Reducto cultural
PEOR PARA EL SOL
Cafeína, lecturas y música
Alguna vez voy a pasar.
Me lo decía a mi mismo mientras el lugar quedaba atrás. Es que no había mucho tiempo de mirarlo, siempre yendo y viniendo de aquí para allá. En los pocos segundos que uno tiene para divisar ese espacio, pude ver los muebles de madera, algunos centros de mesas que se encienden por la noche, bibliotecas que seducen desde el interior del cristal y una figura gigante de Joaquín Sabina estampada en la pared. En efecto, el nombre de ese lugar se llama como una de las canciones del cantautor español: “Peor para el sol”.
Dos veces intenté llegarme. Mi mala suerte hizo que lo encontrara cerrado; pero, como dice el dicho “la tercera es la vencida.”
Me senté y pedí un cortado, divisé en otra mesa el libro “80 poemas y canciones” de Bertolt Brecht y me lo traje junto a la Rolling Stone y nuestro diario. Leí y sorbí mi café, y en cada instante miraba para todos lados, el lugar es chico pero está rodeado de todo lo que muchos quisieran tener, libros de varios géneros, enciclopedias, revistas de cultura, textos para la mujer, algunos libritos para niños, películas, discos, apuntes… Todo acomodado en muebles rústicos que le dan calidez al lugar.
Me atendió José Luis, un tipo simple, muy amable y luego de intercambiar unas cuantas palabras le dije que volvería a que nos cuente de este proyecto, que me pareció muy original para la Villa.
Días después volví. El disco de “Física y química” de Sabina daba vueltas y nos acompañaba de fondo. Nos sentamos contra la vidriera, en una de las mesas más grandes y mientras degustamos una bebida fresca le pregunté si era de la ciudad.
─Hace un año y medio que estoy acá. Soy oriundo de Córdoba, tengo toda mi familia allá. Vine por una dama. Conocí otros cordobeses que están laburando acá. Compré media cafetería, puse unos cuantos quioscos de diarios y hacía reparto de diarios en la zona. Esa ha sido mi incursión laboral. Lo que tengo ahora es un proyecto que tenía, que no podía abrir por una cuestión de dinero. Luego se largó así… casi con todo.
Yo conozco el rubro, he tenido bares en Córdoba, he trabajado de mozo cuando era pibe, así que me gusta el rubro. Tengo 46 años y tengo una hija de 23, que estaba viviendo acá, ahora está en Córdoba trabajando. Va a regresar cuando reabra el ciclo lectivo acá en una escuela de gastronomía. Ella es barman, pero acá va a hacer cocina, y supongo que lo va a poner en práctica acá.
─¿Qué motivos te impulsaron a abrir un café-bar con estas características?
─El proyecto siempre estuvo en la cabeza, hacer algo así, temático, si se quiere. En Córdoba no se pudo, es difícil, está todo hecho, mucha competencia y yo no sé si hubiera andado, al menos en el sector donde yo podría ponerlo. Acá se dieron una serie de presupuestos para decidirme.
Tenía la cafetería pero siempre rondaba la idea del local, de hecho íbamos a alquilar al frente, no se dio. Invertimos en los muebles, están hechos exclusivamente para acá, se buscó un carpintero que le gustaba esta onda de lo rústico. Se fueron haciendo de a poco, por los costos, y no quedaba la madera para lo otro. Funcionaba casi a puerta cerrada. Los amigos compraban la bebida afuera y venían acá. Y surgió un viernes a la mañana, se colgó la cartelería, teníamos máquina de café, la cocina, teníamos medianamente todo. Y nos propusimos que esa noche a la hora que termináramos de acomodar largábamos. Se acomodó, se compró la bebida que faltaba y se abrió un viernes 7, como a las doce menos cuarto de la noche y no se cerró hasta el lunes a las 8 de la mañana. De ahí ya no cerramos más.
─Vos decías que en Córdoba no lo pusiste porque no estabas cerca del Centro, acá en Villa María tampoco estás cerca del Centro ¿cómo ves ésta ubicación?
─No estoy cerca del Centro, pero me parece que el movimiento de la Villa es diferente a la ciudad de Córdoba, tal vez sea porque es más chico, porque la gente cruza indefectiblemente por lo bulevares, y por éste más que nada (Vélez Sarsfield al 680), por algo le llaman la ruta del Mercosur. Me pareció cerca del Centro y con un paso diario significativo de gente.
─A mi me parece que si tuvieras la posibilidad de ponerlo en el Centro capaz que no lo ponías ¿o me equivoco?
─En realidad cuando se comenzó, buscábamos un local en las inmediaciones del Centro; hoy si tuviera la posibilidad de hacerlo, lo haría. He comprobado que no hay lugares así, por lo que dice la gente. Vinen de todas las puntas de Villa María, de Arroyo Cabral, de Tío Pujio viene gente exclusivamente a cenar acá; porque acá se le pone la música que a ellos les gusta (folklore, rock, lo que sea), acá pueden sentirse como si estuvieran en el living de su casa.
