Aniversarios
LEOPOLDO LUGONES Y LEOPOLDO MARECHAL
Identidad en las letras argentinas



EL DIARIO CULTURA de este domingo quiere ocuparse de conmemorar a dos grandes de la pluma argentina, dos escritores con todas las letras, tocayos; nos referimos a Leopoldo Lugones y Leopoldo Marechal. A 132 años del natalicio del “poeta nacional” y cordobés y a 106 del poeta bonaerense, estas páginas intentan recordarlos de la mejor manera posible; para ello, hemos convocado a dos especialistas en la temática que, involuntariamente en sus trabajos, dejan entrever múltiples puntos de contacto en los pensamientos y escritos de estos referentes. En la víspera del día del escritor, dedicamos este suplemento a todos aquellos que cultivan con tesón una actividad tan gratificante como indispensable para el afianzamiento de nuestra identidad y el desarrollo de nuestro pueblo.



LEOPOLDO LUGONES, ESCRITOR NACIONAL
Por Daniel Teobaldi
docente e investigador UNVM


Lugones publica en el año 1916 un ensayo titulado EL PAYADOR, donde desarrolla la tesis sobre el carácter épico del poema de José Hernández MARTÍN FIERRO. Con EL PAYADOR, se inicia todo un movimiento intelectual que tenía como propósito reivindicar el MARTÍN FIE­RRO y de postularlo como el poema nacional argentino. Fiel a su pensa­miento, Lugones habrá de buscar los ar­gumentos para sumar el poema a la tradición literaria occidental.
Lo que Lugones trata de demostrar es que el payador es un agente de civi­lización, y reconoce sus precursores en los "antiguos canto­res" itine­rantes que forjaron, a través de su poesía, el carácter de las nacio­nalida­des emergentes en el medioevo. Con el examen de la figura del paya­dor, Lu­gones se sumerge en el origen de lo argentino, en el fundamento de la na­cionalidad, pero ligada a toda una tradición occi­dental que muestra un fun­cionamiento orgánico y semejante entre los elementos que componen esta tra­dición.
Así, los anteceden­tes épicos reconocidos del MARTÍN FIERRO constituyen, en con­junto, los primeros principios de lo que Lugones llama "el alma de la raza". El sentido funda­cional del poema hernandiano, está nucleado en torno a lo que Lugones en­tiende por patria. Así, patria y lenguaje aparecen estrechamente asociados, por el poema épico, y considera que los payadores realizan una verdadera acción ci­vilizadora.
El significado del "payador" se di­versifica, se bi­furca en su sentido originario: por una parte, paya­dor se­ría el agente de la creación de un lenguaje nuevo e identificador; por otra, y como con­se­cuencia de lo anterior, payador sería el portador de los valores de una raza, vinculado, íntimamente, al espíritu de la patria.
Esta es la forma de reelaborar la tradición, que rea­liza Lugones, ya como poeta, en su poemario ROMANCES DEL RÍO SECO, libro que se vertebra en lo más genuino de la gauchesca, cuando incardina su pala­bra poética en lo más profundo de la conciencia de la comuni­dad. El escritor no es ajeno a lo que la comunidad le está reclamando, porque no es ajeno a los he­chos fun­da­men­tales de esa comunidad.
Este es el punto en el que Lugones articula su pensa­miento per­sonal sobre la función del escritor, la presencia del payador (como agente de civilización), con su pro­pia creación poética, para restablecer los mecanis­mos de la tradi­ción li­tera­ria, en el contexto de la literatura nacional argentina.

MARECHAL, EL POETA
Por Sergio Chius
docente UNVM – UNC


Cuando me refiero en clase a don Leopoldo Marechal lo nombro como El Poeta así como los medievales solían llamar por El Filósofo a Aristóteles o por El Comentador a Averroes. Es que siendo como somos argentinos y reconociendo lo prodiga que es nuestra tierra en novelistas, ensayistas y poetas, tengo, no obstante, que señalar a dos que sacan sus laureadas testas por sobre los demás. Uno, por una sola obra -¡una sola, pero que obra!- un poema que define el paradigma del argentino y que marca a fuego el siempre reiterado acontecer de nuestra historia, y me refiero al MARTÍN FIERRO de José Hernández. El otro, Marechal, con una extensa, variada y bellísima obra y que, por si fuera poco, escribió, la de lejos y por varias cabezas, mejor novela de nuestras tierras. ¡Que digo! ¡la mejor del siglo XX! Me refiero a MEGAFÓN, O LA GUERRA.
Nunca dejo de recordar una noche, cuando con el doctorisimo Jorge Torres Roggero, este definía intuitivamente y como a otro poeta toca, a MEGAFÓN por su “alegría pascual”. Esta definición era por demás acertada, porque no de otra cosa trataba la historia sino de la guerra y de la muerte y, sobretodo, de la resurrección y de una alegría redentora. MEGAFÓN, O LA GUERRA narra las guerras que combatimos como individuos y como pueblo, guerras que se libran paralelamente para la conquista de dos Patrias. Narra la muerte que implica el combate y como esa muerte es germen de renovación.
Con la novela, El Poeta, nos cuenta la personal lucha que sostuvo por alcanzar la Patria Celeste, léase, su propia e intransferible redención, utilizando como medio el combate por su Patria Terrestre y como armas la novela y la poesía. Es que para Marechal la literatura fue su forma de combate, en su vida movida esencialmente por la “gravitación del cielo”. En MEGAFÓN describe a la batalla terrestre como instrumento para ganar esa otra batalla en la que participan también ángeles y demonios y que tiene como botín el alma humana. La “batalla celeste debía jugarse con la otra en cierto paralelismo interior o en una simetría no fácil de alcanzar y rigurosamente necesaria. En uno de sus cuadernos halle más tarde una nota de Megafón que aclararía ese paralelismo de los combates: Nuestras almas –dice la nota- son como balones de fútbol que futbolistas de camiseta blanca intentan patear hacia los arcos opuestos: lo esencial es distinguir cual es el arco de la luz y cuál el de la sombra”.
Para Marechal “la gesta de Megafón no es un trabajo de fantasía en prosa”, pues “lo fantástico no existe, ya que la realidad es una y única”, Marechal escribía de la realidad de acá nomás y pintaba, tal cual era, la Argentina de la década del sesenta con las luchas de un pueblo reprimido y de una revolución nacional proscripta. Luchas terrestre por la liberación nacional y la justicia social, que acometía él mismo mediante la escritura de su novela. El simbolismo homérico de la guerra de la novela era una botella que nos arrojaba en nuestro naufragio: “muchacho, el pueblo recoge todas la botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria”.
Marechal pertenece a esa categoría de escritores que decidió intervenir en los procesos de la realidad Argentina. Con la literatura, construyo la lógica de su batalla terrestre pero, como dijimos, instrumentando estratégicamente ese combate con vista a otra batalla, principal y celeste, en la que, finalmente, triunfa y gana su sitio el 26 de junio de 1970. Batallas que, de todas maneras, tenía ganadas de antemano porque Leopoldo había elegido el bando correcto, el bando del Crucificado.






