domingo, 19 de octubre de 2008

Enrique Orlando Sella - Pasión, política y peronismo

ENTREVISTA CON
ORLANDO ENRIQUE SELLA
PASIÓN, POLÍTICA Y PERONISMO



El general Perón pareciera escucharnos sonriente desde uno de los muchos cuadros que tiene en su oficina. Esa habitación es el espacio propicio donde Orlando, “el gato”, se refugia los domingos para realizar una tarea que el trajín diario no le permite hacer. Allí recopila información, investiga y escribe para futuros trabajos que tiene en mente (el segundo tomo sobre la caída de Aristide, otro libro sobre el peronismo, un texto que versará sobre su experiencia como embajador en Haití, entre otras tantas ideas).
Aunque posee ocho libros de su autoría no se considera un escritor profesional; simplemente (me comenta) lo hace para dejar plasmada una experiencia de vida. Es que Sella, con más de 60 años no parece agotarse, su motor es la política y su pasión el peronismo.
Mientras recorre vertiginosamente su vida, se percata de que son pocas las personas de su generación que siguen militando diariamente como él; y es que mi entrevistado llegó a Villa María a los 16 años, y mientras fue interno de la Escuela del Trabajo, no demoró en incorporarse a la Unidad Básica Nº1 del barrio Güemes (recuerda). Sin dejar de trabajar, se recibió de Procurador, Abogado y Escribano (UNC, 1972). Fue docente de nivel medio por 17 años en Escuelas Técnicas. Accionó como asesor letrado del Intendente Florencio Ferrero en la Municipalidad de Río Tercero (1973). Se desempeñó como Jefe Político del Dto. General San Martín (1974). Fue Diputado Nacional por el Partido Justicialista (Distrito Córdoba) en 1983-1985 y 1985-1989. Actuó como Embajador Argentino en la República de Haití (1989-1992) y Costa Rica (1992-1995). Fue Legislador Provincial por el Partido P.A.I.S. (2003-2007). Hoy ocupa una banca como Legislador Provincial formando parte del Bloque Unión por Córdoba – Frente para la Victoria, aunque se reconoce un incondicional de P.A.I.S.
Mientras me habla se asombra de saber que ha militado con dos generaciones (padres e hijos), pero al pensarlo fríamente y leyendo antecedentes como los expresados más arriba, no resulta difícil comprender que esto es así, porque Sella, desde muy joven, dedicó su vida y su tiempo a esta pasión que lo alimenta. La misma pasión que fluye en la prosa de sus últimos textos (ver aparte) “El Peronismo. Vigencia de su doctrina” (2008) y “Derechos políticos de la mujer.” (2008).


—Doctor, además de reconocer el contenido de sus últimos libros, es loable señalar la emotividad con que usted narra los hechos y las vivencias en los mismos…
—Sí, realmente soy un apasionado del Peronismo y quizá uno no sé da cuenta, pero pone en el papel como uno es. Tengo por Perón y Evita una gran devoción. A mi me llega al corazón por la gran transformación que realizaron para el país y la gente. Reconozco que soy apasionadamente Peronista. He decidido hacer este tipo de aportes porque Perón escribió muchos libros, pero la doctrina en sí no se encuentra en ningún libro. No hay un volumen donde estén todos los principios, el origen de la marcha, que todo el mundo la canta y nadie sabe como surgió. Hay que buscar y sintetizar en un libro; si una dirigente femenina quiere ir a un libro donde estén los derechos políticos de la mujer enfocado políticamente y no académicamente, quiero que lo pueda encontrar en algún lado; si un joven quiere saber cuáles son los grandes principios del Peronismo que no cambian a través del tiempo, que lo encuentre también. Los jóvenes no son los culpables de no querer a la política, de no tener las herramientas; esto pasa por la destrucción de los valores que se produjo en la Argentina, en la clase política y demás ámbitos.

—Su último libro está centrado en los derechos políticos de la mujer, ¿cuál es su posición al respecto?
—La mujer debe tener su participación y gracias a las leyes pueden hacerlo como lo hacen hoy; creo que la sociedad política no está madura para reconocerle que el 50% de los derechos le corresponde a la mujer. Hay un autoproscripción propia de la mujer, hay muchas mujeres que no quieren saber nada con la política y más aún porque la política de hoy está devaluada. Mientras no haya una que se base en la inteligencia, la capacidad, la participación y donde los géneros tengan lo que su trabajo y su dedicación lo hagan merecedor, seguramente van a hacer falta estas leyes. Una ley de esta naturaleza puede discutirse por antidemocrática, pero nosotros somos hijos del rigor.
Cuando se sanciona en 1991 la Ley 24.012 que se la denominó “Ley de Cupos”, establecía que ningún género podría tener menos del 30% de la candidatura.
Yo fui diputado nacional en 1983 y reelecto en 1985 y nunca hubo más de 10 mujeres sobre 254 diputados, o sea que escasamente llegaba al 4% aproximadamente. Entonces se inicia la lucha de la mujer, que yo rescato en este libro a una cordobesa de la UCR, María Teresa Merciadri de Morini, quien fue la primera diputada nacional de la UCR de Córdoba que luchó porque se reconocieran los derechos reales de la mujer y que la Ley de Cupos se reglamentara adecuadamente. Para lograrlo se presentó en el Juzgado Federal de Córdoba, fue a la Cámara de apelación porque perdió, fue también a la Corte Suprema y perdió y terminó yendo a la Corte Interamericana de Derechos Humamos que convocó a la Argentina a una audiencia de conciliación y ahí logró su cometido. He tenido el alto honor que ella me escribiera el prólogo de este nuevo texto.
El libro tiene otro capítulo dedicado a la Ley provincial 8901, hacemos un reconocimiento a Olga Riutort, porque esa ley le da igualdad a la mujer como al hombre, es una ley que se aplicó, se respetó y da la posibilidad que se una mujer deja su banca, la ocupe otra mujer. Es una ley muy importante.
Otro motivo del libro es para homenajear al doctor Manuel Graña Etcheverry, quien fue el miembro informante en el debate parlamentario sobre los derechos políticos de la mujer (Ley 13010, del 9 de setiembre de 1947). Como pasa muchas veces en la historia argentina, existe esa especie de olvido generalizado, nosotros quisimos homenajearlo, ya que cumple 93 años el 8 de noviembre próximo (cabe aclarar que el homenaje y la presentación del libro se realizó el pasado viernes 17 de octubre en Córdoba Capital).

