lunes, 23 de febrero de 2009

Tinta con olor a rosas: entrevista a Olga Fernández Núñez (1ª parte)

ENTREVISTA CON
OLGA FERNÁNDEZ NÚÑEZ
TINTA CON OLOR A ROSAS
(Primera parte)





Imagínese lector, qué pasaría si en la actualidad una joven villamariense de tan sólo 19 años, publicara su primer novela en una editorial de prestigio de Buenos Aires. Qué felicidad y orgullo para las letras locales sería haber escrito su primer libro a los 15 ó 16 años y publicarlo a los 19, que ese texto fuese uno de los géneros tan demandantes y complejos como la novela, que su tirada fuese de 1.000 ejemplares, que haya sido publicada por una renombrada editorial nacional y de prestigio, que además de todo ese libro fuese prologado por un periodista reconocido y reciba interesantes repercusiones en los medios de los distintos vericuetos del país.
¿Este pensamiento parece poco creíble para nuestra realidad actual, no le parece lector?
Más aún, si a todo lo mencionado más arriba lo pensáramos 70 años atrás, esta realidad se convertiría prácticamente en utópica.
Pues bien, deje de imaginar esta situación y ponga los pies sobre la tierra, porque lo descrito más arriba sucedió en realidad. En 1939 Olga Fernández Núñez publicaba en la Editorial Tor Linón, su primera novela de amor. Con una prosa sabrosa, la autora nos llevará de la mano para que seamos partícipes de un romance entre Enrique y Leonor, “dos corazones que se buscan y no se encuentran”, como diría un fragmento del texto. Historia, que podremos revivir, ya que será reeditada prontamente.
Otros títulos de la autora son: Bajo el cielo de Villa María (1979) en autoría con versos póstumos de su hermano Isidro Fernández Núnez, Historia de la literatura de Villa María (1991) en co-autoría con Bernardino Calvo y Dolly Pagani; Amadeo Sabattini. Síntesis de su vida y obra. Centenario de su nacimiento 1892-1992; Villa María, cien años de literatura (1993) co-autora con Bernardino Calvo y Dolly Pagani; Isidro Fernández Núñez, una biografía, de 2003. Olga integró diversas antologías como las obras del primer, segundo y tercer Congreso de la Junta Municipal de Historia, Municipalidad de Villa María. También posee diversos estudios de política.
Motivado desde hace un tiempo por la reaparición de Linón y la publicación de su nueva novela La escritora, me acerqué hasta su casa para conversar con quien es considerada la autora de la primera novela villamariense. Habíamos acordado varias veces la entrevista, pero fue postergada en reiteradas ocasiones por el delicado estado de salud de Olga. Hacía poco había estado dos días sin conocimiento, como en un estado de coma (me comenta), luego despertó como si nada y desconociendo todo lo que había sucedido. En sus palabras: “Fue una experiencia bastante rara para nuestra capacidad de entendimiento.”
Finalmente, estamos en su living, para hablar de temas más amenos… los literarios.

—Olga, ¿cómo fue la travesía que debió realizar para publicar Linón?
—Un chico artesano hizo unos cuantos ejemplares de Linón porque la UNVM, en el área de literatura (se refiere al seminario “Rescate del patrimonio literario de Villa María” coordinado por Dolly Pagani) tomó esa novela; mejor dicho, tomó la aparición de escritores en la década del ’40. Mi novela salió en 1939, yo la debo haber escrito entre los 15 y 16 años, no la publiqué de inmediato porque no era muy fácil publicar en ese momento, nunca lo fue, pero en aquel entonces peor. Dicen que todas las novelas, aunque uno lo niegue, tienen algo de autobiografía. Sí, hay algunas cosas que me han pasado a mí, con gente que yo conocí. Empecé a escribirla espontáneamente un día en que se me dio por escribir. Busqué los personajes de esta novela de amor bastante clásica, y pese a mi corta edad, tuvo repercusiones interesantes en lo que a mí respecta.
Consulté a un periodista que en ese tiempo hacía charlas en la Radio Stentor, que se llamaba Juan José de Soiza Reilly, era muy conocido. Recuerdo que salían unas novelitas semanales que se vendían en los quioscos, yo leí una de él, pero lo escuchaba todo el tiempo; y un buen día en que ya vi mi novela terminada, se me ocurrió decirle a un hermano mío que tenía algunos contactos, que quería saber qué opinaba de la novela alguien que sepa.

—Claro, porque Villa María no había quién pudiese darte esa opinión. ¿Cómo era el ambiente literario en ese entonces?
—No había sociedad de escritores, para nada, por ahí aparecía algún verso en algún diario, algún escrito sobre algún tema de actualidad, como la muerte de una aviadora, la muerte de Marconi… esos hechos puntuales del momento; pero en realidad no había una literatura. Como yo era tan joven, mi hermano me dijo que sí, pero había que viajar en tren sola y todo lo demás… entonces le escribí una carta a este periodista y me dijo que fuera a llevarle el ejemplar que había escrito. Entonces fui, me indicó la dirección, en la Avenida de Mayo en un hotel que se llamaba San Luis, me había dado las explicaciones. Con un poco de miedo y con un poco de audacia, llegué, tendría 17 años. Este escritor me dijo que se lo dejara y que me iba a contestar qué le parecía, y lo que me mandó fue el prólogo. Me dijo “ya lo puede publicar, su libro tiene condiciones, sus personajes están trazados de mano maestra. A pesar de ser muy joven se vislumbra una capacidad y un talento natural y una vocación propia de escribir. Mal haría yo en hacerle perder el entusiasmo con el que la veo, porque realmente yo creo que de usted se puede esperar mucho, porque hay muchos detalles en el escrito que revelan que hay una buena lectora, y de haber frecuentado la lectura de novelas. Se nota que usted tiene condiciones especiales para seguir escribiendo.” La novela se publicó en Buenos Aires, en la Editorial Tor, una de las más conocidas. En ese tiempo no se hacían presentaciones de libros, y en una librería que se llamaba “Librería del Colegio”, con un nombre grande, se pusieron unos cuantos ejemplares, esa fue la propaganda. Después hubo otras cosas en los diarios, pero no las tengo acá, porque le di toda la documentación que tenía a la UNVM, de las opiniones que tenía del diario de Villa María, Córdoba, de Buenos Aires… además que las editoriales hacen propaganda de sus novelas, de sus escritos en otros libros con los datos de la novela, la autora y el contenido.

