domingo, 19 de diciembre de 2010

Malú Galíndez. Poesía de esta tierra

Entrevista a
MALÚ GALÍNDEZ
poesía de esta tierra





Es abogada recibida en la Universidad Católica de Córdoba y licenciada en Summa Cum Laude en Derecho Canónico por la Universidad Lateranense de Roma. Ha realizado cursos de posgrado en diversas instituciones y ha sido docente en universidades de Buenos Aires.
María (Malú) Galíndez es de Villa María, pero las vueltas de la vida la llevaron a Boston (Estados Unidos), donde se desempeña como juez en el Tribunal Metropolitano de la Arquidiócesis. Su vida está rodeada de textos, de palabras, de argumentos; sin embargo, su pasión está más allá, en otro horizonte, el de la palabra poética.
Lo recuerda perfectamente, cuando cursaba sus estudios secundarios y sintió como la literatura le tocaba el hombro para decirle “acá estoy”. En ese descubrimiento la influencia de una docente sería fundamental, ella era nada más y nada menos que Dolly Pagani. Mientras tomamos un café en pleno centro, con mucha gente en rededor, nos dice “Dolly fue quien despertó mi ilusión de escribir. Estaba cursando el cuarto o quinto año cuando la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) había organizado un concurso sobre poemas ilustrados. Yo participé conjuntamente con Molina Rosa y obtuve el segundo premio.”
A partir de allí publicaría en varios medios y obtendría varias menciones en concursos literarios; hasta llegar a publicar su primer libro en conjunto con Pierina Colombano y Dolly Pagani: “El canto de la piedra” (2007). Un libro que, a pesar de las distancias, logró confluir una amistad de muchos años.
Ahora en 2010, en una visita a las tierras que no puede olvidar, la citamos para charlar de su nuevo libro que fue presentado en octubre en Pampayasta: “Trepando la llanura”.



Usted lector se podría preguntar porqué Pampayasta, una pequeña localidad que es atravesada por nuestro mismo río. La respuesta está en que Malú necesita volver siempre a su lugar de anclaje, el espacio donde transcurrieron la vida sus ancestros y el único destino recurrente, ya que ha vivido en Villa María, Córdoba, Buenos Aires y Boston.
Allí en Pampayasta, está la casa de sus abuelos y conforma el lugar en el que están inspirados los versos de este poemario. Malú nos cuenta “el libro es una recopilación de momentos vividos en ese tiempo. Es ese lugar al que no puedo llegar nunca, porque vengo, estoy y me voy.”
Cuando abrimos el libro de casi 150 páginas nos encontramos con las palabras de bienvenida de su autora que nos cuenta: “crecí donde las llanuras son largas y el sol esconde atardeceres entre lánguidos colores. Donde las distancias acarrean palabras del viento, los veranos resquebrajan la tierra y los inviernos la cubren de escarcha. Crecí entre campesinos, cambiando angustias de sequías por ilusiones de cosechas nuevas cada vez que una nube pasa.
La vida siempre me llevó lejos. Pero esos sonidos de ocasos y amaneceres siempre me persiguen: son mi alfa y mi omega. Y en todos lados los busco y me busco en ellos. Cuando los encuentro, extasiada vuelvo, una y otra vez, a penetrar as fuentes y ser dueña del tiempo.”
Y Dolly remata: “Pampa-yasta: ‘asta’ ‘iasta’ en lenguas indígenas significa casa. En los nombres de los lugares parece encarnarse la esencia de lo que definen. Para Malú, ‘yasta’ es el nido, su plumón, su cobijo existencial: pertenencia, permanencia, continuidad hasta el infinito, continuidad. Por eso aparecen en algunos poemas nítidas sombras de figuras tutelares, vigías celosos, como dioses líricos que mantienen encendida la luz de la memoria en místico tributo.”



Pampayasta
casa pampa
juego en la memoria
un cielo trepando la llanura.
Misterio colgado en paredes
polvorientas de silencios.
Y un andar sin horas
sin minutos
ni segundos
sondeando indescifrables.
Y un sol
esperando que cierren
alguna vez
los horizontes.