—¿Por qué cree usted que están tan instaladas las imágenes y los ideales de Perón y Evita en la actualidad?
—Yo diría que Perón está triunfando más allá de su muerte, porque fue un visionario. Perón junto a Evita están presentes porque fueron capaz de concretar la única revolución que hubo en la Argentina, pero una revolución de las ideas, una revolución de paz, una revolución que se sintetizó en obras; entonces culturalmente antes de Perón te decían que “hay que educar al soberano” y el soberano no tenía ni escuela para ello. Nos dejó a todos, una doctrina, una filosofía, una manera de ser que lo ha trascendido más allá de la muerte. En 1952 Perón planteó en el Congreso de la Nación la unión aduanera con Chile, Argentina y Brasil, y el Mercado Común Europeo se constituyó en 1959, por ejemplo. Evita hizo de su vida un verdadero holocausto, porque dio su vida por la causa por el Peronismo. Tenía los días contados y sin embargo se dedicó a los que más necesitaban, a la mujer…
La revolución que hizo Perón en nueve años y medio tiene un carácter único, un país que llega al poder, que no fabricaba ni los alfileres y cuando cae el gobierno, el país está fabricando aviones, tractores, automóviles, construyó 8800 escuelas en Argentina, 70000 obras públicas…; hay que explicarle a los chicos porque todavía se siguen publicando libros perniciosos contra lo que el Peronismo. Hay que generar la discusión y no hay que tener miedo, porque Perón dijo que el Peronismo no es un partido político sino un movimiento revolucionario.
Resumiendo, es como si Perón hubiese gobernado 30 años en Argentina, aunque no estuvo en el país mucho tiempo, mucha gente quería que volviese y sus ideales siempre estuvieron presentes. Si uno mira las cosas que Perón hizo hace tantos años atrás y lo compara con lo que hacen los dirigentes actuales comprendés el porqué trascendieron; porque hizo más cosas de las que se pueden hacer actualmente con todas las limitaciones de la época.

—¿Hace falta una revolución en la Argentina actual?
—Hace falta una mejor distribución de los ingresos en la Argentina y que no le tengamos miedo a avanzar con la aplicación de un auténtico federalismo, para que el país se desarrolle integralmente. Sucede que con esta forma de gobernar centralizada y unitaria, que no sólo es propia de este gobierno, hay lugares que parecen propios de otro país. En la doctrina justicialista la posición del estado debe ser siempre la de colaborar en el desarrollo de políticas sociales, económicas y de la política en sí.
Me parece que una revolución como aquella es impensable porque son otras las circunstancias históricas; sí creo que el país debe aprovechar esta oportunidad que tiene. Al margen de la crisis internacional que se ha desatado hace un tiempo, nosotros tenemos la oportunidad histórica, incluso señalada por Perón, porque el decía que los países más poderosos después del 2000 no iban a ser los que tuvieran mayor cantidad de armas ni dinero, sino los países que estuvieran en condiciones de producir alimento para un mundo que ya se presumía como superpoblado y hambriento, como es el caso de la China, India, Pakistán y tantos países asiáticos. Nosotros somos un país agrícola-ganadero, nos guste o no nos guste, nosotros deberíamos triplicar la producción, no estar atentando contra esa producción, hay que favorecerla. Así el país tendría unos ingresos extraordinarios y con una muy buena redistribución de los mismos, donde los que tengan capital van a ganar muy bien, pero también aquellos que tengan su trabajo digno. El mundo nos ha vuelto a dar una chance, si nosotros no la sabemos aprovechar, es un problema nuestro. La Argentina está preparada para triplicar la producción y utilizar una décima parte para el consumo interno y estar bien alimentados. Aumentaríamos la producción en sí y lo que se denomina la agroindustria, es decir, a darle valor agregado a la producción agropecuaria a los efectos de que vendamos los productos; y no como ocurría en un principio, que le vendíamos la soja a Japón y ellos nos vendían la milanesa de soja. Estas son cosas que no tienen sentido, creo que por ahí hay que mirar a la Argentina. Como decía Perón, “primero la Patria, después el movimiento y por último el hombre”, y acá nuestros gobernantes tienen que entender que primero está el país y después los intereses de ellos, no pasar el gobierno del marido a la mujer o de la mujer al marido… La transición tiene que ser democrática, moderada y respetuosa.