—¿Qué sucedió después con su producción?
—Después yo seguí escribiendo siempre, Linón fue una novela de amor, sencilla; lo más curioso es que uno de los diarios decía que se notaba que la autora había frecuentado la lectura de los novelistas franceses, porque tenía una influencia muy marcada de esa novelística; yo sola me reía porque había leído algo, pero no para que yo adquiriera esa corrección.
Yo seguí escribiendo, fui una de las fundadoras de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores). Colaboré en algunos diarios y revistas, hice algunos trabajos sobre política actual de la realidad del momento. Participé en un libro de Amadeo Sabattini que hizo el Gobierno de la provincia. Practico la prosa y la poesía, escribí poemas de versos que tenía mi hermano fallecido Isidro Fernández Núñez.
Se ha hecho un estudio bastante exhaustivo en la UNVM con respecto a salvar el patrimonio de la literatura de Villa María y entre los libros que pretenden salvar aparece Linón. Se pretendía hacer una evolución desde esa primera novela hasta esta segunda que está ahora en prensa. Buscar la continuidad dentro de la distancia, marca la continuidad en el estilo.

—Esta novela, ¿es un texto nuevo, actual?
—Es un texto de estos últimos años, tiene una distancia en el contenido, en los personajes, en el lenguaje, en todo; inclusive el desarrollo de la primera novela, que es una novela de amor con todas las cosas de las novelas que se leían entonces… había series de novelas del mismo tipo, había como un patrón. La novela cambió mucho, por supuesto desde que yo escribí Linón al presente hay una distancia sideral; pero no me alejé del estilo ni cambié el sentido general de todos los hechos que rodean a la gente que está dentro de la literatura. Yo actué con Linón, por el sentimiento y por una vocación que se me despertó espontáneamente, pero en realidad, a esta novela le atribuyo una experiencia de vida dentro de la literatura, porque la mujer es escritora. Esta novela, lo aclaro en la presentación, que no es autobiográfica porque no tiene que ver conmigo, pero sí es una especie de relación con gente que son conocidas que actuaban en la literatura y en la vida; existió ese clima y existieron esos hechos. Dentro de lo que tuve que cambiar para que no salieran los nombres propios, he tratado que no se descubrieran los personajes que existieron en realidad. He tomado de la realidad a lo que yo le he dado un viso de fantasía, para evitar que se convierta en biografía; pero en realidad fueron ellos los que vivieron esas emociones.

—¿Cómo se llama la nueva novela y quién la publica?
—La novela se llama La escritora y me han dicho que la publica una editorial que está en Villa Nueva (Ediciones CC). Es una novela del tipo actual, no he cambiado el estilo, lo que más me satisface interiormente. Los personajes que he creado, los que he inventado y los que he conocido, me dan la necesidad de guardar un poco el secreto de donde vienen. Triunfa la mujer como escritora, pero hay un epílogo bastante desconcertante, tiene una terminación imprevista. Respecto a la presentación calculamos que hasta los primero días de marzo; además, el presidente de la SADE aseguró cuando asumió, que vendría él mismo.



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LINÓN (1939)

Después de ejecutar algunos arpegios, Leonor abandona el piano y camina lentamente hacia la terraza.
Bella, de estatura regular, su cuerpo está dotado de gran elegancia que se acentúa en su andar de abandono y pesadez.
Leonor tiene diecisiete años. Diecisiete años que se reflejan en la esbeltez de su silueta, en las perfectas líneas de sus rasgos fisonómicos y en su expresiva mirada en la que se adivina una vaga ansiedad y un brillo de viveza juvenil.
Su blanco rostro que contrasta admirablemente con el azabache de sus ojos, y de sus rizados cabellos, presenta ahora una expresión pensativa.
Cae la tarde, y Leonor piensa...
Piensa desde el día aquel en que conoció los principales misterios de la vida. Era, entonces, una niña.
Varias veces se lo había preguntado a sí misma con infantil curiosidad, y su inocencia halló una solución tan convincente que ella juzgaba real, a pesar de ser confusa e inadmisible.
Pero una tarde... El crepúsculo lucía sus destellos de oro viejo, cuando una niña tan niña como ella, derribó su castillo de inocencia...
Intentó protestar, pero pudo más el raciocinio que su convicción espiritual, y desde entonces dejó de ser niña para convertirse en una mujer conocedora de la realidad.
¡Ella!... que se había forjado un mundo ideal donde existía la comunión de las almas.
Sus ojos al abrirse absortos a la crudeza de una realidad que se antoja horrenda, creyeron contemplar todas las miserias de ese mundo que ella soñara feliz y placentero...
Leonor se convierte así en una acendrada mística. ¡Nada del mundo y sus placeres!... Ella no puede vivir esa vida, pues su alma, la esencia exquisita de su ser, llena de emotividades y encantadores perfiles, se ha educado en personalísimas creencias.
Ella adivina en sí misma su natural apasionado, pero sus aberraciones del espíritu han dictaminado que siga el sendero de los puros y los castos, y siempre acuden a sus labios aquellos versos de Fray Luis de León:

Qué descansada la vida...
La del que huye el mundanal ruido
Y sigue la escondida senda
Por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo ha sido!...

Sin embargo, Leonor sueña a veces, y en ese ensueño es en el que ahora se pierde su imaginación.
Si apareciera en su vida ese príncipe azul, que conoce a través de las novelas, si alcanzara un amor grande y sublime, uno de esos amores de que hablan los poetas, ¿persistiría, acaso, su propósito de “no vivir”?...
Su mirada se pierde en el vacío, y dejándose llevar por el entusiasmo exclama en alta voz: ¡Cuánto quisiera vivir una novela!...
Es tanta la animación que pone en sus palabras que sus ojos se iluminan, y permanece en éxtasis contemplando imaginariamente una figura que forja su mente caprichosa, y que no es más que la representación ideal del ser que, según ella, haría la felicidad de la soñadora...