La idea de que el “cliente” se sienta en el living en su casa no es una pose, José Luis les brinda la comodidad de su local, los hace sentir bien, les pone la música que quieren escuchar y si no la tiene la consigue, le ofrece libros y revistas, se sienta con ellos ha dialogar si lo invitan. La gente que va al café toma cierto afecto por el lugar y su dueño, lo dice él, pero también los obsequios que quedan en casa: hay cuadros, obras de arte, una guitarra que dejaron para adornar el lugar, dibujos… “La gente deja sus cosas, ellos quieren poner su sello y está bueno, y es la idea. La gente viene y también nos deja a vino. Todo esto habla de la gente que tiene su personalidad.” Mientras desarrollábamos esta charla dos jóvenes irrumpieron en el lugar buscando a sus amigos, actitud un tanto rara, pareciera ser que el café es el punto de encuentro de la amistad.
─Me da la impresión que la gente viene a ser uno mismo, cosas que muchas veces en otros lugares no pasa.
─En realidad pasa eso, hay grupos, parejas, por ejemplo en ésta mesa se reúne la gente que estudia trabajo social y son mundos diferentes, cada uno está en su mundo. Si comparten la música y el ambiente, se sienten cómodos, dicen que es cálido. Cuando se van o cuando llegan, vienen acá “porque no hay lugar en el mundo como ‘Peor para el sol’”. Luego llegaban otros que no se conocían y dicen lo mismo. Uno no se la cree, pero si entiende que les gusta y que acá pueden ser ellos.
─¿Qué gente viene a tu café-bar?
─La gente que viene es diversa, no hay un límite de edad. Tengo una anécdota de una piba, que llega con un pibe menor que ella, eran hermanos. Toman café. Empiezan a ver los libros, todo lo referente a Sabina. Le alcanzo libros nuevos de Sabina. La chica dice que es fanática. En un momento se abre la campera y tenía la remera con el signo de pregunta que sabe usar Sabina. Le digo, “Date vuelta, fijate que en la pared del patio cervecero están las frases de Sabina”. “Justamente, por eso vine”, me dijo. Tiene 17 años. Tenía un CD de poemas que no conocía y se lo regalé y se largó a llorar.
El que viene está predispuesto a escuchar Sabina y todo lo que envuelve la figura del español. Si me preguntás la actividad de la gente, generalmente son comerciantes, abogados, profesores, estudiantes, generalmente son gente que están solos, y si tienen familia se hacen una escapada y se llega, otros vienen con sus novias y definitivamente el que tiene chicos de 8 a 10 años vienen a merendar con sus hijos y a la noche vienen solos. A los chicos más chicos les suelo dar algunos libritos para colorear y se le pone música de niños, los padres tomaban café y leen el diario. No es una constante, pero intento que todos estén bien.
─Es un tanto rara, o por lo menos infrecuente tu actitud, ¿no?
─Mi hija Micaela me decía que hay que tener consideración, pero al lugar hay que bancarlo. Yo cuando estoy con la gente lo comercial queda en segundo plano, lo tomo así. Yo veo negocios que sus dueños están estresados, no entra gente, no hay ventas, no hay consumo… por ahí el propietario no atiende cordialmente y creen que el cliente les viene a hacer un favor con ir. Esto básicamente es un servicio, por eso cuando me presento les digo “José Luis, su servidor”; porque yo estoy para servirlos, es un gusto cuando me dicen que van a volver y me traen gente. Creo que lo comercial está en segundo plano, la prueba de eso es que estoy seco (risas).
─Recién escuchábamos ‘Peor para sol’, ¿por qué ese nombre?
─En realidad me gustó la letra, porque es una historia. De Joven he estado en el sur con mis tíos, en Río Gallegos, hay mucha noche y uno con 18 años iba amanecido a trabajar. Cuando escuché eso me dije que ese tendría que ser el nombre para el bar que alguna vez podría tener.
─¿Qué representa Sabina para vos?
─Yo lo admiro al tipo, porque tiene esa dignidad de poder soportar los desamores o los desencuentros amorosos. Lo admiro como hombre, aparte del estilo de vida y toda su historia. La vida del tipo es interesante social que ha llevado, hasta ideológicamente, es un tipo coherente. Yo le doy valor al tema de la coherencia, me parece que es uno de los presupuestos para ser buenas personas. Anoche vi la película de Sergio Stocchero que salió con EL DIARIO y Gustavo Ballas lo menciona a él. Acá estuvo cenando un abogado conocido de la ciudad y hablábamos de cuanto costaba ser buena persona: “nada”.