La entrevista llega a su fin, más de una hora y media han sido recogidas en mi grabador personal. Apago el aparato y mientras tomo unas fotografías para ilustrar la nota, el doctor Sella me comenta quienes lo acompañan en las paredes de su oficina. Los tintes grisáceos de la figura de su padre cuando hizo el servicio militar, la familia, sus incursiones en Haití, los infaltables retratos de Perón y Eva, una tarjeta que Perón le enviara desde España y copia de la partida de nacimiento, fachada de la escuela del trabajo y hasta un escudo del Club San Lorenzo…
Mientras las observo me imagino su vida resumida en imágenes; estoy ante las postales de su vida, estoy ante las postales de su pasión.


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Derechos políticos de la mujer. Su protagonista Manuel Graña Etcheverry. Ley de la igualdad o Ley Riutort, por Orlando Enrique Sella, Dunken, Bs. As., octubre de 2008, 444 páginas.
“El Peronismo siempre ha adolecido de un defecto, no reconocer en vida a quienes contribuyeron al logró de los grandes objetivos políticos del Movimiento más grande de América Latina. En esta oportunidad es mi objetivo, no sólo, en primer término rendir un emocionado homenaje a Manuel Graña Etcheverry, principal protagonista en la histórica jornada del 9 de setiembre de 1947, día en que se sanciona y aprueba la Ley Nacional Nº13.010, sino también a todas las mujeres que actuaron en defensa de los Derechos Políticos de la Mujer argentina.
El reconocimiento cabe también para aquella maravillosa mujer a quién tanto le debemos todos los argentinos, ‘Eva Perón’, quién fue el nervio motor que impulsó en el Congreso de la Nación el tratamiento de aquella ley que era un compromiso del gobierno Constitucional del General Perón, surgido de los comicios del 24 de febrero de 1946.
Como cordobés, me siento orgulloso, del protagonismo de ‘Manolo’ nuestro amigo, pero también quiero expresar un enorme reconocimiento a otra mujer, que en Córdoba ha tenido el enorme coraje cívico de contribuir para con la aprobación de dos leyes revolucionarias para todas las mujeres cordobesas, ‘Ley de Igualdad’ o ‘Ley Riutort’ y la Ley de la creación del Consejo Provincial de la Mujer, ubicando a Córdoba en la vanguardia, en materia de legislación que tutela los derechos que Eva Perón legara a las mujeres argentinas.”



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El Peronismo. Vigencia de su doctrina, por Orlando Enrique Sella, Dunken, Bs. As., junio de 2008, 238 páginas.
“El objetivo de este trabajo es contribuir a la difusión y conocimiento de la Doctrina Nacional Peronista, que nos legaran sus fundadores Juan Domingo Perón y su compañera incondicional, María Eva Duarte de Perón.
He tratado de manera sintética esbozar los grandes principios de nuestra doctrina conforme se plasmó en los años que transformaron a la Argentina de la mano del peronismo.
El nacimiento del peronismo, La Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social; la Tercera Posición, la Comunidad Organizada, bases doctrinarias fundamentales para saber porque se es peronista, sumado al conocimiento de una doctrina nacional como así también el pensamiento de Eva Perón y el legado histórico del General Perón, van enseñándonos el contenido de nuestra doctrina.
La revolución en el pensamiento de Perón y la reforma de la Constitución de 1949, dejan claramente establecido que el peronismo es un movimiento político que basa su accionar en el marco del derecho y de la ley y que su resistencia aún en los momentos más difíciles que le tocó vivir a fines de la década del ’50, lo hizo con intransigencia, con lucha política en todos los terrenos, pero siempre con un carácter pasivo (Perón / Cooke, pág. 51), y nunca utilizando la violencia como método político; estableciendo una conciencia plena entre la teoría de su doctrina y la ejecución concreta de su objetivo central que se define en palabras, ‘El Movimiento Peronista plantea como fin último una revolución en paz para todos los argentinos’.”

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 19 de octubre de 2008.-

viernes, 10 de octubre de 2008

Diálogo con José Playo

DIÁLOGO CON
JOSÉ PLAYO
EL EDITOR SÁDICO DE SUS TEXTOS



Dice que propone una literatura liviana, o para decirlo con su lenguaje más específico: “huevadas para pasar el rato”. Sin embargo tiende a ser (o es) el escritor más leído por los jóvenes cordobeses.
La fama (buena o mala) de José Playo se debe a que ha incursionado desde hace años en las letras, con ocurrencias que se mueven entre el humor, el sexo, la sátira, la reflexión, la patética identificación de lo cotidiano, el delirio y el ingenio más mordaz. Primero lo hizo con una revista que se publicó a partir de 2003, a puro blanco y negro, y en la cual ocupó todos los cargos editoriales: diseño, escritura, distribución. Esa revista se llamó “Peinate que viene gente”, que tuvo su compilación en envase de tapas duras en 2007. También tiene su página web que recomendamos visitar (http://revistapeinate.com.ar/), pero que no ofrecemos ninguna garantía luego de pulsar el “enter”.
Ediciones del Boulevard fue quien le publicó tanto “Peinate…” como otro libro de relatos intitulado “Peguelé hasta dejarlo morado”. Este año, la casa editora nos presenta un nuevo trabajo que Playo ha dado en llamar “La belleza del escándalo”. Esta última publicación es la que utilizamos de excusa para contactarnos con el joven licenciado en ciencias de la comunicación.
NATIVA, les propone a continuación una charla con el escritor cordobés. De este diálogo usted podrá crear un perfil del autor en cuestión, dependerá de usted la decisión de leer o no a Playo; de aquí sólo podemos decirle que de no hacerlo, simplemente usted se lo pierde...


