domingo, 23 de septiembre de 2007

Presentación "La bicileta roja" de Marcelo Dughetti

TESTIGO EN LETRAS GRANDES
Marcelo Dughetti
PRESENTACIÓN DE “LA BICICLETA ROJA”





“La inmensa mayoría escriben porquee buscan fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver sus letras de molde.
Quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir, los mártires de una época. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas o fuera de la ley.”
Ernesto Sábato, “El gran testigo” (El escritor y sus fantasmas, 1963)





Sin quererlo y sin siquiera saberlo, Sábato colabora en nuestras páginas. Con las palabras justas, que se amoldan con precisión de orfebrería, el escritor de Santos Lugares nos describe a otro que vive en Villa María. Quizás Marcelo Dughetti no conozca a Sábato, quizás tampoco quiera conocerlo; pero estás palabras se escribieron en aquel lugar y en aquel tiempo aguardando este momento, el de poder decirnos que aquí hay testigos.
¿Y de qué manera se registra este testimonio? Con la publicación de un libro atrevido pero a la vez tierno, un libro que dará que hablar a este pueblo, un libro que se anima a mostrarnos otra literatura inexistente en estos lados, un libro que acaba de echarse a andar y que recorrerá muchas calles.
Hablamos de “La bicicleta roja”, otro libro de Recovecos Ediciones que fue presentado este viernes pasado en el Teatro de La Panadería. Luego de la proyección de un corto animado que emocionó a los presentes, el escritor leyó el cuento que da nombre al volumen para que luego el crítico literario y profesor universitario Carlos Gazzera nos deleitara con un texto que reproducimos a continuación. Finalizando la cálida velada el grupo folklórico “La Tusca” amenizó la jornada con bellísimas canciones.



“Esos hombres sueñan un poco el sueño colectivo. Pero a diferencia de las pesadillas nocturnas, sus obras vuelven de esas tenebrosas regiones en que se sumieron y siniestramente se alimentaron, son la ex-presión o presión hacia el mundo de esas visiones infernales; momento por el cual se convierte en una tentativa de liberación del propio creador y de todos aquellos que, como hipnotizados, siguen sus impulsos y sus órdenes secretas. Motivo por el cual la obra de arte tiene no sólo un valor testimonial, sino un poder catártico, y precisamente por expresar las ansiedades más entrañables de él y de los hombres que lo rodean.”
Ernesto Sábato, “El gran testigo” (El escritor y sus fantasmas, 1963)




Cuando pienso en este libro, no me puedo sacar la idea de verlo convertido en un piñón de “esos aparatos tipo mormón”, cuyo mecanismo se sustenta en los 12 dientes que guían la cadena de mando. Cada diente (o cuento si se quiere) conforma un universo en si mismo, pero a la vez es parte inherente a los otros y por extensión al libro en su totalidad. Doce dientes de quienes depende la dirección de este vehículo y del cual no se debe prescindir de ninguno para no desestabilizarlo.
“La bicicleta roja” es lo que se llama en los estudios literarios un contario. Una unidad compacta de dos sentidos. Unidad interna, ya que cada cuento retrata una historia que es vivida por sus personajes; pero también unidad externa, ya que los cuentos tienen relación con los demás. “Sus personajes ejecutan su danza” tanto en un texto como en otro, y es posible encontrar más sentidos, o resignificar los ya leídos a medida que la lectura del volumen progresa. En esa línea Dughetti, nos va dosificando los elementos que nos pueden ayudar a organizar este universo.
El escritor que encasillabamos como poeta está mutando, está evolucionando hacia el narrador o cuentista, aunque su destino final quiera ser (creo) la novela. “La bicicleta roja” quiso ser una novela, “un país menos exacto” que el cuento en donde existe “esa correspondencia exacta en forma, tamaño y posición de las partes de un todo”.
Marcelo Dughetti sirve de sinécdoque de la literatura local. El cuento no era uno de los géneros más cultivados en nuestra ciudad y este libro sigue afirmando que en la actualidad se está escribiendo (y publicando) más narrativa que antes, donde el predominio lo tenía la poesía.
El autor de “El monte de los árboles sogueros”, junto a un par de escritores más le están dando otras tonalidades a la literatura local, aportando nuevas miradas, nuevas estéticas y ahora nuevos formatos.
Otro aspecto a destacar es que este libro, del que intentamos bosquejar alguna impresión en la edición de hoy, es una obra de Villa María en el sentido legítimo: está escrito por un villamariense y más destacable aun, sobre Villa María.