Leopoldo Lugones
Nació el 13 de junio de 1874 en Villa de María, departamento cordobés del Río Seco. Fue el máximo exponente del modernismo en Argentina y uno de los escritores con mayor peso en las letras de América. Su grandeza estilística oscilaba en los más diversos géneros, los que se parían de manera simultanea.
En 1913 pronunció una serie de conferencias en el Teatro Odeón que tituló EL PAYADOR y que se publicaron posteriormente, allí se dieron cita ilustres personalidades como el presidente Roque Saénz Peña. El centro del universo de esas reuniones fue LA ODISEA argentina de José Hernández, nos referimos al MARTÍN FIERRO. El gran pensador y ensayista enalteció la figura del gaucho como paradigma de nacionalidad e identidad.
Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926 y dos años después presidió la SADE. Horacio Quiroga, quien fuera su amigo, se quitó la vida en la noche del 18 o madrugada del 19 de febrero de 1937; en aquella ocasión Lugones dijo que el autor de LOS DESTERRADOS “se suicidó con cianuro como una sirvienta”. Exactamente un año después, el cordobés tomó cianuro y whisky en una isla del Tigre. En su mesa de luz dejó tres cartas manuscritas a lápiz, una para su esposa, otra para su hijo y la que reproducimos a continuación:

“No puedo terminar la Historia de Roca. Basta.
Pido que me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me recuerde.
Prohibo que se dé mi nombre a ningún sitio público.
Nada reprocho a nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos."
L. Lugones

Al juez que intervenga”

ALGUNOS LIBROS
Los muchachos; La guerra gaucha; Las fuerzas extrañas; Lunario sentimental; Odas seculares; Historia de Sarmiento; El libro fiel; Elogio de Ameghino; El payador; Hijo de la pampa; Mi beligerancia; El libro de los paisajes; Las industrias de Atenas; La torre de Casandra, El tamaño del espacio; Las horas doradas; Cuentos fatales; Romancero,
La organización de la paz; Nuevos estudios helénicos; La patria fuerte; La grande Argentina; Romances del Río Seco; Roca; Diccionario etimológico del castellano usual...






Biografía
Leopoldo Marechal

Nació el 11 de junio de 1900 en Buenos Aires. Se dedicó a la poesía, narración a la dramaturgia y al ensayo. Colaboró en 1920 en las revistas PROA y MARTÍN FIERRO; fue maestro y docente de lo que hoy llamamos Nivel Medio, también ocupó cargos públicos los que fueron el detonante de choques con antiguos compañeros de su generación literaria que intentaron opacarlo.
Sus biógrafos han expresado que, si bien no se puede decir que su literatura es el reflejo de la vida que llevó, existe una línea delgadísima que los separa y que muchas veces parece cortarse. Sus personajes parecen ser el mismo Marechal y hacen que su vida se alimente de su literatura, difumando la ficción de la realidad.
Murió en 1970 con setenta años de edad, dejando en la actualidad muchos trabajos dispersos que sus dos hijas aún intentan reunir. Para colmo de males, sus textos no son en la actualidad fáciles de conseguir, lo que hace que mucha gente se pierda la pluma sagaz y comprometida de este intelectual que no ha perdido vigencia.

ALGUNOS LIBROS
Cinco poemas australes; Centauro; Sonetos a Sofía y otros poemas; José Fioravanti, Vida de Santa Rosa de Lima; Viaje de la primavera; Cántico espiritual; Adán Buenosayres; Antología Poética; Pequeña antología; Megafón o la guerra; Banquete de Severo Arcángelo; Heptamerón; Poema de Robot; Tres caras de Venus; Historia de la Calle Corrientes...
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 11 de junio de 2006.-