—José, ¿de qué trata "La belleza del escándalo"?
—La misma pregunta me hizo mi editor y no supe qué contestarle. Ensayo la única respuesta coherente: “La belleza del escándalo” es, esencialmente, un libro sobre la pasión. Hay un cuento inicial y otro de cierre, ambos sobre el acto de escribir (mi pasión) y en el medio se mezclan otras historias, referidas al sexo, a las relaciones fallidas, a los sucesos desopilantes que nos ocurren a diario. Diría que es un libro de entretenimiento que a veces se pone cachondo y otras apunta a la diversión.

—¿Cómo darías promoción a este nuevo libro?
—A pesar de que “promoción” me suena a jerga marketinera, creo que es un pilar fundamental en la construcción de un espacio mínimo y necesario para que tu trabajo se conozca. Es una lástima que haya escritores que se crean geniales al punto de sentarse a esperar que las editoriales les golpeen la puerta para comprarles sus manuscritos. Yo descreo de los beneficios del ocote. Construí un espacio para difundir lo que escribía, se llamó “Peinate que viene gente”, era una revista y la repartí por todos lados. Si algo aprendí con el tiempo es que para que tu trabajo se conozca, tenés que hacerlo circular. Con este libro me resultó más fácil, porque ya hay una editorial por detrás que te contiene y eso es balsámico. La promoción es, básicamente, una pila de sobres en los que ponés tu laburo y lo hacés circular para que todo el mundo lo conozca. No hay mayores secretos.

—José Playo se anima a decir lo que muchos pensamos pero que por pudor o por el "qué dirán" no hacemos... la libertad, ¿esa es la clave de tu literatura?
—No sé si me animo a tanto. Me gusta escribir sobre las cosas que me gusta leer. Si nadie está escribiendo sobre eso de la forma que a mí me gusta, lo escribo yo y listo. Por supuesto que la libertad juega un papel importante, no sé si es la clave de lo que hago, yo pondría más el foco sobre el disfrute. No puedo sentir libertad si no disfruto lo que hago.

—Horacio Quiroga publicó en 1927 un "Decálogo del perfecto cuentista", ¿te animás a ensayar el tuyo?
—Soy más modesto, sólo tengo una premisa: escribir y leer mucho, siempre disfrutando. Creo que es la única fórmula perfecta para aprender, lo demás es puro estilo, y tarde o temprano se perfecciona.

—En una época donde transgredir es cada vez más difícil, ¿cuál es la fórmula de Playo para lograr tu cometido?
—No me siento un trasgresor. Me gusta, sí, actualizar las cosas. Sé que hay gente joven que no tiene hábito de leer libros, y para esa gente me gusta escribir, para ver si puedo contagiarlos de alguna manera con el placer que yo descubrí cuando comencé a llevarme novelas y cuentos a la cama. No estoy muy de acuerdo con que transgredir sea difícil en esta época, basta prender la tele cinco minutos para ver cómo se rompen los géneros, las convenciones. Pensando en tu pregunta descubro una paradoja: tal vez sea un trasgresor aquél que hoy apueste por los sueños románticos. Apostar por los libros, entonces, sí es una forma de transgredir. Y esta respuesta es un quilombo.

—¿Qué autores consideras te han influenciado?
—Todos los que he leído. Tanto los que me gustaron como los que no. Puedo decir que aprendí mucho con Fontanarrosa, con Stephen King, con Cortázar, con Bukowski; pero sería un necio si dijera que los libros que no disfruté no me enseñaron algo. Descartando también se aprende lo que no se quiere escribir, creo.

—¿Creés en la inspiración? ¿Qué significado tiene para vos esta palabra?
—La inspiración es, en cierta forma, un impacto. A mí me gusta leer mi ciudad, leer los diálogos de la gente que camina junto a mí en ella. No puedo pensar en escribir sin inspiraciones. Para mí la inspiración es la necesidad de ponerle palabras a las postales de lo cotidiano.

—¿Playo necesita psicólogo o con publicar en revistas/blog/libros tiene asegurada su sesión terapéutica?
—Playo hizo ya muchos años de terapia para hacerse cargo de que lo que más disfruta es escribir. Los libros, las revistas, el blog, no te lo voy a negar, me han ahorrado también muchos pesos.

—¿Se puede ser cordobés y carecer de humor?
—El humor es una forma de mirar. A mí me gusta mirar todo –incluida la tragedia–, con humor. Desde ese lugar sí me siento humorista. Hay una concepción muy estereotipada del humor cordobés, que lo limita al “no si wá sé” o al “sabé cómo le dicen a éte”. Yo no soy contador de chistes, pero no concibo lo que escribo sin el humor hilando algunas historias. Supongo que hay distintos registros humorísticos en nuestra provincia y eso es maravilloso.

—Tus textos se conjugan con imágenes, ¿crees que la literatura a veces debe apoyarse en lo iconográfico para dar una idea más acabada de lo que se pretende mostrar?
—No. No creo en la imagen que funciona como anclaje conceptual únicamente, de lo contrario haría sólo comics. Pienso, sí, que la imagen puede jugar como recurso de aproximación, como una instancia más, un valor agregado, que en algunos casos sirve para allanar la entrada a un libro. La decisión de pedirle a muy capos dibujantes que me bajaran una postal de cada cuento tiene raíz en un capricho: me gustan mucho sus trabajos, los quería acompañando cada cuento para que los lectores disfrutaran de sus trabajos tanto como yo. En la mayoría de los casos, las ilustraciones son independientes de los textos y proponen una cosa medio caótica que confunde y seduce a la vez. Una belleza en el escándalo.