“Nada más equivocado, pues, que pedirle a la literatura el testimonio de lo social o lo político. Escribir en grande, simplemente es, sin más atributos. Pues si es profundo, el artista inevitablemente está ofreciendo el testimonio de él, del mundo en que vive y de la condición humana del hombre de su tiempo y circunstancia. Y dado que el hombre es un animal político, económico, social y metafísico, en la medida en que su documento sea profundo también será (directa o indirectamente, tácita o explícitamente) un documento de las condiciones de la existencia concreta de su tiempo y lugar.”
Ernesto Sábato, “El gran testigo” (El escritor y sus fantasmas, 1963)




Quienes se decidan a pasear en esta bicicleta podrán recorrer por toda la ciudad y observar a su paso la Medioteca, los bailes en el Ameghino, la plaza, el Café de la Ciudad, el barrio Los Olmos, la Biblioteca Rivadavia, El Mirador, el Colegio Nacional, la terminal de ómnibus, las casitas del Santa Ana... a su paso también podrán encontrarse con el Padre Aguirre, el doctor Rodríguez, Padre Hugo, La Mamita y tantos otros... pero no se alarme amigo lector, el autor nos advierte ni bien entramos en el texto que “los personajes de este libro ejecutan su danza en un mundo que se parece al real. Cualquier coincidencia con el que nos rodea es pura casualidad.”
Los personajes de esta historia son niños-adultos, chicos que tienen el dolor metido adentro ­–como dice el final del cuento “Seis naranjas”. Chicos que no juegan, que sólo pueden hacer travesuras porque su tiempo para jugar, para crecer, se esfumó como volutas de juventud. Infancias dolidas que se mitigan con un pedazo de pan con manteca o que se contenta cuando la recurrente lluvia cae desde el cielo y nos iguala a todos. En estas historias sus personajes, que rondan los trece años, piensan en el sexo, en fumar, robar, tomar y trabajar para poder subsistir. Niños de familias numerosas y carentes de recursos como las hay en todos lados y que como si eso fuera poco, hasta tienen miembros de sus familias con deficiencias mentales marcadas.
Estos pibes consolidan la familia con las juntas de pares, ya que en su hogar no lo pueden conseguir. Parecen chicos que han sufrido la expropiación de sus almas, que les preocupa más cancelar una salida al río que pensar en la salud de la madre de uno de ellos que se quiso suicidar con veneno para ratas. Sin embargo, el autor de estos relatos no renuncia al sueño “a que las partes encajen en el todo, a que los veamos fuera de la circunstancia terrible que los obliga a endurecerse y en muchos casos, y a pesar nuestro, a perder la ternura.”
Marcelo Dughetti se monta a una gran bicicleta, de esas inglesas que cuesta echar a andar; no obstante todos sabemos que tras una docena de pedaleos el pesado bicicletón tomará el envión suficiente para llevarlo al mejor de los destinos.

Estimado lector, está la bicicleta, están las ganas de andar, de ver otras cosas, ¿me acompaña?
(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 23 de setiembre de 2007.-