* * *

Cultora del arte de Chopín, la bella adolescente es una artista del teclado.
De superior sensibilidad su alma se ha compenetrado de la substancia misma de las interpretaciones, y hoy es a la vez que delicada ejecutante, una sutil compositora.
Las clases de música las recibe en la Escuela del Sagrado Corazón, en cuyas aulas se deslizó plácida su niñez entre las blancas tocas de las religiosas que, cual palomas de amor y de dulzura, captaron el suave corazón de Leonor haciendo de ella un alma inspiradora por nobles y elevados sentimientos.
Pero Leonor ha cambiado. Ese sueño, esa idea, ese ser ideal producto de sus fantasías romanísticas se ha posesionado de su ser, y al iniciar su vida de mujer, su espíritu pasa por impaciencias, desalentadoras postraciones, y abatimientos inexplicables...

“Capítulo primero” de Linón, de Olga Fernández Núñez, Editorial Tor, Buenos Aires, 1939, 158 páginas.



(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 15 de febrero de 2008.-

domingo, 22 de febrero de 2009

Tinta con olor a rosas: entrevista a Olga Fernández Núñez (2ª parte)

ENTREVISTA CON
OLGA FERNÁNDEZ NÚÑEZ
TINTA CON OLOR A ROSAS

(segunda parte)


La edición de hoy da continuidad y cierre al reportaje a Olga Fernández Núñez.
El domingo pasado tuvimos la oportunidad de conocer, de palabras de su creadora, los detalles de sus próximas publicaciones. Pudimos darle un sorbo al capítulo inicial de Linón (1939), novela que inaugura el género en la ciudad.
Hoy podremos degustar de las primeras páginas de su nueva novela a punto de aparecer. Si bien han pasado 70 años entre una publicación y otra, podrá notar, que su estilo se ha mantenido y reluce como una joya entre las nuevas narrativas.
Dama de las letras y cultora de la vieja escuela literaria de las que ya quedan pocas. Olga no escatima esfuerzos para continuar trabajando para la literatura. Sigue participando de las distintas comisiones de la SADE, desde las primeras hasta las actuales épocas. Sobre esas incursiones retomamos la conversación. Escuchémosla sin más demora.



—¿Cuál es su participación en la nueva comisión de la SADE y que “beneficios” acarrearía para Villa María?
—La SADE renovó hace poco tiempo su comisión directiva, yo soy de la SADE Villa María, pertenecimos un tiempo a Córdoba en el ’66; después en los ’70 pasamos a ser filial de Buenos Aires, que trabajó maravillosamente desde el año ’28, nosotros nos incorporamos en el 50 y pico, 60 y pico, con otras personas pusimos una filial aquí. Hemos tenido, con la SADE de Buenos Aires, participaciones con sus distintos presidentes y comisiones directivas. Yo no puedo precisar las épocas, pero llegó un momento en que hubo una suerte de crisis que tocó a casi todas las manifestaciones de cultura del País. Se llegó al extremo de que dos propiedades de Buenos Aires, en calle México y otra en la calle Uruguay. Esas dos sedes de la SADE llegaron a ser motivo de la ruina, fueron hipotecadas, vendidas, fue mandada por otra gente que no eran escritores, o tenían otros fines. Entonces ahora el escritor Alejandro Vaccaro, biógrafo de Borges, se interesó por algunos escritores y demás.
Yo tengo un sobrino que publicó su primer libro de cuentos hace dos años, que lo conocen por “el Chueco” en Villa María. En ese vaivén le dieron la faja de honor de la SADE, pero la situación general de la sociedad, no estaba en condiciones de seguir; porque tuvo un tiempo glorioso que yo diría desde que empezó con Lugones en 1928 hasta el ’70 y ’80, por ahí. Después hubo en decaer. Recientemente ha jurado una comisión nueva en la que yo me encuentro, con mi sobrino y Eduardo Belloccio; integramos tres de los 37 cargos que existen. La consecuencia de esto es que empieza a circular la posibilidad de publicar, el presidente de la SADE dice que va a hacer la primera reunión de la comisión en Villa María, donde presentarían La escritora.

—Olga… ¿Usted leyó desde muy chica?
—He leído mucho, desde chica, lo bueno, lo malo y de todo. Porque si no se conoce lo que se considera prohibido o malo, se crea como un mundo imaginario que hace peor las cosas, pero cuando uno vive la vida y es capaz de sostenerse, saber las cosas no es malo; es mejor saberlas, porque sabiéndolas uno se defiende de las malas, porque no sabiendo es muy difícil. Por otro lado yo soy una defensora acérrima de la palabra justa, de la palabra sin ambages, de la palabra que no hay que cambiar ni modificar por nada, yo soy una respetuosa de la palabra. No me allano a la palabra deformada, porque no está dicha con propiedad, o está dicha de forma agresiva o insultante, yo quiero la palabra por su verdadero significado, la defiendo, y creo que todos los escritores deben defender la palabra, no usar terminologías extrañas, salvo los dialectos. Sabemos que en las afueras de Buenos Aires está el lunfardo, que es una mezcla de palabras mezcladas con otros idiomas, es como un acostumbramiento y ya está aceptado, eso es lo vulgar; pero estoy a la defensa de la palabra y la propiedad de la palabra. Creo que el escritor dice las cosas por escrito, me parece que, más que de pasión, es una especie de entrega, de meditación, de oración, es algo que tiene que salir de los sentimientos, que tiene que salir del corazón y que tiene que salir también de la belleza, porque sino, me parece que no tendría razón de ser. La belleza tiene su razón de ser, la belleza es fundamental.