—¿Cuáles son los próximos proyectos?
—Ahora estoy armando un libro de cuentos de terror que transcurren en Córdoba, es un proyecto que tenía en la guantera desde hace varios años. También estoy intentando amigarme con mi novela, que un día se levanta con ínfulas bíblicas y al día siguiente se reduce a un folleto. Soy un editor sádico con mis textos, no puedo perdonarles que no sirvan para enamorar.

—¿De qué manera te gustaría que titulásemos este reportaje?
—Soy un editor sádico de mis textos, ponele, no estaría nada mal.


(*) Publicado en Revista Nativa (Villa María), Año 4, Edición Nº24, Octubre de 2008.-

domingo, 5 de octubre de 2008

Alejandro Schmidt: Confesiones de una vida literaria

ENTREVISTA CON
ALEJANDRO SCHMIDT
CONFESIONES DE UNA VIDA LITERARIA



Los ronroneos de los automóviles se filtran por las hendijas de la ventana. Son las seis de la tarde de un día gris y frío. Nos encontramos en la (envidiable) biblioteca de su casa, lugar de trabajo del poeta más prolífico de nuestra ciudad.
Acaba de reeditar “Serie americana” (1988) con leves correcciones y se encuentra en imprenta una edición corregida y aumentada de “Escuela industrial”, texto que había tenido buena repercusión y cuya edición era bastante precaria, según sus palabras. Estas apariciones, le dieron el respiro necesario para abocarse a otros textos que aparecerán en 2009 bajo el título de “Videla. Poesía y prosa” y “Notas al pie de una pregunta”. El primero de ellos contendrá ensayos referidos a la dictadura y una veintena de poemas; el último título, en el que trabaja hace siete meses, se construirá con un centenar de poemas breves de tres o cuatro líneas, cuyos temas son el tiempo, la poesía, entre otros.
Alejandro, con su cigarrillo en la mano, se predispone abiertamente a mis consultas y es tanto lo que podríamos hablar, que nuestra charla de más de una hora, debe ser cuantiosamente raleada por el tirano espacio disponible.
Nos ponemos cómodos e iniciamos la charla con la clásica y necesaria consulta sobre la génesis de su trayectoria.

—¿Cómo te iniciaste con la literatura?
—En el ’68, cuando tenía 13 años, con el tema del rock argentino. Escuchábamos los temas, a mí me gustaban mucho las letras y escribía algunas que nunca llegaron a ser canciones. Compartíamos ese gusto con compañeros y ese escuchar me fue llevando a descubrir la poesía en otros lados. Empecé a leer, sobre todo los poetas latinoamericanos, en esa época estaba Neruda, Vallejo; algunos poetas norteamericanos, franceses, en fin… los poetas que leyó mi generación en su adolescencia. Escribía cosas muy fragmentarias, poemas muy breves, de cinco, seis o siete líneas o canciones muy inocentes. A partir de los 17 años tuve una conciencia de que estaba escribiendo poesía y publiqué, a los 28 por primera vez, algo que había escrito a los 21, una plaqueta grande de seis páginas que se llamaba “Las bienaventuranzas” (1983) y que era contra la dictadura. Después publiqué “Clave Menor” (1983), otra plaquetita y de allí fui siguiendo.

—¿De esos primeros intentos literarios conservás algo?
—Todo lo que escribí en mi vida lo tengo guardado, está todo en cuadernos, yo escribo en cualquier lado, en la compu, en papelitos, en libretas y todo lo paso a cuadernos manuscritos. De los cuadernos tomo cuando antologo para publicar y de allí al libro.

—¿Cómo trabajás generalmente, con la computadora, a mano…?
—Manuscrito. La computación entró en mi vida cuando tenía 40 años y pico y nunca tuve la costumbre de la máquina de escribir. Como siempre yo trabajé en distintas cosas, desde los 15 años hace que trabajo, me acostumbré a llevar un cuadernito, una libretita donde escribir; entonces siempre escribía en mi trabajo, en bares, en la calle; escribo y leo en mi trabajo también, y eso me quedó. Tengo el gusto por escribir, no así el gusto de tipear, es para mí una dificultad, es algo ajeno a mí. A mi me gusta el acto de escribir, siempre escribo con birome o con fuente, no escribo con lápiz. Tengo épocas de una cosa o de la otra, pero tipear no; tipeo por obligación. De todo lo que escribí en estos últimos 15 años el 10% lo pude haber hecho en computadora, y exagero un poco. Lo hago a mano porque a la vez es un mecanismo que me permite más corrección, porque en la computadora vos borrás y corregís y se te pierde la corrección; en cambio en la tachadura, por ahí volvés porque a veces corregís de más. En poesía hay poemas que se salvan por una palabra y hay otros que se arruinan con una palabra o una sola línea. Es delicado el tema, no es como la narrativa.

—¿Nunca te dedicaste a la narrativa?
—Pequeñas cosas, habré escrito cuatro o cinco cuentos, que fueron publicados y algunos premiados; ahora estoy escribiendo unos relatos breves, pero muy esporádicos. Habré escrito 10 cuentos en 40 años.