domingo, 9 de septiembre de 2007

Alejandro Schmidt: Mamá


LOS COLORES DE MAMÁ
ACERCA DEL NUEVO LIBRO DE ALEJANDRO SCHMIDT




Desde hace un tiempo a esta parte, el poeta Alejandro Schmidt tomó la categórica determinación de no realizar más presentaciones públicas; ya sea de sus obras, como la de otros colegas. Está convencido de que los textos tienen valor por sí mismos y no necesitan de un mantel blanco con floreros, ni de un lindo presentador que deleite a un auditorio que (en muchos casos) asiste forzado por los lazos de amistad y compromisos, que unen a estas personas con aquel que se ha tomado el tiempo y el esfuerzo de plasmar en el papel sus pensamientos, sus investigaciones o sus delirios.
Esta férrea actitud de la que hablamos, también alcanzó el libro que Alejandro publicó a mediados de este año y que dio por llamar simplemente “mamá”. El mismo fue encomendado a Ediciones Recovecos, editorial que un interesante número de escritores locales están confiando por haber demostrado ésta, mucha seriedad y calidad en sus trabajos (Carlos Surghi, Marcelo Dughetti, Carlos Gazzera, son algunos de los autores aparecidos).
El libro que hoy esbozamos sintéticamente es un texto íntimo, cuyo eje central es la madre, ese ser que nos llenó de existencia, pero que muchas veces no está, que otras tantas su presencia es mucho más que omnisciente, que se convierte en nuestra compañera, la que debe mutar a veces para no desampararnos o aquella que simplemente se constituye en un ente... Alejandro pinta dos docenas de poemas empleando para ello una paleta de colores cálidos a fuertes, con tonalidades que se van degradando desde el amarillo más claro hacia el rojo más intenso y viceversa, y en la que en alguna oportunidad también existe la posibilidad de tornarse hacia un negro azabache. Todos estos colores, todas estas posibilidades que están presentes en la portada de este ejemplar de la colección “Poesía del profundo sur”.
“mamá”, más que una obra de respuestas, quizás sea de interrogantes; un pedido de explicaciones de un hijo hacia quien le engendró la vida... Se enquistan en muchas de sus piezas poemáticas las preguntas de manera directa (con sus signos de interrogación explícitos) o se perciben flotando en la atmósfera de sus páginas. El pequeño volumen se abre con el poema “Veces”, que reproducimos en esta edición y que funciona como una estocada inicial para un gran libro del poeta que diseminó el nombre de nuestra Villa María por todos los puntos cardinales.
Los textos que constituyen “mamá” fueron escritos entre 1985 y el presente, todos ellos son inéditos con excepción de “A veces me siento con mi madre” y “Luz mejor” que se vuelven a publicar aquí con algunas variantes.
A continuación les ofrecemos una selección de tres poemas de este volumen, que está disponible en nuestras librerías.






ES MI MAMÁ – ALEJANDRO SCHMIDT
Mi madre se transforma en perro
escapa a la calle
ladra, gruñe
se sienta con las orejas erguidas
mueve la cola

la gente ni la ve

los perros abren bolsas de basura
le ofrecen
latas vacías, botellas rotas

después

de nuevo es mamá.



VECES – ALEJANDRO SCHMIDT
A veces me dejabas un chocolate en la almohada
a veces íbamos al cine
a veces cuando tenía 6, 12, 18 me tratabas como si
tuviera 6, 12, 18
a veces me decías que era bueno
a veces sentía que había emergido de tu cuerpo
alimentado por sus partes blandas

vigorso

a veces me sentaba a esperarte durante años
a veces creí durante media vida en vos
te perdonaba
te defendía a veces, muchas veces

a veces me pregunto que pensará mi padre
allí en su muerte
-la muerte es lugar del pensamiento-
a veces siento que amé a mi padre
mucho más que a vos
porque
pródigo es el fantasma en sentimientos.

¿te ocurrió ser madre?
¿sabías?
¿preguntaste?

a veces creía que eras yo
y me volvía triste
tristísimo
a veces te cambié por la invención del héroe
la luz de los amparos

abre la ausencia un amplio pecho
a veces te hablo desde allí
desde esa maternidad
silencio
primera voz

y siempre tu malicia
tu sequedad
de eso te excusabas como de una inconveniencia
a veces

a veces era un niño, un joven, un hombre
un poco rengo, o manco
casi ciego
olvidado
mentido
exiliado de la terneza
el candor
el resultado
de vos
y podía flotar en toda la luz del mundo
más fuerte que tu no
tu acaso
tu desgarro

a veces

pocas veces.


KAPPO DE CAMPO – ALEJANDRO SCHMIDT
Me reprochabas que hablara de los campos de
concentración y exterminio
durante el almuerzo
pero
solo así
describiéndolos minuciosamente
podía irme en humo

cruzar

el alambre

tu absoluta presencia.





Alejandro Schmidt nació en Villa María en 1955. A modo de folletos, plaquetas y libros ha publicado 30 textos de poesía, entre ellos:

Clave Menor (1983)
Serie americana (1988)
Dormida, muerta o hechizada (1993)
El diablo entre las rosas (1996)
En un puño oscuro (1998)
El patronato (2000)
Silencio al fondo (2000)
Esquina del universo (2001)
Oscuras ramas (2003)
La vida milagrosa (2005)
Llegado así (2005)
Casa en la arena (2006)
Mamá (2007)

Dirigió la revista de divulgación literaria EL GRAN DRAGÓN ROJO y LA MUJER VESTIDA DE SOL (1987 – 1991).