Porque los presupuestos para ser buena persona no dependen de nadie, sino de uno mismo y no tienen costo… o sí tienen, que uno está dispuesto a pagar ese precio. Mi viejo, cuando era chico, me decía: “Usted cuando haga algo, no venga después a llorar como una Magdalena. Tiene que estar dispuesto a pagar el precio por la vida que elige.” Y yo he cometido macanas, pero he tratado de pagar ese precio dignamente. Y este tipo, también lo ha pagado dignamente, políticamente, socialmente, amorosamente y con el tema de los excesos también lo lleva dignamente. En el último recital que dio en febrero en Córdoba, fui con mi hija, lo vi muy deteriorado, pero digno. Yo admiro a la gente que se maneja así, trato de imitarlas, aunque soy mal aprendiz, porque está bueno eso. Les decía que tiene su costo, su precio, pero que yo estoy dispuesto a pagarlo, porque eso me permite caminar libremente, estar tranquilo, que no es poca cosa. Porque podés construir la vida, si andás tranquilo; porque sino, no se te permite soñar, porque los sueños son algo relevante, y yo vivo soñando. Gracias a Dios he concretado muchos sueños. Trato de soñar con los pies en la tierra, cosas que se puedan concretar y sueño con ser mejor persona cada día.
Villa María me ha tratado de maravilla, tengo gente de todos los estratos sociales, y hay una cosa en común, es la confianza. Eso me llena, lo guardo celosamente y lo cuido. No dejo de decirlo, en la carta del bar, que sólo tengo que encuadernarla, la idea es poner una canción, hoja de por medio dedicada a la gente que ha pasado por acá. Ha pasado el obispo, gente linda, gente conocida y bueno la idea es poner la letra dedicada con nombre y apellido.
Volviendo, no soy simpatizante, quizás soy hincha de Sabina. A toda esa gente la admiro, a Charly, a Maradona, a la Fabi Cantilo; porque han podido salir y lo han hecho porque ellos quieren estar bien.
─¿Por qué un café-bar con libros, de los que ya no se ven en la ciudad?
─Porque me encanta y sé que a otros también. Adquirí muchas colecciones desde hace mucho para armar esto, que no ha sido fortuito todo, es deliberado, ha sido construido de a poquito. Lo que quieran leer hay, novela, colecciones de Le Monde, revistas de cocina, Ñ, ADN, hay colecciones de música, hay apuntes de estudio, estudié abogacía que dejé, siempre textos de las ciencias sociales… Estoy en 3er año de la Lic. En Historia en la UNC, también estudio Ciencias Políticas en Río Cuarto; aunque este año no he hecho nada. Hay, y lo que no hay, automáticamente se le promete que en la próxima.
La gente viene a leer. La gente lo atrae el tocar el libro, yo lo reivindico al tema del libro como objeto material, a mí me pasa porque yo a la mañana leo los diarios por Internet y cuando traigo los diarios en papel, los vuelvo a ver. La gente quiere tener ese contacto con el libro, porque por ahí no tiene tiempo, la gente anda a mil, entonces llega y mientras se toma un café tiene un libro en la mano.
─Tu lugar también esta destinado a la presentaciones de libros ¿cómo es ésto?
─Vos ves que el espacio es reducido, pero por ejemplo Néstor Gea ha presentado un libro sobre los aborígenes. Se reunieron acá. Hay alguna otra presentación pensándose como una publicación de Matías Atencio. Por otra parte hay charlas políticas también, se suelen hacer reuniones de vez en cuando. Hay eventos de diverso tipo, es venir y animarse, nosotros estamos abiertos. Yo haría montón de volantes y saldría a repartirlos pero no tengo tiempo de hacerlo.
─De todas maneras es muy cierto que la mejor publicidad es la que te lleva la gente.
─Creo que sí, la gente comenta, me piden tarjetas… ¡la gente quiere que venga más gente!
Hay algo que quiero decir: yo soy feliz, y eso me permite seguir soñando, y lo que sobra, después de pagar los gastos fijos, el resto va para hacer algo; desde cambiar una lamparita hasta invertir en muebles y otras necesidades del bar. Eso es “Peor para el sol”.
─Como soñador que sos, ¿cuál sería tu sueño ahora que tenés este lugar?
─Un sueño. Expandirlo, de hecho ya me han propuesto hacerlo, también en Tío Pujio. Hay un amigo que está por poner un pequeño complejo de cabañas en Yacanto y quiere hacer lo mismo allá. Quiero que la gente se sienta a gusto y que no tengan miedo de soñar y ser, si no se le hace mal a nadie. Uno queda como ridículo cuando se autocensura, no cuando expresa lo que siente. Yo creo en la gente y eso me ha traído una satisfacción enorme, porque la gente cree en mí. Yo primero creo y eso me ha venido de vuelta. Cuando mi hija Micaela era chiquita le leía “El principito” y ahora, de vez en cuando, lo solemos leer juntos. Nos quedo eso de “lo esencial es invisible a los ojos”, por eso yo invito a creer.
(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 17 de octubre de 2010.-
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