—Recuerdo la época en EL DIARIO cuando escribías pensamientos…
—Eran como misceláneas, para qué sirve tocar el timbre, para qué sirve subirse a los techos, fue una especie de micro ensayos. Hice poco más de 40, pero a mí me cuesta mucho escribir con un plan y el tema de esto de escribir en EL DIARIO llegó un momento en que se había hecho costumbre de que apareciesen todos los domingos, pero me cuesta sostener ese ritmo. Me satura un poco, porque yo estoy acostumbrado a la libertad de la poesía, porque además en el lenguaje periodístico te tenés que ceñir un poco. Por más que vos escribas cosas muy distintas hay que pensar que eso es para un lector de diario; en cambio en la poesía vos escribís lo que querés. Yo publiqué más de 1000 notas en los diarios de acá, en EL DIARIO y en otro que desapareció; escribí muchas notas de cine, reportajes… Yo publiqué una nota sobre cine en EL DIARIO en el número 0, seguí escribiendo, después dejé, después volví, después dejé… tuve distintas épocas, no trabajé nunca con mucha continuidad.

—¿Cómo es un día tuyo, Alejandro?
—Me levanto a las 5.30 y a las seis me voy a leer los diarios, entre otras cosas; a las 7.15 me voy al trabajo (Escuela del Trabajo) porque entro a las y media. Luego salgo, me vengo a comer y vuelvo al colegio. Allí cuando puedo leo y cuando puedo escribo, porque es un trabajo que te lo permite, hay que tener un poco de concentración, porque hay gente que no puede escribir ni leer en el medio del lío de los chicos.
De pronto se escucha una puerta que se abre y Alejandro dice, “¡Hola flaquita!” y detrás de mí una voz femenina que responde “¡Hola mi amor!” Alejandro troca un par de palabras con Mónica, su señora, y a los pocos minutos ella vuelve con una taza de café para cada uno. El entrevistado vuelve su mirada hacia mí y continúa, “cuando yo digo que en el colegio leo o escribo, lo digo porque es la historia de mi vida, porque yo siempre leí y escribí en el trabajo; pero es algo que te facilita la poesía también, porque el primer momento de escritura es rápida, después la corrección la hago tranquilo en mi casa o en un bar.”

—¿Y en cuanto a la inspiración?
—Yo creo en la inspiración. Hay algo que viene, no sé si del espacio exterior o del espacio interior, y creo en todo el trabajo que hay después de la inspiración. Eso, ya no puedo hacerlo en el trabajo, lo que escribo en ámbitos donde hay bullicio es una primera cosa, de eso a lo mejor sobrevive el 30%, pero es lo que yo necesito que sobreviva, porque tengo mucha corrección de mis trabajos, son muy pocos los que salen de una.

—Tu biblioteca es más de lo que se ve, ¿no es así?
—Tengo esta biblioteca y está la que tengo en la piecita del fondo que es, más o menos, la misma cantidad que tengo acá, pero está en cajas, porque acá no entra más.

—¿Cuáles son los libros que conservás en esta habitación?
—Lo que tengo a mano es una hilera de poesía argentina, tres de poesía europea y latinoamericana, después tengo mucho de filosofía y teología y lo demás es narrativa. Tengo revistas literarias, material de pintura y acá abajo (señala la base de la biblioteca en la que hay varias puertas) hay muchas cajas archivo de cosas propias, de recortes, de publicaciones mías y cosas que conservo de recortes periodísticos diversos. Yo leo mucho de teología y mucho de historia argentina, universal y mucha biografía de lo que quieras. Yo soy muy disperso a la hora de leer, no soy ordenado, porque soy autodidacta; obviamente lo que está más especializado es la poesía y sobre todo argentina porque es mi trabajo.

—En esta biblioteca, ¿qué lugar ocupan los libros locales?
—Tengo ordenado los libros de Córdoba y de Villa María, como vez tengo libros de Roqué, de Edith (Vera), de Bruno Ceballos, de la señora de Theaux, Rubén Rüedi, Monti, Marina Giménez, también de la generación de Dolly Pagani. No tengo todo, pero lo que tengo lo leo y lo releo bastante.

—¿Cómo la ves a nuestra literatura?
—De este año me encantó “Refractario”, me pareció un excelente primer libro, yo no lo conozco personalmente a Fabián Clementi, pero le he escrito. Y después lo que digo siempre, me gusta lo de Gustavo Borga, Marcelo Dughetti, Carina Sedevich, Edith Vera, “Vecino de Dios” de Dolly Pagany me parece un gran libro de la poesía de Villa María, “Sol de la sombra” de Mario Moral igual; pero como obra de poetas que me parezca interesante son esos. De Normand (Argarate) y Marina Giménez me gustan algunas cosas…

—¿Y de Villa Nueva?
—De Villa Nueva he leído las antologías, lo que creo de Villa Nueva es que una poesía de formas clásicas, como de los ’50, ’60 e inclusive de los ’40 también. Es una poesía de la lírica, yo la leo, me interesa; pero siempre hay que hacer la salvedad de que eso es lo que sale, soy conciente de que hay mucha gente escribiendo y que uno no conoce. Hay un gran crecimiento de la poesía acá y es también por el crecimiento tecnológico también, vos imaginate que hasta 1980 había 20 o 30 libros de poesía publicados, y en estos últimos 30 años, creo que se han publicado unos 60 libros o más.