Desde 1992 dirige Radamanto, editorial de poesía. Fragmentos de su obra fueron traducidos al inglés, alemán, italiano y dos libros transcriptos al sistema Braille.






(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo 09 de setiembre de 2007.-

sábado, 8 de septiembre de 2007

María Eugenia "Coqui" Podestá (Compartiendo)

MI LENGUAJE DE LIBERTAD
MARÍA EUGENIA PODESTÁ



Sobre una pila de escombros se erige una monstruosa figura verde de pecho escultural. La agresividad se dibuja en su rostro, resaltado por labios gruesos, dientes prominentes y ojos desnivelados que se pierden en el infinito. Tiene el torso inflado y las venas que lo surcan como ríos embravecidos y descontrolados que desembocan en dos extremidades furiosamente cerradas. En una de ellas, la bestia empuña a un pequeño ser de piernas tan largas como descarnadas. Más profundo y sepultados sin escapatoria yacen más seres indefensos que expresan en su rostro el destino irreversible que les toca en gracia.
El párrafo anterior es una posible descripción de “La opresión de las masas”, una metáfora irónica y caricaturezca en la que es factible reflejarse. Una imagen asfixiante que puede servir para ilustrar la dicotomía existente entre aquellos gigantes que aplastan sin piedad a las pequeñas multitudes, para poder seguir alimentando ese monstruo que son.
La autora de este y otros trabajos que exponemos en el presente número de Compartiendo es María Eugenia Podestá. Esta joven artista local es egresada de la Escuela de Artes de la Facultad de Filosofía y Humanidades con los títulos de Licenciada en Escultura y Licenciada en Grabado (ambas en el 2002).
En la actualidad, “Coqui” dicta clases en la Escuela Superior de Bellas Artes y en la Universidad Nacional de Villa María, donde “el trabajo docente comprometido es igual de complicado como vivir de la plástica”.
Utiliza técnicas de las más diversas, aunque se siente cómoda con las directas o los vaciados. En ellas el uso de resina poliéster fibrada y posteriormente policromada es una de sus constantes. Aprovecha además todos los recursos tecnológicos e informáticos que encuentra a su alcance. El resultado de su trabajo es la conjunción armónica del tiempo, ganas, ideas, motivación, dinero (costos) y de la educación también, ya que ella “te simplifica, te completa, te eleva.”

-¿Como se conciben tus trabajos? ¿Los pensás, los dibujas, jugás con el azar?
-El hecho de realizar una obra artística, personalmente tiene mucho que ver con una necesidad de expresar o comunicar un mensaje a un tercero, por lo que siempre lo primero que surge en mi proceder artístico es la temática que quiero tratar, el contenido ideológico. En función de esto empiezo a traducir el contenido o temática en imágenes mentales plausibles de ser realizadas en manifestaciones artísticas visuales. Luego, comienza generalmente el proceso de realización de bocetos tanto desde el dibujo como maquetas a pequeña escala. De todas formas, a la hora de realizar la obra de arte, el azar siempre entra en escena, ya tenga que ver con posibilidades expresivas posteriores, con eventualidades que surgen propias del material, o bien porque fluyen nuevas ideas en la evolución del trabajo. Pero ese azar no es la base de mi quehacer artístico, sino que puede y suele fluir dentro de una planificación bien establecida. Mi obra ya “está hecha” antes de empezar a construirla materialmente.

-¿Qué importancia se da en la ciudad y en la provincia a la escultura, el dibujo, la pintura y los grabados?
-Dentro de las artes plásticas tradicionales se le da más importancia a la pintura y a la escultura debido a que son las más conocidas en detrimento del grabado y el dibujo. Pero las artes plásticas abarcan más manifestaciones que escapan a estas disciplinas tradicionales que de hecho ni siquiera son conocidas ni difundidas.
La ciudad de Villa María se ve inmersa en un proceso de acelerado crecimiento urbanístico, demográfico y económico, que no se ve reflejado en la actividad artística y cultural. No digo que no haya personas, entidades, funcionarios que no trabajen para este crecimiento, solo que su esfuerzo, si lo hay, se ve diluido en el camino. Por parte de las políticas culturales, noto más bien que existe una tendencia a “figurar” más que un compromiso genuino con el arte y su explosión en la ciudad. Esto sumado a la desvalorización que sufre el arte por parte de la educación, tanto desde la política educativa nacional y provincial, la familia y las instituciones educativas en general, conlleva a una falta de concientización (o mínima) en el imaginario social de la fuerte potencialidad del arte y sus distintas manifestaciones en el crecimiento personal individual de los seres y del grupo social en su conjunto.
El ambiente de Villa María es complejo, hipócrita, separatista, individualista. Estamos esperando que alguien haga algo para “meter palos en la rueda” y no para unirnos. Por separado existen grandes potencialidades, tanto en lo personal como en lo creativo, pero creo que no se concibe una cultura artística grupal y unitaria. Los que conformamos el ambiente artístico de la ciudad trabajamos, generalmente en forma individualista. No nos damos cuenta de que el esfuerzo en colectivo es más eficiente, rápido, llevadero, completo, superador.