—La literatura tiene que ser bella… (y antes de lanzar mi próximo interrogante continúa).
—La literatura tiene que ser bella, la literatura no puede ser la cosa bastarda, la cosa que no guste; yo recibí una vez, un saludo por mis actividades como docente, que me dejó perpleja y pensándolo mucho, que decía “las manos que reparten rosas, quedan perfumadas de rosas” y realmente es así.

—¿Qué opina de los anti-géneros?
—La literatura ha cambiado (y se corrige inmediatamente) la literatura es cambiante, pero entiendo que depende del autor que antes que nadie, que la lectura sea una especie de enseñanza, de placer, llevado a lo imponderable; porque si el escritor es capaz de emocionar, es capaz de hacer creer, de interesar, a mi me parece que ya está ganando. Si el escritor entrega un escrito en que está despotricando contra la vida, contra los acontecimientos, exaltando lo que no es bueno, lo que no es lindo, lo que no es noble, entonces es como si no le importaran los valores, y los valores tienen que existir, debe ser el primer defensor de los valores humanos, la pureza, el deber… pienso, es mi lógica y no entiendo antítesis a eso, si existe y se practica no sé cual es el resultado para el escritor, qué placer y qué satisfacción puede sentir el escritor cuando se manifiesta de esa manera.

—Quizás llamar la atención con golpes bajos a los valores, lograr el impacto rápido de la hazaña, de lo escandaloso o morboso…
—Claro, porque contar o relatar, o decir, o hablar de cosas que son dolorosas, que son terribles, es una cosa; pero usar la literatura para destruir la palabra, el pensamiento y el sentimiento. Yo creo que el escritor tiene en sus manos, para que en alguna medida, yo no sé si volver, pero sí defender los valores. Creo que en eso tenemos que ponernos muy firmes, y pensar que tenemos un poder, que no sabemos valorar, para que la literatura en general y para que la palabra en particular, sea un vehículo de entendimiento, de comprensión, de afecto, de solidaridad, porque el hombre se ha olvidado del hermano, entonces pienso que ese poder lo tiene el escritor, y lo tiene que usar.

—¿En la actualidad está leyendo algunos libros de escritores de la ciudad? ¿Tiene una opinión formada al respecto?
—Leo algunas cosas. La literatura de Villa María es, en general, una literatura sana, educativa, placentera. En general el escritor de Villa María es un escritor sano.

—Habrá notado además que en Villa María, al día de hoy, son muy pocas las novelas que se publican…
—Sí, la novela es un género desde las épocas tradicionales en que se leía El conde de Montecristo, Los miserables, El jorobado de Notre Damme, todos los que fueron famosos alguna vez por la narración larga; porque esa es la gran diferencia, que la narración de aquel entonces era larga, en cambio ahora la novela es más breve. De todas maneras sigue siendo un poco más extensa que el cuento y que el relato. Es cierto, no hay muchas novelas.

—¿Usted cree que responde a lo que está pasando hoy a que el público tiene poco tiempo para leer, donde todo es más rápido, la cuestión de los medios…?
—En realidad, por suerte, el libro todavía está vigente, pero hay una enorme diferencia entre el libro de hace 25 años al libro que sale ahora, porque no hay estímulo, por una parte, por otra interesan más otras cosas, hay intereses distintos.

—¿Qué tipos de intereses por ejemplo?
—La televisión, por decir alguna. La televisión en general ha decaído una enormidad, pero de cualquier manera sigue haciendo mal a la literatura. Las programaciones no responden a ninguna expectativa ni lógica, ni notable, ni nada. Nada de contenido, tenemos programas que habría que cerrar el portón y no tenerlos. Esa es un lucha más grande que tiene el escritor y el público en general, que está desconcertado y desentendido, porque ya no hay intereses que había en una programación, ahora no hay programación, ya no hay nada. La televisión es terrible, hay mucho malo y sobre todo ¡hay mucho muy malo! Es un verdadero riesgo para la juventud, porque es donde el chico busca, es tremendo.

—¿Dónde estudió Olga?
—Mi ingreso fue al Colegio Sarmiento, después en los primeros grados me pasaron al Colegio José Ingenieros, allí estuve desde el tercer grado y terminé la primaria allí. Me inscribí en el Instituto del Rosario en Secretariado Comercial porque todavía no había llegado la normal. En general eran academias que enseñaban contabilidad o castellano. Me recibí de Secretaria Comercial, empecé a los 17 años en el Instituto del Rosario también otro estudio recibiéndome de Maestra Normal Nacional. Luego me dediqué a la docencia, al poco tiempo me nombraron en una colonia suizo-alemana que está cerca de Chazón y Ucacha, fui un año maestra allí, la primera oficial, porque había maestra particular hasta entonces. Luego me pasaron a Arroyo Algodón, como Directora de tercera categoría con cuatro grados a mi cargo. Tenía una gran pizarra que la dividía en cuatro y enseñaba a los cursos ya que era personal único. Fue creciendo la escuela, estuve allí durante 15 años. Más adelante me trasladaron a la Escuela Mitre de Villa Nueva, escuela de varones, como Directora, por razones políticas. Pero yo tenía mi casa aquí en Villa María que lo hice por el Plan Eva Perón y yo me quería venir, había nacido acá, entonces pedí descenso de categoría como Vice-Directora para poder estar en una escuela de la ciudad. Fue la Escuela Dalmacio Vélez Sarsfield, estuve un par de años, y quedó vacante la vice-dirección de la Escuela Bianco el turno varones, y me pasaron hasta que me jubilé con ese cargo en 1960. Sigo siendo jubilada como Vice-Directora de la Provincia, ya no le hago mucho favor a la provincia porque llevo casi 40 años de jubilada (risas). Tuve cargos políticos, estuve de regente en la Escuela 20, estuve como Secretaria de Relaciones Públicas en la Escuela del Rosario, también en la Municipalidad de Villa María en la intendencia del Señor Asensio, y trabajé con Miguel Ángel Veglia cuando me pidió hacer una investigación de las instituciones de la ciudad. Siempre escribí en los diarios. En algún momento fui cronista social del diario “Reflejo” de la ciudad, y bueno, he tenido una actividad, casi diría que permanente.