—¿Cómo te ha ido con el ciclo “Villa Nueva lee en Villa María”?
—Con mucha respuesta. Los poetas de Villa María han leído en Villa Nueva, pero no viceversa, es la primera vez que se hace. Me parece interesante justamente por esto, Villa Nueva tiene una identidad muy fuerte que se basa en otros valores, es una poesía completamente distinta a la que hay acá.

—Recién decías que en los últimos 30 años se publicaron unos 60 libros; a principios de este año en estas mismas páginas realicé un relevamiento de los libros locales publicados en 2007 y superan los 30 títulos.
—Entonces me estoy quedando corto, digamos que en 80 años hubo unos 50 libros publicados y en los últimos 30 alrededor de 200, a uno ya se le pierde la cuenta. Hay un crecimiento impresionante, creo que es obvio que Villa María el género que predomina es la poesía, al margen de la calidad de los escritos; debe haber unos siete u ocho libros de novelas, siete u ocho de relatos y tenemos 200 de poesía. Los padres literarios de la ciudad, como Bruno Ceballos son poetas, la figura más universal que tenemos, Edith Vera, era poeta, al margen de que por allí escribió algún cuento. La poesía para editar es lo más barato, también es lo que menos se vende y lo que menos se lee. Yo siempre digo que con un cuaderno de unas 200 páginas y un par de biromes escribís la obra de una vida, pero no te va a salvar la vida en ningún sentido. Los grandes poetas argentinos han llevado vidas muy modestas en el mundo. La poesía no tiene un lugar en el mercado del mundo, no es un problema de la cultura argentina ni de ésta época, la poesía es poco leída y poco valorada.

—¿Por qué creés que la poesía no llega al lector?
—Porque creo que la poesía demanda muchas cosas que el hombre del Siglo XX no estuvo dispuesto a dar, ni tampoco el del Siglo XXI; demanda un cierto estado del espíritu, una cierta concentración. Vos no podés leer una o dos horas poesía, porque no da la cabeza si lo querés leer bien, podés leer unos cuantos poemas, pero tenés que dejarlo porque satura. Es posible leer cinco horas seguidas una novela, yo lo hago, la novela te lleva, acá en Argentina se lee mucha novela y se lee mucho ensayo periodístico porque también enseña, porque también sirve, decía Juanele Ortíz “la poesía no es útil, es necesaria”.

—¿Qué nos podrías comentar sobre los cuadernos de poesía “Alguien llama”?
—“El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol” (revista que apareció entre 1987-1991) dejó de salir por cuestiones económicas. Después de esto y por el gusto de seguir editando decido hacer una revista más chica y dedicada a la poesía argentina contemporánea, de las cuales han salido 18 números en 16 años, se han publicado 220 poetas contemporáneos de 15 provincias argentinas y de todas las edades. Uno de mis criterios es publicar a gente no tan conocida, Borges no necesita el esfuerzo mío, pero sí, quizás, muchos poetas del interior que tienen pocos espacios para mostrarse. La salida es irregular, uno o dos ejemplares por año.

—¿Cómo te manejás con la distribución de las mismas?
—Todo lo envío postalmente. Nunca me ocupé de hacer algo formal, no hice registros de propiedad intelectual ni de nada, siempre fue muy amateur y artesanal. Ahora con Recovecos, que es una editorial profesional, sacamos los últimos tres números y ellos también distribuyen y la parte que me queda a mí la sigo mandando manualmente.

—¿Te agota el hecho de cumplir todos estos roles (editar, distribuir, etc.)?
—Y sí. Son épocas. Yo trabajé 20 años sin parar, este último tiempo lo siento un poco más; lo que a mí no me cansa es leer ni escribir. Es un esfuerzo, pero bueno, sarna con gusto… He aprendido a sobrellevarlo, no dejar de hacer la tarea, ni tampoco hacerlo como una obligación que me quebrante; porque tengo una familia, tengo un trabajo y tengo mis propias cosas también. Sucede que cada vez que publico a alguien me siento con la responsabilidad de quien me confió sus cosas también, pongo mi esfuerzo para que eso ande por el mundo todo lo que pueda.

—En una vieja entrevista que le realizáramos a Marcelo Dughetti, nos decía que resultaba importantísimo publicar tus obras completas, ¿qué opinás al respecto?
—Son las palabras de un amigo, eso me parece una barbaridad. Yo creo que sería interesante reeditar una buena antología de la señora Rosa Vázquez de Theaux, de Monti, el primer libro “Del muerto panorama” de Bruno Ceballos; eso me parecería interesante por una cuestión histórica. Si yo tuviera los medios haría eso, no editar todos los libros de cada uno, pero sí unas nuevas y buenas antologías de eso 4 o 5 poetas.

—En otra ocasión me dijiste que sería interesante también publicar una antología de la poesía de Villa María desde sus comienzos hasta la actualidad, ¿qué otro proyecto te parecería bueno que se hiciese?
—Las antologías que te mencioné, también alguna de Edith Vera, de Horacio Roqué…En cuanto a lo mío no, porque son expresiones de amistad y porque aparte estoy escribiendo, me parece que eso hay que hacerlo cuando uno tiene cierta edad o está aflojando, al margen de estos dos libros que van a salir, tengo unos seis libros más que les tengo que terminar de dar forma. Publico con cierta continuidad porque también escribo mucho. Yo cuando publico es como si no fuera mío, me lo saco de la cabeza, son temas que quedan terminado, es muy liberador publicar. Cantidad no es calidad, ojalá lo fuera, es una cuestión de temperamento, soy así, me siento y escribo lo que puedo.