-¿Qué significado tienen los muchos premios obtenidos por tus obras?
-En cierta forma los premios siempre sirven de estímulo para continuar, aunque el mejor estímulo y el mejor premio es el reconocimiento de la gente, la que no tiene que ver con el círculo de arte. Hay mucha hipocresía dando vuelta por ahí, en este medio como en todos los demás. El tema de conseguir un premio es muy subjetivo, al igual que todo lo que tenga que ver con el arte. Esto no es igual que competir en una carrera de atletismo, donde uno llega primero y es quien recibe el premio. En el arte la carrera la tiene uno con uno mismo. Con el tiempo uno llega a comprender que recibir o no recibir premios no tiene nada que ver con la calidad de tu obra, o la llegada que ésta pueda tener. Casi siempre lo que piensa el jurado no tiene mucho de parecido con lo que piensa el público luego, o a veces sí, pero tampoco importa tanto. Está en vos saber para qué lado vas y cuál es tu finalidad como artistas. Si viene en ese camino un premio… pues mejor. El premio de esa forma se convierte en un incentivo para seguir adelante y en mi caso personal una retribución pública por el tan arduo trabajo y el esfuerzo de mantenerme activa en mi producción. Por otra parte, un premio aumenta el ánimo en los que tengo al lado y que de alguna forma me impulsan y me ayudan a seguir con esto. Aún así, soy consciente que poseer galardones te abre muchos caminos en el círculo artístico, más que la calidad de tu obra… hipocresía pura. Sos, no lo que sos, sino lo que dicen que sos.

-¿En algún momento pensaste que el arte no era para vos?
-Nací con esta vocación. El arte es la forma más fácil que tengo para expresarme y para pensarme individual y socialmente. Desde lo netamente íntimo personal puedo decir que el arte y yo conformamos una simbiosis inseparable. No concibo mi vida sin la posibilidad de expresarme mediante mis obras. De todas formas, me he sentido muy desalentada más de un par de veces respecto al círculo artístico. Me encontré muchas veces desprotegida por quienes de alguna manera me tenían que cuidar como artista, a mí y a mi obra. Me sentí usada, desplazada, minimizada. Esto llevó a replantearme mi actividad. Con el tiempo comprendí que la mala política, la envidia, la corrupción, la hipocresía, son males que habitan en todos los espacios, más allá del círculo artístico. Cuando me pude confrontar con esa realidad y encontrar la esencia y la importancia de mi labor… me olvidé de lo superfluo y abrí nuevamente la posibilidad de seguir en esto que es mi vida artística.

-¿Para que sirve el arte?
-Es una pregunta difícil de contestar, sobre todo cuando no podemos contar con una definición general universal de lo que llamamos arte. Teóricamente, no hay respaldo de qué es o no es arte, como en otros tiempos en donde el artista podía circunscribirse a parámetros que lo guiaban y respaldaban. Las vanguardias plantearon que en el arte todo puede ser válido y todo puede no serlo, y con esto se empezó a cuestionar la definición general del arte y a ampliar los límites de éste. Hoy intuimos qué es lo que hoy llamamos arte, pero no existe un respaldo teórico que nos indique a ciencia cierta qué es lo que debemos realizar para realizar "arte". Demasiada libertad abruma.
Con respecto a lo referente al artista, este tiene y ha tenido deferentes intencionalidad a la hora de crear una obra, como por ejemplo expresar sentimientos propios, entendido como representación de los sentimientos internos o vivencias personales del artista; representar la realidad exterior o el mundo que lo rodea en su esfera próxima o distante, una actitud de choque o repulsa hacia su entorno social, geográfico o histórico; o una intención netamente estética. Aclarando que estas son sólo algunas posibilidades, me bastaría plantear que el arte, en general, tiene una función liberadora, y he aquí donde encuentro su importancia. Función liberadora tanto para el artista como para el espectador, dos de los tres requerimientos primordiales para lo que denominamos arte. Para el artista, cumple la función de liberación en tanto que al ser el eje en donde se centra la obra (es concebida, planificada y/o elaborada por él) siempre pone algo de sí mismo, tanto en su actitud de creación o en el enfoque único y propio que le da al tema o en la elección de tal o cual elemento material o ideológico, o en su caso más extremo: en un arte en donde se exprese únicamente su automatismo o su catarsis. Y función liberadora para el espectador, en cuanto tiene la libertad de interpretar, de pensar o de sentir en forma propia e individual lo que la obra le sugiere, le inspira o le motiva.