POESÍA Y COLOR
Poemas como éste, en donde los paisajístico juega un papel crucial están presentes en este libro, que tiene la particularidad de estar ilustrado con diez piezas del pintor Armando Molina Rosa, quien residió en la mencionada localidad.
“Sus cuadros eran el color de algunas de mis poesías. Están íntimamente ligados, en la observación del lugar, en la percepción.” Malú y Molina eran amigos y tenían el proyecto de hacer un libro en conjunto; pero el tiempo, las obligaciones y los destinos de Malú lo imposibilitaron.
La entrevistada habla y sus palabras zigzaguean entre el barullo de un café vespertino, “Molina era un colorista por excelencia, en pocos pincelazos mostraba la esencia de la llanura, lo hizo de una manera terriblemente humilde y tremendamente profunda.”
La autora villamariense quiso cumplir con este anhelo postergado, reuniendo en este bello volumen sus poemas, que escribió en distintas épocas y que agrupó por temáticas: “el libro guarda una misma coloración” nos comenta. Para ella “el libro surge de la profunda simpleza de las cosas que hay en el campo, allí se encuentra la magnitud de lo enigmático.”
Dice en el Post-facio Nevi Chiappero de Guillén: “En la búsqueda de un cielo que trepa la llanura llegaste a la esencia, a la palabra justa, para nombrar luego, con la hondura y la belleza exactas, todos los recuerdos, las sensaciones, los afectos. Qué felicidad la tuya: haber encontrado –al decir de Juan Ramón Jiménez- ‘el nombre exacto de las cosas’. Exactitud, en la brevedad casi hermética, que llena de sugerencias convoca la emoción hasta las lágrimas.”


La noche cayó dormida
entre las ondas del agua
la luna se muere en los pastos
cubierta por las heladas

por dentro, julio
fundido en alcohol y guitarra

afuera, todo lo roba el silencio.



VISTA PRIVILEGIADA
Entre las palabras que se intercambian, no podíamos dejar escapar el momento para consultarle cuál es su relación con la ciudad y cómo la ve desde la distancia. Al respecto ella nos comenta que aquí está su familia y sus amigos. Lee las noticias y los diarios asiduamente, se asombra del nivel cultural de los villamarienses. Ella nota que hay mucha gente que hace distintas actividades en todas las ramas del arte y eso le agrada, sobre todo jóvenes con ganas de emprender.
“Lo noté en Pampayasta también”; allí, jóvenes tienen el grupo llamado “DesarrollArte – talleres de descubrimiento personal y desarrollo del potencial creativo para niños de Pampayasta”; por este motivo es que Malú decidió donar todos los fondos obtenidos por la venta de su libro a esta gente, que desde ese pueblo está haciendo grandes cosas.
Con respecto a su participación en grupos literarios en los Estados Unidos, nos contesta que no integra ninguno, porque “el mundo hispano está compuesto de muy distintas culturas; aunque los norteamericanos nos tomen a todos como latinos. Entonces es difícil unificar criterios, no integro grupos. No hay tantos argentinos que se dediquen a las letras y el idioma no me permite escribir poesía en inglés.”


En el horizonte.
Dividida.
Un pedazo, tronco.
Enraizada.
La otra mitad, rama.
Arrebatada
por una hoja que llevó el viento.


AMOR Y POESÍA
La poesía para Malú es una forma de sentimiento que sale del alma pujando a cada instante. Aprovechamos los últimos minutos para indagarla sobre su concepción de la misma.
Ella nos lo pinta con el relato de un cuento que se lo contó Molina Rosa y que se llama “Los ladrillos de Don Pancho”. Tiene lugar, inevitablemente, en Pampayasta. Allí vivía un señor que en el pueblo le llamaban Don Pancho. A Molina Rosa le gustaba visitarlo para charlar con él. Don Pancho vivía en un rancho marrón, rodeado de tierra del mismo color ya que el calor de horno de ladrillos no dejaba crecer ningún tipo de vegetación; un poco más alejado estaban los espinillos y los algarrobos que también eran de color tierra igual que él mismo Don Pancho.
Malú contrasta los dos personajes, Molina Rosa que era todo color y Don Pancho que era todo marrón. Este último vivía de sus ladrillos y solía hacer algunos con ciertos yuyos en el interior que servían para curar la ciática. En uno de esos encuentros Don Pancho le consulta a Molina, la razón del porqué le gustaba venirlo a ver y el pintor le contesta que allí se inspiraba. Don Pancho inquietado por esa palabra, le consulta qué es la “inspiración”, a lo que recibe como respuesta “no sé lo que es, es algo que quema dentro y que en algún momento tiene que dejarlo salir porque grita, grita, grita y grita… y no puede acallarse hasta que salga”. Entonces, Don Pancho le retruca “es como el amor, Molina…”.
Eso es la poesía para Malú, un sentimiento que se manifiesta de la forma más sincera, de lo más profundo del interior de su ser, como en este poema que cierra la presente nota:


De niña, en el río perdí la luna.
Se me escapó en las arrugas del agua
y quise atrapar el agua
y se me escurrió de las manos.

Y en gotas de rocío
volví la tristeza canto
hice surco la frente
se me secaron los labios.
Nunca alcancé la luna:
el río no detuvo su marcha.

Y quedaron lágrimas.

Y una a una
resbalan
otra vez. Otra vez.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, 19 de diciembre de 2010.-