—Y corregís mucho…
—Sí, y escribiría mucho más de lo que escribo. La poesía me viene, no sé porqué. Una novela es distinta, es una masa de un millón de palabras, es más estructurado y es como un trabajo que podés hacerlo todos los días, la narrativa también. En cambio, la poesía son relámpagos, son pequeños flashes; por supuesto que he publicado el 20% de lo que escribí, porque cuando uno escribe cosas que después no se soportan. Yo trato de publicar lo que en el tiempo puedo sostener, yo no me he arrepentido de lo que escribí salvo de un libro que se llama “Tajo en la piedra” (1984) que no hubiera publicado porque no me reconozco en eso; lo demás, al margen de error y de que uno cambia con la vida, no me avergüenzo de eso.

—Tenés trabajos publicados en otros idomas también...
—He publicado mucho en el exterior en revistas y diarios, pero tampoco me he movido mucho, ha sido también por una cuestión azarosa, de contactarme con gente. Creo que he publicado en tantos medios y en tantos países porque sólo he hecho poesía y he sido un tanto ordenado en esta cuestión, esto, a la larga te lleva a un lugar. He tenido la tozudez de seguir haciendo siempre, he tenido una vocación de dar siempre lo mío, hay poetas que tienen sus libros apilados en casa. Yo no soy así, y al igual que yo hay mucha gente que hace lo mismo; y esa actitud abre caminos. He llevado mucho a bibliotecas, creo en la biblioteca pública, llevo a los encuentros, etc. No hay garantía de nada, pero yo creo en lo que hago y al margen de esto, creo también que ha ayudado esta actitud de no mezquinar ni tener vergüenza. El gran antólogo es el tiempo, el es el que dice que queda o no; un autor puede sentir muchas cosas, pero el tiempo sepulta la obra o la mantiene vigente.

—¿Cómo podés definir tu estilo?
—Yo creo que he logrado más síntesis, digo más con menos. Los temas son los mismos, todo lo que yo escribí son las confesiones de una vida que me ha interesado contar, porque es la mía. No soy un escritor del tipo intelectual, a mi interesa los escritores que tienen un compromiso con lo real, incluso el real de la locura. Las cuestiones de estilo y escuela no me interesan, como así también los programas teóricos y estéticos, los conozco, pero no me interesan. He escrito de los actos de mi vida o del sentimiento, no tanto del pensamiento. Lo que yo pienso siempre lo voy a dejar un poquito relegado, lo que yo siento y vivo trato de que aparezca en la poesía. En definitiva, creo que logré más síntesis, cuidar más los adjetivos, quiero que tenga más claridad lo que digo, en un sentido para lograr más lectores no a mí poesía, sino a la poesía misma. Lo importante es la poesía, después son los poemas que se desprenden de esa fuerza que sostiene al mundo y después el poeta. El poeta es un puente, un medio. Vivimos en un momento del mundo donde cuenta lo que es la persona, el narcisismo, el ego… lo vivimos, lo sufrimos y lo gozamos todos, pero lo que queda es la poesía, que está más allá de los poetas y poemas. La poesía es una forma de sentir lo que nos toca. Creo que la poesía es preverbal y posverbal, la poesía está hecha con esta sensación que está antes de la palabra y engendra algo posverbal que es el silencio.

—Vos naciste en Villa María, ¿nunca pensaste en irte a Córdoba o Buenos Aires como para potenciar tu carrera literaria?
—Yo viví en Córdoba pero no me gustó. Indudablemente, si yo hubiese hecho todo esto en Buenos Aires tendría un reflejo mayor probablemente. Nunca me quise ir de acá porque Córdoba me pareció muy grande y cuando voy a Buenos Aires me empieza a doler la cabeza a las dos horas. Porque hay gente que no conozco, yo extraño mucho mi ciudad y mi casa. Soy muy apegado a la tierra. Mi familia materna hace un siglo que vive acá, por eso Villa María la siento como una cosa íntima para mí (al margen de todo lo que cambia) y me gusta caminar en esa intimidad y reconocer todo. Yo nunca salí del país, a pesar que tenemos muchos parientes en el exterior. He sido muy de acá, incluso en la poesía, aunque tal vez de una forma no tan evidente, yo reflejo mucho de la ciudad, son cosas que cuando las escribo siento que son de acá, que no podrían haberse escrito en otra parte. Deseo morirme acá, eso se lo pido a Dios siempre, me parecería espantoso tenerme que ir a morir a otro lado. La he querido a Villa María, pese a que todos los villamarienses critican la ciudad, porque la quiere más la gente que no es de acá. Y cuando digo la quiero, quiero los arbolitos, las casas, el viento, todo… En estos últimos años ha cambiado increíblemente mucho la ciudad, no está más donde yo me crié; pero no sentí un duelo por eso, es como que la integro, como que estuvo también. La esencia está, porque es el viento, el río, es saber que vos caminás 40 cuadras y está el campo… Villa María me alegra, me siento cómodo, y he sentido como dos cosas: la gente, y las construcciones y el clima. Hay personas que están aferradas a la gente, a la familia, a los amigos, pero la ciudad en sí, no. Yo no me olvido de los amigos, pero la ciudad es más que eso, Villa María es ese gran todo.




(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 05 de octubre de 2008. (Las preguntas y respuestas que están en cursiva, no fueron publicadas en papel por limitaciones de espacio).