—Y me sorprende la memoria con que recuerda perfectamente todo…
—Nunca me jacté, pero siempre estimaron en mí la condición de la memoria. Cuando tuve el problema del derrotero de corazón, cuando me desperté y noté que era como era, me dije gracias a Dios y la gloria porque me ha permitido mantenerme lúcida. Hubo una gran habilidad de los médicos por suerte volví a recuperarme, y acá estoy esperando que se publique el libro, que es uno de los deseos que más tengo porque con estos años que tengo yo puedo esperar o no, depende de Dios el que me tiene en sus manos.

—Finalmente quería consultarle a nivel nacional ¿cree que la mejor literatura argentina fue la publicada en la época de Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones… épocas de la primera SADE…?
—Yo creo que esa fue la gran literatura, lo de Horacio Quiroga es único y notable. Lugones fue un heredero de la superioridad del nicaragüense Rubén Darío, porque lo siguió y lo mejoró y lo modernizó. Lugones fue una cosa extraordinario. Tiene trabajos como “La montaña de Oro” que es… sin palabras. Y pensar que llego a un diario de Buenos Aires de un pueblito del interior del interior. Yo no he leído todo, pero tome cualquiera de los libros y es increíble, es inefable leer eso. Para mí esos fueron los escritores, existía una revista “Capítulo”, venían los libros de los autores, esa es la real literatura. Creo que el secreto está ahí... Cortazar, Juan Carlos Dávalos, Perlongher, escritores que se leían y se sentían; porque si usted lee los poemas de Lugones hoy en día, hay una cosa que entra, que hoy no está , no hay nada que hacerle. Le digo que desde 1928, y quizás antes algunos autores a producir, hasta el ‘60 o ‘70, tenemos una literatura sin nombre y quizás no se la valora como tal.

—Muchas gracias Olga, nos alegramos mucho que se publique su nueva novela y se vuelva a reeditar Linón…
—Le voy a dar la última copia que me quedó de Linón.


Se levanta de su silla y lentamente se dirige a una hermosa biblioteca, de las de antes, esas de cristales grandes en la que se puede escrutar con la mirada los volúmenes que contiene: muchos autores de la ciudad y otros de política que le quedaron de su hermano. Busca entre los inclinados libros, pero no lo encuentra, “me parece que es un libro blanquito… chiquito”. Y el libro no está. Lo va a buscar a otra habitación y mientras espero (porque no quiero irme sin esa reliquia) el canto de los pájaros se impregna en mi grabador junto a los intermitentes ruidos de los autos.
Vuelve con el ejemplar de Linón, pero el original, el único que le queda de los mil que se imprimieron en aquella oportunidad. Lo observo y buscamos unos minutos más hasta que felizmente aparece. Es una edición facsimilar, hermosa, totalmente artesanal pero perfectamente ensamblada, que no tiene nada que envidiarle a cualquier edición de autor.
Le agradezco su amabilidad a quien, con 88 años de edad sigue apostando a la literatura. De nuestra parte, tendremos que esperar un poco más para conectar aquella primera incursión (Linón) con este nuevo texto (La escritora). Ambos se imponen como puntos de partida y de llegada… como un extenso puente que se extiende orondo y en el cual han corrido 70 años de letras acaudaladas.
Sin lugar a dudas el nombre de Olga Fernández Núñez de Olcelli está marcada en la historia de la literatura.
Ella nos deja sus obras, a nosotros nos resta disfrutarlas.


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LA ESCRITORA (2009)