-Si tuvieras que describir tu estilo, ¿cómo lo harías?
-La palabra poética es utilizada comúnmente para referirnos al proyecto operativo que tienen uno o varios artistas. Al conjunto de ideas que sustentan su proceder artístico. Una poética nos sirve para entender qué quería hacer un artista o un conjunto de ellos. La poética hace referencia al estilo. Puede ser, en este caso, personal o grupal. El estilo personal hace alusión a la identidad individual. A lo que distingue y diferencia a un artista de los demás y lo hace por consiguiente “personal”. La poética o estilo grupal corresponde a una identidad colectiva. Se refiere al conjunto de rasgos que caracterizan unitariamente la obra de múltiples artistas. Es por lo tanto “impersonal”, ya que estos rasgos comunes a un movimiento artístico significa amalgamarse, parecerse, compartir propiedades. No sabría decirte si estoy ligada a algún estilo o poética grupal, pero sí puedo hablar sobre mi poética personal.
Existen elementos formales y características ideológicas que me parecen personalmente importantes de destacar en una obra de arte. Ellos son rescatados para la elaboración de mi producción artística. Hablando de mi poética personal, puedo decir que básicamente trabajo con un arte social o de representación del mundo exterior (en la que estoy inmersa como individuo), figurativo, con imágenes satírico-caricaturezcas.
Como dije, la forma que elijo para la representación del mundo exterior es la figurativa. La obra abstracta lleva consigo un hermetismo que no concuerda con mi intencionalidad de llegar a la gente en general, que suele desconocer su lenguaje. Cabe aclarar que, a pesar de que toda representación es una abstracción de la realidad, al referirme al término abstracción hago una simplificación. Lo utilizo, como lo hace la mayoría, para hacer mención a aquellas imágenes que poseen el menor grado de iconicidad con la realidad. O no lo tienen. Entonces, una imagen “demasiado abstracta” puede conllevar la desventaja de, primero, no ser “entendida”. En segundo lugar, pero no por eso menos importante en mi proceder artístico, abrir demasiado las posibilidades interpretativas. Desorientando al espectador en cuanto al contenido específico que intento transmitir.

-Coqui, ¿qué cosas son las que te llena la vida?
-Básicamente el amor y la sensación de avance o progreso personal. El amor de mi hija. La sonrisa de mi madre. El recuerdo de mi padre. El apoyo de mis amigos. Un trabajo concluido y el proyecto de uno por venir. La esperanza de un futuro mejor. La certeza de que existe una meta a seguir y que voy en camino, directa o titubeante. Con palabras de Benedetti… “no quedarme inmóvil al borde del camino.”

-¿Qué te gusta hacer cuando no estás creando?
-La cabeza mía siempre está funcionando. Siempre estoy creando de alguna forma, aunque no pueda materializar mis ideas en forma escultórica. De todas maneras, me gusta mucho el cine. No tengo muchas posibilidades de poder concurrir actualmente a las salas de proyección de la ciudad porque no me dan los tiempos y no me puedo organizar, ni dispongo de la tecnología para poder ver películas de alquiler en casa, por lo que suelo ver películas en la televisión. Me atrae mucho todo lo que tenga que ver con lo visual por lo que me gustan todas aquellas películas relacionadas con la ciencia ficción o de efectos especiales. Me gusta también mucho Internet, buscar artículos interesantes para la escuela y ver cosas e imágenes novedosas. Referido a lo netamente personal me gusta mucho estar con mi familia, ya que ellos son los que me dan su amor, la fuerza de avance que me mueve en la vida.



(*) Publicado en revista COMPARTIENDO CULTURA (Villa María), 2007.-