Corría el año 1940 cuando en una floreciente ciudad cordobesa, Juan Carlos Molina un comerciante bastante afortunado en sus negocios, había formado su hogar con Cristina González, una hermosa joven con quien había tenido dos hijos varones, Juan Carlos el primogénito y Carlos, llegando con el tiempo a tener una tercera descendiente algunos años menor que sus hermanos, a quien se le impuso el nombre de Silvia.
La familia destacada en un ambiente de clase media, gozaba de una particular estimación y amistad en la ciudad, donde era conocida por sus actividades comerciales. Los hijos, integrados a las escuelas participaban en la vida deportiva y social.
Pero la fatalidad habría de caer sobre la familia, produciendo horas de dolor y angustia que cambiarían el curso normal de su vida.
Los dos hijos, en una tarde de verano en que con intención de refrescarse en las aguas del río que pasaba por la ciudad, junto a un grupo de amigos, murieron ahogados al ser llevados por la corriente de agua, en aquellos momentos muy crecida. Los dos hermanos desaparecieron hasta ser encontrados días después en las proximidades de otra población, hasta donde fueron arrastrados.
Después del trágico hecho Juan Carlos Molina no pudo sobrevivir a la pérdida de sus hijos adolescentes, de 18 y 16 años respectivamente.
La casi inmediata desaparición del padre dejó sola a Cristina, la esposa, quien volcó toda su ternura en Silvia la pequeña y dolorida hermanita, que sólo contaba con 10 años de edad.
Esta circunstancia sostuvo en pie a la madre, que procuro llevar adelante la vida, protegiendo a la niña y preocupándose por su educación. Así fue como Silvia concluyó la escuela primaria en un colegio religioso, continuando estudios de Secretariado Comercial en el mismo.
Las dificultades económicas ante la falta de la presencia del padre, cuyos negocios quedaron abandonados y con un patrimonio de poca significación, hizo que las mujeres tuvieran que buscar los medios para seguir viviendo dignamente.
Fue así como, antes de egresar Silvia del Liceo como Secretaria Comercial, entró de inmediato a trabajar en los escritorios de una conocida firma comercial.
La joven cumplía sus tareas y después de las horas de trabajo, continuaba en el hogar con actividades que le reportaban ingresos, que le permitían atender las necesidades del hogar, conjuntamente con el sueldo que recibía de la firma donde trabajaba.
En las oficinas había un gran número de empleados, entre los que se encontraba Silvia. Cuando la joven llegó esa mañana, aún no se había disipado su cansancio de la noche anterior. Instantes después, sonó el timbre de la gerencia; empujó la puerta intermedia que comunicaba con el escritorio de su Jefe y se halló frente a aquel, que leía atentamente una carta llegada en el primer correo de ese día.
Don Jaime Martínez, gerente de la casa Moly y Cia., hizo ademán de ajustarse los anteojos, levantó su mirada hacia la secretaria y con voz grave en la que podía advertirse cierta imponencia le dijo:
—Señorita Molina, acabo de recibir un comunicado por el cual, se me hace saber que en mi lugar, otro gerente -consultó el papel que aún conservaba en su mano y leyó el nombre- Ernesto Guzmán, vendrá a hacerse cargo de este puesto. Será usted quien se encargue de informarle de las actividades desempeñadas por la casa, y espero que a las órdenes del nuevo jefe, cumpla satisfactoriamente con sus tareas, tal como lo ha hecho hasta hoy.
Trataré de hacerlo -respondió Silvia, que ya estaba acostumbrada a sentir sobre sí la responsabilidad de su cargo.
Serían aproximadamente las diez de la mañana del día siguiente, cuando fue llamada por su jefe, quien se encontraba en compañía de Ernesto Guzmán. La joven se puso de inmediato a las órdenes de este último, que con la valiosa cooperación de la inteligente secretaria, fue informándose de las operaciones realizadas por Moly y Cia.
En los días subsiguientes al de su llegada, gerente y empleada, pasaban juntos largas horas durante las que, a la vez que cumplían con su tarea, iban realizando mutuas observaciones personales.
A pesar de que la voz de la joven se limitaba a enunciar cifras comerciales, su superior no pudo menos que detenerse más de una vez para mirarla atentamente. Algo le atraía en Silvia, pero no podía explicarse qué era lo que en realidad la hacía tan interesante a sus ojos. Ella a su vez, había entrevisto en Ernesto Guzmán, a un hombre muy dueño de si y de múltiples conocimientos.
Al servicio de su nuevo jefe, la joven se había sentido desorientada en un principio, pero no tardo en recobrarse a causa de que aquel se mostraba muy amable, no obstante su seriedad y corrección.
Con el transcurso del tiempo, las relaciones se fueron estrechando cada vez más, hasta que llegó el día en que ambos comprendieron, que estaban unidos por un sentimiento ajeno por completo a su labor. Entre ellos no había habido otro intercambio de palabras, que las estrictamente necesarias, pero sus miradas se habían encontrado más de una vez, provocando la turbación en ambos. Se sentían atraídos mutuamente y sólo faltaba una palabra o un gesto para que se revelara.
Después de una noche de insomnio, Ernesto Guzmán se paseaba nerviosamente por su escritorio. Había sido el primero en llegar a la oficina, sorprendiendo al portero, y parecía muy preocupado por algún negocio de importancia.
Pero su intranquilidad era de otra naturaleza. Tres meses hacía que se hallaba en su cargo de gerente, tres meses durante los que inconscientemente, se había ido enamorando de Silvia. No le era posible seguir trabajando al lado de la joven, sin hacerle saber el sentimiento que había despertado en su alma.
Así de pie, se podía apreciar su estatura y la vigorosa complexión de su físico. De su mirada oscura, parecía desprenderse cierta fuerza magnética; y un trazo enérgico delineaba su boca de labios bien formados. Su mentón algo saliente, le daba un aspecto autoritario que hacía aún más atractiva su interesante persona.
Después de haber medido varias veces la habitación a grandes pasos, consultó su reloj, y viendo que marcaba las ocho horas y diez minutos, oprimió el timbre a cuyo sonido acudió Silvia. —¿Llamaba Señor Guzmán?
Silvia... -Se estremeció al oírse llamada por su nombre.
El gerente que advirtió la turbación de su empleada, sonrió imperceptiblemente y prosiguió:
"Debo hablar con usted fuera de las horas de oficina". La joven no supo que responder, solo asintió débilmente con una ligera inclinación de cabeza y salió.
Ya en su mesa de trabajo empezó a coordinar ideas. ¿Sabría el Señor Guzmán (su "Ernesto” como ella lo llamaba a solas) la secreta admiración y amor que ella le profesaba? ¿Habría adivinado que desde hacía dos meses, su imagen no se borraba del corazón de la joven?
Desde esa misma tarde Ernesto y Silvia fueron novios. No podía ser de otro modo; se amaban. Para ella que sólo había conocido amarguras y contrariedades, ese amor fue como un don celestial, al que se entregó con todas las fuerzas de su corazón y con todo el poder de su inteligencia.
Un latido de vida pareció recorrer todo su ser. En sus ojos se pintó un brillo de ansiedad y la melancolía desapareció, dejando en su lugar una expresión inefable de jubilosa espera. Silvia se sabía novia, y este pensamiento bastaba para hacerla feliz. Ernesto también era dichoso, sus sentimientos respondían ampliamente a los de la joven. Estaba íntimamente satisfecho de haber alejado la tristeza del rostro de su amada, de haber puesto en aquella alma juvenil, prematuramente castigada, resplandor de auroras.
A medida que se iban conociendo íntimamente, ambos comprendían que estaban unidos por múltiples afinidades. Indudablemente, habían nacido uno para el otro.
Silvia estaba transformada, la presencia de Ernesto -su amor primero- sus manifestaciones de cariño y la inocente vanidad de saberse amada, disiparon por completo las sombras del pasado y la joven sintió la sublime alegría de vivir.
Silvia consultó por última vez al espejo y salio de su habitación en dirección a la pequeña salita en la que esperaba Ernesto. ¿Sabés que estás hermosa?... -exclamó (aquel) al verla. Se acercó a ella y llevando su mano a los labios, besó delicadamente las puntas de sus deditos rosados.
¿Rubores?... Vamos... ¿no eres acaso mi novia? Inquirió él con dulzura, al ver que los colores se extendían por su rostro.
Después se puso serio y miró atentamente a la joven diciendo lentamente:
—Silvia; va a hacer un año que somos novios. Hasta hoy todo ha sido ventura para nosotros. ¿Crees tú que el amor es solo felicidad y alegría?
Aquella pregunta sorprendió a la joven que se apresuró a responder.
—En verdad Ernesto, desde que somos novios nada ha venido a turbar nuestra dicha, pero creo que para que el amor se afirme, debe pasar necesariamente por ciertas pruebas.
—¿Y qué me dices tú, si nuestro cariño debiera pasar hoy por una de esas pruebas? Dijo él con cierta entonación que alarmó a la joven.
—¿Es que ocurre algo? Inquirió ésta anhelante.
Él tomó entre las suyas las manos de ella y tratando de ocultar su tristeza dijo en voz baja. —Debemos separamos.
Silvia no hablo. Él prosiguió. Esta separación no se prolongara mucho tiempo. Dentro de dos meses debo abandonar mi cargo actual, para trasladarme nuevamente a Buenos Aires. En cuanto logre regularizar mi posición, vendré en tu busca.
Silvia levantó la cabeza y Ernesto pudo ver que dos lágrimas asomaban en aquellos ojos amados. Entristecido por el sufrimiento reflejado en el semblante de su novia, la atrajo hacia él y la retuvo largo tiempo contra su pecho.

“Capítulo primero” de La Escritora, de Olga Fernández Núñez, ECC, Villa Nueva, 2009.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 22 de febrero de 2008.-

miércoles, 11 de febrero de 2009

Iván Falvo: Otra oportunidad de vivir

ENTREVISTA
IVÁN FALVO
OTRA OPORTUNIDAD DE VIVIR



¿Puede un hombre nacer dos veces?
La realidad nos respondería tajantemente de que no, sin embargo, Iván Falvo cumple años los 18 de noviembre y los 8 de mayo de cada año.
Su Documento Nacional de Identidad nos revela sus 41 años, pero el asevera tener tan sólo cinco.
La explicación de esta situación radica en un acontecimiento que marcó la vida de este Técnico Electrónico, que estuvo casi seis meses sin conciencia y a un paso de abandonar este mundo.
Escribe perfectamente bien, toma el celular, habla casi con la simpleza que lo hacemos todos y se maneja con total agilidad a pesar de no poseer ocho dedos de las manos e importante cantidad de masa encefálica.
Nos invitó a su casa donde tiene perfectamente montado su negocio, su “kiosquito”, según sus palabras. Iván se ocupa de la venta, la instalación, el montaje y el servicio de mantenimientos, tanto de alarmas, como de Circuitos Cerrado de TV (CCTV) que ha denominado AMG Seguridad (www.amgseguridad.com.ar). Estamos frente a él, para que nos cuente su historia, cómo es nacer otra vez, qué cambios sufrió su vida desde que perdió masa encefálica y la gangrena atacó sus manos, en fin… cuál es la explicación de que aún se encuentre entre nosotros. “Lo que quiero demostrarle a la gente, es que todo se puede cuando estás vivo; con la mitad de la masa encefálica podés hacer algo, pero sin vida no”, nos dice. “Yo, a la gente la encuentro mal, deprimida y yo no siento eso; porque estés como estés, estás vivo; todo los demás son boludeces”. “Yo no me bajoneo nunca” remata luego de un silencio, “no sé que es eso”.
Con este tipo de palabras alentadoras, dándole crédito a la vida, Iván nos responde a nuestros primeros interrogantes.


DAR BATALLA A LA ADVERSIDAD

“Yo no arranqué fundido, sino sepultado 3000 metros bajo tierra. Tuvieron que vender mi auto para pagar a mi sicóloga, mi vieja me cuido 6 meses en Vida Plena en Argüello de Córdoba. donde están los Terapistas Ocupacionales cubanos, mi viejo hacía pollos los sábados y domingos, mis amigos colaboraban conmigo; porque se gastó muy, pero muy mucha plata en lo que eran remedios y doctores. Y yo me repetía que ‘nunca más en mi vida voy a recuperar el auto’, mi sicóloga Lic. Raquel Krauchik decía, ‘¡¿pero qué no?! ¿Quién sos vos?’ Así arranqué”.
Poco más de cuatro años hace desde que instaló su empresa levantada con el sudor y el apoyo de sus allegados, “cuando vendía una alarma, yo le pedía plata prestada a mi amigo el Vasco Ugartemendia y también tengo que reconocer que mis “sicólogos comerciales” son los siguientes empresarios: Fernando Cabezón, Alberto Martín Cuvero y Carina Mariel Mortara. Nunca le pedía seña al cliente, instalaba, cobraba, devolvía y me dejaba unos pesitos para el café.” Con la ganancia hacía caso a su madre y a algunos de sus clientes amigos, grandes empresarios de la Villa, que le aconsejaban guardar en stock, sabía que tarde o temprano, las iba a utilizar. Pero llegó una época de crisis donde, si seguía adquiriendo bienes, no iba a tener con que subsistir; recuerda con gracia entonces, cuando consultó al gerente de un banco local para que le sugiriese dejar en plazo fijo en pesos o en dólares, y éste le contesto que nadie, ni los economistas más grandes del mundo, saben lo que va a suceder.
“Escuchame Darío, yo no conozco los delincuentes… pero son los bancos y las tarjetas. Los ladrones están vestido de traje y corbata, las financieras, y no son los empleados, sino los grandes bancarios.” Mientras dice eso, nos reímos a dúo, es que Iván tiene predilección por el humor negro, que esparce de ratos en sus enunciados. “Yo no conozco a Dios, ni vi el túnel de luz como Víctor Sueiro, estuve muerto; pero estoy contactado con el obispo y el cura, ¿me entendés?” Y para ser acorde a su humor yo me lo imagino agradeciéndole a Dios el hecho de que existan los ladrones, para poder seguir desarrollando su empresa. En alguna oportunidad reciente instaló un sistema de alarma y Circuito Cerrado de TV. en la Iglesia Catedral y la Casa Parroquial de esta ciudad. “Mis viejos se ríen porque dicen que me han adoptado, mi viejo es evangelista y mi vieja católica,…yo paso.” A pesar de ello, recurre a la importancia de valorar la vida por estar respirando.


EL ACCIDENTE

“El 13 de abril de 2003, me caí del balcón de la calle Gral. Paz, en donde ahora hay una heladería. Era el departamento de mi ex – novia. Caminé, no me caí trepando. El 100% piensa que me desmayé porque no puse ni las manos. Fue a las 3 de la mañana y la gente de la estación de servicio llamaron a los bomberos. Yo tenía 1000 mangos en la billetera, si alguien se lo agarraba nadie se enteraba; pero el bombero le dio la plata a mi mamá. Gente como esa hay muy poco.” Se toma unos segundos para resaltar esa actitud.
“Estuve en el Hospital, de ahí me trasladaron al sanatorio Marañón y mis padres querían llevarme a Córdoba pero les dijeron que no, porque en Tío Pujio me podía morir. Hay que reconocer que el Dr. Cayetano Galetti del sanatorio Allende de Córdoba. fue la persona que me revisó en terapia intensiva y el les sugirió que me llevaron al Roentgen para hacerme una tomografía y de vuelta al Marañón, en función a la tomografía, necesitaba que me abrieran la cabeza para poner la bomba del drenaje, el drenaje me salvó la vida, pero perdí masa encefálica… La bomba salía 7000 pesos y un amigo mío la puso y al mes la mutual se la reintegró. El día 25 estaba en coma 4 con muerte farmacológica; no sé definirlo, pero es casi ahí. Mi vieja llamó al Dr. Luis Pérez y al cura Pedro Luchessi y los dos me dieron la extremaunción, evangelista y católica. En ese momento se junta mi familia para donar los órganos y uno de ellos se opuso; a las 5 horas salí de coma. Fue una gran alegría para mis viejos, pero fue un terrible problema dentro del Marañón porque me empezó a agarrar gangrena en las manos. Salí de coma el sábado, justo el día en que llega el Dr. ‘Cachi’ Bauk, quien discutió con otro doctor porque me querían amputar los brazos.”
Continúa su relato y menciona a mucha gente involucrada con tratar de salvarle la vida, mutuales, centros médicos, de los que sólo mencionaremos algunos imprescindibles para la narración.
“Me tienen un mes en mi casa, me pasan a otra mutual. Luego me llevan a Vida Plena en Argüello, y me atiende Eumelia, me acuerdo muy bien porque fue la primera palabra que dije. Ella me habló: ‘yo me llamo Eumelia, pero es muy difícil, vos decime cubana, cu-ba-na.’ Y a esto me cuentan que al otro día me despierta y me pregunta su nombre, ‘¿cómo me llamo? Yo soy cu… cu…’ y le dije la primera palabra que asocié con esa sílaba. Se reían todos y siempre recuerdan esa anécdota cada vez que voy para allá”.
“Yo andaba en silla de ruedas, no me movía, me llevaban, me daban de comer. El quinto mes, cuando me acercan a la habitación para dormir, eran como las 10 u 11 de la noche y me sacan la silla de ruedas. A partir de allí me empecé a acordar de todo. No te olvides que tenía pañales, se me caían las babas y tenía silla de ruedas. Por eso yo volví a nacer y festejé el cumpleaños el 8 de mayo, cumplí 5 años. Festejé con mis clientes, mi sicóloga, y otros tantos más.”


EL ROMPER LAS REGLAS EN FORMA LEGAL

Si bien Iván se maneja muy bien reconoce tener algunas dificultades. “A mi me cuesta mucho leer, tengo que leer dos o tres veces, y si son temas de política o economía leo cuatro o cinco.”
Pero en el estado en que se encuentra reconoce haber logrado muchas cosas, y no escatima detalles a la hora de mostrarme los logros que consiguió, los empresarios con los que se codea y demás. Sus fotos a mi costado derecho lo atestiguan: recuerdos en Chucul, donde pudo comprarse seis hectáreas y trabajarlas, su viaje a Alemania inmortalizada con una imagen dentro de la cabina, que nadie más pueden entrar a ese lugar, después de lo que sucedió en Las Torres Gemelas, del avión, con clientes, amigos, familiares, con Martín Palermo, en la Torre Eiffel…
Después de repasar velozmente su vida, Iván tiene un interrogante para sí, “¿Por qué estoy así? ¿Por qué subsisto? Me falta la mitad de la cabeza y me faltan ocho dedos de las manos y ando”, se pregunta, me interroga y yo no sé responderle. Nadie le ha respondido satisfactoriamente su duda, excepto su sicóloga, persona con una amplia experiencia, que le expresó: “Mirá, yo atendí a muy mucha gente en mi vida, pero por donde lo mirés vos rompés las reglas por donde lo mires. De acuerdo a tu estado el 99,99% de las personas que están así se mueren, y vos saliste adelante. Vos rompiste la regla de la masa encefálica, con la mitad andás, lo de tu mano es secundario, tu grado de inteligencia es superior. (El comentario es la excepción para todas las personas discapacitadas e incapacitadas) ‘Y allí discrepo con ella, porque si yo subsisto así, es porque mucha gente no tiene nada.’” Y acompaño su sentido del humor con una sucinta risa. “Vos rompés las reglas, me dijo, primero por volver de la muerte, segundo porque con la mitad de la masa hablás muy bien, y me fue enumerando; les rompí las reglas a mi ex abogados que me dejo prescribir un caso porque “estuve muerto” seis meses. Y otra de las cosas mas importante, es que a rompí las reglas a todos mi colegas por las marcas de alarmas y CCTV que estoy ofreciendo y tantas cosas más.”
“Aparte, me dice Raquel (la sicóloga) que tengo lo que tienen los dos Giménez, ¿de quiénes hablo Darío?” ¿De la Mona Jiménez y Susana Giménez? Indago yo. “Tal cual, más grande que la Mona y cantante como el, no hay y Susana Giménez, desubicada y bruta como ella no hay, pero es Susana Giménez. Ellos tienen un don y ahora yo hago valorar eso.”



(*) Publicado en revista cultural Nativa (Villa María), Año 5, Edición Nº 27, febrero de 2009.-